No sé cómo harán los demás, pero a mí no me da tiempo a todo y por eso casi el 40% de las lecturas quedan sin comentar. Hay otras (muchas) razones: que no me sugiera ningún post interesante, por ejemplo. Pero lo más habitual es que pasen a formar parte del ese grupo aquellos libros que entran en el grupo de “ya los comentaré mañana” o el mucho más habitual “todavía tengo que darle un par de vueltas”. Aunque la experiencia me ha demostrado que un post que no escribo al momento ya no lo escribo, no aprendo nunca.
Y sigo pecando.
Y por eso, hoy, a modo de juego, un experimento: comentar todo aquello que fue leído y miserablemente abandonado, que no necesariamente olvidado.
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[Abandonados]
Empecemos por los peores: los abandonados. Recuerdo que “Divorcio en el aire” de Gonzalo Torné lo aguanté no más de cuarenta páginas. No encontré en ellas ni un solo detalle que me llamase mínimamente la atención y yo soy de sufrir, pero no tanto. Poco más o menos lo mismo me ocurrió con “El luminoso regalo” de Manuel Vilas, libro que, mientras escribo estas palabras, ocupa el tercer puesto (por detrás de Dicker e Intemperie) en la encuesta que El País ha hecho para elegir la mejor novela de 2013 (entre un total de 35 seleccionadas) seguramente gracias al llamamiento que el propio Vilas hizo en Facebook pidiendo a sus familiares y amigos el voto solidario para tratar de colocarse entre los primeros puestos de la lista y demostrar, una vez más, qué es, cómo funciona y para qué sirve el llamado mundillo literario. Repito: tercer puesto. Por detrás: Barth, Gaddis, Chirbes, Ford, Carrere, Irving, McEwan y tantos otros. Ojo: no fue el único, Vilas, en hacer llamamientos, pero creo que a los otros no les fue tan bien.
[Infumable]
“Las buenas chicas no leen novelas” de Francesca Serra lo terminé, creo, pero nunca en toda mi vida tardé menos en olvidar un libro. El de Serra podría perfectamente encabezar la lista de las peores lecturas del año y aún así estaría siendo generoso. Francesca Serra nunca, nunca, nunca recuperará el tiempo invertido en escribir esta cosa. Nunca. El tiempo dedicado es ya tiempo perdido. No debe ser fácil vivir con eso.
[Relatos]
Lo confieso: no soporto reseñar relatos. Me aburre soberanamente escribir sobre ellos. Y si son malos aún bueno, ya por lo menos pasa uno después un rato divertido poniéndolos a parir, pero a poco que valgan la pena la cosa se complica. Pero estoy divagando. Será defecto del animal pero a mí me parece excesivo entrar en mucho detalle e injusto generalizar. Los olvidados del año en esta categoría son:
“Bleak House Inn: Diez huéspedes en cada de Dickens” es un recopilatorio de varios autores editado por Care Santos y publicado por Albión (sucursal de Nevsky Prospects) que dio lugar a un post que nunca terminé y que nunca publiqué y que pueden leer aquí si sienten mucha curiosidad: (reseña inédita inacabada a un clic de distancia).
“El elefante” de Slawomir Mrozek fue la consecuencia directa de leer y maravillarme con “La vida para principiantes”. Ser más de lo mismo, por muy bueno que esto sea, no invita precisamente a escribir.
“Mire el pajarito” de Kurt Vonnegut y “Las enseñanzas de Don B.” de Donald Barthelme fueron, casi con total seguridad, los dos abandonos (como reseñista, se entiende) más injustos del año. Dos estupendos recopilatorios que merecían un respeto que no recibieron. Me gusta pensar que algún día les haré justicia. De momento, si quieren, pueden quedarse con la copla y, si el cuerpo les pide brevedad, yo empezaría por aquí.
[Comics]
Sólo hay una cosa que me apetece reseñar menos que un relato: un comic. Por esto es por lo que quedarán como simples notas a pie de páginas las siguientes lecturas: “El rayo mortal”, “Mister Wonderful”, “Wilson” y “Ice Haven” de Daniel Clowes, “La banda de los postizos” de David B., “No cambies nunca” y “Tú me has matado” de David Sánchez, “El gato del rabino (1)” de Joann Sfar y “El evangelio de Judas” de Alberto Vázquez.
Mención especial para “Asterios Polyp” de David Mazzuccheli que he recomendado ya más de mil veces en este blog con un nivel de éxito cero. O uno, si me apuran. Insuficientes, en cualquier caso, pero allá ustedes.
[Y otras cosas del querer]
“Ciudad abierta” de Teju Cole, “Un matrimonio de provincias” de Marquesa Colombi, “Todos los perros son azules” de Rodrigo de Souza Leão, “Habana 2009” de Eduardo Laporte, “Diario de 1926” de Robert Walser y “La ética de la crueldad” de Jose Ovejero son lecturas que pasaron sin pena ni gloria ante mi no siempre atenta mirada. No merecen, por lo tanto, en mi humilde opinión, más espacio que este que les regalo ahora. Y no lo tendrán.
Sin embargo, “Chesil Beach” de Ian McEwan, “El capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco” de Charles Bukowski y “El desayuno de los campeones” de Kurt Vonnegut fueron unas más que interesantes lecturas y, al igual que ocurría más arriba con los relatos de Vonnegut o Barthelme, merecían más atención o, en su defecto, una atención diferente a la recibida. No la tuvieron y ahora es demasiado tarde para fingir que me siento capaz de escribir una (o dos o tres) reseñas justas. No lo soy; tendría que volver a leerlos y, honestamente, no me apetece. Sirva este espacio, al menos, para que alguien, llegado el momento, les haga un poquito de caso.
Otros libros como “Fuera de lugar” de Victor Moreno tuvieron más bien una función documental durante mi breve carrera como columnista en el desaparecido y nunca resucitado Diario Kafka. Fue mi primera lectura de 2013 y en su mayor parte muy interesante pero ahora mismo no recuerdo ni dónde metí el libro.
“Limónov” de Emmanuele Carrere fue (es) un libro estupendo, de los mejores del año; un libro del que tomé muchas notas, seguramente demasiadas, y que quedó ahí, sin reseñar, por un exceso de celo, por no saber decir “basta, no hace falta que veas ese documental, ni que saques ese otro libro de la biblioteca”. Un poco lo mismo que ocurrió con “Muss / El gran imbécil” de Curzio Malaparte, un interesantísimo doble relato sobre la relación del propio Malaparte con Mussolini.
No haber hablado sobre “El origen (Relatos autobiográficos)” de Thomas Bernhard es algo que nunca podré perdonarme aunque sí arreglar, por ejemplo, cuando lea la segunda, tercera, cuarta y quinta parte. O no.
Y luego está “Menos joven” de Rubén Martín Giráldez, una novela que no sé muy bien en qué sección incluir. Al igual que ocurrió con Bleak House Inn, hay una reseña empezada y nunca acabada que, si quieren, pueden disfrutar, unos más que otros, siguiendo este enlace: [otra reseña inédita inacabada a un clic de distancia].
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[Próximamente]
¿Recuerdan aquello que dije al comienzo sobre lo que suele pasar con las reseñas que no escribo al momento? Ya saben, aquello de que si no lo hago ya, seguramente no lo haga nunca. Pues bien, tengo cuatro reseñas pendientes de publicar, tres de ellas incluso sin escribir. Son estas:
“Historias de barrio” de Gabi Beltrán es un comic, eso que no me gusta comentar. Es la única que ha salido de la zona de peligro. Tengo la reseña en modo borrador, saldrá próximamente, cuando venga más a cuento que ahora.
Las reseñas de “La casa y el cerebro” de Edward Bulwer-Lytoon, “Pobres magnates” de Thomas Frank y “La benévola” de Laird Hunt serán algún día una realidad. Palabra de Tongoy arrepentido.
Por último y más importante está JOTA ERRE. Si no le hago reseña, prometo cerrar el blog.
De todas las novelas citadas en esta entrada sólo he leído Chesil Beach que, a su vez, es lo único que he leído de McEwan. Me decepcionó mucho: un narrador omnisciente que se extiende en estúpidas explicaciones que debieran dejarse al buen entendimiento del lector...
ResponderEliminarDel Capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco..no sé qué decir, de verdad esto es para tanto?, un tío que a base de frases cortas relata su vida diaria, que podemos resumir en observar a sus gatos e ir al hipódromo?. Y a pesar de que, en el fondo me cae bien, no quita para que este libro me parezca de lo más cutre.
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