PREELIMINARES Y ELOGIOS
“El libro de Abbati es una maravilla. En serio”. Cuando hace algunos meses, tantos como dos o tres (quizá cuatro pero ni uno más) José Luís Amores, conocido en círculos blogeros como Bolmangani, me dijo esto (aquello, lo de arriba) al final de un correo que hablaba, entre otras cosas, de nosotros mismos, yo no le creí. Y no le creí entonces por lo mismo de siempre: porque nunca le creo, a José Luis, a pesar de que digo que sí, que lo hago; ni él me cree a mí, a pesar de que me dice que sí, que lo hace. Luego estuvo la otra parte, la que me condicionó después de la segunda a pesar de haberla planteado antes, de primera; unos cinco días antes. Me refiero al fragmento de otro correo también lleno de intimidades más o menos confesable y menos que más comedidas que dejaba (el fragmento en cuestión) como huella indeleble de tinta digital el siguiente texto, como se verá, de corte eminentemente literario: “Un amigo de Ferré, que es editor, me ha enviado hoy otro libro, se llama Correspondencias; es de un médico argentino que se llama Hugo Abbati, y acaba de ser publicado.” En este punto mi cuerpo, burlándose de mi voluntad por lo general férrea y dominante, seguía acusando la falta de sueño de la horita de descanso que le había robado la noche anterior por motivos, también estos, estrictamente literarios. Pero José Luis, acostumbrado a no callar, siguió divagando y convirtió sin pretenderlo el consejo en reto: “Tiene una pinta magnífica por la mezcla de medicina, ciencia, locura, epistolares y alta literatura. Cuando le haga entrada, si me ha gustado, te lo envío (físicamente) para que lo leas, si quieres”. No sé si me gustó más la mezcla de ingredientes tan poco habitual o la oferta gratuita de un libro que pronosticaba no iba a resultar fácil de encontrar. Tres días después José Luís publicaba una entrada de corte elogioso (y vamos a creer que sincero), reiteraba su oferta de envío gratuito (incluidos costes de desplazamiento) y yo sucumbía, como hago siempre, a los más bajos instintos de lector. En cualquier caso, el libro, que incluía la promesa de devolución inminente para poder continuar su labor divulgativa, cultural y gratuita, sigue en mi casa con un yo que vive ajeno a los improperios que le salen al buen JL por la boca gracias al factor distancia, siempre tan de agradecer en disputas de este tipo.
UNA EXPLICACIÓN QUE NADIE ME HA PEDIDO
A continuación: los motivos por los que me declaro en parte inocente de este pequeño desastre que venimos arrastrando unos y aguantando otros desde hace una semana:
Las tres entradas anteriores (cuatro, si incluimos la de la Oblomovka Herida en la que no tengo arte ni parte pero que sí, surge de aquí, por culpa de todo esto y de la que repito, es el pusilánime Oblómov único culpable) tenían y tienen un único objetivo: replicar, un poco torpemente, la idea que me sugería la novela de Hugo Abbati; una novela que trata de lo que ya supondrán y no quiero dejar de exponer: del reencuentro de dos amigos, de la puesta en común de sus vidas, de las diferentes formas que tienen unos y otros de interpretar la singularidad de los hechos, de terceras personas, de extensas correspondencias que ya no se estilan y de un camino, inevitable, hacia el desencuentro y, por qué no decirlo ya que lo he dicho casi todo, también hacia la locura.
Para la construcción de este artefacto, este chisme, volví, como antaño, a echar mano de Oblómov Varese, cual apero de labranza, (aprovecho para comentar que desea mantener en el anonimato su identidad; sospecho que por joder: para fastidiarme y que la gente siga creyendo que él soy yo, como si no tuviera bastante conmigo mismo para tener que ser también una suerte de monje castrado y depresivo, deprimido y deprimente) aprovechando su intención de resucitar y de León Tolstoi, (incluso a mí tanto paréntesis me molesta pero no veo otra manera de expresarme con claridad) un avatar tras el que se oculta Basilio Algarabía (así como suena), un asturiano indomable de ciento ochenta y ocho centímetros de humor corrosivo que se prestó a la broma después de haberme dado la idea que sirvió de motor: “¿Tú has leído los prólogos de Fresán o los de Paul Auster? ¿Has visto su extensión? ¿Por qué los blogs no han de ser iguales? ¿Porqué no dedicarle a los libros el espacio que merecen?”, me decía. Yo le contesté como buenamente pude: “¿Tus has leído las entradas de Bolmangani, Ferré o Jordi Corominas?”. No diré qué contestó para que no se moleste ninguno de los mentados. Luego traté de arreglarlo (con él): “Los blogs se dirigen a un tipo diferente de lector. […] Se trata (en el blog literario) de invitar a la lectura, algo que, en teoría, no se le exige al prólogo.” El debate continuó (Basilio no estaba de acuerdo en que el tipo de lector no era el mismo y aunque tenía razón, hasta este mismo momento, durante esta frase, no se la he querido dar) pero la idea quedó ahí, germinando y un día, no sé cómo, quizá en la ducha como la mitad de las veces, me acordé de Abbati, pensé en el valor de las epistolares y entre los tres construimos este pequeño circo ambulante. Lo plagamos de hipótesis a cual más plausible y festejable y al final quedo ésta: así de listos somos, no dando para más ni plagiando. Atendimos, (acordamos) a dos normas fundamentales como limitadores del frenesí imaginativo: (a cambio de garantizarles una perestroika indefinida) cada uno diría lo que quisiera decir y llevaría la historia hacia donde le fuese más conveniente, algo que supongo le ocurre a todo el que escribe, Abbati incluido. La diferencia entre unos y otros es que unos (nosotros) se les nota más y a otros (Abbati) se les nota menos.
BREVES CONCLUSIONES
Como era de mi agrado (y lo sigue siendo, ahora más que nunca) que el artículo pareciese breve lo voy a ir terminando. Debo además tener en cuenta que el paciente lector no se conforma con las apariencias y los desea efectivamente cortos puesto que sólo así los ve breves. Artículos que duren poco, ¡qué original! Recuerde venir con más ganas la próxima vez.
Y UN CONSEJO
Léanse el libro de Abbati. Gocen.
Habráse visto la caradura de tus propios amigos. Me permito recordarle, Sr. González, el mensaje que le envié hace ya un par de meses:
ResponderEliminarMálaga, 7 de noviembre de 2010
Carlos, acabo de terminar de leer un libro de un argentino llamado Hugo Abbati. Es psiquiatra y trabaja en Ronda. El libro me lo ha enviado su editor, a quien conocí en la performance que Eloy Fernández Porta ofreció en la FNAC de Málaga hace poco más de un mes sobre su ensayo €®O$: La superproducción de los afectos. Eloy empezó diciendo una fecha antigua que no recuerdo y después que el coño de Claudia se ha hecho o vuelto socialdemócrata. Luego nos fuimos a tomar unas cervezas con él. Compramos unas gafas luminosas a unas chinas. Etcétera. Semanas más tarde, en una presentación institucional de un ensayo sobre paradigmas y discursos literarios de lo femenino, volví a encontrarme con el editor de Abbati. Aún no sabía que era editor ni tampoco conocía a Abbati, que no estaba en la presentación y ya te he dicho que es argentino. Fuimos a tomar unas cervezas y luego unas copas. Después de las cervezas y antes de las copas el editor me dijo que era editor y me habló por primera vez de Abbati. Con tono confesional. Utilizando un lenguaje epifánico. Y eso que acabábamos de bebernos casi una caja de cervezas y de comernos varias raciones sólidas a modo de speed para hambrientos. Con algo de vergüenza le di mi dirección y a los pocos días recibí un sobre acolchado con el libro, que se titula Correspondencias. No te cuento de qué va para no destrozarte el argumento. Esto es algo que no comprendo cómo no comprenden a su vez los críticos o reseñistas habituales de las revistas y suplementos culturales. Resumir de qué va una novela no quiere decir que haya de destriparse su argumento ni contar más interioridades que las justas. Aun en obras pertenecientes a la Alta Literatura todavía el argumento juega un papel fundamental. Se unen propósitos estéticos y dialécticos con otro meramente lúdico como es el disfrute progresivo y paulatino del qué va a pasar ahora. Concluyo que, además de la casi totalidad de los escritores de ahora, los críticos y reseñistas de ahora son unos perfectos capullos.
Pero vuelvo al libro de Abbati. Carlos, debes hacerte con él. Es fundamental que leas lo que ha escrito este psiquiatra. Ni te imaginas lo que hay ahí adentro. No te cuento más ni te avanzo número de páginas ni precio con o sin IVA. Sólo esto: busca y lee Correspondencias de Hugo Abbati. Si no lo encuentras con facilidad en A Coruña, igual puedes hacer una desiderata a la biblioteca habitual, esa donde conseguiste que te trajeran España de Manuel Vilas y donde no acaban de conseguir 25 centímetros de David Refoyo. Si aun así resulta que tampoco, ya veremos la forma de que te haga llegar mi ejemplar sin utilizar Correos, ya sabes que estoy mal de dinero. Quizá podamos utilizar las webcams de los portátiles para hacer una copia a distancia. Yo podría ir poniendo páginas de Correspondencias delante del ojete de la cam y tú irías capturándolas y guardándolas en tu disco duro y diciéndome Otra para que yo pasara página. Después sólo tendrías que imprimir las imágenes en la impresora del trabajo, si no has repuesto el tóner de la de casa desde la última vez que se te acabó. O leerla en pantalla, tú verás si quieres seguir destrozándote la vista, a mí eso me la trae floja.
Aprovecho para recordarte que todavía me debes seis euros de cuando estuviste en Málaga el verano pasado. Dijimos que la comida la pagábamos a escote pero cuando la camarera aquella tan buena nos trajo la cuenta le diste aquel billete falso y si no hubiera sido por mi mano izquierda y por mis doce euros en monedas acabamos los dos en comisaría. Mira de hacerme un giro o lo que sea. Ni se te ocurra la tontería de enseñarme los seis euros a través del ojete de la webcam.
Tuyo,
José Luis Amores
Después te envié la novela, y si te he visto no me acuerdo. Ruego giro con la cantidad mencionada; hace días que no puedo ni tomarme un café, y la sopa de estrellitas se me ha terminado.
Un abrazo.
¡Qué pedazo de cabrón! ¡La novela no me la enviaste entonces sino después, cuando te hube contestado, amenazado e injuriado!
ResponderEliminarY para demostrarlo he aquí la réplica tal como fue enviada, sin quitarle ni ponerle una coma (no como la tuya, medio plagada de mentiras):
A Coruña, 8 de noviembre de 2010
Querido diario:
Bolmangani me hace tomar demasiadas notas. Me marea. No sé donde empiezan ni donde acaban sus recomendaciones ni donde empiezan ni donde acaban mis delirios y empiezo a temer por mi salud mental: quizá sea momento de ir pensando en deshacerme de él; de Bolmangani.
Témeme. Témeme porque algún día, canalla, escribiré un diario como ese de arriba donde relataré el infierno bibliográfico en el que me tiene sumido tu amistad: entre las referencias evidentes, la veladas y las directamente crípticas de tus sesenta entradas en el blog y los dos millones de emails que hemos cruzado podría llenar setenta veces siete estanterías de Babel; amén de los viajes inducidos por la red que me agotan el límite de la ya de por sí exigua tarifa de datos que tengo contratada con mi proveedor de servicios de turno, que viene siendo aquel que hasta la fecha no me haya denunciado por impago. Porque tú serás pobre (personalmente me inclino a creer que tiene tu mal más que ver con la avaricia: ¿o debo recordarte que el otro día me hiciste entrar descalzo en tu Santo Sanctorum? No se justifica tanto libro –por mucha estantería de Ikea que los sostenga- si no es a través de la riqueza o de las prácticas sexuales indiscriminadas con escritores, editores y/o secretarias de unos y otros –o esposas, amigas, amantes, mascotas) pero yo lo soy más: pobre, quiero decir, por si has pedido el hilo. Soy tan pobre y miserable que no tiene el umbral de la pobreza secretos para mí.
(sigue)
(viene del anterior)
ResponderEliminarPero volviendo al tema, sea éste cual sea: he dedicado las dos últimas horas a tratar de seguirle la pista a todo lo que comentas de Eloy y su “€®O$: la superproducción….” -libro que te recuerdo compré sólo unos minutos antes de que me dijeses que era mucho mejor, como aproximación al autor, empezar por “Afterpop: la literatura de implosión mediática”- por si hubiera alguna novedad de la que no estuviera al tanto. Y no, no la había, pero seguía allí mi lamento por haberme perdido su presentación cuando estuvo en la FNAC de aquí; pero coño!, yo entonces no conocía a este buen señor. Pero tú sí, JL. Y no me dijiste nada. Tener amigos para esto… Pero voy acabando, que tengo que recoger a la niña en el colegio. Mira, si me dices que no conocías al editor de Abbati yo te creo pero me pongo en su lugar (en el lugar del editor) y me imagino un señor como tú, ya de cierta edad (me vas a perdonar el chascarrillo por la cuenta que te trae) que, mira tú que coincidencia, no hace más que encontrarte en saraos literarios de diferente catadura (no caradura, no –que también: catadura). Claro, como para no decirte nada. Así entiendo que si luego, para más inri, te llevas al buen señor a tomar cervezas, pichos, tapas, copas y no me quiero imaginar cuantas otras perversiones gastronómicas, acabe éste con epifánicas confesiones sobre la excelencia de algún libro y/o autor que tenga un bollo a punto de salir del horno o que haya salido ya y esté todavía caliente, tal como parece ser exactamente el caso de este Abbati y sus “Correspondencias”, héroe (tu presentación de él me hace pensar en un gallardo argentino, quijotesto hasta la médula, que ve Males de Montano donde otro veía Molinos de Viento) hasta hoy para mi desconocido. He buscado en la red, a través de google, información sobre “Hugo+Abbati” (también puse “editor de Abatti” y al pinchar en las fotos salía de entrada tu jeto adornado con gafas de luces, borracho como una cuba y abrazando a pobre hombre que reflejaba el pánico en sus mirada) y está la cosa malita: no es un tipo muy popular; pero creo que he tenido suerte (entendiendo “suerte” como la práctica adquirida a lo largo de estos meses de buscar las fuentes de tus consejos) y he descubierto ese “algo” que hace interesante lo común (entendiendo como “común” un argentino dedicado a la psiquiatría). En el caso de Abbati, ese punto se lo da lo que parece ser una cierta pasividad, quizá despreocupación o falta de entusiasmo, a la hora de ver publicada su obra. Me recordó a Filloy, también argentino, también escritor, también un poco marginal, también, dicen, de conversación memorable. Cuando uno parece tener la suerte de dar con un escritor humilde y tan reconocido como desconocido no puede evitar (es mi caso y veo que el tuyo y entiendo que también el de el editor sin nombre –mas allá de los intereses económicos que en vista de la tirada de la edición no debe ser tanto la causa como el efecto) dar un pequeño salto de alegría, algo tenue y prudente pero entusiasta a la vez. Un salto peculiar, sí, qué duda cabe (lo he reproducido en el espejo y he visto lo absurdo que resulta y me he preguntado si habrá en la novela respuesta a este repentina locura en que parezco haber caído).
(sigue)
(viene del anterior)
ResponderEliminarMe voy a hacer el tonto, ahora sí, ya definitivamente y a hacer oídos sordos (ojos ciegos, mas bien, en este caso) a tu falta de interés por enviarme por correo la novela. La desiderata no la hago porque me dijeron ayer, cuando fui a buscar el “Sí” de Bernhard, que actuara con prudencia en ese tema, puesto que aún siendo Biblioteca Pública, o precisamente por ello, estaban sujetos a las leyes del mercado y estaba mi dilapidante actitud poniéndolos a ellos, sin comerlo ni beberlo, en el punto del mira del fisco. Prudencia, me vino a decir, y que si hago desideratas que sean de Auster, que se amortiza mejor la compra. La idea de la webcam tiene su gracia. Más gracia que sentido común pero estoy dispuesto a ello si así consigo que me perdones los seis euros de las cañas, porque llamarle comida aquello es un despropósito en sí mismo y dice muy poco de tu buen gusto en el comer (cielos!: pienso ahora en la mirada del editor: quizá no era pánico sino un corte de digestión). ¡Qué culpa tengo yo si mi hija guarda siempre los billetes del Monopoli en mi cartera! Ah!, y no era una camarera: era el maître y tenía bigote. Pero a esto haré también oídos sordos.
Tuyo, también, a pesar de todo,
Carlos González Peón
http://lamedicinadetongoy.blogspot.com/
Después de esto sí, me llegó el libro. Lo tengo preparado para enviarlo a Oviedo, tal como acordamos. Con el sello puesto y todo; esperando que me faciliten la dirección. Parecerá sencillo, pero tendrías que verte en mi lugar.
(En ocasiones, el esfuerzo de escribir entradas tan largas e impopulares -por extensas, crípticas y tangenciales- se ve recompensado de la formas mas inesperadas. En esta ocasión la sonrisa la despiertan los comentarios: un lujo que merece ser algo mas que un segundo plato aunque sea precisamente eso lo que las hace inmensas).
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