lunes, 20 de enero de 2014

[Preestreno] “La gente no es como tú” de Gabi Beltrán

Si tuviera que apostar, me pondría en lo peor y apostaría que Gabi Beltrán ha escrito “La gente no es como tú”, si no desde la tumba, al menos sí con un pie en ella.

En estas, digamos, memorias, parece que un hombre esté perdiendo la vida. En ellas hay cansancio y decepción en cantidades ingentes. También drogas, alcohol y mujeres y no siempre como recuerdos. Estas memorias son lo que queda de un hombre que se ha rendido; que ya no tiene nada que perder; que sólo quiere cerrar los ojos y dormir, batirse en retirada. Descansar de una puta vez. Las cosas como son: este diario sabe a despedida como pocos.

Ahora ya pueden mirar para otro lado.

“La gente no es como tú” cae en mis manos un mes antes de su publicación. Me piden que lo lea, que dé mi opinión. Que sea sincero. Bien, seré sincero. Pero antes, permítanme un breve paréntesis que viene muy a cuento:

Decíamos hace poco que “Historias de barrio” (leer reseña inédita completa aquí) «va un joven Gabi Beltrán en un barrio de putas -el barrio de su infancia- donde la juventud era, las más de las veces, sinónimo de delincuencia. Recoge una serie de anécdotas que tienen que ver con aquello. La historia del amigo con el que robó un coche, la del atraco a la frutería o el supermercado, la de irse de putas, la de los marineros y el sueño americano. Niños que se buscaban la vida como buenamente podían. Lo habitual. Gabi Beltrán hace el papel de víctima de las circunstancias de corazón noble y bondadoso.»

Pues bien, hasta aquí la parte fácil y divertida. Juventud divino tesoro. Beltrán el travieso y tal. Pero el tiempo no pasa en balde y el presente es el que es y lo que se respira entre las páginas de “La gente no es como tú” es (a pesar de la llamada de atención que les contaba en el post inmediatamente anterior), nostalgia. No exclusivamente, pero sí. Y me refiero a este tipo de nostalgia:

«Echo de menos la época en la que sabía dar un puñetazo, correr sin miedo y mantener el pulso firme. La época en que las cosas no eran ni buenas ni malas, y las noches eran días, y los días una habitación pequeña. Echo de menos la época en la que no sabía llorar y era capaz de mirar a un juez a los ojos y negarlo todo.»

Cómo estará el panorama para que aquello, que un día fue un horror, sean ahora gratos recuerdos. 

Gabi Beltrán parece haberlo probado todo menos el suicidio o eso es al menos lo que se desprende tras la lectura de esta colección de, digámoslo de una puta vez, microrrelatos (supongamos que) autobiográficos.

Pero seamos sinceros. Hay una palabra que flota en el ambiente y que si no la decimos de una santa vez, no vamos a ser capaces de seguir adelante.

Autocompasión.

Recordarán que hablamos, no hace mucho, de los relatos autocompasivos de “Yo precario” de Javier López Menacho así como de los “Los versos del hambre” de Sara Bernard. Eran relatos o crónicas en los que dos seres humanos, más o menos jóvenes, contaban a pecho descubierto (o eso nos querían hacer creer) el inconveniente de no encontrar trabajo (*) y esto parecía, no una novedad, pero sí algo digno de ser contado, publicitado o comprendido. La sociedad reclamaba estas historias porque dentro de su catastrofismo oportunista había espacio -desde el humor al que invitaban los en ocasiones ridículos empleos de los autores- para la diversión y la esperanza. Los escritores que las escribían lo hacían para desahogarse pero también para seguir adelante. La escritura era o parecía una excusa para justificar el tiempo que pasaban estos chicos en la cola del paro. La de Beltrán, sin embargo, es una autocompasión diferente en el sentido de que, desde su falta total de humor, tiene más de despedida que de cualquier otra cosa y desde luego “esperanza” es lo último que le viene a uno a la cabeza cuando cierra la última página.

Lo cierto es que si “La gente no es como tú” invita a algo solo puede ser a cortarse las venas. No se me ocurre ninguna jodida razón por la que alguien que no conozca personalmente a Beltrán y quiera saber qué coño le pasa ahora, decida perder ni medio minuto con esta lectura. Tal vez, y sólo digo tal vez, pudiera hacerlo, ese desconocido, para entender por qué un desahuciado se tira por la ventana o, si me apuran, para tratar dar con el límite de resistencia de un escritor en apuros. A mí no me ha servido para nada, honestamente, si acaso para sentir una inmensa pena por (el también para mí desconocido) Gabi Beltrán. A medida que leía trataba de entender por qué un hombre que ha llegado a lo que parece un punto de no retorno, no hacía lo que se suponía que el cuerpo le pedía y acaba con la agonía de una vez. Me quedo con las ganas de saberlo:

«No quiero a mi lado a alguien que intente hacerme feliz. No quiero a mi lado a alguien que crea que va a ser feliz por intentarlo. Quiero a alguien que entienda que yo nunca seré feliz. Alguien que entienda que ya renuncié a ello. Pero que, a pesar de todo, soy capaz de tomarme un café en una terraza y doblar el sobrecillo del azúcar y depositarlo en el cenicero. Quiero a mi lado a alguien que entienda por qué lo hago.»

Lo tiene jodido, Beltrán, para recibir llamadas. 

Lo decía más arriba y lo repito ahora, ya para terminar: si Gabi Beltrán es un hombre que lo ha perdido todo, siendo todo TODO, “La gente no es como tú” es lo que se escribe cuando ya no se puede más. 





(*) Beltrán también estuvo allí, en forma de chiste malo: «Cuando a todo el mundo le iba regular, a mí me iba mal. Cuando las cosas mejoraron, y a todo el mundo empezó a irle bien, a mí me siguió yendo mal. Luego las cosas mejoraron aún más, pero a mí me seguía yendo mal. Luego llegó la crisis y a todo el mundo le fue mal. Y me preguntaban: —¿Qué tal te va? —Como siempre –respondía yo



12 comentarios:

  1. Teniendo en cuenta el asunto, me alegra mucho que Gabi Beltrán publique, aunque sea tanta pena y autocompasión, porque no deja de ser una forma de dejarse las venas largas.
    Todos tenemos nuestro público. Confio en Sloper, darán el pelotazo, tarde o temprano.

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    1. A Joaquin Sabina la autocompasion siempre le ha funcionado muy bien...

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  2. Tongoy,

    Hablas mucho -todo el tiempo, en realidad- sobre la historia pero no dices nada sobre su calidad literaria, sobre su estilo, vaya. ¿Es un olvido debido al impacto de un argumento tan duro o tenemos también que sospechar lo peor?
    D todas formas, si es ficción tampoco tengo problema con un narrador que a veces se autocompadece, puede ser una opción, como en El buen soldado, por ejemplo.

    Y coincidio con el comentarista anterior: ojalá a Sloper le vaya muy bien este año:)

    Abrazo.

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    1. Estilo. Bueno, es un poco tirando a eso que te gusta tanto que empieza por P, pero sin caer en la tontería. Ya me entiendes. Luego busco un fragmento largo para que hagas una idea.

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  3. Pero cómo que leyendo a Roth? No estabas con Bellver y Soto Ivars?

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    1. Eso ya es pasado. Y Roth también. Ahora estoy con Bárcena.

      Prometo reseñas de todo.

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  4. Ah. Joder, los padres modernos, entre bibe y bibe pasando páginas. Así se levanta un país, Tongo ;)

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  5. La cita que pones que acaba con "mirar a los ojos al juez y negarlo todo", es realmente potente. Suena no sólo auténtico, sino redondo.
    Parece un libro especial. Tomo nota.

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  6. No te entretengas con minucias, "Agua dura" es la apuesta más arriesgada de la nueva literatura española.

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    1. Eso es lo que parecen creer algunos. Bueno, en fin...

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    2. Aprende: http://alenarterevista.net/sergi-bellver-o-los-planos-de-la-demolicion-agua-dura-por-elias-gorostiaga/

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    3. Esa es una reseña de Bellver, no del libro.

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