Aquí el típico libro que un buen día alguien recomienda y que yo, tras haberme metido en una conversación de Facebook (y fiándome porque sí del gusto del comentarista), anoto. Tardo menos de lo que vendría siendo media hora en ponerme con él. Y oye, muy bien. De hecho me preguntaron y dije que “oye, muy bien”.
Quemar los días es la autobiografía de James Salter, que es un señor que de repente, aprovechando que acaba de sacar nuevo libro después de no sé cuántos millones de años de silencio, está más de moda que manifestarse y no hay librero al que no se lo quiten de las manos ni suplemento que no lo saque a doble página aunque el físico no acompañe. Las contras, terribles: «La narración de Salter es un deslumbrante y en ocasiones devastador laberinto de amor y ambición […]»” (Salamandra dixit). Si no lo conocían, apréndanse el nombre y recomiéndenlo a la menor oportunidad si quieren estar a la última en el circuito de las tertulias parroquiales.
La narración -no podía ser de otro modo- comienza siendo Salter un niño. El escritor nos habla de su familia (lo cierto es que Salter habla, en general, demasiado de los demás) que tampoco es que sea nada especial pero como vive en Manhattan pues mola mucho cuando te cuenta que nunca se ha bañado en el Hudson a pesar de cruzar no sé qué puente a diario y otras cosas de interés particular.
Hasta aquí todo bien. Entretenido. Encantador. (Tal vez demasiado). Pero entonces mandan al chaval —que ya no es tan chaval— a West Point para acabar de hacerlo un nombre. Y ya se pueden ustedes poner cómodos porque a partir de aquí y durante un buen rato —porque después de West Point viene la Academia de Vuelo— son todo las batallitas del abuelo cebolleta sobre lo que hacen sus amigos al salir de clase o lo que tarda exactamente el muchacho en aprender a pilotar un cacharro. Salter es el típico soldado que prefiere celebrar la pascua militar acuartelado antes que ir de putas, que es lo que se espera de un soldado. Y claro, así no hay manera.
Cuando se echa novia y quiere ponerse el uniforme para salir a pasear a la chavala para lucir palmito y bandera, me rendí. Sí, Salter es ESA clase de individuo. Yo no puedo, estas cosas me superan. Además, cualquiera que haya pasado por el ejército sabe o debería saber que a nadie (que no sea uno mismo o sus compañeros) le interesan las batallitas de la puta mili, que para eso están las cenas y los reencuentros y ahora también los grupos del whats app. Por esta experiencia hay que pasar rapidito y meter mucho la tijera.
Resumiendo: Salter es un muermazo. Y esto sí es imperdonable.
El caso es que estaba decidido a comprarme la nueva novela (“Todo lo que hay”). Como podrán imaginar, me lo voy a pensar dos veces.
Pero.
Pero al mismo tiempo se pregunta uno si detrás de todo esto habrá algo más, algo que valga la pena. Si no estaremos tirando la toalla demasiado pronto, dejándonos llevar por esa total falta de afinidad. Si precisamente ahora que va a terminar la guerra, que él dejará el ejército (he ojeado su biografía) y hará vida civil; si ahora que se hará escritor y tendrá algo más que hacer que limpiar las medatillas y dar lustre a los botines, se pregunta uno, decía, si no será precisamente este, de todos, el peor momento para rendirse.
El caso: que negándome a ser derrotado por prejuicios personales y viendo el aura de prestigio que parece acompañar a este señor, habrá que hacer de tripas corazón y darle otra oportunidad.
Quede este post como prueba de mi buena voluntad.
Resumiendo: Salter es un muermazo. Y esto sí es imperdonable.
El caso es que estaba decidido a comprarme la nueva novela (“Todo lo que hay”). Como podrán imaginar, me lo voy a pensar dos veces.
Pero.
Pero al mismo tiempo se pregunta uno si detrás de todo esto habrá algo más, algo que valga la pena. Si no estaremos tirando la toalla demasiado pronto, dejándonos llevar por esa total falta de afinidad. Si precisamente ahora que va a terminar la guerra, que él dejará el ejército (he ojeado su biografía) y hará vida civil; si ahora que se hará escritor y tendrá algo más que hacer que limpiar las medatillas y dar lustre a los botines, se pregunta uno, decía, si no será precisamente este, de todos, el peor momento para rendirse.
El caso: que negándome a ser derrotado por prejuicios personales y viendo el aura de prestigio que parece acompañar a este señor, habrá que hacer de tripas corazón y darle otra oportunidad.
Quede este post como prueba de mi buena voluntad.
¡Claro que sí doctor Tongoy, hay que acompañar al paciente hasta al final, o sea, acabar los libros, incluso los libros que un ya ve que son terminales!
ResponderEliminarNO estoy de acuerdo. Los libros, cuando no convencen, hay que abandonarlos sin contemplaciones. Yo este me lo acabo porque es Salter y quiero hablar con conocimiento de causa. Por eso y porque quien me lo recomendó me inspira bastante confianza. Nada más.
EliminarQuién te ha visto y quién te ve.
ResponderEliminarA mí me pillas de buenas y lo que quieras.
Eliminar¿Es porque pillas el segundo sentido de ¿quién te ha visto y quién te ve? y me respondes en modo local?
EliminarMe perdí.
EliminarTongoy Umbilical.
ResponderEliminarNo sé, yo vengo observando que si pinta mal al principio, eso no hay dios que lo arregle. Con todo y eso, soy capaz de terminar casi cualquier bazofia a la que me enfrente con tal de que sea medianamente legible. ¿Será masoquismo? ¿O una esperanza ridícula e injustificada en el ser humano?
ResponderEliminarA lo mejor tiene algo que ver con los hábitos escolares. Yo recuerdo haber tenido que acabar libros en el cole, porque después entraban en el examen, que me habían aburrido mortalmente, la mayoría de veces no porque fueran malos sino porque no se ajustaban a la edad.
EliminarDejar un libro a medias porque no te interesa se convierte luego, a lo mejor, en una especie de liberación, porque tiene más que ver con la lectura como obligación que como placer. Pero a veces también es verdad que dejarlo supone sentirte vencido, cuando ves claramente que las limitaciones para acabarlo son tuyas y no del escritor.
Yo creo que depende de las personas y de los libros, pero acabar un libro que ha dejado de interesarte hace rato, si no intuyes que se está escapando algo, me parece un error.
Y que las razones para abandonar un libro pueden ser de lo más diversas. Me acabo de acordar que le recomendé con fervor "Pedro Páramo" a un amigo, porque pensaba que nadie podía ir tan contento por el mundo sin haberlo leído, y va y me dice que lo ha dejado al poco de empezarlo. Yo me escandalizo, diciéndole que es un ignorante si le parece que es un libro malo, y va y me suelta que lo tuvo que dejar "porque le daba miedo, que se veía demasiado retratado a sí mismo y no le interesaba eso en un libro". Vaya, que existen mil situaciones y mil opciones.
Eliminar¡Vaya! Estábamos pensando en leerlo. El año pasado leí Años luz y para mí fue uno de los mejores libros del año, lo leímos unos cuantos y más o menos coincidíamos. Su libro de relatos La última noche, no me gustó mucho, de unos cuantos relatos solo me gustó el último que se desmarcaba del resto en tema. La última noche retrata una serie de personajes que no tenían mucho que decirme. Saludos.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarFb
ResponderEliminarYo dejé ese y otra novela a medias, pero el libro de cuentos "La última noche" si me gustó mucho.
La idea de "forzar", sea lo que sea, va totalmente en contra del bienestar personal. Para mí es una cuestión más espiritual de lo que parece. No lo digo en broma.
ResponderEliminarA mí con el único que me ha pasado es con Joyce. No puedo. Me lleva a sitios que no quiero ir, o que no sé ir. Bueno, y con Carmen Posadas : )
EliminarPero eso Ire es porque usted es una ignorante que sólo lee lo que recomienda Tongoy.
EliminarPor supuesto. ¿Lo ha dudado alguna vez, amigo?
EliminarSeñor Tongoy, ¿se ha propuesto adrede poner de moda este nuevo tipo de crítica "abortiva"? Ya van tres. Comprendo que su tiempo no es el de antes, pero me voy a permitir darle un consejo, por el bien de "La Medicina" (página que tengo en alta estima y sigo desde hace mucho tiempo). Creo que no le ayudan esas "342 páginas de...." Es decir, si se acaba un libro, ¡destrípenoslo! Es lo que más nos gusta. Pero si no se lo acaba, no venga para contarnos que no-se-lo-ha-acabado. Usted tiene una responsabilidad aunque no lo crea (si así quiere considerarlo), y allí donde otros podemos tirar un libro a la papelera a la mitad, usted no, usted no debería hacerlo. No, porque al obrar así podría defraudar a la legión de lectores de su página web. Es sólo un consejo: creo que su página ganaría muchísimo simplemente si tratara de dar a cada crítica un pequeño toque más de calidad, eludiendo libros a medias así como (a veces) comentarios demasiado "a bote pronto". Por supuesto que es su página y hace usted lo que quiere en ella, faltaría más, pero espero que este consejo le sirva de utilidad y no le ofenda. Saludos.
ResponderEliminarNo, no me ofende. Le agradezco el comentario. No trato de poner de moda nada. Verá, en todo 2013 abandoné 4 libros. En lo que va de 2014, también. Tres de esos cuatro, este mes. Estos post nacieron cuando escribía el resumen mensual (saldrá el martes) y quería tomarme mi tiempo para comentar las cosas.
EliminarPor lo demás, espero poder dar por finalizada esta mala racha. Todo será cuestión de afinar más en la selección. La semana que viene retomamos viejos hábitos.
La verdad es que no hay nada más absurdo que una autobiografía, o sea qu no me extraña que resulté aburrida. Pese a ello Salter figura entre mis favoritos, pero me gusta que alguien tenga la habilidad de hincarle el bisturí y enseñarnos que al fin ya al cabo, por dentro lleva lo mismo que todos los mortales. O sea que acabe usted el libro y no deje la operación a medias. Un saludo.
ResponderEliminarHace mucho que sigo su blog y nunca había comentado y blablabla. Aplaudo con las orejas este post. Llegué a este libro condicionado también por su aura de prestigio, autor brutal y etc. Decían que lo que aparentaban ser páginas repletas de fantasmadas de viejo que se automitifica y elogia a más no poder, en realidad lo que había era... Ya no lo recuerdo. Lo que hay es lo que parece: un viejo hablando de puta madre de él mismo, machista, mitificador de la guerra y del ambiente castrense. Torrente no es una crítica. Torrente es Torrente.
ResponderEliminarEl ritmo pausado de Salter no es el mejor para una autobiografía. Te recomiendo que le des una segunda oportunidad con "Juego y distracción" o (todavía mejor) con el conjunto de relatos de "Anochecer". Una vez los hayas leído quizás tengas otro punto de vista.
ResponderEliminarUn saludo.
He leído todo lo que hay y me ha gustado tanto que aquí estoy con quemar los días.....se me está cayendo de las manos....Qué pena, me parece que lo voy a dejar porque siento que estoy perdiendo el tiempp.
ResponderEliminarUn poco en esta línea es la isla del padre de Fernando Marias y desde la primera página me atrapó
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