jueves, 10 de abril de 2014

“Matar a un ruiseñor” de Harper Lee

O venir a descubrir la pólvora.

Se pregunta uno qué sentido tiene, a estas alturas de la película (valga la redundancia) recomendar o simplemente comentar clásicos reconocidos como este. Si vale realmente la pena perder el tiempo en la obviedad de quitarse el sombrero.

Pero sí, claro.

Por ser de sobra conocido no deberíamos perder el tiempo con el argumento, pero aquí tenemos nuestras manías a la hora de escribir reseñas. La acción tiene lugar en el sur de Estados Unidos durante la época de la depresión (treinta, treinta y pico). Ya saben: polvo, hambre, racismo, clasismos, nuestro señor Jesucristo. La narradora es Scout, una niña de unos seis años de edad, que tiene una visión ácida, divertida y extremadamente inteligente de lo que sucede a su alrededor. (Seguramente demasiado ácida, divertida e inteligente para una niña de su edad, pero he ahí el truco del almendruco y, supongo, parte de la razón del éxito de la novela: esa mezcla de memorias que se escriben desde la madurez adoptando el punto de vista infantil; ese ir de narrador inocente pero no hacer el menor esfuerzo por disimular.)

«Para Maycomb […] era típico de un negro huir de pronto, corriendo. Típico de la mentalidad de un negro no tener plan, no haber formado un proyecto para el futuro, sin correr ciegamente a la primera oportunidad que se le ofrecía.»

Y qué sucede a su alrededor. Pues a su alrededor sucede, básicamente, la vida y puesto que aquí no tenemos tiempo para contarla toda, vamos a simplificar y a hablar de una novela que tiene el fin de la infancia como tema principal y, de fondo, uno de corte racial. ¿O era al revés, el racismo como tema y la infancia a modo de acompañamiento? 

«—¿Cómo han podido hacerlo; cómo han podido? —No lo sé, pero lo han hecho. Lo hicieron en otras ocasiones anteriores, lo han hecho esta noche y lo harán de nuevo, y cuando lo hacen... parece que sólo lloran los niños.»

Cualquier persona con dos dedos de frente ha leído esta maravilla de novela. Cualquiera con uno, ha visto la película. Yo, ahora, soy de los primeros. Ahora. No tengo otra excusa que la peor, ya saben: si he visto la película para qué voy a leer el libro. Ese tipo de estupidez. Hay otros libros sometidos al mismo castigo o similar. No es un mal año para ponerle remedio.

Confesiones a un lado y volviendo a la reseña, hablábamos (y si no lo hacíamos lo hacemos ahora) de racismo, que es un tema siempre de rabiosa actualidad. Otros temas de rabiosa actualidad que también están en la novela: la infancia, ya lo dijimos, magníficamente representada en una primera parte cargada de elementos nostálgicos, con su imaginación, sus miedos, sus hazañas, sus cosas del día a día, esa guerra que es el patio del colegio, ese micromundo plagado de cataclismos. Más cosas: apariencias de clase; integridad. Personajes con valores enfrentados a otros absolutamente amorales, la cultura frente a la ignorancia (de hecho los protagonistas, personajes honestos y tolerantes, son lectores apasionados, diríase voraces).

Pero al margen de afinidades espirituales o la simpatía que uno pueda tener por determinadas historias, hay un ejercicio de estilo absolutamente genial, hay un libro cómplice, que se deja querer, que es todo empezar y no saber dejarlo. Y hay, sobre todo, una cosa que no suele verse: un personaje evolucionando de un modo natural.

«La Mansión Radley habla dejado de aterrorizarme, pero no era menos lúgubre, menos helada debajo de los grandes robles, ni menos repelente.»

«Todos los niños de los Estados Unidos leen el libro y ven la película en sus primeros años de secundaria y escriben redacciones al respecto», dice Wikipedia que dice la viuda de Gregory Peck. Y será verdad, aunque eso no quita para que luego se criminalice igualmente la raza, que parece que no siempre germine la semilla de la tolerancia. Y, bueno, en fin, que sí, que mi voto por incluirlo como lectura obligatoria a los doce o trece o los que sea siempre que no sea demasiado tarde. Y ya luego lo que sea, que tampoco será plan de echarle la culpa del hijoputismo a una mala lectura de la novela de Harper o a que no te gusten las películas en blanco y negro.


Bromas aparte, una más que magnífica novela.



21 comentarios:

  1. Esta y "El Manantial", de Ayn Rand, llevan la tira de años siendo las dos novelas no contemporáneas de compatriotas más valoradas por el público lector de los USA. Supongo que por algo será. :)

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    1. No sé. Yo me niego a leer a Rand. El manaltial se quedará en película.

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  2. Ajá, una más que magnífica novela.

    Pero espero que el comentario de Julian Bluff no haga alusión a la calidad de ambas novelas. No pongo en duda el dato que ofrece, lo desconocía, pero desde luego las razones de que ambas novelas sean las más leídas en USA darían lugar a no pocas y complejas explicaciones sociológicas. Porque si Matar a un ruiseñor representa valores humanistas y habla de un cierto tipo de civilización a la que aspirar, la novela de la señora Rand, de ahora en adelante "esa tarada", supone justo lo contrario: un panfleto anarcofacistoide de los de "mama miedito" el día que a sus seguidores les dé por descubrir e invadir Polonia. No queda más que desear la muerte por peste bubónica a todos y cada uno de ellos, amén. Cada vez que oigo hablar de ella se me pone el vello de punta, al comprobar que sus doctrinas disparatadas y psicópatas siguen haciéndose eco... ufff, qué mundo este.

    Marga


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    1. Coincido. Lo de Rand es inexplicable.

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    2. Querida Marga:
      Considerar tarada a una persona no piensa como tú es lo que hacían los nazis. Ellos no trataron muy bien a los tarados y sí invadieron Polonia, a pachas con el amigo Stalin, por cierto.
      Me parece perfecto que cualquiera critique a Rand, su obra, su ideología y lo que le venga en gana, pero sin caer en el insulto fácil y peligroso.
      Yo, en mi ingenuidad, supongo que quién accede a un blog como éste es un lector más o menos empedernido. Yo lo soy (lo de más o menos) y suelo buscar lecturas de autores que no piensan como yo. Intento comprender cómo un ser humano, un semejante, ha podido llegar a conclusiones tan diferentes a las mías. Lo hago sin prejuicios, con la mente, las orejas y, ya que estamos, las piernas bien abiertas. Esta es otra de las ventajas de leer: hacernos más tolerantes, que falta nos hace.
      Un saludo
      Torcuato Cando Losgüevos
      P.S.: Hasta ayer no sabía nada de Ayn Rand.

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    3. No es muy difícil de entender, Don Torcuato: existieron, existen y existirán seres humanos malos, muy malos. Tan humana es la bondad como la peor de las maldades. Por eso, a los hijos de puta y a quienes jalean o justifican determinadas ideas es necesario no respetarlos y llamarles por su nombre, para que a nadie le quepa duda alguna. Lo demás es relativismo postmoderno que tanto daño ha hecho y está haciendo

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  3. Tongoy says: "...que mi voto por incluirlo como lectura obligatoria a los doce o trece o los que sea siempre que no sea demasiado tarde"
    Ay, alma inocente, cuando esa criatura que cuida de ti mientras lees se convierta en adolescente -y mucho antes en el colegio- , no tengo la más mínima duda, de que te dará un síncope cuando veas qué les mandan leer a estos seres humanos a medio hacer.
    Avisado quedas, tú deja que aprenda a leer y ahí comenzará el horror.

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    1. Toda la razón, yo me espanto cada vez que escucho a mis sobrinos decir que en el colegio les han mandado leer bazofias como "La sombra del viento" o "Crepúsculo" porque los profesores son defensores de esa falacia estúpida de "mejor que lean eso a que no lean nada". Si fueran hijos míos les sacaba del colegio.

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    2. ¿En serio? Qué horror. NO sabía. De momento no he tenido que pasar por eso, afortunadamente. Ya guerrearemos cuando toque. Quien sabe, puede que hasta sea divertido.

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    3. O peor aún, una niña de sexto de Primaria, doce años, desde hace cuatro, jamás le han mandado nada para leer. Pero, eso sí, fiestas "culturales" en las que se tiran una semana viendo Crepúsculo y similares tienen una o dos veces por curso.
      Este tema me puede, hasta escribí sobre ello en lugar de ir al psicólogo.
      Saludos, Carlos.

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  4. Totalmente de acuerdo.

    Lo que es terrible es que en español no haya más edición de esta gran obra que esa con que usted ilustra este texto. Detesto particularmente las ediciones que tienen en portada una imagen de la película. Horror.

    Otra cosa: ¿se da cuenta de que a mayor calidad de la obra comentada, menor el número de comentarios? Curioso, cuanto menos.

    Un cordial saludo.

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    1. Muy curioso. Siempre ha sido así. Ahora fíjate: cuando me lea algún libro tipo "la mierda habitual" verás cuantos vienen a echarme en cara esto lo otro y lo de más allá. Al tiempo.

      Por cierto, te he visto con Cocteau. Tenía pensado leer ese libro este mismo mes.

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    2. Estoy con Cocteau, cierto, pero aún es pronto para pronunciarme al respecto. Era un pendiente que tenía hace tiempo y creo que le ha llegado el momento.

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  5. Estoy leyéndola en estos momentos y me parece una gran novela. Curiosamente, si no estoy equivocado, es la única novela publicada por su autora.

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  6. lo bueno de este blog es comprobar que los que critican a los escritores horribles son mas repelentes aun
    moon martin del soulseek

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  7. y si que es un gran libro matar a un ruiseñor

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  8. y ciertamente es una gran novela el ruiseñor

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  9. Torcuato, perdóneme usted. Pensé que con la alusión a la peste bubónica quedaría matizada el vacile de mi definición sobre esa señora pero ya veo que no.

    y lamento decepcionarle al informarle de que leer compulsivamente no me hace mejor persona, ni más guapa ni más alta lo que me fastidia aún más si cabe, cagontó. Mi única razón para leer compulsivamente es el placer que me provoca y posiblemente alguna neurosis aún no ha diagnosticada, lo que me convertiría en una tarada más aunque en este caso me gustaría pensar que mejor intencionada y menos peligrosa que la escritorucha de marras.

    Y en cuanto a la tolerancia, convertida en estos días en arma arrojadiza y sin contenido a la menor ocasión o debate (al igual que el término nazi), le diré que me parece genial su capacidad zen para aplicarla a todas horas y situaciones. Yo, me temo, que soy algo más puñetera y mi intención es saltármela toreramente con los imbéciles y los canallas, dialécticamente hablando, por supuesto, no sea que las personas de bien me malinterpreten y me pongan en busca y captura. Hay que tener cuidado no sea que...

    En cualquier caso ni la escritura ni el libro se merecían tanta ocupación por nuestra parte, de verdad. Pruebe a leerlo y sabrá a lo que me refiero.

    Me enternece su deliciosa ingenuidad, eso sí, si le sirve de algo.

    Y ya, basta de abusar del Señor Tongoy y su espacio.

    Que tengan un buen domingo soleado!

    Marga

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  10. También está en la lista de novelas con más intentos de censura según la lista de la asociación de bibliotecas americana. Curiosamente la mayoría de los ataques la acusan de racismo. Me da que hay mucha gente a la que no le hace demasiada gracia verse reflejada en determinados personajes

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