Dice, la contra: “La benévola es una novela histórica porque está ambientada en otra época”. Y bueno, en fin… Una advertencia para los amantes de las novelas históricas: eso no es exactamente así. A ver, sí, hay un contexto histórico que invita a cierto entusiasmo pero las cosas como son: esta es una novela sobre la venganza ambientada en la América de la esclavitud que tiene de histórico lo justo y necesario y poco más. Personalmente lo prefiero a cualquier clase magistral sobre lo que era ser esclavo o esclavista o consorte de tal.
Conviene aclarar que leí esta novela hace por lo menos cuatro meses; que hablo, por lo tanto, de memoria; que es una memoria frágil, que he olvidado mucho pero recuerdo bastante. Que esto ha de contar como cumplido.
La cosa va de una niñata en edad de rebelarse y hacer el tonto que un día conoce a un listo del que cree enamorarse perdidamente sólo porque asegura tener una mansión y terreno para aburrir en mismísimo Kentucky, ese campo de sueños que puede alejarla rápidamente de sus padres, esos señores que coartan su libertad. De la misa la media. Ni tanta mansión (si acaso choza) ni tanto terreno (si acaso terruño) ni tanta ambición (si acaso cuento). Lo que si tiene es mano de obra barata y una hermosa fusta y la horrible costumbre de meter a las lindas negritas en cintura a base de bien. Ellas son dos y se amigan con la joven, insegura, descreída y tirando a infantil ama y aquí es donde, más o menos, tiene lugar la historia. Espera uno gestos heroicos o huídas a campo abierto o la demostración de que la amistad todo lo puede y lo que se encuentra, en cambio, es algo bastante diferente, algo que tiene más que ver con el hijoputismo contagioso o con compensar los errores propios con el dolor ajeno.
No voy a entrar mucho en detalle, ya he dicho que esto tiene que ver con la venganza. Saquen ustedes sus propias conclusiones o directamente léanse la novela. Personalmente tengo que reconocer que ha sido una agradable sorpresa no tanto por el estilo —un ejemplo del cual pueden ustedes leer a continuación (pido disculpas por haberlo robado de no sé qué blog, pero es que no sé dónde diantres he metido el libro)— como por la historia, que, sin alardes ni efectismos, logra aprovechar el tan histórico tema de la esclavitud para hablar de una violencia no diremos inherente al ser humano pero sí como recurso liberador.
Interesante.
«Una vez en mis primerísimos días un niño se perdió y cayó en un estanque, y cuando lo encontraron, no era más que una chaqueta azul y unos pantalones rojos flotando bajo un palmo de hielo boca abajo. Mi padre salió con su hacha para ayudar a sacarlo. Todos los hombres, provistos de hachas, formaron una especie de reloj en el hielo y por turnos descargaron golpes de hacha. Las hachas descargaban un golpe tras otro en torno al reloj, y los trozos de hielo saltaban hacia los lados y volaban por el aire, reflejando el sol que iluminaba el cráter que estaban creando. Yo tenía cinco años. El niño había sido mi compañero de juegos. Parecía que estuvieran sacándolo del ojo de una joya. Cuando ya lo tenían fuera y lo envolvían en la orilla, me acerqué a la joya que crujía en torno al agua negra y me arrojé dentro. Fue mi padre quien me sacó. Después de llevarme a casa y secarme y abrazarme, me dio una azotaina hasta que vi las mismas estrellas que había visto alrededor de esa joya en el estanque, y luego me azotó un poco más porque cuando me preguntó si ya había tenido suficiente, sonreí.» (p. 128)
No se me ocurre algo más aburrido que leer.
ResponderEliminarSeñor La medicina de Tongoy:
ResponderEliminarNoto con cierto desasosiego que de un tiempo a esta parte (3 o 4 entradas) sus reseñas/notas/loquequieraquesean han perdido un tanto el pulso crítico, el ardor guerrero y la tensión dramática que solían caracterizarlas. Y no me lo explico.
¿Acaso ha sido usted secuestrado por un grupo escindido y local de Les Assassins de Fauteuils Roulants (AFR) que le exige escribir a su dictado?
¿Ha sido abducido por una nave Vogona y es obligado a sufrir interminables sesiones de su poesía que le dejan —al menos— desorientado?
¿Sufre SCIH (Síndrome del Centurión Instructor Hoteltérminus)?: ¿dolor de incomprensión? ¿astenia de lo más primaveral? ¿melancolía clínica? ¿calambres musculares?
O, peor aún (si cabe): ¿Se ha enamorado ¡Dios no lo quiera! y dedica todo su esfuerzo a escribir cartas melifluas a su amigo (pongamos que se llama Wilhelm) quejándose de la prudencia de su amada (pongamos que se llama Lotte)?
No vea en este comentario una crítica a su blog, que admiro y mucho, sino una preocupación sincera por su estado de salud, su equilibrio hormonal y su propia seguridad: un poco como la DGT.
Cordialmente
Torcuato
Tiene usted más razón que un santo: sufro una falta absoluta de ardor guerrero. Pero no se apure, es temporal. Estoy a muchas cosas al mismo tiempo y he aprovechado para bajar el tono del blog, que no el ritmo de lecturas. Digamos que estoy un poco en off en lo que a actualidad se refiere, pero es un off voluntario, algo así como unas vacaciones. Ya se me pasará, de hecho ya se me está pasando aunque de momento no será evidente. Yo creo que en mayo ya deberían empezar a notarse los cambios pero antes de eso todavía habrá unas cuantas reseñas de corte light. Sorry.
EliminarGracias por el comentario. Me alegra que se haya dado cuenta.
Total, que se nos está amariconando. A ver si hablamos más claro, Torcu. Y más concisito. Que hay crisis.
ResponderEliminarQuique
Coño, Quiquiño, ¿qué es de tu vida?
EliminarYo en Abril me amaricono siempre. Creo que es por la primavera, pero no me hagas mucho caso. SE me pasa en mayo, eso sí lo sé.
Ya ves, te sigo siguiendo desde la penumbra. Cosas de la vida. Mucho lío y tal. Entre follar y trabajar no me queda tiempo para nada más. Fíjate que hasta me vuelve a apetecer escribir algo. Pero no te preocupes que no va a poder ser. Reprimiré mi talentazo.
Eliminar¿Y tú qué tal? ¿Bien? ¿Nehmo? ¿No decías que había aparecido?
Quique