sábado, 9 de febrero de 2013

“Un mundo para Mathilda” de Victor Lodato

Un mundo para Mathilda” fue la última novela que estuve a nada de abandonar algo así como setenta veces. Tirando por lo bajo. Esta podría ser la reseña más corta del mundo, pero ya saben que yo cobro por carácter (tómense esto como quieran). Total, que lo de Mathilda es muy muy bobo. Mucho. No es lo más bobo del mundo, pero casi. 

Mathilda es una niña de unos trece años a la que se le muere una hermana no mucho mayor que ella. La información que la criaja nos da sobre el percance parece bastante clara porque uno pone siempre toda su fe en el narrador pero Mathilda tiene 13 años y arrastra un sentimiento de culpa que nubla nuestro entendimiento lector. Claro que de esto te vas enterando de a poquito. (Des)ventajas de (leer) escribir en primera persona, supongo. La niña está pelín perturbada, trastornada; la niña está fuera de sí la mitad de la novela (algo evidente por el exceso de tonterías y pequeños detalles en los que no viene mucho a cuento entrar). Para ella todo es desatención hacia su persona y sus padres no son nada más que esos señores que leen y callan todo el santo día. 

Quiero ser mala. Quiero hacer cosas malas, ¿por qué no? Mi vida es aburridísima. Como ahora. Es de noche, todavía es temprano para acostarse pero demasiado tarde para estar fuera, y ellos dos leyendo leyendo leyendo, moviendo los ojos como la luz interior de una fotocopiadora. Esta noche, cuando metía los platos en el lavavajillas, he roto un plato. He dicho lo siento mamá me ha resbalado. Pero no me había resbalado, soy así a veces, y quiero ser peor. 

Temía lo peor cuando la empecé. Lo mejor y lo peor. Me explico. Por un lado me veía venir una puta novela sobre un fondo de entorno literario. Horror. Por el otro pensaba en mi bendita ignorancia que de allí (de ese párrafo inicial) podía salir una novela sobre la incomunicación infantil absolutamente maravillosa. Absolutamente maravillosa es exactamente lo que pensé, sí, porque yo a veces también soy de esperarlo todo de una novela. 

Pues esta niña mala, tan dada a llamar la atención a golpe de vajilla, nos cuenta lo que es su vida en los días previos y posteriores al primer aniversario de la muerte de esa hermanísima, una chica popular, guapísima, comprometida con nobles causas y, como buena adolescente, secretamente enamorada. ¿Cómo se muere? Sí, perdón. Se muere arrollada por un tren. Si quieren ustedes saber si se cae o no se cae, si la empujan o no la empujan se leen ustedes la novela que no todo va a ser leer de gorra. 

Se adorna todo esto con el gran trauma que fue, es, el 11S. Algún día los novelistas americanos tendrán que empezar a hablar de otra cosa. Viendo lo rentable del asunto habrá que ir pensando en una masacre. Ya tienen ustedes deberes para el fin de semana. Retomando: hay por lo tanto una niña angustiada y sin rumbo en un mundo desesperado por recuperar su control. O algo así. Dejo la frase porque me quedó cachonda más que porque sea verdad. 

Lo injustificable es el aburrimiento de una novela que no lleva a ninguna parte, que todo es dar vueltas sobre la tristeza y el desequilibrio a través de anodinas acciones protagonizadas por anodinos personajes. Llámenlo anodinosis. Tampoco tiene nada de especial la voz narradora (hubiera sido una inmejorable oportunidad para salvar la situación) por lo que todo lo que le queda al lector es la curiosidad propia del cotilla. 

Pues a este clavo ardiendo, para ilustrar el argumento, es al que se aferra, por ejemplo, María José Obiol en la reseña que hace para Babelia el dos de febrero cuando dice (y cito textualmente, que no se diga que me presto a libre interpretación cuando me place) que 
A Mathilda se la escucha con atención en sus inquisitivas, demoledoras e incluso hilarantes preguntas y razones, pero el buen comienzo, ese punto furioso, tiene en ocasiones una deriva que no acaba de cumplir con las expectativas, por lo menos no todas, pues sucede que el interés de la novela decae y el proceso de lectura, ese camino regulado por la tensión narrativa de la historia que se va desarrollando no siempre mantiene vibrante la peculiar voz de Mathilda.” 
Llámenle deformación profesional, si quieren, pero voy a meterme un poquito con Obiol. O mejor, voy a decirles lo que no hay en la novela utilizando el parrafito de Mariajo. Aclaro: de hilarantes preguntas nada. Las preguntas normalitas de toda la vida de dios de niña resabida y con más traumas que un marine. Inquisitivas todas, o de preguntas tendrían poco y demoledoras, bueno, a ratos, es verdad que un poco puta sí que es algunas veces, pero más en resoluciones que en cuestiones. 

El resto es un poco de risa. Sigo hablando de MJ. Que “ese punto furioso” tiene en ocasiones una deriva sería reconocer que la deriva se corrige y unas veces está bien y otras no, que es lo que vuelve a dar a entender cuando dice que no siempre se mantiene la vibrante (!) peculiar (!!!) voz de Mathilda. En fin, pilarín, que si lo de Mathilda es una voz peculiar la mía es de crítico literario experto y documentado. 

No le hagan ni caso a Mariajo, angelito, que sólo quiere salvar la novela de ser pasto de las llamas. La cosa no empieza mal, es verdad, pero cuando una novela no tiene nada que aportar se muere y esta se va muriendo como sin querer por culpa de no ser capaz de mantener el interés y dotar, precisamente, de una voz especial a Mathilda. Esperaba más de un poeta que golpes de efecto al final de cada una de las cuatro o cinco partes en que se descompone el libro. “De todos modos”, continúa Obiol, “conviene salvar escollos y continuar hasta la resolución de la historia”. ¿Por qué conviene? Si lo dice porque es el único modo de descubrir la sorpresa final que propone el autor ya les adelanto que no vale la pena. Y paso de entrar a discutir la chorrada de si un buen final (no es el caso) puede salvar una novela porque ya doy por hecho que NO. 

Créanme, “Un mundo para Mathilda” no merece el esfuerzo de su lectura. No hay recompensa final. Y además la portada es horrible. 




Un mundo para Mathilda
Victor Lodato
Traducción de Carme Camps
Duomo. Barcelona 2012
310 páginas. 19,50 €

24 comentarios:

  1. Sustituye "Un mundo para Mathilda" por "Algún día este dolor te será útil" y la reseña apenas sufre cambios. Slds,

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  2. Suspenso para la portada: si Mathilda con 13 años tiene esas pintas, debería salir corriendo al médico por un grave retraso en el crecimiento. O lo mismo es correctísima la portada, acorde con "la peculiar voz de Mathilda". Grunch.

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    1. Ya no es que tenga unas pintas más o menos "bonitas". Es que el físico de Matilda, por lo que deduce en la novela, no es ese.
      Hola Saruca.

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  3. Yo, que tengo problemas de oído y de dicción, leo en voz muy alta, y casi me ahogo con esto: "(...) pero cuando una novela no tiene nada que aportar se muere y esta se va muriendo como sin querer por culpa de no ser capaz de mantener el interés y dotar, precisamente, de una voz especial a Mathilda."

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    1. Sí que es peleón, sí. En mi defensa diré que no escribo pensando en la gente con problemas de dicción. Tengo un blog políticamente incorrecto pero la intención es buena. ;)

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  4. Ya, pero Tongoy, va y se acaba el libro. ¡Se lo termina!.

    Nunca les estaremos lo suficentemente agradecidos a los Lodatos y Garridos que en el mundo son, con sus Mathildas y sus Maldonados, por despertar las iras y el estupor de la fiera. Ya que luego esta, ya algo más apaciguada, y a punto y con su punta, el "obligado" (señores, que estamos hablando de un señor serio que ha decidido criticar novela contemporánea en castellano) estilete del sarcasmo, nos ofrezca reseñas tan bien escritas y tan descacharrantes como esta de ahora.

    Tongoy, majico, estás hecho un cabrón (que es de lo que se trata).

    (P.D ¿no le has dado ustedes por pensar que la tal Mariajo podría pasar por un trasunto de Mathilda con unos cuantos añitos más?)

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    1. Gracias por la exageración, bluff.

      Hoy me arrepiento de haberlo terminado, la verdad. Al cerrar el libro miré la estantería y pensé "joder, seré imbécil". Luego, cuando terminé la reseña, miré la hora y pensé: "pero, ¿tan imbécil?".

      Tropezar cien veces en la misma piedra sin terminar de romperme la crisma.

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    2. No es ninguna exageración. "Estás hecho un cabrón".

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  5. Un buen profesor que tuve hace muchos años siempre nos decía: el mayor peligro de elegir un narrador infantil-juvenil es que por lo general acabamos convirtiéndolo en un retrasado mental.
    Y qué razón tenía. A mí en cuanto veo un libro de este tipo se me encienden todas las alarmas. Así que gracias por la criba.

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    1. Exactamente. Aviso para navegantes: el exitoso "El curioso incidente del perro a medianoche" (o algo así). Exitoso e infumable.
      En cuanto a la tal Mathilda: hombre, a los 13 años una niña ya no es tan niña. Yo diría más bien adolescente y por tanto, con unas inquietudes y un rollo diferentes de las de los niños. E igualmente infumables, por otra parte...

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    2. Ojo, la niña no peca de "infantil". Quizá demasiado ingenua, por momentos. Simplemente tiene un tono demasiado monocorde. Lo de compararla con el Holden de Salinger es para matar al portadista. O no, porque yo tragué.

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    3. P.D.: Me olvidaba: yo nunca pude terminar "El incidente...". Pensé que era cosa mía, ya veo que no.

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  6. Lo dicho: por cambios en la dirección, Duomo, de ser una editorial exquisita, se ha convertido en una fábrica de churros que ni siquiera se venden.

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    1. No se yo si "no se venden". Tienen bastante visibilidad. Incluso en mi biblio tienen bastantes, algo que, no sé porqué, no deja de sorprenderme.

      He oído hablar muy bien de "Un atlas..." pero de tan tocho espanta.

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    2. David Mitchell es un gran, gran escritor. Por supuesto.

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  7. Vaya, he perdido el comentario...Nada, sólo decía que el post me ha recordado a algo que solía decir un antiguo profesor mío y era que el peligro de elegir un narrador infantil es que normalmente acabamos convirtiéndolo en un retrasado mental.

    Qué difícil es mantener el equilibrio, la coherencia en estos casos. Por eso yo suelo huír como de la peste de este tipo de libros con niños o pre adolescentes como narradores. Si no parecen retrasados acaban pareciendo unos resabidos repelentes que no sé si es peor, o ambas cosas incluso.
    Gracias por la criba, T.

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    1. (El post no lo habías perdido. Tal vez tardé demasiado en aprobarlo. Lo siento, modero porque hay un monas que no sabe separar lo personal de lo que cojones sea esto. Confío que no durará para siempre (ni el monas ni la moderación, se entiende. Nuevamente, mis disculpas.)

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  8. Escribir en primera persona poniéndote en la piel de una niña es muy difícil pero no imposible. Y me apunto el término "anodinosis". Si la técnica te falla, que al menos no te falle la trama.

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    1. Hay un problema añadido. Hace poco leí "El valle de los avasallados" dónde la protagonista empieza a ser una niña de 9 años. Es de quitarse el sombrero, el libro, tanto por la voz como por la trama y claro, uno no puede evitar comparar. Y alucina, el comparador.

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  9. El mejor caso de narrador infantil que recuerdo haber leído es "La ternura del dragón" de Ignacio Martínez de Pisón. Espero no les importe que auto-cite la reseñita que le escribí en su día, pero viene muy a cuento:

    "Esta novela de Pisón, ambientada a en la postrimería de la dictadura española, nos otorga una nueva entrega de protagonista infantil. Por norma general es necesario que tengamos cuidado con este tipo de libros, ya que además de ser la llave mágica para dar un nueva y naif visión sobre temas ya trillados, son muy capaces de encerrar el narcisismo de su autor en trasuntos de su infancia que los demás debemos conocer. No es este el caso de La Ternura del Dragón, donde el autor, en lugar de tratar al lector como al niño de su historia, lo reta a él y a su imaginación para reconstruir el off, todo lo que la comprensión sesgada del infante es incapaz de facilitar.

    El crío en cuestión, Miguel, a causa de una enfermedad que lo mantiene en cama, se ve obligado a pasar una temporada con unos abuelos a los que desconoce. Tomará las migajas que la realidad de la casa puede ofrecerle para conformar con ella un nuevo mundo a su medida. Para elaborar su cartografía personal, Miguel encasillará a los personajes que discurren por su limitado entorno como héroes o villanos, con ese maniqueísmo que solo puede ser inocente cuando es un niño el que realiza la sentencia.

    Una pequeña gran obra que retrata la inteligencia narrativa de su autor por el respeto que le demuestra a sus lectores."

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    1. Bien apuntado, Nuria. Yo no he leído "La ternura del dragón", pero sí "Carreteras secundarias", aunque el protagonista no era tan pequeño, sino preadolescente o incluso ya adolescente, no recuerdo bien. Pero estaba muy requetebien, de lo más recomendable. Martínez de Pisón es un gran escritor, a mi entender y no entiendo como no tiene más renombre , dadas sus cualidades (mwe refiero, sobre todo, a que además de ser un buen escritorm, creo que sus novelas son suceptibles de ser apreciadas por gentes muy diferentes, porlo que sería de esperar un éxito masivo o más apoyo por parte de su editorial, no sé...)

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  10. El amigo Lodato podría haber buscado otro nombre para su heroína.

    Mathilda (bueno, Matilda) ya está muy explotada desde Roald Dahl, con peli de Danny de Vito incluida.

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  11. Curioso, no he dicho apenas nada. En este hilo prefiero oír, ver y callar. Pero me apunto sugerencias de novelas con narrador infantil. Estoy escribiendo sobre el TDAH y narra una niña. Coñazo de novela, probablemente, pero no siempre se escribe para que sea ameno, a veces solo se juntan palabras como una purga y entonces a algunos la lectura también les exorciza. Palabra rara de pronunciar.

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