viernes, 20 de enero de 2012

"Pobre Gente" de Fiodor Dostoievski (2ª parte)

(*)
 "¿Cuántas veces le diré a usted que no necesito nada, absolutamente nada; que nunca podré retribuirle las amabilidades que usted me prodiga? ¿Y por qué me ha enviado estas flores?... ¡Qué flores tan bellas! De color carmesí, en pequeñas cruces. ¿Dónde consiguió un geranio tan hermoso?” 

Esto lo dice Várvara, la coprotagonista de Pobre Gente. Devushkin se desvive por ella; se arruina, literalmente y todo por un amor que jamás será correspondido. Nunca le dice “te amo”, pero la ama. Nosotros lo sabemos y ella lo sabe pero Devushkin preferiría morir antes que admitirlo. Uno de los ejercicios más “impresionantes” de Dostoievski en esta epistolar es la aparente facilidad con que logra transmitir y desvelar los sentimientos de estos dos personajes que sin llegar nunca a decir muchas cosas se hacen entender perfectamente llegando a importar mucho más lo que no se dice que lo que sí. 

En esta segunda y última parte de la reseña quisiera detenerme en los personajes, poner un foco sobre ellos y tratar de evidenciar qué fue eso que los hizo en su momento tan especiales, cuáles fueron sus antecedentes pero por encima de todo quisiera descubrir si es verdad que Dostoievski quiso en esta novela desmarcarse de Gogol a pesar de la manifiesta admiración que sentía por su obra. 

* * * * * * * * 

Devushkin es en apariencia un tipo sencillo, bastante vulgar, bastante ignorante; un pobre infeliz que, tal como comentaba antes, aunque vive con el convencimiento que su amor no será correspondido se conforma con esos pequeños instantes de felicidad que son las cartas de su amada y las breves visitas que le hace muy de vez en cuando por aquello de evitar el qué dirán. En el camino asistimos a su lucha por conservar la dignidad y ese sueño inconfeso de rebelarse contra todo y contra todos para proteger su amor. Várvara en cambio es mucho menos complicada. Es una niña grande que se debate entre el sentimiento de culpa por arruinar la vida de un hombre al que no puede amar y la felicidad de ser el objeto de los presentes que éste le hace. 

Insertadas en la historias de estos dos personajes están las de otras pobres gentes, todos ellos bastantes miserables que viven y sufren (sobre todo esto) en la misma pensión. Sobre todos destaca una familia que vive arrendada en una pequeña habitación y a quienes a pesar de tener hijos jamás se les escucha quejarse, pero tampoco reír. Esto nos permite situar a Devushkin en un punto intermedio entre el típico personaje gogoliano –a su manera cómicamente grotesco (luego ampliaremos esto)- y otros, como la mencionada familia, de un patetismo insalvable. Lo que quiero decir con esto es que efectivamente hay un “desmarque” respecto a los típicos personajes de Gogol. En un momento determinado Devushkin le dice a Várvara: “El hombre pobre es exigente; tiene una visión diferente del mundo de Dios, y observa con recelo a todo el que pasa por su lado y le dirige una mirada inquieta; se fija en cada palabra, preguntándose si acaso la gente no estará hablando de él, si no estarán diciendo que es feo, especulando qué estarán diciendo exactamente […]”. Para Joseph Frank está muy claro: “Esta "diferente visión del mundo de Dios", el mundo visto más desde abajo que desde arriba, constituye la principal innovación de Dostoievski frente a Gógol, cuya compasión por sus humildes protagonistas nunca es lo suficientemente fuerte para superar la condescendencia implícita en su enfoque narrativo.” 

Quizá fuese esta la razón por la que Belinski veía en Dostoivski la imagen que tradicionalmente se tiene de él: “Era el poeta de los insultados y vejados; de los humillados y oprimidos; el compasivo cronista de la vida de "la pobre gente" de San Petersburgo, triturada por la miseria y por el peso demoledor de un orden social inhumano.” No es cierto. Pobre Gente es mucho más que eso, pero para entenderlo quizá sea necesario tratar de analizarla en relación con la tradición literaria rusa algo que Dostoievski nos ofrece en bandeja en la propia novela. 



DOS CUENTOS 

En “Pobre Gente” se habla de literatura y se habla de literatos pero ni uno ni otro sale demasiado bien parado. En la pensión en la vive Devushkin vive también un supuesto gran escritor (así se considera a sí mismo y así lo considera también, en su infinita ignorancia, nuestro protagonista) que en realidad no es más que un pobre diablo que escribe como ya no se escribía en Rusia: "Vladimir temblaba, y su pasión se agitaba furiosamente dentro de él, y su sangre hervía... '¡Amo con éxtasis, con furia, enloquecidamente!' [gritó]... 'Un obstáculo trivial [el marido] no puede contener el destructor fuego infernal que atormenta mi pecho exhausto...".  Este estilo tan alambicado le sirve a Dostoievski para parodiar las novelas románticas de la alta sociedad que escribía Marlinski así como para burlarse de los imitadores baratos de Walter Scott pero sobre todo para establecer el nivel cultural del protagonista (y ya puestos para burlarse un poco de sus contemporáneos).

Sí, en Pobre Gente se habla de literatura. Los protagonistas intercambian en varias ocasiones libros que de un modo u otro les han impresionado (entendiendo esto como afectarles o simplemente llamarles la atención). Devushkin, tal como acabamos de ver, demuestra cierta ignorancia (cuando afirma que apenas ha leído tres libros) así como carecer de criterio al declararse admirador de los textos que escribe el personaje mencionado en el párrafo anterior, mientras que Várvara, quizá por ser más joven, apuesta por lecturas más “modernas”. De estos intercambios “bibliotecarios” surgen algunos pasajes muy interesantes que ayudan a entender la ideología a la que se adscriben los personajes y por extensión el propio autor. Es decir, que Dostoievski no contento con revolucionar el género epistolar decide apostar también por lo novedoso que supone incluir la literatura en la propia obra como una herramienta enriquecedora motivo por el cual sería (es) necesario conocer el argumento y la importancia de las obras referenciadas para saber hasta qué punto nos está hablando a través de ellas. 

Dos de los libros que Várvara presta a Devushkin -y sobre los cuales éste hace una interesante crítica- son “El jefe de posta” de Alexander Pushkin y “El capote” de Nikolai Gogol. Cuando yo decía más arriba que para entender realmente la importancia de Pobre Gente había que tratar de analizarla en relación con la tradición rusa me refería precisamente a esto. 


El Jefe de Posta” de Pushkin (1

Citaré a Joseph Frank para ahorrarme el esfuerzo de resumir el argumento del relato: “Samson Virin es el jefe de estación que, por su buen carácter y por su docilidad respetuosa hacia sus superiores, permite que un joven noble seduzca a su hermosa hija y se fugue con ella. Incapaz de reconquistar a su hija perdida, el viejo ahoga su desesperación en el alcohol y muere de tristeza. La historia es narrada de manera sobria y sencilla, sin ninguna de las burlas manifiestas u ocultas típicas de Gógol; la figura del viejo con el corazón roto, impotente para hacer valer sus derechos frente al todopoderoso noble, es presentada por Pushkin con auténtica simpatía o compasión por su sufrimiento.” 


“El capote” de Gogol (2

Citando a Nórdica libros: “El capote, escrito por Nikolái Gógol entre los años 1839 y 1841, y publicado en 1842, nos presenta a uno de los más conmovedores personajes de la Literatura: Akaki Akákievich Bashmachkin, un funcionario de la escala más baja de la administración civil, que se ve ultrajado por las injusticias sociales y la indiferencia egoísta de los fuertes y ricos, y cuyo destino es el de ser un «hombre insignificante». Akaki, para protegerse del gélido invierno de San Petersburgo, necesita un capote nuevo, pero cuando por fin lo consigue seguirá notando frío, el frío gélido que habita en los corazones de las personas que le rodean.


Devushkin llora amargamente ante el relato de Puskin (3), con el que se siente identificado probablemente porque sospecha su triste futuro con (sin) Várvara.: "Sí; es natural..” –le dice a ella- “¡Es algo vivo! Me he visto en él a mí mismo, se refiere a mí". Lo más importante a tener en cuenta es la forma que tiene Pushkin de acercarse al personaje de Samson Virin: lo hace con compasión por su sufrimiento, sin utilizar en ningún momento el tono de burla con que Gogol dibujaba habitualmente al chinovnik, que es como se conocía al escribiente burocrático de San Petersburgo. 

La interpretación que Devuskin hace del texto de Gogol es en cambio muy diferente a la anterior (4) ya que deriva de la costumbre que existía en primera mitad del siglo de tratar al mencionado funcionario como material satírico para facilitar la anécdota burlesca. Gogol se dirige al lector tal como lo haría un amigo a otro, desde una perspectiva muy superior a la del protagonista del cuento (por más que trate de arreglarlo -tarde y mal- con la inclusión en la historia de un joven compasivo, empleado en la misma oficina, que considera a Devuskin un “hermano”.) 

Obviamente Dostoievski era seguidor de ambos pero más especialmente, por la temática, de Gogol, hasta el punto de que parece ser que sus contemporáneos lo consideraban un “continuador” de su obra. El desmarque de Dostoievski respecto a ellos se produce al elegir a un desastroso chinovnik como protagonista de una epistolar sentimental logrando una perfecta integración entre el tema “filantrópico” y la forma. Joseph Frank considera que Devushkin hubiese preferido, en el cuento de Gogol, un relato sentimental con moraleja (edificante) final y aunque Dostoievski no se adapta a la “exigencia” sí es verdad que en cierto modo se mueve en la dirección que desea su personaje. “[Dostoievski] conserva el "naturalismo" del detalle, y el decor (la escenografía) asociados con la tradición cómica de la descripción del chinovnik, pero lo une al tono lacrimoso del sentimentalismo ruso que se remonta a Karamzin; y esta fusión creó una corriente artística original dentro de la escuela naturalista.” 


EN RESUMEN... 

En resumen -y dejando muchas cosas en el tintero- creo que a estas alturas es más que evidente mi opinión sobre Pobre Gente. Considero que es mucho más que la simple epistolar de amores imposibles que pueda parecer a primera vista (sin dejar de serlo, por otro lado) pero lo que quiero destacar por encima de todo es que no se trata de un relato de los bajos fondos petersburgueses nacidos de la experiencia personal del escritor (algo siempre tan de moda). Espero haber logrado acercarles a los engranajes de esta pequeña novela y haber transmitido adecuadamente las razones por las que creo (y no soy el único) que Pobre Gente es en realidad un pequeña obra maestra que ha sido elaborada con un cuidado extremo. Cuando muchas veces sentimos (me incluyo) la tentación de comprender (entendiendo esto como disculpar) las limitaciones propias de las primeras novelas de según qué escritores convendría echar la vista atrás y recordar estas otras y pensar que si unos pudieron los otros también deberían. O no. Puede que no. Seguramente no. 





(*) Hacer Clic en la foto para leer la primera parte de la reseña.

(1) Deduzco que este cuento se puede encontrar en la edición de “Historias de Belkin” bajo el nombre de “La parada de Postas” editado por Nevsky Prospects (de ahí la elección de la portada). Me consta que también está disponible en “Narraciones Completas de Pushkin” editado por Alba aunque la versión que yo leí la bajé directamente de internet y está traducida por José Laín Entralgo. 

(2) La portada corresponde a la edición que Nórdica Libros publicó en 2008, traducida por Victor Gallego e Ilustrada por Noemí Villamuza aunque es fácil encontrar el cuento por internet. 

(3) Ver CITA COMPLETA (Se me ha ocurrido que puede ser buena idea acompañar la información de las reseñas con algunas citas, más completas de lo habitual, del asunto al que hago referencia. Para evitar obligarles a una lectura prescindible (sí, acaso, conveniente) he creado un blog cuya función será específicamente la de servir de contenedor de esa información motivo por el cual no aceptará comentarios y carecerá de cualquier otro acompañamiento (gadget) habitual de los blogs. Siguiendo el enlace que da comienzo a este párrafo llegarán a él. Espero que les resulte a ustedes tan interesante como útil me lo parece a mí.) 

(4) Ver CITA COMPLETA 


lunes, 16 de enero de 2012

Lo odioso de las comparaciones




"Cuando Dickens se decidió a leer en público, cuando apareció por primera vez cara a cara ante sus lectores, Inglaterra fue presa del delirio. La gente asaltó la sala, la llenó hasta los topes, algunos entusiastas se colgaron de los pilares, otros se arrastraron bajo la tribuna, sólo para poder oír al adorado escritor. En Estados Unidos la gente durmió sobre colchones extendidos ante la taquilla las noches más rigurosas de invierno y los camareros le traían comida de los restaurantes cercanos, pero la aglomeración fue imparable. Todas las salas resultaban demasiado pequeñas y finalmente se tuvo que acondicionar una iglesia de Brooklyn como sala de conferencias para el escritor." 

[...]


"Respecto de las grandes obras de arte no hay que preguntar sólo por su intensidad, no sólo por el hombre que estaba detrás de ellas, sino también por su extensidad, por el efecto que produjo en las multitudes. Y de Dickens se puede decir más que de cualquier otro escritor de nuestro siglo que ha aumentado la alegría en el mundo. Lágrimas de millones de ojos han centelleado con sus libros; a miles cuya sonrisa se había marchitado o perdido se la plantó de nuevo en el pecho: su influencia iba más allá de lo literario. Gentes ricas reflexionaron e hicieron donaciones después de leer sobre los hermanos Chereby; corazones duros se ablandaron; con la publicación de Oliver Twist, los niños—es auténtico—recibían más limosnas en la calle; el gobierno mejoró los asilos para pobres y controló las escuelas privadas. La compasión y la benevolencia se acrecentaron en Inglaterra gracias a Dickens, muchísimos pobres e infelices vieron aliviado su destino. Ya sé que estos efectos extraordinarios nada tienen que ver con el valor estético de una obra de arte. Pero son importantes, porque demuestran que toda gran obra trasciende el mundo de la imaginación, donde todo creador puede dar rienda suelta a su fantasía y su magia, y contribuir también a transformar la vida real. Cambios en lo esencial, en lo visible y también en la temperatura de los sentimientos. Dickens, al contrario que los autores que piden compasión y aliento para sí mismos, incrementó la alegría y el goce de su tiempo, estimuló su circulación sanguínea. El mundo se hizo más claro desde el día en que el joven taquígrafo del Parlamento cogió la pluma para escribir acerca de hombres y destinos."
Stefan Zweig "Tres Maestros (Balzac, Dickens, Dostoievski)"


jueves, 12 de enero de 2012

Otra reflexión en torno al Kindle y la piratería


Pues nada, que la semana pasada los Reyes Magos me dejaron un Kindle debajo del árbol de Navidad. Lo primero que hice fue configurarlo, claro, y luego comprar un libro en Amazon -un poco por error, otro poco no- que me costó la "friolera" de poco más de cuatro euros. (4,74 €, para ser exactos. Un error más que aceptable.) Se trataba de “El extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde” de R. L. Stevenson que Nórdica Libros editó tan bellamente. Esto quiere decir que le han metido unos dibujitos, que es una cosa que siempre me gusta encontrar en los clásicos de terror. En un ejercicio de gilipollez sin límites, por aquello de experimentar nuevos niveles de imbecilidad, saqué el otro día de la biblioteca la edición en papel del mismo libro que al final será la que me acabe leyendo y que cuesta la friolera (ahora sí) de 27,50 €. No está mal para un libro de estas características pero, aunque la calidad es realmente buena, cuesta plantearse el desembolso de semejante cantidad de dinero por un libro cuando podemos bajarnos gratis la película que lo adapta. Es broma. Lo que quiero decir con esto es que 4,74 me parece un precio bastante... razonable –aunque sólo sea por comparación- y de hecho es un importe que ya he demostrado que no me importa pagar si con esto ayudo a promover la digitalización de la cultura y subsiguiente abaratamiento de la cosa escrita. 

Otro cantar fue lo que ocurrió cuando quise hacer lo mismo con la reciente “El tiempo es un canalla” de Jennifer Egan, nada menos que Premio Pulitzer 2011. Resulta que no hay versión de este libro para el Kindle en el mercado español, no así en el americano (si a uno no le importa leer en el idioma original) con la ventaja añadida de que cuesta 6,33 $, que al cambio vienen a ser 4,95 eurillos de nada. Lo voy a repetir por si no lo han pillado a la primera: 4,95 €. Entiendo que el tema de la traducción cuesta dinero y me tengan que cobrar un plus -que estoy más que dispuesto a pagar- por el servicio, pero lo que no entiendo es esa negativa a sacar la edición digital de un libro de la importancia de este en los tiempos que corren. Por si les interesa, la edición en papel cuesta unos 20 euros que es un importe que no me voy a gastar en señal de protesta -le he dado al botón "me gustaría leer este libro en Kindle" que va camino de ser más popular que el "me gusta" del Facebook-  y porque yo no soy de tirar el dinero cuando puedo sacarlos gratis de la biblioteca, que es lo que he acabado haciendo. Resumiendo: la Editorial Minúscula acaba de perder una venta para (supuestamente) proteger otra. 

Ojo, no quiero dar la impresión de que voy de nada: si este mismo libro estuviese disponible en redes de intercambio o similar, es más que probable que me hiciese con él, como me he hecho con muchos otros. O no. Quiero decir que quizá me lo hubiese comprado del mismo modo que me compré el de Stevenson a pesar de tener ya como tres o cuatro ediciones (digitales) diferentes (y si alguien creé que fue exclusivamente por los dibujitos está equivocado. "Exclusivamente" no fue, entre otras cosas porque los dibujos de marras no son para tanto y quien dude que se baje las primeras páginas y las compare con "Canción de navidad" de Kalandraka, por ejemplo, otro clásico de terror lujosamente editado y verá en qué vale la pena realmente gastarse los 25 euros que cuesta.)

Todo esto viene a cuento de que estos días, supongo que tras la multiplicación del Kindle en los hogares españoles, se está hablando mucho en la red (entendiendo esto como que ya me he encontrado dos (¡dos!) post que tratan el asunto) del tema de las descargas de libros, la ley Sinde y todo ese rollo y aunque ya no debería estar haciendo estas cosas he sentido el impulso incontenible de compartir mi experiencia como he compartido tantas otras. Les cuento: el mismo día -exactamente el mismo día- que los Reyes Magos me dejaron el Kindle debajo del árbol, alguien me pasó un pendrive con 8500 libros en formato epub que no necesitaba para nada ya que durante los días previos al seis de enero me había ocupado yo mismo de bajar unos cuantos... cientos. Esto hay dos formas (como poco) de "tomarlo". Una es llorar. Me refiero al escritor. Ese buen hombre o esa buena mujer puede, y seguramente lo hace, rasgarse las vestiduras y lamentar que el hijo de puta de turno esté a punto de acabar con su carrera que -mira por dónde qué casualidad- estaba a puntito de despegar. Esto es como lo de Lucía Etxebarría, que debía creer que todos los que se bajaban su libro eran compradores potenciales que abandonaban el barco y de ahí su inminente ruina. Es casi la misma chorrada que hablar del hundimiento de la industria del cine cuando -tal como asegura Lipovetsky en "La pantalla global"- está demostrado que esa misma industria está ganando más dinero que nunca. Claro está que si uno escribe para ganarse la vida y no vende lo suficiente tendrá que dejarlo pero por esa regla de tres hace tiempo que en muchas partes del mundo la figura del escritor hubiese acabado igualito que los dinosaurios. Que yo me haya bajado "Corona de Flores" (de Javier Calvo) no quiere decir que lo vaya a leer; ya lo tuve en las manos, sacado de la biblioteca y nadie me dijo "cabrón, vas a acabar conmigo". En su momento lo devolví y hoy no sé dónde metí el fichero y Calvo sigue igual de millonario que ayer. Siguiendo con el ejemplo podemos pensar en "Ejercito Enemigo" de Alberto Olmos -que traigo a colación porque su post fue el primero que leí que trataba este asunto- o en el último de Edmundo Paz Soldán o de Gonzalo Torné. Por si se lo preguntan no me he comprado su libro (el de Olmos), por otro lado la biblioteca se ha empeñado en no conseguirlo lo que probablemente me condene a no leerlo jamas... a no ser... a no ser que Mondadori tenga los santos cojones de ponerle un precio razonable (ya no digo competitivo) porque si alguien cree que me voy a gastar 13,29 € euros en un libro digital que además no ha necesitado traducción es que no tiene ni pajolera idea de en qué dirección gira el mundo. La anécdota divertida es que 13,29 euros es exactamente lo que cuesta "El novelista ingenuo y sentimental" de Orham Pamuk -de reciente estreno, de ahí la mención- que mira tú por dónde sí ha necesitado traducción. (1)

Y ahora que alguien me explique, por favor, cómo pueden tener los dos libros mencionados el mismo precio y si es esto justo para el consumidor. Y no me vengan con la excusa de que es el el precio de salida, que luego bajará (como han bajado otros, por lo que he visto) y que está esperando a agotar el mercado en papel. Quien tenga otra respuesta y un rato libre le invito a que lo dedique a pensar si es posible que esta aparente creencia en que el comprador es imbécil tenga algo que ver con todo el asunto de la piratería. Les daré una pista: tengo en mi casa más de 300 dvd´s originales pagados con el sudor de mi frente a precios elevados cuando no directamente astronómicos que dos o tres años después era fácil encontrar en la misma superficie a un importe tres o cuatro veces inferior, motivo por el cual abandoné el hábito "ya dónde va". Creo sinceramente que la solución pasa por bajar el precio y esperar así que yo (y chorrocientos tios más) vuelva a ser el comprador que era. La otra opción es dejar las cosas estar con la siguiente consecuencia directa: que me baje la puta película y luego ya veremos si me quedan ganas de esperar esos dos años para hacerme con ella o con su prima la Edición Especial Coleccionista. Pues lo mismo aplicado a la narrativa: si alguien se cree que soy lo bastante imbécil para gastarme 14 euros en un libro que no vale ni la mitad entonces va a tener un problema de narices porque ya le adelanto que el mismo esfuerzo que antes se ponía en conseguir el libro en la Fnac lo voy a poner ahora en conseguirlo vía emule, por ejemplo. Lo que no se puede hacer, o lo que mi sentido común me dice que no se debería hacer, es esperar que en un país que apenas lee haya mas escritores y editoriales que champiñones y que todos crean que pueden vivir del cuento o la novela o el ensayo o lo que de lo que sea que quieran vivir a costa de los demás. 


Les voy a poner un ejemplo teórico/práctico para que acaben de entender a qué me refiero: ayer me llamó por teléfono un amigo para preguntarme si estaría interesado en recibir cierto libro que (él) acababa de "fusilar". Cuando me dijo de cuál se trataba acepté de inmediato porque lo cierto es que le tenía muchas ganas y aunque puedo sacarlo de la biblioteca en cualquier momento siempre es más cómodo llevarlo en el Kindle, por lo tanto le dije que sí y también que estaba loco, que cómo se le había ocurrido piratear un libro con lo laborioso que eso era (lo sé por experiencia). Me contestó que en absoluto, que de hecho le había llevado muy poco tiempo: diez minutos escanear todas las páginas (unas 240), ocho minutos pasarle un ocr y dos o tres convertirlo de pdf a mobi (formato Kindle). Total: 20 minutos, aproximadamente. Con pausas para mear y comer un yogourt, 30. Y ahora que me digan que cobrar 14 euros por los libros de Torné, Olmos o Soldán  no es demasiado. Venga, que me lo digan.

(Mientras termino de escribir el post recibo un WhatsApp en el que este personaje -desde hoy Sr.X- me dice que ha vuelto a pecar, que esta vez lo ha hecho por mí, que ha fusilado la parte de un libro de reciente publicación que yo estaba a punto de comprarme y que no es posible encontrar en formato pdf y no digamos ya cualquier otro (es un WhatsApp bastante largo). Hablamos de casi 600 páginas. Hablamos de entre dos y tres horas de (su) tiempo. Hablamos de 32 euros que ya no me voy a gastar. Hablamos de que, o empezamos a adaptarnos a los tiempos y a las posibilidades económicas del mercado (que no hay más que mirar para él para ver cómo anda) o de aquí a cinco años no publica un libro ni el tato. Y no se preocupen por los libros. Será por libros. )






(1) Y quien dice Mondadori, dice Anagrama (a) que también es para matarla. La edición en papel de "La torre" de Uwe Tellkamp, por poner un ejemplo cabrón, ronda nada más y nada menos que los 29 euros frente a los -anótenlo para contárselo a sus nietos- 22 euros de la edición digital. Un ebook, sí: 22 eurillos. Que sí, que son 900 páginas, no digo yo que no, pero de tinta que no mancha y papel que no pesa.


(1a) Y quien dice Anagrama dice muchos otros, pero yo medio acabo de aterrizar en este mundo y además tengo mejores cosas que hacer que pasarme el día mirando precios.

viernes, 6 de enero de 2012

"Tangram" de Juan Carlos Márquez


A JCM se le conocía, quien lo conocía, como cuentista. Pero un buen día a Juan Carlos –desconozco los detalles de su calendario- se le ocurre dar el salto a la novela. Piensa, voy escribir una novela o quizá simplemente se pregunta sobre lo conveniente de hacerlo. El caso es que la escribe o, siendo más precisos, intenta escribirla. Pero JCM no deja de ser un escritor de cuentos por mucha iniciativa novelística que tenga y le sale lo siguiente (cita textual de la contraportada): “JCM urde en Tangram un thriller de siete historias cruzadas que se leen con la respiración contenida; siete historias que son una y que, sin embargo, no dejan de ser siete; un puzle de ingenio y creatividad como el del juego chino homónimo, tal vez emparentado con aquella leyenda.” Bien. Pues al final va a resultar que a pesar de todo a JCM se le va a seguir conociendo, quien le conozca, como cuentista. 

* * * * * * * * 

Por aquello de ir entrando en materia les voy a contar de qué va el libro en cuestión. Son siete historias, ¿vale?; siete historias que son siete relatos, que luego se unen entre sí como por arte de magia. Es poco más o menos lo de contar el día de siete amigos que han estado follando en ellos y luego quedan para cenar.  Ese tipo de interacción. (Cojan esto con pinzas, hagan el favor.) No les voy a hacer la canallada de contarles el argumento de cada uno de los siete relatos porque lo que realmente importa (aquello de "lo que tiene gracia") de todo esto es ver cómo se unen al final y si ha valido o no ha valido la pena el esfuerzo de la lectura (no digamos ya la compra).

Vaya por delante que Márquez es un (vuelvan a usar las pinzas de antes) “magnífico escritor”. Se respira cuidado, atención, corrección… da la sensación de que no hay ni una coma que no haya sido mirada cien veces y en ese sentido nada que objetar. Pero personalmente creo que le falta algo que bien pudiera ser naturalidad y le sobra una estética demasiado “perfecta” (entendiendo esto como la parte de no-cumplido que tiene el perfeccionismo: esa manía persecutoria de aquello que asombrará al mundo). Siete cuentos protagonizados por siete personajes diferentes es algo que debería traducirse en siete voces perfectamente distinguibles las unas de las otras y no es el caso: detrás de cada relato encubierto se ve claramente al escritor haciendo de las suyas, poniendo mucho esmero, sí, y la mejor de las intenciones pero dejando tras de sí la sensación de no haber cuidado todas las partes que conforman una novela; haberse preocupado demasiado mucho por la forma y demasiado poco por el fondo. 

Decía Chéjov que “si al principio del relato se ha dicho que hay un clavo en la pared, ese clavo deber servir al final para que se cuelgue el protagonista”. Pues bien, para que nos entendamos en el libro de relatos novelizados de Márquez hay demasiados clavos de los que al final no se cuelga nadie. Les voy a poner un ejemplo: uno de los relatos de la novela (aceptando pulpo como animal de compañía) es la transcripción de las respuestas que da una mujer a un periodista. Hablamos de un momento muy concreto, el climax final, el relato que une los relatos y se ocupa de dar todas las respuestas. El ansiado relato en el que se la juega frente al lector que en este caso soy yo. Pues bien, todo ese texto es bastante “bernhardiano”, para que nos entendamos, y en un momento determinado interpretamos (su voz no se transcribe) que el periodista le pregunta a la entrevistada cómo era determinada habitación de determinado centro médico (perdonen que no sea más claro, pero no quiero estropearles la sorpresa) a lo que ella responde que qué importancia puede tener eso, que era como todas, etcétera, etcétera pero que ya que insiste se la va a describir. Ya que insiste. Ya que insiste, no; ya que insiste lo mandas a la mierda, pero ella no, ella se lo cuenta. Y entonces viene una larga y cuidada descripción del citado espacio que, efectivamente -la mujer tenía razón al principio- a nadie le importa un comino ya que la distribución de los cuadros o el color de los sillones no acaba matando a nadie. Y en general todo el libro peca de lo mismo: querer lucir prosa elegante demasiadas veces y no saber disimularlo. En mi opinión Márquez presta demasiada atención a detalles nimios que en una novela pueden tener sentido (o simplemente espacio) pero que en un cuento están, en mi opinión, de más. Y cuando digo esto me acuerdo del movimiento de una cortina cuando una mujer va a abrirle la puerta de su casa a un ladrón, por ejemplo; ese tipo de insustancialidades. 




lunes, 2 de enero de 2012

Lectura cabrona de "Lo Mejor de 2011"

El Cultural del 16/12/2011 publicó una columna de la escritora Marta Sanz en la que ésta daba su opinión personal (esto es importante) respecto al apasionante asunto de las reseñas literarias. Decía, entre otras cosas, lo siguiente: 

"Desconfío de las lecturas indocumentadas, pero también de esa lectura pedantesca que para denostar un libro utiliza chistes y para alabarlo vomita metáforas cosmogónicas, grandes palabras, eslóganes. No me refiero solo al crítico, sino al lector que merece ese nombre: al que, consciente de sus limitaciones, reflexiona sobre las causas de su insatisfacción o su placer; al que construye un juicio sobre el texto y, mientras lee –duda, se superpone a la frase, la tacha, bucea debajo de ella...-, construye otro juicio sobre sí mismo. Se hace una autocrítica como lector." 

(Por si no lo han pillado están hablando de la Patrulla de Salvación. Je.) No entiendo muy bien cuál es la diferencia entre un blog amateur gratuito que comenta con más o menos gracia su lectura de una novela y una revista cultural de pago que publica la opinión personal que una escritora tiene sobre la reseña de ese indocumentado lector. De verdad que no lo entiendo. Si se insulta porque se insulta y si se opina porque se opina. Ya ven: al final todo se traduce en desconfiar los unos de los otros, que por otro lado es ideal para mantener la mente despierta y evitar que te la metan doblada. 

El caso es que no me consta que Marta Sanz (cuyo comentario, por cierto, termina con una gracieta, ignoro si queriendo demostrar algo) tenga blog aunque no es difícil seguir la pista de sus reseñas en la red. Otros escritores, también críticos, sí lo tienen y sobre ellos y sus opiniones trata esta entrada que pretende llamar la atención sobre el nivelón que se gasta la "crítica literaria" de este país. Déjenme que empiece con una divertidísima cita que me encontré un poco por casualidad y otro poco no:

“[…] cabría pedirle cuentas a los editores españoles por su falta de audacia y compromiso con nuestras letras, sobre todo cuando demasiadas veces ese “gran hallazgo” europeo o el nuevo “gran autor” americano tampoco resultan ser aquello que promete el laudatorio de solapa.” 

Cabria pedirlo, sí. Y eso lo dice un editor que aseguraba hace meses en un programa de radio que actualmente la literatura española vive un momento maravilloso tanto por la cantidad (hablo de memoria) como por calidad de los trabajos de los españolitos escribientes, que viendo el panorama viene a ser más o menos el 87% de la población parásita nacional, con perdón. Bromas aparte, este mismo editor destacó entre sus lecturas favoritas de este 2011 el libro de su amigo Juan Carlos Márquez, “Tangram” y otro de cuya presentación se ocupó él personalmente: “Un día me esperaba a mí mismo” de Miguel Angel Ortiz. Ahora les invito que relean la cita anterior y extraigan sus propias conclusiones. Y aunque el hecho de que también recomiende el de Viola di Grado me confirma que no podemos tener gustos más diferentes me apunto, de sus recomendaciones, el libro de Uwe Johnson y la reedición de Moby Dick por parte de Valdemar de la que no tenía noticia y que acabo de incluir en la lista de Reyes. Que no se diga. Hasta aquí el asunto Bellver

Uno de los grandes momentos de la temporada es repasar las listas de “Lo mejor…” de los demás hasta el punto de que sospecho que si no he "cerrado" antes el blog ha sido para poder gozar y compartir en condiciones tan feliz acontecimiento. Pero vayamos a lo que importa: la sincera (je) opinión de mis críticos favoritos: la pléyade que algún día habrá de ser conocida como La Generación Nutela de las Letras Bravas. A Elvira Navarro y Antonio J. Rodríguez les chifla el libro de Olmos (Ejército Enemigo) no porque sean sus amigos sino porque es buenísimo. El libro, digo. Bueno, seguro que Olmos también. Yo me lo perdí por negligencia bibliotecaria. Una pena. A Elvira también le gusta mucho "Frío" de Pinedo -que por algo lo prologa- y el librito revolucionario de Viola di Grado que ya suma dos estatuillas en este peculiar entrega de galardones. Antonio se desmarca un poquillo de la costumbre de recomendar a amigos y familiares y sólo destaca otro de un español: "Ultraviolencia" de Miguel Noguera, que sí leí y me no me pareció gran cosa. Algunos días, cuando me levanto cabrón me gusta pensar -a pesar de saberme equivocado- que este obviar a “los suyos” tiene que ver con que ha empezado la promoción de su primera novela, "Fresy Cool", que les adelanto que trata sobre sí mismo y su follar y su beber y sus circunstancias y su intentar comprender la hostilidad del universo literario que le rodea a él y a su novia, la poeta adolescente Lola Font, que no acabo de saber a quién me recuerda. (Hasta aquí la promoción, Ibra; me debes veinte eurazos o una copia dedicada). En cualquier caso le robo la recomendación de un libro de Vollman ("Los pobres") al tiempo que hago oídos sordos de otra que directamente no me creo: “La conquista de lo cool” de Thomas Frank. (Esto es broma. Seguro que es de morirse. Esto también.) Por otro lado Alberto Olmos también hace su resumen sobre los que destacan el último de Houellebecq y el de Gopegui en una lista en la que lo más divertido es ver cómo le devuelve con la sutileza de un elefante la puñalada que le clavó en su momento Patricio Pron cuando reseñó su “Ejercito Enemigo” en El Boomerang (“Se ha escrito mucho sobre padres y compañeros de pupitre. Lo ha hecho con dignidad Alejandro Zambra en Formas de volver a casa, mientras que otros han errado el tiro al vender su intimidad como arte.”). Supongo que a esto se refiere Antonio J.R. cuando habla de “hostilidad en el mundo literario”, máxime sabiendo como se sabe que ambos son como de La Familia. Familia, por cierto, a la que también pertenece Luna Miguel que cuando escribo estas palabras acaba de publicar su lista de los 10 principales (+10 de poesía que voy a obviar). En ella figura, como no, el de Alberto Olmos (no así el de Pron (ups)), el de Tao Lin (el primer hito generacional que cae en el olvido en menos de seis meses) y el premio Jaén de Novela  de este año editado por (adivinen) Mondadori. El resto es lo mismo de los demás: Libertad y El mapa y el territorio y otras cosillas medio sorprendentes que sin embargo a ella le pegan mucho: la lírica (de esto me acabo de enterar) “El cielo de Pekín” del amigo Espigado y “Crezco” de un muchacho llamado Ben Brooks a quien sospecho que se han propuesto joder la vida a golpe de cumplido. Lo desgraciarán y a por el siguiente. Al tiempo.

En general, y por no extenderme demasiado (demasiado más, quiero decir) veo en listas de otros -para servidor casi todos desconocidos- que se repite mucho lo mismo. Que si Belen Gopegui, que si Patricio Pron, que si Zambra... Me sorprende la ausencia de Orejudo, con todo lo mucho y bien que se habló de “Un momento de descanso” o la (también ausencia) de Rafael Reig, un poco por lo mismo. ¿A ustedes no les da la sensación de que las grandes novelas sólo lo son durante lo que dura la promoción y de que la calidad depende cada vez más del tamaño del circuito en que se mueva la susodicha? Para responder a esta pregunta les invito a ojear la lista de los veinte mejores de El País que ha tenido la desfachatez de seleccionar "Los enamoramientos" de Javier Marías como lo best de lo best (esto se define a sí mismo) gracias a los votos de nada menos que 57 eminentes críticos. Llama la atención, leyendo las votaciones de cada uno de ellos, lo mucho que cuesta encontrar alguno de los libros de los escritores mencionados en el párrafo anterior, lo cual vendría a confirmar lo que sospecho desde hace tiempo: que los círculos literarios son el equivalente a los círculos del infierno de Dante y que el ansiado paraíso es vivir del "cuento". 

Esto lo que demuestra es que al final los buenos libros los hacen los grandes amigos o que los buenos amigos hacen grandes ciertos libros o cualquier otra sentencia que incluya "libros" y "amigos" en la misma frase. Creo que se entiende lo quiero decir. También puede ser que efectivamente las novelas de Olmos y Marías –a quienes ya no hacen sombra ni Franzen ni Houellebecq- sean lo mejor que ha parido madre en este 2011. Esto justificaría sobradamente la idea de que la literatura española vive su mejor momento (no sólo a nivel nacional) algo de lo que no tengo la menor duda tal como demuestra el hecho de lo mucho que ésta y sus protagonistas me han hecho reír a lo largo y ancho de este año que acaba.



(¿Mi lista? Mi lista es una mierda y no veo que pueda interesarle a nadie. Además está llena de impresentables tipo Slawenski, Tristan García, Lish, Lethem, Everett, Chéjov, Celso Castro… Ya saben, la clase de gente que a nadie le importa un carajo. De ahí mi silencio (es un decir). Si en realidad yo sólo quería echarme unas risas a costa de los demás. Y rajar un ratillo, eso también.)