Pudor y dignidad es el título no provisional de esta novela. Digo no provisional porque si lo fuese (provisional) podría consolarme pensando que el autor intenta jugar al despiste para que no nos enteremos de qué va hasta que esté terminada. Como no es el caso nos vamos a quedar sin entenderlo. ¿Ustedes lo saben? No, claro, qué van a saber. Miren, esta reseña no la escribo tanto ustedes, sino por mí, a ver si así, reflexionando en alto, acabo de entender el significado de este título tan misterioso.
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La historia que cuenta “Pudor y dignidad” es la siguiente: un profesor llamado Elias Rukla enseña literatura a sus alumnos de dieciocho años. Concretamente les explica –como cada año desde hace demasiados- “El pato salvaje”, una de las mejores y más importantes (sino la que más) obras de Henrik Ibsen, el dramaturgo noruego (ver reseña anterior). Pues ese profesor que lleva veinticinco años enseñando y hablando de la misma obra cree ver en esta ocasión algo que no había visto nunca. Cree entender lo que Ibsen quiere decir en las palabras que pone en la boca de uno de sus protagonistas, su alter ego el doctor Relling y por extensión cree entender el mensaje que el autor quiere hacer llegar al público. Y eso, entenderlo o creer que lo entiende, es lo que se supone que cambia su vida y justifica esta novela. Pero sigamos: al salir de clase su paraguas no se abre y como no se abre por las buenas lo abre a hostias [sistema también conocido como “por las malas” (ver foto de portada para más información)] y al notarse observado en semejante estado por sus alumnos llama puta a una de ellas y le dice no sé qué barbaridad sobre que se coma un bocadillo y tal, gorda. Que está enfadado, vaya. Enfadado con el paraguas que no se abre y enfadado con su vida ya veremos que de mierda.
El resto de la novela es este tío de camino a casa pensando en cómo cuernos va contarle a su mujer que está a punto de quedase sin trabajo y que a ver cómo se las van a arreglar para salir adelante. Esto mientras nosotros estamos jodidos porque queremos enterarnos del mensaje secreto que oculta “El pato salvaje”. Suponemos que el autor, Solstad, como buen filósofo y noruego habrá desvelado realmente ese misterio y estará a punto de contárnoslo en este libro que sólo puede ser una excusa para semejante acontecimiento. Las ganas. Lo que nos va a contar es la vida de Elias Rukla en menos de cien páginas, que es lo que a estas alturas nos queda por leer. Bueno, su vida entera no, sólo más importante. Leyéndola y comparándola con la obra de Ibsen yo no encuentro ninguna respuesta (si acaso más preguntas) pero sí ciertos paralelismos que no sé muy bien cómo conciliar: Rilke, al igual que Hjalmar (el protagonista de la obra de Ibsen), está “felizmente” casado con una mujer que no le ama porque ella - piensa Rilke, piensa Rukla - ama y amará siempre a otro hombre, aquel que se la entregó al abandonarla para irse a hacer las Américas. “Aquel” tiene nombre, se llama Johan Corneliussen y es (era) (inexplicablemente) amigo suyo. Johan es filósofo, como Solstad -otro paralelismo que no sé si conduce a alguna parte- que fracasa en su carrera al no cumplir su tesis (que si no recuerdo mal trataba sobre la literatura que existe sobre Kant -la relación de Marx con Kant- aunque Rukla llega a dudar, leyéndola, si no tratará más bien sobre el marxismo como ideología de la liberación) las expectativas creadas ya que su carrera, hasta entonces, había sido meteórica. No se sabe muy bien porqué rechaza el premio de consolación (una beca en Heildelberg para seguir investigando) y abandonando a su mujer y su hija (sí, también tenía un hija de otro, como Hjalmar) se marcha a vivir a Nueva York seguro de que las teorías marxistas en las que ha creído siempre la ayudarán a entender los sueños y los deseos que los americanos, tan capitalistas ellos, no son capaces de aprovechar, cosa que sí hará Johan si logra colocarse como publicista.
Todo esto lo cuenta Solstad como lo contaría Thomas Bernhard (ya saben, monologando sin puntos y aparte) pero sin alcanzar su maestría no sé si porque no quiere pasarse con el plagio o porque no le sale. Supongo que mucho de lo primero y un poquito de lo segundo. Esto incluye la repetición obsesiva de expresiones y que el protagonista no esté del todo bien de la azotea. La realidad es que al final no hay respuestas a la pregunta formulada y eso me ha puesto un poco de mala leche porque a mí personalmente me hacía mucha ilusión descubrir -por más que esta fuera una “recomendación” robada- al descubridor del secreto nunca reconocido que se supone que se oculta tras el dichoso Pato Salvaje. Esto es lo que se conoce como decepción. A pesar de todo – y esto es lo que se conoce como salvarse por los pelos- la novela despierta el interés suficiente para afrontarla [enteritas sus 140 páginas] sin que a uno le venza el desanimo nada más que al final cuando ya se intuye que esto es medio agua de borrajas. La cosa queda en tablas. Novela interesante a la par que decepcionante. No voy a recomendarla, no al menos encarecidamente, aunque si yo fuese ustedes no descartaría del todo su lectura pues muchos pasajes (quizá sólo algunos y no siendo esta la única razón) invitan a ser leídos dos veces y a quedarse papando moscas un ratito, lo cual demuestra que como poco el autor se ha esforzado y eso es algo que no se ve todos los días. Además, qué coño: Ibsen, imitadores de Bernhard, “El pato salvaje”, mentiras y filósofos noruegos locos de atar: bien.
Para Malherido el título no podía más que ser irónico; quizás lleve razón. Yo leí otro libro de Solstad, Obra dieciocho o algo así (creo que los títulos no son lo fuerte de este tío), y me dejó la misma impresión que la suya. La novela me intrigó, me la leí muy rápido y me decepcionó un poco. Curiosamente, con el tiempo la recuerdo como una lectura muy interesante. Quizás retrata muy bien el carácter noruego, o quizás no y sólo nos confirma un estereotipo, el de que esos tíos están muy locos y son muy extraños. Y hablando de estereotipos y de locos, no me niegue que usted también creyó, al leer a Solstad, que entendía un poco mejor la mentalidad del asesino noruego. En fin. Yo sinceramente tampoco sé si recomendaría la lectura de este tío. En todo caso, no a cualquiera.
ResponderEliminar¡Qué sana, la mala leche!
ResponderEliminarEstoy de acuerdo, sólo puede entenderse a través de la ironía pero aún así... pilladita por los pelos.
ResponderEliminarConste que la decepción fue relativa, es decir, me "molestó" que no profundizase más en la obra de Ibsen (que ya no me quejo) por motivos egoistas: venía mas o menos de leerla y no lograba quitármela de la cabeza. Qué bueno cuando pasa esto, joder. Pero por otro lado es una novela absorbente, de las que no se quieren dejar. Y si he de serle sincero ni me acordé del asesino noruego. Es que pirados los hay en todas partes.
Y no, yo tampoco recomendaría la lectura a cualquiera.
Este libro me encantó, seguramente me dí cuenta cuando pasaron unos días y me descubrí comentándolo con unos amigos. Durante su lectura reconozco que el comienzo hizo que me quedase enganchada al libro por su toque ácido.
ResponderEliminarUn saludo