La política [de este blog] de este año no está siendo tanto evitar las reseñas “malvadas” como las malas lecturas. Si el anterior fue el año de leer novedades a costa de todo (y todos) este es el de cuidar mínimamente la selección (sin dejar de darme el gusto de cometer algún pecadillo menor), regresar a los clásicos populares, pasear por la postmodernidad… En la variedad está el gusto. Pero como no sólo de pan vive el hombre y sabiendo que uno no puede ir contra la propia naturaleza más de tres meses seguidos sin perder la cabeza, me estoy regalando quince días de novedades más o menos novedosas, más o menos conocidas, un poco por cambiar de aires y no acabar hasta los huevos de las circunstancias. Esta es la reseña de una de esas novedades que iré comentando a lo largo del mes.
Déjenme que matice el párrafo anterior para que vean que no es una reflexión tan peregrina como parece: no ha pasado el tiempo de leer novedades sino el de leer novedades infumables, esto es: se acabó hacer determinados "esfuerzos” para llegar a la última página y de ahorrarme también el esfuerzo de compartir la experiencia. Al grano: el libro de Rengel lo empecé y lo terminé. Me duró dos días. Este es el mejor cumplido que puedo hacerle. De hecho este es casi el único cumplido que puedo hacerle.
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"El asesino hipocondríaco" trata, adivinen, sobre un asesino a sueldo, un hombre de una extricta moral kantiana (así se define él) que es, para más inri, hipocondríaco. Tachán. Así de apasionante, así de original. Nuestro protagonista tiene el encargo de matar a un completo desconocido, tarea a la que dedica demasiado tiempo por culpa de sus múltiples enfermedades que son como piedras en el camino de la profesionalidad. Quienes tengan algún hipocondríaco en la familia o entre sus amistades ya sabrán cómo va esto: son seres muy divertidos cuando se observan desde la distancia pero ya dormir con ellos cada noche de cada día es otro cantar. La novela de Rengel es divertida por eso: porque hay un tipo que padece chorrocientos males haciendo el ganso todo el rato que dura la novela que por cierto está construida a base de capítulos cortos en los que se intercalan breves biografías médicas –que acaba siendo casi lo mejor de la novela- de algunos escritores populares (Voltaire, Tolstoi, Proust, Descartes, Kant, Poe, Byron, Swift, etcétera) o el detalle de equis enfermedad cuando esta se presta a la comedia (o no): “El embarazo imaginario no es algo como para tomárselo a broma. No es nada de lo que burlarse, ni que pueda parecer divertido a nadie, y mucho menos a un profesional de la salud. Se trata de un trastorno somatomorfo, que tiene su origen en anomalías neurológicas en la zona cerebral responsable de la interocepción, y que conlleva dolencias somáticas múltiples en diversos sistemas orgánicos, incluidos algunos que se encuentran bajo el completo control del sistema nervioso vegetativo. Un trastorno somatomorfo puede afectar a sistemas como el cardiovascular, el gastrointestinal o el respiratorio. Y si su causa última se encuentra en una efectiva alteración fisicoquímica a nivel cortical, no entiendo por qué razón puede mover a la risa.”) Como la wikipedia pero en currado, vaya.
Y ya está. Esta tiene que ser, por fuerza, una reseña breve ya que en la novela apenas ocurre nada que no sea seguir a un señor, lamentarse, volver a seguirlo, meter la pata, meter la pata, meter la pata, lamentarse, hablar de escritores, describir dolencias varias, etcétera, etcétera, etcétera y de ahí que haya estado a un tris de compartir este espacio con la reseña de otra novela también bastante chorras, que he acabado dejando para otro momento. “El asesino…” no se mueve, no conduce a ninguna parte, está ahí, disecada, en plan monotemático la mayor parte del tiempo abusando de sí misma. Es como un larguísimo monólogo del club de la comedia a la que se le ha añadido un final bastante previsible para no dejarla, además de tonta, coja. Resumiendo: la hilarante (a ratos sí a ratos no) historia de un tipo al que no le sale matar porque cada día es su último día y así no hay quien se concentre. Recomendada para tiempos muertos, visitas al baño y amantes de lo insustancial.
Pues oye, si entretiene, entretiene. A lo mejor la idea original ya venía siendo esa. O no, vete a saber.
ResponderEliminarPor cierto, Tonguiño, eso de "se acabó hacer determinados "esfuerzos” para llegar a la última página" me ha sentado regular.
Y ya que lo preguntas, sí. Sigo con Plantador de Tabaco, que me sigue pareciendo lo mejor. Es lo que escribiría yo si supiera escribir de puta madre y tuviera el tiempo que no tengo por culpa de tanto disfrutar mi sexualidad.
Chico, pues lo de hacer "determinados esfuerzos" no iba por ti ni de lejos, vaya. Me refería a cosas como el Tao Lin o la Viola y alguno más en el que no me apetece pensar ahora.
ResponderEliminarY sí, ojo, ésta sólo busca entretener. Y entretiene, entretiene, pero se pone un poco pesada de vez en cuando y dan ganas de saltarse páginas. Eché de menos que pasara algo.
Y ya sabía yo que te gustaría el plantador. Burlingame me recordó a cierto Quique por los dos conocido, sobre todo al principio y de ahí que te la recomendase cuando llevaba tan poco leído. Además "las partes" de Pocahontas te tienen que gustar sí o sí.
Pues sí, oye. Veo que sabes reconocer el talento en mí. Lo de Pocahontas es de quitarse el sombrero. Página 314, por poner un ejemplo:
ResponderEliminar"Al examinarlos descubrieron que los naipes eran estampas, vivamente coloreadas, de damas y caballeros en pelota viva, los cuales participaban de consuno en actos amorosos de diversa índole. Formando grupos de dos, tres, cuatro y hasta cinco, veíase a tales personas ejecutando actos licenciosos, para llevar a cabo los cuales en la vida real sería menester, además de una lascivia fuera de lo común, una imaginación desbordante y no poco talento para la gimnasia".
Grande.
Pero sé más claro, Tongoy: mejor o peor que Ejército enemigo? Mejor o peor que Fresy Cool?
ResponderEliminarEl libro no sé, pero la portada SE SALE. Cómo se nota que no tienes ni un ápice de neurosis, Tongui, la hipocondría es el caballo de batalla de muchos (ejem) y hablas de ella como si no fuera contigo en absoluto... No entiendo a la gente que goza de tanta salud mental, la verdad. Sin embargo, a gente como Quique la entiendo más...
ResponderEliminarYo padezco muchísimos males, Inma, pero no soy hipocondríaco; los mios son reales. No que va, es broma. Ojo con Quique, que esta te la hará pagar.
ResponderEliminarJavi, cuando los lea te lo digo.
Gracias por pasar,
Coincido con Inmaculada en lo de la portada.
ResponderEliminarEstá bien eso de "novedades por todos conocidas". Je, je.
ResponderEliminar“El asesino hipocondriaco” me parece un relato mediocre que por desgracia desmiente las expectativas que el autor suscitó en sus anteriores libros de cuentos, especialmente en “De mecánica y alquimia”, y me sorprende la conjura mediática que se ha desatado para ensalzarlo. Novela pesadísima hasta la extenuación en la que se alternan capítulos de acción sin pies ni cabeza y de ínfima sustancia narrativa, resueltos de la manera menos graciosa y más truculenta posible (el autor exige al lector una suspensión de la incredulidad absoluta a cambio de casi nada), con otros de falsa erudición libresca y patológica de corta y pega o de simple “fusilamiento”, cuyo contenido puede rastrearse casi textualmente no ya en las biografías y obras clásicas (del pobre De Quincey no deja ni los huesos) sino en los artículos de Wikipedia y otras fuentes similares. Una alternancia concebida claramente para darle a la obra su aquél de modernidad, de intertextualidad, de mataficcionalidad y demás paleomoderneces, y de paso ahorrarle al autor la mitad del esfuerzo creativo. Por lo demás la presunta originalidad de la novela, sustentada en la parodia del género policiaco (un lugar ya común) y en la figura de un asesino zafio que no consigue consumar sus crímenes (incluido el uso de iniciales por parte del narrador protagonista y la alternancia acción-erudición), recuerda demasiado a “Retrato del asesino en prácticas” de F. López Serrano, si bien esta última parodia del género tenía una clara inspiración cervantina de la que la otra carece.
ResponderEliminarEncantado. Veo que estamos bastante de acuerdo. ¿Le cuento un secreto? Esta novela me sirvió para tumbarme el mito (estoy exagerando) de algunos blogeros cuyo juicio tenía en alta estima. Que alguien diga que esta novela es genial dice mucho de él. Y luego resulta que somos los otros los que estamos jodiendo la literatura. Anda que...
ResponderEliminarMuchas gracias por pasar y por el excelente comentario.
Un saludo,
Y aún hay más. En todo el ruido mediático que se ha desatado alrededor de esta novela hay además algo que me parece indecente, algo a lo que se alude en el epílogo del propio libro y que una parte de la prensa recoge en sus comentarios. La alusión al supuesto entusiasmo que la novela suscitó en un premio Nobel agonizante que inicialmente formó parte del Jurado del premio “Clarín” (que, dicho sea de paso, ganó Gustavo Nielsen y en el cual la novela que comentamos pasó, junto con diez novelas más, el filtro del jurado de preselección, circunstancia que ha servido para proclamarla “finalista” de dicho concurso). Este Nobel, José Saramago, murió siete meses antes de que se fallara el premio y no por cierto a causa de la lectura del “Asesino hipocondriaco”, pues resulta absolutamente imposible que llegara a leerla, ya que el jurado de preselección terminó su tarea, y la organización hizo pública la lista de finalistas que se someterían a la consideración del jurado definitivo, el 4 de octubre de 2010, y nuestro premio Nobel por desgracia había muerto el 18 de junio de ese mismo año.
ResponderEliminarPero aún hay más. En todo el ruido mediático que se ha desatado alrededor de esta novela hay además algo que me parece indecente, algo a lo que se alude en el epílogo del propio libro y que una parte de la prensa ha recogido en sus comentarios. La alusión al supuesto entusiasmo que la novela suscitó en un premio Nobel agonizante que inicialmente formó parte del Jurado del premio “Clarín” (que, dicho sea de paso, ganó Gustavo Nielsen y en el cual la novela que comentamos pasó, junto con diez novelas más, el filtro del jurado de preselección, circunstancia que ha servido para proclamarla “finalista” de dicho concurso). Este Nobel, José Saramago, murió siete meses antes de que se fallara el premio y no por cierto a causa de la lectura del “Asesino hipocondriaco”, ya que resulta absolutamente imposible que llegara a leerla, puesto que el jurado de preselección terminó su tarea, y la organización hizo pública la lista de finalistas que se someterían a la consideración del jurado definitivo, el 4 de octubre de 2010, y nuestro premio Nobel por desgracia había muerto el 18 de junio de ese mismo año.
ResponderEliminarjojojo! Garazi, se nota que es algo personal y no das una. Menuda parrafada conspiranoica sueltas sobre Saramago y el premio Clarín y ni siquiera aciertas con el año de la convocatoria. fue en 2009 y me ha sido realmente fácil comprobarlo, porque el diario argentino del mismo nombre publicó muchos artículos al respecto :D
ResponderEliminarY cualquiera que haya leído "El asesinato considerado como una de las bellas artes" de De Quincey y la novela esa sabe que nada más que dices tonterías.
Hazte mirar lo de la envidia.