lunes, 14 de junio de 2021

“Una Odisea” de Daniel Mendelsohn

Esto va de lo siguiente: el protagonista — que no es otro que el propio autor en lo que supongo falsa autobiografía— se dispone a impartir un seminario sobre la Odisea cuando su padre le dice que él también se apunta, que quiere aprender, que nada mejor que un buen clásico que llevarse a la tumba. No les quiero estropear la lectura pero la cosa va de enterneceros un poco sí (con la parte en la que el hijo habla de su padre, que es como medio libro) y otro poco no (con la dedicada a la obra de Homero). Personalmente me quedo con la segunda. Es más: pueden perfectamente saltarte todo lo que no tenga que ver con esto. Conste que yo me lo he leído entero, claro que yo soy mucho de hacer el imbécil.

Seamos sinceros: la única razón por la que uno llega a este libro (uno que no sea de Cercedilla, se entiende) es porque quiere profundizar en el clásico al que hace referencia. Todo lo demás (su padre, los alumnos, los recuerdos de infancia) es artificio. Mera decoración. Todo lo demás está pensado para hacerse un hueco en las mesas de novedades y no ir directamente al lugar que merece. Un padre, un hijo, un noséqué. Anda, no me jodas; a mí háblame de las razones de Odiseo para quedarse con Circe y quédate con todo lo demás. Que si papá no pudiendo recalar en Ítaca, que si menudo carácter, que si mira que casualidad todo este paralelismo entre Odioseo y mi santo padre, que parece que hayamos nacido para coincidir en este seminario.

Yo entiendo que Daniel Mendelsohn quiera a su padre. Entiendo que le quiera, que le rinda tributo y hasta que le escriba un libro, pero a mí qué me importa si, al final, no me aporta. Y no lo hace. Nada, además. Ni un ápice. Este libro es un engañabobos con todas las de la ley.

Cuánto hubiera ganado (¡cuánto hubiera ganado!), Daniel, si nos hubiésemos limitado a hablar de lo que teníamos que haber hablado, que no es otra cosa que la Odisea, sin tener que fingir tanta inquietud paternofilial, que no te la crees ni tú. Qué fácil hubiera sido regalarnos el seminario escrito y no esta ración triple de ternura descafeinada.

A mí dame nostos, Daniel. A mí dame de esto:

«Los relatos de Néstor son ejemplos de lo que denominamos nostos. Nostos es la palabra griega para «regreso a casa»; su plural, nostoi, era, de hecho, el título de poema épico perdido en que se contaba el regreso a casa de los reyes y caudillos que combatieron en Troya. La misma Odisea es un nostos, que a veces se aparta de Odiseo y su asendereado viaje de regreso a Ítaca para describirnos en breves términos los nostoi de otros personajes, como hace aquí Néstor —casi como si temiera que estos relatos no llegaran sanos y salvos al futuro—. Con el tiempo, esta melancólica palabra, nostos, tan firmemente arraigada en los temas de la Odisea, acabará combinándose con algos, otro término del abundante acervo de dolores que posee el griego, para suministrarnos un modo elegante y simple de referirnos a la sensación agridulce que a veces nos genera una añoranza especial e inquietante. Literalmente, la palabra significa «dolor asociado con la añoranza del hogar», pero, como todos sabemos, en especial cuando envejecemos, el hogar puede ser un tiempo a la vez que un lugar. La palabra es nostalgia».

Una Odisea está lleno de interesantes análisis y reflexiones; y todos los momentos que tienen que ver con la etimología son tan buenos que llega uno a sentir más interés por aprender griego que por leer la Odisea. Lamentablemente en Una Odisea hay mucho que sobra; demasiado, diría yo. No sé ustedes (quienes lo hayan leído) pero yo no dejo de tener la sensación de que con este acercamiento tan “comercial” a la obra de Homero se nos está tratando un poco de imbéciles. Lo que quiero decir es que para leer sobre la Odisea no necesito para nada que el autor me hable de su padre.

A los padres, en la literatura, solo para matarlos.