Tengo un amigo con muy buenas intenciones y una línea editorial todavía por definir, que me manda manuscritos inéditos para echarles un vistazo y así ayudarle a decidir si tira con ellos o no tira con ellos o qué.
El primero que me envió se llamaba “El coloquio de los perros” y estaba escrito por un tipo llamado… eh… dejen que piense… Cervantes, sí, nosequé Cervantes. Ya hablaremos de él en otra ocasión. Pues bien, hace unos días este amigo me envió el segundo libro, en este caso firmado por un tal Anónimo. Anónimo algo; no lo dice. Anónimo Troll, supongo. Ja. El título: “El lazarillo de Tormes”.
Creyendo que la cosa iría otra vez de perros monté en cólera, pero me contestó que no me pusiera así, que era otro tipo de Lazarillo: «¡un lazarillo humano! —gritó, entusiasmado— ¡un lazarillo humano que representa la pérdida de derechos sociales, de la precariedad del mercado laboral, de esa incansable búsqueda de mano de obra barata y cada vez más joven y peor formada; gente sin educación dispuesta a cualquier cosa! ¡Somos carne de talleres chinos!» Esto, el editor, que la mitad de los días, desde que está en paro, se levanta medio comunista.
Total, que ya tenemos otra puta novela sobre la crisis.
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La cosa va de una madre pobre como una rata que regala un hijo a uno de ONCE que pasaba por allí. El ciego, que es más hideputa que uno de Sábato, guarda el gruyere en la caja de los cupones y el donsimón en una cantimplora que el nene ha de trucar para poder alcoholizarse a gusto en la clandestinidad. Harto de pasar hambre y ante la desatención de unos servicios sociales que ni aparecen por la novela, el chaval coge las de Villadiego y mira si tiene mala suerte que va a caer en el único gremio peor que el de la invidencia: la iglesia. Todo el segundo episodio te lo pasas esperando una violación que no llega y con el chaval no pensando en otra cosa que comer, que a ver si va resultar que todo el problema es que tiene la solitaria. El caso es que, inconvenientes del despido libre, acaba otra vez en la puta calle. Se arrima entonces a un soldado que busca secretario. Como estará de mal el ejército que al maromo dan ganas de apadrinarlo. Suponiendo que los recortes afectan también al ministerio de defensa les cierran el cuartelillo por lo que ha de buscarse, Alatriste, la vida por otro lado, dejando al chaval que no acaba de sumar horas para cobrar el subsidio.
Y pasaba un cura por allí y leyéndole el currículum y sabiéndolo con experiencia en la receta de la hostia bendita, se lo lleva. Y vuelta otra vez a temer actos carnales que nunca llegaremos a confirmar y vuelta otra a vez la criatura a mendigar tras el inevitable despido. El penúltimo relato es el chaval que se mete a vender preferentes a jubilados que previamente acorrala a la salida de misa. Algo así. La verdad es que no queda del todo claro sin son preferentes o seguros, pero que hay pasta por el medio y que el nene no se la va a llevar, seguro.
El final no lo cuento porque termina medio bien y eso siempre es muy aburrido, pero sepan que de un modo u otro acaba, la iglesia, dando por culo al pobre lazarillo.
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Punto número uno: esto de montar una novela a golpe de relatos hace como quinientos años que pasó de moda. En este blog empezamos a estar un poco hasta los cojoncillos de tanta modernidad en diferido, honestamente. Nos gusta que el protagonista sea un niño, que la iglesia quede en pañales y que a los tontos se la metan doblada, pero no acabamos de entender a qué viene tanto repetir que el niño tiene hambre si no va a alcanzar nunca un estado de desnutrición notable.
Punto número dos: desde este blog desaconsejamos su publicación de esta cosa por exceso de realismo. Que ya estamos hartos, leches, de tanto sufrimiento y tanto niño muerto o a punto de morir.
Menudo cachondeo te traes con la reseña... A mi también me han mandado otro manuscrito de otro desconocido, el "Buscón" de un tal Quevedo que para mas inri transcurre en gran parte en mi ciudad de acogida; Alcalá de Henares. También va sobre la crisis, es realista y cruel hasta provocar la carcajada.
ResponderEliminar"La lucha por la vida", una trilogía, sobre la crisis también, de don Pío. Es lo que tienen los ciclos de la historia.
ResponderEliminarYo hubiese escrito que el niño huyera del pueblo perseguido por el alguacil y se tuviese que refugiar con un cabrero, o algo así. Eso sí que no lo ha escrito nadie... todavía
ResponderEliminarjajajajajajajajajaja
ResponderEliminarsi es que con estos modernillos no hay manera de hacer carrera.
El Lazarillo lo escribí yo, como bien dice Tongoy. Me hubiera gustado que la reseña se titulara "Operación Tormes"
ResponderEliminarBueno idea que llega un poco tarde.
EliminarSi es que el Lazarillo ése es una mierda: para buena literatura, los relatos acuáticos de la reseña anterior.
ResponderEliminarAdorable la entrada.
ResponderEliminarMe quedo con el Tratado 4. Claro ejemplo de cómo se escribe un buen microrrelato.
Gracias por eso. Te contesto en unos días que la última semana ha sido infernal.
Un abrazo.
Tranquilo, ya sabes dónde encontrarme.
EliminarUn abrazo,
Los modernetes es lo que tienen, que por sacar pasta se aagrran a las modas estas de sacar relatos de la crisis y a forrarse. Creo que este tipo hasta ha conseguido que prescriban su libro en los colegios el muy ladino.
ResponderEliminarBuenos días,
ResponderEliminarSoy lector asiduo de tu blog. Me gusta mucho. Pero esto me parece una chorrada infumable. No pasa nada, es un patinazo, pero no sigas con estas tonterías, ya hay otros blogs estúpidos que hacen cosas así y realmente no merecen la pena...
Jaime.
Bueno, bueno, ya será menos. Es sano hacer el ganso de vez en cuando.
EliminarPero esto qué es? El Lazarillo 451 by los chicos de Caballo de Troya?
ResponderEliminarEspero que ahora no te dé por las jarchas, con eso de mezclaban idiomas y tal.
ResponderEliminarSaludos
Quita, quita. Esto tenía una razón de ser (lo cuento más abajo).
EliminarExperimento interesante aunque no exento de riesgos, puesto que se puede caer en el ridículo. Sinceramente aprecio esta mirada actual a los clásicos: elaborar una crítica libre, ajena al "canonicismo" que impregna nuestras lecturas de obras como ésta. La pregunta que queda es: ¿los clásicos por qué son clásicos? Obviamente "El lazarillo de Tormes" supuso una revolución, que hoy nos puede parecer modesta pero que en su tiempo fue bestial. Es la primera novela moderna, desenvuelta, sin los corsés de la tradición anterior. Sin ella no existirían obras como "En el camino" de Kerouac", por ejemplo.
ResponderEliminarLos cláscicos son clásicos porque es lo que hay. Cada país necesita una historia y esta historia necesita de unos libros. De una litaratura de la "patría". Se va viendo todo lo que hay realmente antiguo y a finales del XIX principios del XX, en España un poco más tarde, cuando surge una crítica literaria con vocación academicista -y no de jocoso libelo- sus popes, unos tíos muy serios, y resueltamente coñazos, deciden cual van a ser los clásico de cada país. Chipre tiene sus clásicos ¡cómo no! Malta tiene sus clásicos ¡por supuesto! Moldavía también tiene sus clásicos ¡estaría bueno! Y seguro que existen un lector (o más) chipriota, maltés o moldavo... que defienden que sin detreminado "clásico", de sus respectivos paises, no existirían obras como "El Camino" de Kerouac. Nos queda solo creerle o no creerle. A mí, con todos los respetos, esto se me antoja decididamente increíble.
EliminarBluff, ¿ya te has leído El Lazarillo? A ver si esta reseña de Tongoy te anima, hombre
EliminarOtra cosa. A ver.
Los conceptos de Clásico y literatura patria o nacional no tienen nada que ver. La historia de la literatura de una cultura o de un país determinado puede contener o no clásicos. "El Camino", por ejemplo, es un clásico de la literatura universal. Rayuelo otro. Últimas tardes con Teresa oes un clásico de la literatura en español, aunque fue escrita en el silgo XX. Y así.
Y una última cosa, que hablas con una alegría que 'pa qué': un clásico no es un clásico porque es lo que hay. Un clásico lo es porque su interpretación es inagotable, porque sus hallazgos estéticos fueron tan revolucionarios que abrieron nuevos caminos y porque su influencia a lo largo de años, siglos o generaciones permanece y permanecerá en el quehacer de artistas posteriores. Poco más menos.
Bluff, un secreto: releí y reseñé este libro única y exclusivamente con la intención de tentarte. ;)
Eliminar(Y conste que nunca he sentido por él ningún cariño especial.)
Tongoy,
EliminarTiéntame con rubiazas, buen vino y jamón de bellota. Y te querré más. Más entoavía. ;-)
Rubizas, buen vino y jamón de bellota. Anotado. Algo se me ocurrirá. ;)
EliminarEste post, aclaro, no es un experimento. Quería sacar este libro a escena, pero, sinceramente, no me apetecía hacer nada que pudiese ser tomado mínimamente en serio.
ResponderEliminarTodo, hasta la misma muerte, hay que tomarlo con cierto sentido del humor, y más tratándose de literatura. El día que quedeis con las rubiazas y os comais el jamón acordaros de un servidor. Pero, amigo Carlos, me soprende un poco o me resulta un tanto chocante que donde más pones el acento en la risa y la parodia sea en un clásico, que por cierto tiene escenas de partirse la caja. Lo que quiero decir es que cuando hablas de novedades y obras de autores de muy dudoso talento, que en otro tiempo-no muy lejano- jamás hubiesen publicado, te lo tomas muy, muy en serio
EliminarSi sobra una rubiaza y un platillo de jamón, llamadme, por Dios, llamadme. La lectura la he dejado, pero los placeres no.
EliminarQuique
cuenta con el jamón
EliminarAlguna rubia habrá por un precio similar.
EliminarQuique
Quiquiño, tranquilo, que yo te busco una rubia de bellota.
EliminarCon esta falta de sentido de humor del personal, así nos va. Pues yo me he reído con la gracia. Ahora, ¿por qué no hacer algo a la inversa? Coger un contemporáneo (de esos, malos malos, que lo bueno es que no cuesta encontrarlos) y llevártelo a un episodio del pasado?
ResponderEliminarHum, no sé yo qué tal iría. Sería cuestión de probar.
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