viernes, 27 de diciembre de 2019

“La chica salvaje” de Delia Owens

Es verdad, yo no pintaba nada leyendo este libro. Ya solo la portada prometía vómito y medio. Pero yo qué sé: era octubre y llovía. Sé que no es excusa pero si el primer paso es reconocer que uno tiene un problema yo voy a darlo. Con todo, ni punto de comparación con el de Delia Owens, que prácticamente no sabe escribir, ni los millones de compradores que ha tenido, que directamente no saben leer

Decían: «El fenómeno literario del año: más de 3 millones de ejemplares vendidos en Estados Unidos y traducida a más de 40 idiomas», y yo pensé: ya estamos; al lío, Tongoy. Y, mira, creo que al final sí hemos estado a la altura: en cero-coma tenía el libro; diez minutos después me había leído parte de él, concretamente la parte en que una niña de seis años es abandonada en las marismas por su familia dejándola sola y a cargo de un padre alcohólico y violento, que como arranque no puede ser más mejor. No les voy a engañar: me vine arriba. Lo hice porque yo soy la clase de persona a la que Netflix recomienda “series de familias desestructuradas”. Como para resistirme al sur, a la violencia, a la infancia: vamos, no me jodan, en mi situación ustedes hubieran hecho lo mismo. 

Ahora bien: una cosa es que en un momento de debilidad yo me lo lea y otra que no sepa ver que el libro es malo con avaricia. 

¿He oído INFAME? ¡Compro! 

Porque resulta que una vez que la niña ya no tiene seis años y por lo tanto los que somos padres dejamos de sufrir en nuestras propias carnes lo sufrido por carnes ajenas e infantes, entonces ya todo es menos que mediocridad. Mediocridad, un no siempre contenido lirismo y una afición por la poesía que despierta mi yo más salvaje.

Pero centrémonos. 

Decíamos que el libro era un truño. 

Se lo voy a contar, a ver si cayendo por su propio peso acabamos con él. 

La niña cuyo padre desaparece así sin más, crece, se desarrolla y al poco se enamora de uno que pasaba por allí y que le enseña a leer, logrando con esto que todo sea posible. Andado el tiempo la nena demuestra ser lista como una rata y lo mismo te escribe un tratado de biología que te deja un verso libre ondeando al viento una semana. No hay género que se le resista. Ni editor, parece, porque es todo uno empezar a documentar la marisma y no dejar de cobrar anticipos (que para sí los quisieran unos cuantos que yo me sé) porque si algo necesitaba el mercado era otro libro sobre la flora y la fauna autóctona de algún lugar dejado de la mano de Dios.

Llegado este punto se habrán dado cuenta de que la novelita es un poco cuento de hadas. Por lo de vender libros y tal.

Luego hay por ahí uno que ya se ve mala gente que se la quiere beneficiar, porque los tíos mucha flor y mucha leche pero al final no somos más que unos cerdos. Pero esto solo lo notamos nosotros, los lectores experimentados, que hemos leído Washington Square de Henry James y sabemos cómo se las gasta el género; ella, sin embargo, que de cultura bien pero de experiencias vitales fatal, cae en sus redes cual tonta del bote, un poco enfadada, todo hay que decirlo, porque el chico que le gusta de verdad, esto es, el de las gafas, huye a campus menos agrestes a aprender cosas del mar, que por algo ha tenido siempre una barca. 

Y así todo. 

Resumiendo: La chica salvaje, que se vende como un canto a la naturaleza o no sé qué vaina, es en realidad una cosa boba sobre una niña de selva que se debate entre el chico atolondrado de letras y el deportista violador mientras le demuestra al mundo que la cultura no está solo en las aulas sino también en el National Geographic

jueves, 26 de diciembre de 2019

Lo mejor y lo peor (y otros) de 2019


Lo que hay que admitir: en lo que a lecturas se refiere —y sin descartar también otros ámbitos— 2019 ha sido una mierda. De esos años que uno tendría que haberse tomado sabático. Pero no. Había que joderlo. Qué necesidad.

Lo han salvado tres novelas. Ninguna actual, me temo. (Cero sorpresas, por otro lado).
  • Los demonios de Dostoievski
  • Cándido de Voltaire
  • Absalon, absalon de Faulkner
Claro: Faulkner. Compite tú con eso.

Y ya está. El resto: prescindible. O casi.

Por no dejar esto aquí, con lo que nos ha gustado siempre rajar, vamos a crear un par de nuevas categorías.

La primer podría ser: “Menciones especiales por razones varias” y esto solo para no dejar de hablar de:
  • El cártel de Don Winslow, por entretenida.
  • La edad del desconsuelo de Jane Smiley, por el inesperado placer.
  • Doctor sueño de Stephen King, por superar las/mis expectativas y contradecir aquello de “segundas partes nunca fueron buenas”.
  • El amor en los tiempos del cólera: por la capacidad de García Márquez de mantener mi atención durante todo el libro con una historia que ni queriendo podría interesarme menos. 
  • La herencia, de Vigdis Hjorth, por traernos de vuelta a personajes y ritmos bernhardianos.

En el apartado "Lecturas abandonadas de puro aburridas" destacaríamos:
  • El colgajo de Philippe Lancon, sobrevalorada es decir poco. No entenderé jamás el éxito de ciertas cosas, entre ellas, esta.
  • La idiota de Elif Batuman, como algo que quiere y no puede porque le falta de todo.
  • Días sin final de Sebastian Barry, prometedora e interesante a la par que aburrida e intrascendente.
  • Milkman de Anna Burns. Mea culpa: a esta le cogí manía cuando una fuente bien informada me insinuó que la traducción no estaba a la altura; que el libro era bueno, pero no así.
  • Una educación libertina de Jean Baptiste del Amo. Porqu.e.... Zzzz. Suficiente.
Y tantos otros porque si algo ha tenido este año en abundancia ha sido de lecturas abandonadas. Y todas, o prácticamente todas, coinciden en lo mismo: cuentan con un buen arranque que se desinfla página tras página hasta quedar en nada llegando a la página ¿cien? Por ahí, sí. Todas, o casi. Algunas ni tanto.

Y ya termino.

Entre lo peor, de lo leído (entiéndase: de aquello terminado (doble mérito, pues)):
  • El quinto en discordia de Robertson Davies (que ya directamente ni recuerdo)
  • La chica salvaje de Delia Owens (que “menuda mierda” y de ahí la inminente reseña)
  • Amor libre de Ali Smith (o cómo escribir un único relato bueno entre nosecuántos.
  • Variaciones enigma de André Aciman (¿yo leí eso?)
  • Cara de pan de Sara Mesa (esa eterna ya no tan joven promesa, competencia directa de Elvira Navarro, que ha escrito un libro que no aporta nada a nada ni a nadie)


Resumiendo: un mal año, no; un año pésimo. Que de un total de treinta y cuatro libros leídos (en la foto aparece alguno del año anterior) no haya podido salvar más que ocho solo demuestra una cosa: tengo que cambiar de actitud o de consejero o algo. Al menos cuando tenía el blog nos echábamos unas risas; ahora ya solo lo sufro yo. Y, miren, no es plan.

Me he jurado y perjurado que 2020 será diferente. Que leeré más y mejor; que terminaré alguno de los libros que tengo en la estantería; que elegiré libros de menos de seiscientas páginas; que retomaré el interés por la actualidad. Que hasta el posible que recupere el blog ya sea como era ya sea como sea.

Pero ya sabemos para qué sirven las promesas que se hacen en tan señaladas fechas.

Lo dicho: como sea, nos vemos en breve.


martes, 17 de diciembre de 2019

2019. Resumen de lecturas

1. La caída de la casa Usher de Edgar Allan Poe
2. Daisy Miller de Henry James
3. Los demonios de Fiodor Dostoievski
4. La llave de Junichiro Tanizaki
5. El elogio de la sombra de Junichiro Tanizaki
6. La casa de las bellas durmientes de Yasunari Kawabata
7. El amor en los tiempos del cólera de Gabriel García Márquez
8. Arenas movedizas de Junichiro Tanizaki
9. Anna Karenina de Leon Tolstoi
10. Serotonina de Michel Houellebecq
11. Cándido de Voltaire
12. El quinto en discorida de Roberton Davies
13. Hijos de la medianoche de Salman Rushdie
14. La edad del desconsuelo de Jane Smiley
15. Cara de pan de Sara Mesa
16. El pasajero de Ulrich
17. Las hijas de otros hombres de Richard Stern
18. Cambiar de idea de Aixa de la Cruz
19. Absalon, Absalon de William Faulkner
20. La ira de los ángeles de John Connolly
21. Variaciones enigma de André Aciman
22. Sangre vagabunda de James Ellroy
23. Cosas que no quiero saber de Deborah Levy
24. Mujeres de Charles Bukowski
25. El instituto de Stephen King
26. El cártel de Don Winslow
27. Quién mató a mi padre de Edouard Louis
28. La chica salvaje de Delia Owens
29. La caja de botones de Gwendy de Stephen King
30. Doctor sueño de Stephen King
31. Hormigón de Thomas Bernhard
32. Elevación de Stephen King
33. Amor libre de Ali Smith


En breve, las conclusiones.


martes, 30 de abril de 2019

“El pasajero” de Ulrich Alexander Boschwitz (Sexto Piso)

La única razón por la que este libro no entrará directamente en la categoría de Novelas Que Se Leen e Inmediatamente Se Olvidan tiene más que ver con la historia que acompaña su publicación que con la calidad de la que pueda presumir que ya les adelanto que no es gran cosa. De hecho, les invito a visitar cualquier periódico que se haya hecho eco de su publicación (no busquen blogs porque no hay; han muerto) y verán que la mayor preocupación —y prácticamente único interés— de todos y cada uno de ellos reside en los siguientes pormenores: el autor, huido desde el 1935 de una Alemania cada vez más nazi, escribía prácticamente a vuelapluma una ficción que arrancaba en la noche de los cristales rotos y terminaba no mucho después. Ulrich morirá joven dejando un bonito cadáver y un manuscrito que no verá la luz hasta 2018 en su país natal, no así en Estados Unidos, Gran Bretaña o no sé dónde, pero claro: ni puto caso. Fue hace tiempo, las cosas como son. 

Han tenido que pasar ochenta años para poder tenerlo entre las manos por culpa de esa costumbre de meter manuscritos en un cajón y esperar a que se revaloricen o vengan las pequeñas editoriales de turno —conformes con las migajas que sus hermanas mayores van dejando atrás— a hacer el trabajo sucio de blanquear, dar prestigio y esplendor a obras que probablemente nunca lo merecieron. 

Hora de hablar del libro. 

Cero problemas con la premisa: en la noche de los cristales rotos estalla la violencia alemana contra los judíos. Detenciones, muertes, etc. Un horror, qué les voy a contar. El protagonista logra escapar por los pelos con un maletín lleno de dinero, el poco (en comparación con lo que tenía antes de) que ha podido rescatar. Y es que, claro, ya se sabe: los judíos y su inveterada costumbre de nadar en dinero, etc. Los detalles no se los cuento, no me apetece, pero sepan que la cosa va de huir o tratar de huir malviviendo en pensiones o subido a trenes que cruzan Alemania de un lado a otro. Insisto: problema cero con esto. 

Ahora bien: interés cero, también y calidad por ahí le anda

No quiero parecer demasiado genocida pero toda la novela son los pensamientos de un señor tan insufrible que llegando a la página cien ya está uno deseando que hagan zapatillas con él. Un tipo antipático quejándose amargamente una y otra vez del infortunio y un narrador empeñado en trasladar al papel todos y cada uno de sus pensamientos, que no reflexiones, dejando con esto la narración perdida de obviedades y entrecomillados infantiles. 

Soporífero (realmente este es el único verdadero problema) a la par que mediocre este relato es un magnífico recordatorio de aquellos días infames pero también una novela que no logra transmitir en ningún momento el horror y la tensión por culpa de una narración apresurada, carente de estilo, pendiente en exceso de nimiedades y por lo tanto demasiado alejada de aquello que algunos esperamos de la literatura. 


martes, 23 de abril de 2019

“Cara de pan” de Sara Mesa

Pensaba yo el otro día que tendría que haber una máxima en los talleres literarios (tallada en piedra sobre el enorme pizarrón) que les recordase a los interesados la importancia de tener algo que contar y otra, inmediatamente después, separadas si acaso por un fino hilo argumental, que fijase, literalmente, el siguiente imperativo: “no te repitas, no te repitas, no-te-repitas”.

Pues bien. 

En este libro se concentran los dos errores: Sara, no teniendo absolutamente nada que decir, se repite (tal vez apremiada por los plazos o con la necesidad de permanecer en el “candelabro”, sabrá ella los detalles del horror editorial). Porque esto, confiesa tarde mal y arrastras, tiene su origen en un bonito (es un decir) cuento publicado no sé cuándo no sé dónde (no me obliguen a buscarlo). Cambia cosas, claro: no sé qué, da igual, no es el tema. El tema es que esto nace como relato y luego se hace novela; corta, pero novela. O sea, RE-LLE-NO. 

Les cuento un poco de qué va y ya inmediatamente después precipitamos las conclusiones, que tengo prisa. 

La novela es una adolescente de casi catorce años que se oculta en un parque para no tener que ir a clase. También un señor de cincuenta y pocos del que se hace amiga. Él la visita a diario, ella le coge cariño, etc. Pasan las horas muertas ocultos entre los setos, no los vaya a pilla la gendarmería. En un momento dado alguien se baja las bragas. Ahí lo dejo. 

Y ya está. 

Que sí, de verdad. Ya está. 

No hay NADA MÁS. La novela finge tensión por lo que pueda ocurrir, esto es: por qué un señor de esa edad hace migas con un adolescente; qué pretende, ese canalla, ese cerdo. ¡Pederasta! Y ella, angelito, qué pena todo. Qué peligro. Qué inocente. Pero qué haces, desgraciada

Qué nervios todo el rato, qué cosa. 

La novela es un permanente ver venir el sospechando en el fondo que no. Cero tensión, por lo tanto, aunque me consta que hay gente que ha sufrido con esto pero es que hay gente que sufre hasta con Marsterchef. Los supondremos de nervio fácil o lectura ocasional porque de otro modo no se explica

Toda la novela es de un sopor magnífico. Todavía no es Manuel Vilas pero estamos jugando con fuego. Aviso. Es caso es que: tres páginas y a dormir. Tremendo. Y cuando no es sueño, es evasión: que si esto lo otro lo de más allá. Leyendo este libro uno toma conciencia de la importancia de la cafeína en la literatura española, al menos a la hora de afrontar algunos autores. Bueno, vale, a casi todos. Podría escribir un libro sobre ello pero siempre he sido más de follar. Lástima que no cunda el ejemplo, nos ahorraríamos perder el tiempo con tanta memez y tanta versión extendida de tanta mediocridad

Dios, cuánto echaba de menos esta palabra. 

Y ya les dejo. Me he jurado por San Victor Hugo que hoy sería de una brevedad e-jem-plar.


viernes, 12 de abril de 2019

“La edad del desconsuelo” de Jane Smiley (Sexto Piso)

Tengo una dinámica a la hora de escribir artículos, reseñas, comentarios o como quieran llamar estas cosas. Por lo general acostumbro a escribir siempre una pequeña introducción antes de entrar en materia. Me da el tono y me sirve para hacer dedo. También por lo general la borro, la introducción, aunque algunas veces simplemente la mutilo por aquello dejar un par de gracias que les hagan la vida un poco más llevadera. Lo que escribo suelen ser dos párrafos, nada del otro mundo y siempre, siempre, opongo cierta resistencia antes de que entre la podadora en escena. Hoy no ha sido una excepción, he borrado lo escrito, pero había una notable pequeña diferencia respecto a anteriores ediciones: he borrado algo más de dos párrafos. Me he cepillado nada menos que ochocientas palabras.

Y yo pensando que no tenía necesidad de escribir.

Lo digo porque me estoy viendo venir. Y no me refiero sólo a lo de hoy.

 * * * * *

Descubrí Sexto Piso en 2011. Fue con Los ingrávidos, de Valeria Luiselli. Por entonces ya tenía el blog de modo que escribí una reseña que no quiero volver a leer de momento. Creo que me gustó. Sospecho que moderadamente pero sí, apostaría que sí. No sé si entonces estaba ya en Modo Hijoputa. Es probable. Pronto lo sabremos. Después, no mucho después, repetí con ellos, esta vez de la mano de Gaddis. Ágape se paga fue mi primer Gaddis. Me gustó tantísimo... No entendí un carajo, pero me gustó tantísimo… 

El caso. 

El caso es que luego vino lo que vino, esto es, esa guerra abierta y en ocasiones un tanto exagerada contra el mundillo literario, la cosa patria, la caspa, la degradación cultural, la premiología invariable, etcétera, pero entonces, antes de ese caos, había una ilusión que no he vuelto a sentir nunca más; una suerte de inocencia moderadamente infantil, una forma de enfrentarse a las novedades sin las canas o la actitud abiertamente hostil que vino después.

Me gustaba aquello. Me gustaba llegar sin prejuicios a los libros. Me gustaba juzgarlos sin la pesada losa de ser uno mismo y sus circunstancias. 

Y en estas reflexiones ocupaba yo el tiempo cuando llegó providencial un cartero con el catálogo de Sexto Piso. Esto fue hace cosa un mes, tal vez menos. Probablemente más. Debió ser entonces cuando se hizo firme el propósito de hacerme con todo absolutamente todo cuanto sacase este grupo, no por fe inquebrantable, especial interés o apoyo moral sino simplemente por la nostalgia de lo que un día fue pero ya sin la esperanza de que pudiese volver.

Según iban saliendo, yo los iba pidiendo. 

La semana pasada me llegó el primero, o sea, este.

Es un libro pequeño, manejable, perfecto para escapar de la dinámica enfermiza del tocho. La autora me suena pero no la conozco, no he leído nada suyo; sospecho que vi en su momento la adaptación cinematográfica de su novela más popular, Heredarás la tierra, ganadora de no sé qué premio. Intuyo –no puedo hacer otra cosa, de esto hace mil años— que mi interés se limitaba a Michelle Pfeiffer, por entonces mito de quien esto escribe.

Lo que quiero decir con todo esto es que La edad del desconsuelo no llamó mi atención por nada en concreto (o sí, yo qué sé, probablemente sí o, de otro modo, para qué), simplemente me dejé llevar. No había empatía, ni ganas de adular; ocurría simplemente que las circunstancias eran demasiado parecidas a las de 2011 minutos antes de enfrentarme por primera vez a un producto de la misma editorial.

El libro me duró dos días.

Tiene cien páginas, mérito cero.

Ahora bien…

Está lo de leer un libro y que se te caiga de las manos. También está lo de empezarlo, terminarlo y pasar al siguiente ya sea olvidándolo inmediatamente después, ya sea no haciéndolo. Y luego está, como en este caso, lo de leerlo y, por la razón que sea, no quitártelo de la cabeza varios días después.

No, no es verdad. “Por la razón que sea”, no. Hay un motivo, siempre lo hay, y la reseña de hoy gira en torno a él. No me moveré de ahí porque ahí está todo lo que necesito para defender esta novela (más bien relato). 

En esta historia hay un matrimonio con tres hijos. A ese matrimonio se le escapan a veces pensamientos por la boca. Uno de ellos es el detonante del drama. La mujer cree que no volverá a ser feliz. No interpreto: dice: «no volveré a ser feliz». No sabemos más puesto que el narrador (esto es, él), no tiene más información que nosotros. La conclusión a la que llega y que debemos dar por buena (qué otra cosa podemos hacer) es que su mujer se ha enamorado de otro hombre. Nuestro héroe decide guardar silencio, tal vez por cobardía frente a ella, tal vez por miedo a saber, por inseguridad, tal vez por respeto. Tal vez por todo. La vida está plagada de escalas de grises.

La sensación que he tenido en todo momento (sensación que me ha acompañado desde la primera hasta la última página) era que la historia se expandía en torno a la narración. Sé qué siempre debería ser así, pero lo cierto es que no siempre es así y en ocasiones es tan evidente y es tanto lo que se deja salir que no puede uno evitar sorprenderse. Es un efecto parecido al de abrir una cremallera. Uno puede centrarse en el mecanismo, en los dientes separándose o bien ampliar la perspectiva y dejarse seducir por aquello que se quiere mostrar.

Para que nos entendamos: en Goodreads hay un tipo que ha leído esta novela y que piensa lo siguiente: «Un matrimonio de dentistas de mediana edad y clase media, con tres niñas pequeñas tiene problemas cotidianos de dentistas, de gente de mediana edad y clase media, y de tener tres niñas. Él cree que ella le engaña. Fin». Que ya es difícil entender menos. Claro que también es difícil leer PEOR.

En la novela HAY eso, claro sí, de hecho está llena de eso, pero no TRATA de eso. Este tipo habla de la cremallera porque en su cazurrismo no se ha sabido o no ha querido fijarse en otra cosa; no ha visto todo lo que hay detrás. 

No ha escuchado la detonación que tapaba la melodía, básicamente.

Y es una pena, porque se ha perdido una novela cojonuda.

Me niego a ser el cabrón que se la cuente. Baste decir que pese a algunos titubeos la novela me ha seducido absolutamente. Porque todo lo que ocurre tiene importancia; porque no he visto, como decía Chejov, un solo clavo en el que no acabara alguien colgado y sí he visto, como exigía Piglia, una segunda narración oculta que se hacía evidente al final, enriqueciendo no, multiplicando. El dentista no se entregaba a la salud de sus hijos sólo porque estuviesen enfermos, del mismo modo que no perdía la paciencia sólo por tener un mal día. Hay unos personajes absolutamente creíbles, anodinos y vulgares que hacen cosas creíbles, anodinas y vulgares mientras a su alrededor todo se desmorona y nada es vulgar ni anodino sino todo lo contrario. Y ver ese derrumbe, ese nivel de derrumbe, que es un derrumbe catastrófico total, en torno a un matrimonio mientras se hace algo tan ridículo como darle jarabe a una hija porque le ha subido la fiebre es algo que me ha fascinado, sobre todo porque he sido testigo sin ser testigo, porque no he sido consciente del volumen o las repercusiones hasta el último minuto, hasta la última y prácticamente única conversación del libro, conversación de una brevedad difícil de igual y unas consecuencias difíciles de superar. 

No tengo nada más que decir. Que ya no está mal, tampoco, pero avisados estaban.

También en Goodreads alguien la comparaba con Richard Ford. Estoy bastante de acuerdo. Podría serlo perfectamente. Podría ser uno de los cuentos de Ford. Qué coño: también de Carver. Creo sinceramente que podría ser uno de los mejores cuentos de cualquiera de esos dos señores tan dignos y reputados.

Y ustedes podrían no llegar a enterarse nunca.

viernes, 11 de enero de 2019

Una aproximación a "Walt Whitman ya no vive aquí" de Eduardo Lago (Sexto Piso)

Hasta yo, que llevo un año viviendo en la Luna, me he enterado de que Sexto Piso ha publicado (lo hizo ya en septiembre) un libro llamado Walt Whitman ya no vive aquí en el que Eduardo Lago habla de lo divino, lo humano y también, un poco, de literatura estadounidense. 

Lo digo porque no les he visto comentarlo y se me hace raro y me preguntaba si no estarán ustedes demasiado pendientes de lo que no deben. 

Yo ya he leído las setenta primeras páginas y una suerte de epílogo un tanto especial, por lo que estoy en disposición de hacerle una crítica profunda y severa a partes iguales. 

Pero no lo haré porque yo ahora no me dedico a sesudocrítica literaria sino a rascarla. 

El libro habla de literatura norteamericana. Lo pueden ver en la portada, aquí, a la izquierda. Lo digo porque ya estoy viendo que habrá mucho despistado que no entienda como ha podido Lago olvidarse de ese esloveno genial en el que todos estamos pensando o ese viejo islandés que vive recluido en una cabaña y sólo escribe para la fauna local. 

Literatura Norteamericana, recuerden. Exclusivamente. 

Cuando termine el libro hablaremos sobre ello largo y tendido, si nos place; hasta entonces me van a permitir que solo lo haremos de una parte muy concreta del mismo, esto es, de las páginas finales que incluyen varias listas de lectura. 

«Adjunto varios planes de lectura posibles, en función del grado de interés por parte de quien quiera seguirlos. Como en toda lista, habrá omisiones flagrantes y presencias difíciles de justificar, pero que responden a mis preferencias personales. Le presto especial atención al relato breve, porque considero que el cuento es el ADN de la narrativa estadounidense, e incluso sería interesante escribir una historia de la literatura de aquel país teniendo en cuenta sólo a los cuentistas». (Eduardo Lago)



Capítulo uno: Plan de Lectura a Largo Plazo. 


Tiempo estimado de lectura: de tres a cinco años.


La caída de la Casa Usher -- Edgar Allan Poe (1839)
Cuentos de lo grotesco y lo arabesco -- Edgar Allan Poe (1940)
Hombres representativos -- Ralph Waldo Emerson (1850)
La letra escarlata -- Nathaniel Hawthorne (1850)
Moby Dick -- Herman Melville (1851)
Walden, o la vida en los bosques -- Heniy David Thoreau (1854)
Hojas de hierba -- Walt Whitman (1855)
DaisyMiller -- Henry James (1879)
Retrato de una dama -- Henry James (1881)
Las aventuras de Huckleberry Finn -- Mark Twain (1884)
La ascensión de Silas Lapham -- William Dean Howells (1885)
Las bostonianas -- Henry James (1886)
Poemas -- Emily Dickinson (1890)
Maggie, una chica de la calle -- Stephen Crane (1893)
El despertar -- Kate Chopin (1899)
Nuestra hermana Carrie -- Theodore Dreiser (1900)
La voz de la ciudad -- 0. Henry (1908)
Antología de Spoon Rivcr -- Edgar Lee Masters (1915)
Wincsburg, Ohio -- Sherwood Anderson (1919)
La edad, de la inocencia. -- Edith Warton (1920)
Babbitt -- Sinclair Lewis (1922)
Manhattan Transfer -- John Dos Passos (1925)
Una tragedia americana -- Theodore Dreiser (1925)
El gran Gatsby -- Francis Scott Fiizgerald (1925)
El puente -- Hart Crane (1926)
El ruido y la furia -- William Faulkner (1929)
Adiós a las amas -- Ernest Flemingway (1929)
El halcón maltes -- Dashiell Flammett (1930)
El camino del tabaco -- Erskine Galdwell (1932)
Autobiografía de Atice B. Toldas -- Gertrude Stein (1933)
Miss Lonelyhearts -- Nathanael West (1933)
Trópico de Cáncer -- Henry Miller (1934)
Llámalo sueño -- Heniy Roth (1934)
El sueño eterno -- Raymond Chandler (1939)
Las uvas de la ira -- John Steinbeck (1939)
El corazón es un cazador solitario -- Carson McCullers (1940)
Una cortina de follaje -- Eudora Welty (1941)
Chico negro -- Richard Wright (1945)
La lotería -- Shirley Jackson (1948)
Los desnudos ríos muertos -- Norman Mailer (1948)
La familia Moskal -- Isaac Bashevis Singer (1950)
La balada del café triste -- Carson McCullers (1951)
El guardián entre el centeno -- J. D. Salinger (1951)
El hombre invisible -- Ralph Ellison (1952)
El viejo y el mar -- Ernest Hemingway (1952)
Sangre sabia -- Flannery O'Connor (1952)
Ve y dilo en la montaña -- James Baldwin (1953)
Las aventuras de Augie March -- Saul Bellow (1953)
La radio enorme y otras historias -- John Cheever (1953)
Los reconocimientos -- William Gaddis (1955)
Lolita -- Vladimir Nabokov (1955)
En el camino -- Jack Kerouac (1957)
Desayuno en Tiffany’s -- Truman Capote (1958)
El almuerzo desnudo -- William S. Burroughs (1959)
Goodbye, Columbus -- Philip Roth (1959)
El plantador de tabaco -- John Barth (1960)
Matar a un ruiseñor -- Harper Lee (1960)
Trampa 22 -- Joseph Heller (1961)
El cinéfilo -- Walker Percy (1961)
Vía revolucionaria -- Richard Yates (1961)
Alguien voló sobre el nido del cuco -- Ken Kesey (1962)
Pálido fuego -- Vladimir Nabokov (1962)
La campana de cristal -- Sylvia Plath (1963)
V. -- Thomas Pynchon (1963)
A sangre fría -- Truman Capote (1966)
La subasta del lote 4,9 -- Thomas Pynchon (1966)
Blancanieves -- Donald Barthelme (1967)
Las confesiones de Nat Tumer -- William Styron (1967)
El mal de Portnoy -- Philip Roth (1969)
Matadero Cinco -- KurtVonnegut (1969)
El libro de Daniel -- E. L. Doctorow (1971)
El arco iris de gravedad -- Thomas Pynchon (1973)
Ragtime -- E. L. Doctorow (1975)
La mujer guerrera -- Maxine Hong Kingston (1976)
Ceremony -- Leslie Marmon Silko (1977)
Ensayos -- E. B. White (1977)
El mundo según Garp -- John Irving (1978)
El álbum blanco -- Joan Didion (1979)
La Canción del Verdugo -- Norman Mailer (1979)
Debes recordar esto -- Joyce Carol Oates (1980)
La conjura de los necios -- John Kennedy Toole (1980)
Conejo es rico -- John Updike (1981)
Crónicas de motel -- Sam Shepard (1982)
El color púrpura -- Alice Walker (1982)
Catedral -- Raymond Carver (1983)
Tallo de hierro -- William Kennedy (1983)
Neuromante -- William Gibson (1984)
Luces de neón -- Jay Mclnerney (1984)
Lincoln -- Gore Vidal (1984)
Ruido de fondo -- Don DeLillo (1985)
Menos que cero -- Bret Easton Ellis (1985)
El periodista deportivo -- Richard Ford (1986)
Trilogía de Nueva York -- Paul Auster (1987)
Beloved -- Toni Morrison (1987)
La amante de Wittgenstein -- David Markson (1988)
Los reyes del mambo tocan canciones de amor -- Oscar Hijuelos (1989)
Las cosas que llevaban los hombres que lucharon -- Tim O’Brien (1989)
El club de la buena suerte -- Amy Tan (1989)
American Psycho -- Bret Easton Ellis (1991)
Hijo de Jesús -- Denis Johnson (1992)
Todos los hermosos caballos -- Cormac McCarthy (1992)
Clockers -- Richard Price (1992)
Heredarás la tierra -- Jane Smiley (1922)
Atando cabos -- Annie Proulx (1993)
El blues de la reserva -- ShermanAlexie (1995)
En lengua materna -- Chang-rae Lee (1995)
Galatea 2.2 -- Richard Powers (1995)
Qué fue de los Mulvaney -- Joyce Carol Oates (1996)
La broma infinita -- David Foster Wallace (1996)
Submundo -- Don DeLillo (1997)
Mason y Dixon -- Thomas Pynchon (1997)
Las asombrosas aventuras de Kavalier yClay -- Michael Ghabon (2000)
La casa de hojas -- Mark Z. Danielewski (2000)
Una historia conmovedora, asombrosa y genial -- Dave Eggers (2000)
Las correcciones -- Jonathan Franzen (2001)
Middlesex -- Jeffrey Eugenides (2002)
Gilead -- Marilynne Robinson (2004)
Europa Central -- William T. Vollmann (2005)
La carretera -- Gormac McGarthy (2006)
La maravillosa vida breve de Oscar Wao -- Junot Díaz (2007)
Que el vasto mundo siga girando -- Colum McCann (2009)
Ciudad abierta -- Teju Colé (2011)
Canadá -- Richard Ford (2012)
La yegua -- Mary Gaitskill (2015)
Hotels of North America -- Rick Moody (2015)
El ferrocarril subterráneo -- Colson Whitehead (2016)
Lincoln en el Bardo -- George Saunders (2017)



Capítulo dos: Plan de Lectura a Medio Plazo 

La segunda lista es algo más ligera y apenas exigirá un par de años siempre y cuando no nos durmamos en los laureles y nos demos de baja de Netflix.

La caída de la Casa Usher -- Edgar Allan Poe (1839)
Cuentos de lo grotesco y lo arabesco -- Edgar Allan Poe (1940)
Hombres representativos -- Ralph Waldo Emerson (1850)
Cuentos -- Nathaniel Hawthorne (1850)
Moby Dick -- Herman Melville (1851)
Walden, o la vida en los bosques -- Heniy David Thoreau (1854)
Hojas de hierba -- Walt Whitman (1855)
Las aventuras de Huckleberry Finn -- Mark Twain (1884)
Manhattan Transfer -- John Dos Passos (1925)
El gran Gatsby -- Francis Scott Fiizgerald (1925)
El ruido y la furia -- William Faulkner (1929)
El halcón maltes -- Dashiell Flammett (1930)
El camino del tabaco -- Erskine Galdwell (1932)
El sueño eterno -- Raymond Chandler (1939)
Una cortina de follaje -- Eudora Welty (1941)
Chico negro -- Richard Wright (1945)
La balada del café triste -- Carson McCullers (1951)
El guardián entre el centeno -- J. D. Salinger (1951)
El viejo y el mar -- Ernest Hemingway (1952)
Sangre sabia -- Flannery O'Connor (1952)
Los reconocimientos -- William Gaddis (1955)
Pálido fuego -- Vladimir Nabokov (1962)
La campana de cristal -- Sylvia Plath (1963)
A sangre fría -- Truman Capote (1966)
Matadero Cinco -- KurtVonnegut (1969)
El libro de Daniel -- E. L. Doctorow (1971)
La conjura de los necios -- John Kennedy Toole (1980)
Catedral -- Raymond Carver (1983)
Luces de neón -- Jay Mclnerney (1984)
Un lento aprendizaje -- Thomas Pynchon (1984)
Menos que cero -- Bret Easton Ellis (1985)
Meridiano de sangre -- Cormac McCarthy (1985)
Trilogía de Nueva York -- Paul Auster (1987)
Beloved -- Toni Morrison (1987)
American Psycho -- Bret Easton Ellis (1991)
Hijo de Jesús -- Denis Johnson (1992)
Todos los hermosos caballos -- Cormac McCarthy (1992)
Atando cabos -- Annie Proulx (1993)
El teatro de Sabbath -- Philip Roth (1995)
El blues de la reserva -- ShermanAlexie (1995)
En lengua materna -- Chang-rae Lee (1995)
Los boys -- Junot Díaz (1996)
Qué fue de los Mulvaney -- Joyce Carol Oates (1996)
La broma infinita -- David Foster Wallace (1996)
Las asombrosas aventuras de Kavalier yClay -- Michael Ghabon (2000)
Las correcciones -- Jonathan Franzen (2001)
Middlesex -- Jeffrey Eugenides (2002)
Gilead -- Marilynne Robinson (2004)
El ángel esmeralda -- Don DeLillo (2008)



Capítulo tres: Plan de Lectura IMPRESCINDIBLES 

Moby Dick -- Herman Melville (1851)
Walden, o la vida en los bosques -- Heniy David Thoreau (1854)
Hojas de hierba -- Walt Whitman (1855)
Las aventuras de Huckleberry Finn -- Mark Twain (1884)
El gran Gatsby -- Francis Scott Fiizgerald (1925)
La balada del café triste -- Carson McCullers (1951)
El guardián entre el centeno -- J. D. Salinger (1951)
Pálido fuego -- Vladimir Nabokov (1962)
A sangre fría -- Truman Capote (1966)
Matadero Cinco -- KurtVonnegut (1969)
Meridiano de sangre -- Cormac McCarthy (1985)
Beloved -- Toni Morrison (1987)
American Psycho -- Bret Easton Ellis (1991)
El teatro de Sabbath -- Philip Roth (1995)
La broma infinita -- David Foster Wallace (1996)
Submundo -- Don DeLillo (1997)
Mason y Dixon -- Thomas Pynchon (1997)
Middlesex -- Jeffrey Eugenides (2002)
Europa Central -- William T. Vollmann (2005)


No sé ustedes pero a mí el cuerpo me pide apuntarme al primero. Ocurre que el sentido común conviene con la experiencia en que no está siendo la mejor idea del año y qué dónde queda aquello de apuntarse a un gimnasio o visitar más a tu madre, dice. 

Y yo qué sé, le digo. Ya veremos qué pasa.