viernes, 4 de febrero de 2011

Resumen de Lecturas: Enero de 2011


Porque me gustan más las listas que a Luna Miguel (y por no estar callado) referiré, de aquí a que me harte y siempre a toro pasado, un resumen de las que fueron las lecturas del último mes: mis impresiones, mis sensaciones o lo que surja, independientemente de aquellas, que por unos u otros motivos, tengan su propio espacio en el futuro.




Acaba un mes un tanto irregular en lo que a lecturas se refiere; un mes que se ha ido salvando gracias a un autoimpuesto ejercicio de voluntad. El único culpable soy yo: mi falta de planificación; la mala costumbre de ir 
saltando de flor en flor cambiando de opinión respecto a la siguiente lectura a cada momento. Así no hay manera. Si me hubiese hecho caso (si hubiese cumplido las promesas que me hice) a día de hoy podría ser el orgulloso propietario del recuerdo de la lectura de “Vinelad” o “V” de Pynchon, de “Cut and Doll” de Oscar Gual  (de éste he estado a punto: lo he llegado a empezar) o del “Bestiario” de Cortázar. De todos modos me siento afortunado: no he elegido tan mal. La cosa ha resultado como ahora les voy a contar.


[La parte alta: Zona Cálida]

(En esta zona está ese número indeterminado de novelas que, mejores o peores, me han dicho algo o han rozado algo o me han tocado alguna fibra por el motivo que sea: argumental, estilístico, ambos, etc. También valen cariños o manías o razones que no vengan al caso. )

Este mes lo inauguró y encumbró Thomas Bernhard (arriba, en la foto); esto es: fue el primero y el mejor. “Maestros antiguos”, ya me lo parecía a mí, no sólo ha resultado ser la experiencia del mes sino del año (entendiendo como “año” los últimos doce meses) y no tengo la menor duda de que ocupará en su momento un espacio en el ranking de "Lo mejor de 2011". Porque Bernhard es, desde ya, uno de mis escritores fetiche y le perdonaría hasta las faltas de ortografía si las tuviera. También es de ley incluir en este lista un librito desconocido al que no tengo la más remota idea de cómo llegué. Se trata de “El papel de mi familia en la revolución mundial de Bora Cosic, un tipo con un sentido del humor absolutamente genial que hace de los recuerdos de un niño durante la guerra algo a partes iguales triste y divertido. La prosa, su estilo; es inimitable. Peculiar, como el de Bernhard; lo cual confirma algo que hace tiempo sé: que me apasiona la escritura experimental y quizá por eso Ricardo Piglia, de profesión argentino, ocupe el tercer puesto. Lo consigue haciendo trampa porque el estilo de Piglia en “Respiración Artificial” (al menos en su segunda parte), es puro Bernhard llevado al extremo, aunque no fue eso lo que sedujo sino su erudición (la misma que espanta a otros) y la pasmosa facilidad que tiene para hacer atractivo cualquier cosa de la que hable. Lo mismo que Vila-Matas pero en gaucho donde el otro es quijotesco.





[La parte baja: Zona Templada] 

(Yo no hablo de los libros que no me gustan porque los libros que no me gustan no los leo. Los empiezo, les doy un tercio de oportunidad y si por entonces la cosa está de no, pues a otra cosa mariposa. Por eso, aquellos libros que están en la parte baja no son los libros malos sino los que aún gustándome no gozan de mis favores y lo más probable es que alguno de ellos a final de año ni lo recuerde. Quizá por eso los refiero).

Me tengo que morder los muñones para no incluir en la parte superior de la lista, en la Zona Cálida, los “Trenes hacia Tokio” de Alberto Olmos, un relato sencillo pero magníficamente escrito. El don de Olmos es hacernos creer que escribir es tan fácil como respirar aún sabiendo que no es así. “Carta de una desconocida”, de Stefan Zweig merecería el mismo honor por las mismas razones que el anterior. Este pequeño libro fue recomendación de otra lectura de este mes: “Vida y opiniones de Juan Mal-herido” escrito (ya se imaginarán) por Juan Mal-herido: un viaje hilarante por las mejores y peores lecturas del escritor durante los últimos años. “Tres ataúdes blancos” de Antonio Ungar es un libro muy bueno. Buenísimo. A VLM le pareció de lo mejor del 2010. A mí no, pero casi. O sí. Estoy pensando que quizá sí. Mi lista del año pasado sólo tenía 7 ganadores pero de tener 10 uno de ellos hubiese sido sin lugar a dudas éste, por lo tanto supongo que sí, definitivamente sí. “El cojo y el loco” de Jaime Bayly fue también una recomendación de Mal-herido; merece una entrada y puede que la tenga, pero no por los motivos que ustedes suponen. De Bayly esto es lo que más me ha gustado desde que tengo el disgusto de conocerle, pero es que yo a Bayly no lo podía ver delante desde “No se lo digas a nadie”, y aún hoy y a pesar de esto me costará repetir la experiencia. El punto clásico del mes lo pusieron dos novelas mínimas: “Los últimos días de Kant” de Thomas de Quincey, recomendación de un amigo, y “Los dos húsares” de Tolstoi, una cuenta que tenía pendiente con el ruso desde hacía meses. Ambas correctas y muy entretenidas. Para no eternizarme voy a precipitar el resto: “La literatura como bluff” de Julien Grac me pareció precisamente eso: un bluff. Un peñazo del diez. Todo lo irónico o sarcástico que uno quiera pero muy aburrido. Si por algo se libro de la quema fue gracias a su extensión: 60 miserables páginas. No es el caso de “Rosas, restos de alas”, un correcto libro de un magnífico Pablo Gutiérrez; una novela que apuntaba lo que luego sería (“Nada es crucial”). “Formas Breves” de Ricardo Piglia es fruto de la emoción y el entusiasmo surgidos durante la lectura de “Respiración Artificial” y no me defraudó en absoluto. Los dos últimos libros leídos fueron algo bélicos: “Matadero cinco” de Kurt Vonnegut me gustó menos de lo esperado; pero es que en cuando escucho las palabras “guerra”, “batalla” y "conflicto armado" me predispongo inmediatamente en su contra. Afortunadamente el siguiente, “Plop” de Rafael Pinedo, ofrece un espectáculo post bélico más cercano a un Mad Max amoral que a una batalla común.  El de Pinedo viene a ser algo así como la versión salvaje de “La Carretera” de Cormac McCarthy, una novela con la que tiene mucho en común. Pero esto se lo cuento en un par de días.




[La parte baja: Zona Fría: Abandonos]

Este mes sólo tuvo lugar un abandono. El angel caído fue “El Dorado” de Robert Juan-Cantavella. No me parece en absoluto una mala novela pero que no era lo que yo esperaba ni lo que me pedía el cuerpo en aquel momento y únicamente por eso lo dejé: para evitar disgustos y cogerle manía. La intención (noble) es la de retomarlo en un futuro indeterminado. Ja.

7 comentarios:

  1. Supongo que no hay ningún "hilo musical" que te haga perder ni un minuto de buena literatura. Cada vez me gusta más este blog.

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  2. Gracias por el cumplido, me alegra que te guste. Pero eso del hilo musical, ¿A que te refieres?

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  3. El libro de Rafael Pinedo estoy harto de buscarlo, pero no lo encuentro.

    Buen comienzo de año.

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  4. Estimado Elias: perdona que no te contestase ayer; demasiado que decir para hacerlo desde donde estaba. A miki Otero, no sé si lo dije ya, lo leí el año pasado y me decepcionó "un poco bastante" la historia. Sobre todo me dio rabia no reirme con él todo lo que esperaba. Se ve que no gastamos el mismo tipo de humor porque ahora mismo estoy leyendo "Ruido de Fondo" y me desternillo de la risa.

    Elegido, yo tampoco dí con él. Tuvo que ser la biblioteca, a través de una desiderata, la que lo consiguiese. Si fuese mio te lo enviaría encantado. Lo siento.

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  5. Tomo nota de este Bora Cosic, Carlos. Creo que deberíamos pensar en comenzar todos los posts con una imagen de Bernhard, así ya nos tienes ganados.

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  6. No me disgusta la idea, C. El problema es que este mes no tengo previsto ningún Bernhard. A ver que se me ocurre.

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