Hay cosas que invitan a la arcada. Esta es una de ellas:
Un ayuntamiento, intervenido por la mismísima Hacienda Pública hasta el 2022, que debe más de un millón de euros a chorrocientos proveedores, organiza XIX Certamen de Poesía y, no contento con eso, aumenta su dotación económica a 2.500 euros (1). Gracias a la Concejalía de turno el libro, que será leído por nadie, se publicará en la editorial de siempre y será regalado cual catálogo de Mercadona. Y doy fe que no se quiere ni así.
El omnipresente editor de Espiral Maior (editorial que, si me lo preguntan, parece sospechosa de casi todo a un nivel sonrojante) y sin par poeta Miguel Anxo Fernán Vello «manifestó el especial cariño que le tiene a este concurso, ya que desde su nacimiento estuvo unido a él, viendo como fue creciendo y cómo gran parte de los escritores gallegos de éxito tienen en su haber este premio. Destacó la circunstancia de que las tres últimas ganadores fueran mujeres y aprovechó su intervención para felicitar al alcalde por la labor cultural que desarrolla el Concello […]»
Hay que ser muy poeta para destacar la “labor cultural” que se lleva a cabo en ese lugar de cuyo nombre no quiero acordarme. Y no estoy hablando por hablar. Estoy hablando de CERO inversión, más allá de las subvenciones que ocasionalmente caen en sus manos y que dan para cuatro libros infantiles y dos rollos de celofán. Estoy hablando de comprar Cincuenta sombras o lo que sea que publique Caré Santos antes que Philip Roth o Rezzori o Franzen o Ford. Estoy hablando de tener que recorrer veinte kilómetros para buscar una biblioteca pública, toda vez que las dos de las que presume la localidad (siendo, para más inri, vergonzantes ambas, de puro pobres, tristes, caducas), cierran durante las vacaciones y si abren lo hacen escasos 180 minutos semanales en un horario absolutamente demencial tipo las once de la mañana, que debe ser cuando va la de la limpieza a pasar el glasex.
No es exclusivo, claro, este mal local. En el antro escritores.org se puede encontrar −aplicando la ley del mínimo esfuerzo− una detallada relación de certámenes varios; una lista de eventos ordenadita por meses que indica los nombres de aquellos que aceptan envíos por correo electrónico o los que te obligan a chupar un sello y no sé si aquello también. Esto se traduce en seis mil doscientos frenéticos poetastros enviando correos compulsivamente. Seis mil doscientos pavos reales fuera de control combinando correspondencia con el OpenWord. Y no es para menos: 14 certámenes en diciembre; cerca de cuarenta en enero; ídem en febrero; ídem en marzo; ídem en abril. Y más. Y no están todos los que son. Y por la puerta de atrás fondos públicos, comisiones, avispados editores, convocatorias, pinchos morunos, un cartero real, plicas con cremallera, más pinchos, caras de sorpresa, gestos demudados. Y en 2017 quintales de papel para reciclar. Polvo y basura sin fin.
Deberíamos acabar con esto de una santa vez. Con los certámenes, digo. Y con la poesía, también, ya, de paso. No más tus pupilas en mi pupila. No más forzar la vista total para nada. No más respiración artificial. No más cuidados paliativos. No más impuestos para tanta mierda.
No más hablar de cultura cuando se habla de negocios.
(1) Y eso no es nada. En Melilla el premio es de 18.000 €. Pero de esto hablaremos mañana.
Menuda rabieta, señor Tongoy.
ResponderEliminarLa poesía no se toca porque es sagrada. Tiene raíces divinas. Y ya está.
A mí me dan asco los toros, el fútbol, los niños, los viejos y la democracia. Tengo para joderme más que usted, pero no por ello pido la desaparición de estas cosas.
Bastante de acuerdo con el anterior anónimo, y lo digo yo que en cuestiones de subvenciones, gratuidades y mamandurrias soy neocón. Pero creo que lo que en Francia llaman la "excepción cultural" es de las pocas (excepciones al libre mercado) que tienen justificación. Otra es la de subsidiar las necesidades vitales de quienes no pueden valerse por sí mismos. La primera, siempre y cuando no sirva para premiar la complacencia con el poder. La segunda, en tanto no sirva para premiar la gandulería. Prácticamente un imposible en ambos casos, pero hay que intentarlo.
ResponderEliminarTe faltó añadirle a Fernán-Vello, diputado en las cortes
ResponderEliminarY he aquí los paladines de la poesía! Ole, ole y ole...
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