lunes, 9 de diciembre de 2013

“Todos los crímenes se cometen por amor” de Luisgé Martín

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Leo este libro entre los días 24 y 26 de septiembre de 2013. Lo abro, lo leo, lo cierro. Lo guardo. Me digo: vamos a darle un par de días, a ver qué queda. Después lo olvido. Un poco voluntariamente y otro poco no.


2

14 de octubre (fecha estimada) empiezo la reseña. Escribo esto:

Supongo que lo mejor que se puede decir de un libro es que se ha disfrutado con su lectura. Luego están los matices, las exageraciones. Las concesiones. Supongo que lo mejor que puedo decir de este libro es que disfrutado con su lectura. Ahora vienen los matices, las exageraciones. Las concesiones.

Lo he dicho muchas veces: de Luisgé me quedo con la prosa y seguramente también con los planteamientos de sus novelas, que es lo que hasta ahora había leído. Sus libros no se caen de las manos, pero precisamente por eso dejan el regusto amargo de lo que podía haber sido, y la pregunta en el aire de porqué no pudo ser, qué es eso que le falta o qué es eso que se sobra y que evita que cuaje la mezcla. Seguramente un formalismo excesivo, pienso ahora mientras escribo esta entrada, la continua sensación, durante la lectura, […]

Durante mucho tiempo, no escribo nada más.

3

El 15 de noviembre vuelvo a intentarlo:

Por más simpatías que despierte un libro en algún momento hay que reconocer que algo falla.

Tal día como hoy, 15 de noviembre, recupero la intención de reseñar esta recopilación de relatos. Decido tomármelo en serio, tanto como sea posible. Tanto como para llevar el libro a dar un paseo. Tanto como para releerlo, por aquello de ser, ya que no objetivo, sí, al menos, medianamente justo. Tampoco es plan de inventarse la reseña.

El caso es que dejo lo que estoy leyendo (Gaddis, joder, nada menos) y vuelvo a meterme en los cuentos de Luisgé. Quiero recodar, por lo menos, el argumento de alguno de ellos. De todos, si puede ser. Tengo plena confianza en que así será. 

No, no es verdad; no la tengo.

Voy la mitad, tal vez algo más, cuando se confirman los temores: recuerdo menos de lo que esperaba. Bastante menos. No pretendo culpar de mi mala memoria al bueno de Luis. Me sigue gustando mucho su forma de escribir. Esto no es nuevo, ya me ocurría con sus novelas pero al menos de ellas sí queda algo. Y aquí es a dónde quiero ir a parar: leo a Luisgé porque más allá del argumento de sus historias (ahora vamos con esto) disfruto leyendo a Luisgé. ¿Se trata de eso? ¿Es suficiente con eso? Seguramente no.

Luisgé representa la sobriedad. 

«Reflexioné durante algunos días acerca de todo lo que me había dicho y hablé de ello con mi esposa, quien, después de unos instantes de duda, me animó amorosamente a obedecer la recomendación clínica. Me confesó que también ella me encontraba desde hacía tiempo abatido y melancólico y que había llegado a pensar, afligida, que quizá la causa de todo ello era nuestra relación sentimental, relación que, aunque no atravesaba ninguna crisis, se había encaminado ya por los rumbos de la parsimonia y la costumbre que tarde o temprano gobiernan todos los matrimonios. Ella, que trabajaba en una agencia de publicidad, no podía tomarse vacaciones fuera de temporada, pero me invitó a que me marchara solo a algún lugar bucólico y soleado en el que recobrarme de mis tribulaciones. Me aconsejó, incluso, que viajara a la isla de Capri, de la que yo, que había estado allí hacía muchos años, antes de conocerla a ella, hablaba siempre con una especie de añoranza melindrosa.»

Prosas aparte, están las historias. Luisgé habla de cosas que son perfectamente posibles. Nada de unicornios. Fantasías, las justas. Habla del día a día de ser uno mismo. Habla de, por ejemplo amores fatales, de los que matan o mueren, según toque. Un hombre viaja, cree que se enamora, cree que puede matar a su mujer por ese amor. La fantasia en los relatos de Luisgé está en despeñar a la parienta por un barranco. En otro relato dos cuñadísimos ocultan su relación de amor toda la vida. A quién no le ha ocurrido eso alguna vez. Hay cuentos de hombres malvados que matan inocentes que sueñan con volver a su casa, ese lugar que sólo dos días antes soñaban abandonar para siempre. Hay también cuentos que hablan de esas cosas que les gustan tanto a los escritores: ficciones sobre ficciones y libros de fondo. Relatos que no deberían salir de un circuito cerrado exclusivo del gremio.

Tal vez un ejemplo perfecto de este realismo de Luisgé se encuentre en un relato llamado “El otro” donde se recupera, por enésima vez, la figura del doble. Luisgé elimina el habitual componente fantástico del relato dejándolo simplemente en un hombre que es confundido con otro por una tercera persona. No pasa nada: se investiga y se resuelve el misterio. Y tan felices.

La normalidad. 

Luisgé habla de cosas que pueden ser y seguramente son y por más que lo haga con una corrección digna de elogio transmite, al lector, una falta de pasión que no invita a coger el ordenador para emitir, no digamos ya una “nota de urgencia” [ejemplo], sino al menos una reseña, aunque sea pequeña, aunque sea la más triste y aburrida del mundo. Un piensa, cuando termina el libro, ah, qué bien y luego lo cierra, elige otro y sigue leyendo.

Decido no terminar la relectura de los relatos de Luisgé. Quizá en otra ocasión. Total, qué más da.


8 comentarios:

  1. Me sucede algo parecido que a ti cuando leo a Luisgé. Lo leo con avidez pero una vez terminados sus libros se quedan en nada, en un ligero recuerdo de algo bien escrito, con proposiciones interesantes, pero que no cuajan.
    Creo que le falta rematar, mirar con más altura y hondura... elevarse por encima de sus propias ideas para abstraer y llenarnos.
    Aún así es un autor que leo sin tirar el libro contra la mesita con rabia al acabar... sólo un plufff... y veremos el próximo... que espero que cuaje... por fin.

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  2. También coincido. Luisgé acaba siendo un poco conservador. No arriesga ni en fondo ni en forma, y uno acaba el libro, efectivamente, esperando un giro o un climax que nunca llega. Se acerca a lo fantástico pero sin serlo, quedándose en el medio, en zona muerta. De momento solo demuestra oficio.
    Gracias por tus reseñas Tongoy.

    Mariano

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  3. Ya eché un vistazo a este libro de relatos, a su sinopsis y tal, y no me llamó la atención. Esta es la primera reseña que leo de mismo y me he quedado igual. Mi intención no ha cambiado.

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  4. Permitidme la observación de que este libro (y tantos otros) no invitan, o confunden con su diseño de portada. Veo esta cubierta en la librería y pienso: "vaya, otra tontería de asesinatos de ñoñas con hacha" ya además veo el vestido de la mujer de la ilustración y la palabra "amor" en el título y noto que pretenden impactar con elementos e ideas que se supone contrastan y se descontextualizan unos a otros pero que son un tópico mil veces visto y mal hecho y... no apetece, nada de nada, saber de qué va.
    Por cierto... ¿que manera de coger un hacha es esa? imagino que la modelo para la ilustración no ha debido usar una en su vida.

    F.

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  5. No hay que llamar corrección al aburrimento. La prosa de Luisgé es tremendamente insípida.

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  6. Cree que es un remo, la gilipollas. Y eso. Conclusión sacada y a otra cosa, mariposa.

    De la reseña interpreto que el tal Luisgé es un poco como la comida china, que llena enseguida y a la hora te mueres de hambre.

    Quique, que se ha comprado la casa de hojas, a ver qué tal.

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  7. El fragmento que reproduces es un poco mierdoso, ¿no?, con esos pronombres relativos y esas frases largas, correctas, académicas, pero muy poco interesantes en cuanto a su contenido. O sea, bien, pero hay cosas mejores que leer.

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