jueves, 2 de junio de 2011

"Wendolin Kramer" de Laura Fernández


Tenía la sana intención de empezar esta entrada diciendo algo tipo “¿Saben ustedes porqué la novela de Laura Fernández, Wendolin Kramer, no hace otra cosa que cosechar elogio tras elogio allí donde va? ¿Lo saben? ¿No lo saben? Yo se lo cuento” porque esto me ofrecería la opción de situar la reseña en una vía de doble carril. El primero, más crítico, hablaría de eso tan injusto –contra lo que lucho denodadamente- que es que no se hable de las malas novelas, de ahí que en ocasiones sólo veamos elogios de obras que sabemos mediocres o directamente malas, etcétera, etcétera. Lo de siempre. Esta la descarté de inmediato porque da a entender que Wendolin Kramer, la novelita de marras, no me gustó, lo cual no es cierto y además me vería obligado a desmentirlo inmediatamente después. La segunda vía, que se me ocurrió hace unos minutos haciendo tiempo en un semáforo (la crítica literaria y el pensamiento posmoderno en general le deben mucho a los semáforos), tomaba un camino algo diferente: daría pie a un párrafo de considerable extensión destinado a comparar WK (Wendolin Kramer) con la Screwball Comedy americana, ya saben, el subgénero de comedia americana que surgió a mediados de los años treinta como válvula de escape de la gran depresión y que aquí se conocía como “comedia de enredo”. Tendría la posibilidad de entrar en detalles y citar películas, actores y tal y cual, incluso poner fotos en blanco y negro que siempre dan mucho prestigio (por no hablar de algo mucho más personal como sería mi esperadísima reconciliación con el cine, al que abandoné miserablemente hace meses por culpa de la cosa impresa). Pero también la descarté. Es verdad que la novela de Laura Fernández bebe en gran medida de las mismas fuentes que regaban aquellas películas; que aquellos enredos tienen aquí su eco y que los guiones de entonces bien pudieran servir de apoyo a la hora de llevar esta novela al cine (dios no lo quiera). Todo esto es verdad. De hecho es lo primero que pensé mientras lo leía. Antes de eso –olvidé decirles- se me ocurrieron otras setenta frases introductorias, a cual más ridícula, que me niego a reproducir. Finalmente, ante la falta de ideas, he optado por el realismo descarnado, que se me da fatal, ya lo sé, pero que es ideal para salir del paso. Me jode por lo de las fotos, que no tengo, pero esto es lo que hay. 

La parte mala de todo esto es que yo sin introducción no soy capaz de escribir nada con sentido y temo que con tanta narración desestructurada me tomen por nocillero y me pongan a parir, que la gente es muy mala. Por eso lo que voy a hacer, con su permiso, es tiempo. Y lo voy a hacer incluyendo un resumen de la novela para que no se me note la falta absoluta de imaginación de esta mañana. 

SINOPSIS 

Wendolin Kramer es Laura Fernández. Lo digo por si quieren ponerle cara. A Wendolin Kramer le pasa que tiene una familia rara [de cojones] y eso la trae loca de la cabeza. Su madre está como un cencerro y su padre hace lo que puede con el material de que dispone, que es casi nada. Wendolin, que además de superhéroe quiere ser detective, pone un anuncio… 
(Abro paréntesis para contarles un secreto: había señalado con un lápiz de ikea unos cuatro o cinco párrafos y/o momentos de la novela con la intención de citarlos durante esta reseña. Ya saben, el tipo de actividad que se lleva a cabo para demostrar que se ha estado atento durante la lectura. El caso es que olvidé fotocopiarlos y hace un rato que devolví el libro a la biblioteca. Ahora voy a tener que trabajar de memoria. Esto lo digo por aquellos que hayan leído el libro y vean que digo cosas que poco o nada tienen que ver con la realidad.) 
…decía que pone un anuncio y tiene la suerte de que llamen para un caso. Ahora ustedes se tienen que imaginar a un ser humano bondadoso en grado sumo haciendo cosas que no le corresponden, como perseguir delincuentes y tal. (Esto no es del todo así ya que en realidad ni ella ni nosotros sabemos si el perseguido es bueno o malo o si los verdaderos delincuentes son aquellos que - como en la vida misma- no lo parecen. Si he mentido ha sido únicamente porque yo soy mucho de mentir en insignificancias. Créanme:  nunca lo haría en cosas realmente importantes. Antes, la muerte (o inmediato anterior)). Bueno, no sé por dónde iba. Ah, sí!, el caso es todo se enreda porque los maridos y las mujeres, los hijos y las hijas y las vecinas y las editoras y sus ex amantes conforman el mismo microcosmos y la mariposa que agita las alas en el jardín de unos desencadena terremotos en la barriada vecina. 

FIN (DE LA SINOPSIS)

Ya sabía yo que hacer tiempo sería beneficioso. Me acabo de acordar de una cosa muy importante, importantísima, que quería decir a modo de elogio de esta novela. Tiene que ver con Brautigan. ¿A que ya tengo su atención? Bien, trataré de ser breve. Hace mucho, mucho tiempo, descubrí el blog de Laura. (Hay una entrada en algún sitio que no les voy a indicar y de la que no me siento especialmente orgulloso que trata este asunto con detalle) Pues bien, gracias a ese blog descubrí que Brautigan era uno de los escritores favoritos de Laura Fernández y un buen día le pedí que, como experta, me recomendase algún libro suyo (de él, quiero decir). Me dijo que probase con “Un detective en Babilonia”. Y probé, claro. Fue justo el mes pasado, seguro que se acuerdan. Bueno, sin entrar en muchos detalles les diré que me gustó bastante. Me reí –sobre todo eso- y pasé un rato muy entretenido y la mar de agradable. (Esto, en los tiempos que corren, es más difícil de lo que parece.) Brautigan, sin escribir una obra maestra, construye una novela que se mueve con gracia ejemplar entre el género negro y la comedia de situación. Brautigan tenía 42 años cuando la escribió. Era su octava novela. Laura Fernández, pupila ejemplar, ha logrado construir, con Wendolin Kramer, una ficción divertida y moderna que sabido mover, como pez en el agua (me van a perdonar el tópico), entre el género negro y la comedia de enredo. Laura Fernández tiene treinta años cuando hace esto con su segunda novela. Porque ya sabemos todos que las comparaciones son odiosas lo vamos a dejar aquí.

Me conozco como si me hubiese parido y sé que tiendo a excederme en los elogios cuando una novela me ha gustado tanto como esta. Por eso y porque soy un profesional como la copa de un pino voy a guardar unos minutos de silencio que dedicaré a tomarme una cerveza y a reflexionar seriamente en torno a lo que he dicho y su relación con la verdad. 

CERTIFICADO DE CALIDAD 

Por la presente, yo, La Medicina de Tongoy, expido el correspondiente certificado de calidad a la novela de Laura Fernandez, Wendolin Kramer (certificado que no se hará extensivo a su obra anterior), declarándola “lectura grata” en las categorías de Entretenimiento, Intriga de Humor y Comedia Ligera. Así mismo se le concede la presunción de calidad en lo que respecta a sus futuras novelas. Y para que conste a los efectos oportunos firmo la presente tal día como hoy, treinta y uno de mayo de dos mil once.



10 comentarios:

  1. Habré de leerla, aunque sea pagando. Me hace falta pasar un buen rato.
    un saludo
    La sargento Margaret

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  2. La novela es tonta de solemnidad. Si no fuese periodista y amiguita de todos los freaks con blog habría que ver qué dicen las reseñas.
    ¡No nos engañe Tongoy, confiamos en usted!
    En realidad, basta con escuchar lo que esos mismos freaks dicen cuando "nadie les oye".

    Francisco Melon

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  3. No exagere hombre, no será para tanto. Tonta de solemnidad no es. Tontorrona sí, claro, pero no va de otra cosa.

    Yo a Laura no la conozco de nada y los freaks a los que hace referencia me caen igual de bien o peor que usted, seguramente lo segundo. No me fío de sus reseñas, ni las que hacen a esta novela ni a otras pero tenía que leerla. Lo digo porque si ha de desconfiar de algo que sea de mi gusto, no de mi sinceridad. Uno tiene sus debilidades también y la cosa pijamera superheroica, una supuesta intriga y la promesa de la risa son tentadoramente irresistibles para una tarde de primavera. Si uno busca más... pues no claro, no hay. Entonces sí, "tonta de solemnidad". No hace mucho vi una película, TROLL HUNTER, que era una memez de nota. A pesar de ello disfrute como un enano. Algo completamente irracional, supongo, pero me gustó. Yo que le voy a hacer. Mucha gente (amigos) me hicieron caso y la vieron y ahora no me lo perdonan y no tardarán en hacérmelo pagar pero da igual. Se trata de pasarlo bien. Hay novelas que tiene uno que tomarse muy poco en serio, esta es una de ellas, entre otras cosas porque sospecho que ha sido escrita sin otra intención que divertirse y divertir a los demás.

    Respecto a lo que dicen los freaks cuando nadie los oye... ya no me interesa. Creo que ya no le interesa a casi nadie. Ni en público ni en privado. El tiempo pone a cada uno en su sitio y estos les está llegando el arroz ya. No se si usted lo nota, pero yo sí. Hay un movimiento en la red, similar al del 15M, empeñado en desenmascarar el corporativismo literario. Tiempo al tiempo. O en dos años el panorama cambia o podemos darnos por jodidos porque estos se habrán apoltronado ya y serán los que corten el bacalao. Seguramente lo segundo. Pero así también es más divertido.

    Me he liado, como siempre.

    Gracias por tu comentario y por pasarte.

    Un saludo,

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  4. Leí WENDOLIN KRAMER ingresado, pensando que me extirpaban el apéndice, aunque al final no fue así. Lo pasé bien, todo lo bien que se puede pasar en esas circunstancias. Y, siendo veterano de la obra de Laura, celebré que se contuviera en el número de personajes (no es que en BIENVENIDOS A WELCOME hubiera muchos: es que algunos se pisoteaban entre sí) y que hubiera diseñado una buena heroína principal. Es un libro muy fresco, sin ínfulas, deudor de ese espíritu pulp que, en Estados Unidos, se extiende entre cualquier revista del género y todo un Kurt Vonnegut Jr. Y como tal hay que tomarlo: con toda esa grandeza y humildad. ¿Las pegas? Hay momentos de dispersión (justificables desde la adecuación fondo-forma) y la estructura argumental cojea: el primer acto es demasiado largo; el tercero, poco impactante. Pero estos comentarios los hago pensando en el diez. Y soy amigo de Laura, pero ante todo me acojo a la enmienda tongoyana: duden de mi gusto, no de mi sinceridad.

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  5. Confiamos en usted Tongoy, aceptados los matices. No deje de leer a Pron, pero sobre todo lea los relatos si no lo ha hecho.

    En cuanto a don Krmpotic, demasiado tarde nos parece para que intente desplazar su consolidada imagen de minino pelotilla. Aquí nos conocemos todos, señor Krmpotic, usted a lo suyo, el cascabel y el jabón.

    Otra cosa, ay, es si eso que escribe aquí lo escribiese en el centro de masajes, donde "interpreta" el papel de redactor jefe.

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  6. Sin la menor ironía, señor Anónimo, gracias por alegrarme la mañana. Obviamente no le preguntaré por esa supuesta imagen supuestamente consolidada. Es mucho más bonito así: encontrársela por sorpresa, no entenderla. Si me la explica usted, igual extravía la cosa toda su poesía. Un saludo sonriente y, por qué no, maullado.

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  7. Lo dije donde no debía pero no me importa repetirlo aquí: los relatos de Pron los dejé a medias (siendo "a medias" dos o así) precisamente por eso, por ser relatos y ese día no me apetecía. Pero de acuerdo, los leeré antes de su novela.

    Anónimo, entre nosotros y ahora que no nos oye nadie: yo tampoco acabo de pillar la referencia felina dirigida al amigo Milo. Pero estoy con él: casi me gusta más con el punto lírico que le da la ignorancia.

    Agradecidos y sinceros saludos a los dos,

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  8. Don Krmpotic no subestime la carrera que lleva ungiendo pies, tiene un mérito enorme.
    Todos apreciamos a los "tontos útiles".
    Si sigue sin entenderlo reflexione sobre el silencio que ha provocado su intento de encontrar defensa en Facebook, e imagine las risas sofocadas.
    Que tenga una buena boda, Don Krmpotic, que le tengamos por un necio no quita que se merezca, en lo personal, lo mejor.

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  9. Anónimo,
    Ante todo, debo agradecerle que haya escrito dos, dos veces correctamente mi apellido (hasta yo prescindo a veces de la tilde final).
    Dos centímetros más allá, no confunda el estupor con la búsqueda de una defensa: sus palabras se me antojan tan gratuitas como curiosas, c'est tout.
    Sí debo llamarle al orden ante el aprecio que le merezco: pase lo de tonto pero, hallándome en este mundillo, la utilidad está por demostrarse.
    Penúltimamente, gracias por sus buenos deseos.
    Y, ya en definitiva, cuénteme: ¿qué libro suyo o de un amigo suyo o de una editorial a la que se siente afín hemos dejado de reseñar en la revista? ¿Acaso hemos maltratado, a su juicio, esa obra? Dé su nombre, hombre, y lo solucionamos: sea lo que sea que le ha tocado las criadillas, crea que no ha sido una cuestión personal. Y de aquí a dos días hasta nos tomamos una cerveza.
    Un saludo y gracias, de verdad, por erigirse en mi primer hater (público al menos, pues según se desprende de sus palabras haberlos más haylos),

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  10. Krmpotic' mis libros tienen tinteros para escribir a pluma una vida entera. No soy su odiador, me limito a reírme un poco en su cara, aunque de forma anónima, aprovechando su presencia babosa y vergonzosa en internet.
    He esperado a su boda de San Juan para responderle.
    Tómeselo como una contraseña, así no se sorprenderá con vacíos como el de la fiesta de Seix Barral.
    Estamos todos más cerca de lo que piensa, y ya se ha ganado usted una fama. Reconsidere. No se desgaste tanto. Exhíbase menos.

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