martes, 13 de octubre de 2015

Breve nota de urgencia sobre ‘Risa en la oscuridad’ de Nabokov

Hay una cosilla, una insignificancia, que me viene ocurriendo desde… bueno, realmente desde siempre pero que últimamente, no sé bien la razón, me tiene medio trastornado o algo trastornado o simplemente me apetecía sacarlo a colación. Se trata de esto: cuanto menos tiempo dedico a una reseña, cuanto más a vuelapluma va, (cuanto más breve es, también), más visitas tiene. Esto viene a cuento de un post anterior, una pequeña chorrada sobre el mercadeo crítico que hay en este país (ya supongo que en otros también, pero uno habla de lo que conoce) que, sin romper baraja alguna, tuvo un inesperado número de visitas (pese a ser agosto históricamente, y con diferencia, el peor mes del año para dedicarse a esto del blog). 

De ahí que lo de hoy vaya como Breve Nota de Urgencia (invento menudo que sirve de excusa para no perder mucho tiempo con una reseña pero evita dejarla pasar, que es algo que hago mucho últimamente). 

Y, bueno, nada, aquí estamos. 

NABOKOV.

No dejo de tener la impresión de que a Nabokov se le lee siempre mucho menos de lo que merece. Y yo el primero. Quitanto lolitas, cursos de literatura, este de hoy y alguna cosilla más, apenas lo he leído. Es un escritor que nunca tengo en cuenta en mis elecciones y creo que es algo que tiene mucho que ver con el boca a boca. Es decir, parece que si nadie nos recuerda que Nabokov existe, Nabokov no existe

Realmente no parece muy justo condenarlo al ostracismo, angelito, sólo por haber escrito esa pequeña obra maestra que es Lolita; que parece que no haya hecho otra cosa que lolitas. Nabokov es mucho más. Es, por ejemplo, un señor al que no le gustaba Dostoievski, que ya no está mal, tampoco, como logro.

Respecto a libro que nos ocupa (y por evitar que esta breve nota pierda tal condición) sería muy fácil convencer a cualquiera que tenga un poco de gusto de lo acertado de afrontar su lectura. Bastaría con poner su “famoso” comienzo:

«Érase una vez un hombre llamado Albinus, que vivía en Berlín, Alemania. Era rico, respetable, feliz. Un día abandonó a su mujer por una amante joven; amó; no fue amado; y su vida acabó en un desastre. Éste es el cuento, en suma, y podríamos haberlo dejado aquí si no fuera por el interés y el placer de narrarlo. Pues aunque basta el espacio de una lápida para contener, encuadernada en musgo, la versión abreviada de la vida de un hombre, los detalles siempre se agradecen».

¿Les he convencido? ¿Han anotado ya el librito en su libretita, en su hojita de cálculo, en su tablita dinámica? ¿Sí? Bien. ¿No? Mal. Tienen un problema. Resuélvanlo. 

Risa en la oscuridad es la demostración de que cualquier historia, cualquiera, la más insignificante historia de amor del mundo, puede acabar en obra maestra. Pero esto ya lo sabíamos. Nabokov, simplemente nos lo recuerda. Otra vez. De acuerdo, tal vez sea exagerado hablar de obra maestra (sin duda lo es pero aquí nos gusta exagerar) pero no cabe duda que estamos frente a una magnífica novela. 

Risa en la oscuridad es la historia de un imbécil, casado y con hija, que un buen día se enamora de una hermosa zagala que resulta ser una cazafortunas. 

«[…] mientras permanecía junto al lecho, fijos sus ojos en aquella cara pueril de labios rosados y coloreadas mejillas, Albinus rememoró la primera noche que pasaron juntos y pensó, con horror, en el futuro al lado de su esposa, pálida y desvaída. Ese futuro se le antojaba como uno de esos largos y polvorientos corredores a cuyo fin encontramos una caja claveteada o un cochecito de niño, desvencijado.».

La linda putilla lo tiene bien pillado pero quiere más. Lo quiere todo. Un día a esa alma cándida e inocente se le escapa (o eso dice) una nota que intercepta la mujer del susodicho que no podrá por menos que abandonarlo dejando así vía libre para que la mala pécora se meta en el lecho conyugal a esperar el prometido divorcio que no acaba de llegar porque los hombres son como son y las mujeres ya ni te cuento. Las cosas se complican cuando llega Rex, un viejo amante de la bicha, más bicho que ella, todavía, si acaso tal cosa es posible, que se las arregla para ser el nuevo inseparable mejor amigo de nuestro memo favorito. 

«Rex era apto para hablar sin cesar, infatigablemente, inventando historias acerca de amigos no existentes y proponiendo a la mente de su interlocutor reflexiones no demasiado profundas, disfrazadas por un estilo de oropel. Su cultura era dudosa, pero su mente, astuta y penetrante, y aquella pasión por embromar a sus semejantes equivalía casi al genio. Quizá lo único de real que había en él radicaba en su convicción innata de que todo cuanto había sido creado en el terreno del arte, de la ciencia o del sentimiento era tan sólo un truco más o menos inteligente».

Sospechamos, mientras leemos, que tal sendero sólo puede acabar en desastre y no nos equivocaremos.

Hasta aquí, nada especial, si acaso el goce de leer a Nabokov, que es puro dejarlo a uno con la boca abierta. A partir de aquí, todo.

Esta es una historia de amor sin amor (les reto a encontrar un solo personaje enamorado) que nos llevará por el tortuoso camino de la infidelidad y que nos regalará algunas escenas realmente memorables —escenas que me voy a guardar por el respeto que les tengo y por aquello de no estropearles la sorpresa— que recuerdan a aquella interesante película de Kim Ki-duk llamada (o traducida como) Hierro 3). 

Denme una escena, una sola escena pero que sea inolvidable y me tendrán para siempre rendido a sus pies. Bueno, pues esta novela la tiene. Pero no se la puedo contar.

En Risa en la oscuridad se sufre mucho (¿acaso puede haber mayor felicidad?). Sufren los personajes, y sufrimos nosotros, lectores ávidos de sangre y crueles y sangrientos actos de venganza. Se sufre por los unos, los otros y los de más allá. Y se le revuelve a uno el estómago frente a lo despreciables que son todos y cada uno de esos seres inhumanos y sin embargo no deja uno de enamorarse, en cierto modo, del primero al último de ellos, aunque tal vez por las razones equivocadas o con ese amor que tiene poco de amistoso y mucho de interesado y que resulta ser el verdadero motor de la novela.



6 comentarios:

  1. Claro que sí, nunca está de más reivindicar a Nabokov. “Lolita” y “Ada o el ardor” me parecen sendas Masterpiece’s y eso que ya empiezan a ser lecturas muy antiguas en mi tiempo, un escalón por debajo colocaría a “Rey, dama, valet” mientras que la única que no me gustó demasiado fue “Pnin” (aunque esta novelita chiquitita parece encantarle a la peña, ya ves). Sólo he leído estas cuatro, no es mal bagaje aunque soy consciente de que me queda mogollón por descubrirle, del resto de su obra le tengo muchas ganas especialmente a esta que reseñas aquí y también a “Pálido fuego” (a pesar de que la intuyo de ‘dificultad extrema’ por así decir…); bueno, a ver si caen este par de mariposillas y las clavo con alfileres en mi C.V. lector…

    Salut!

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    1. Ada o Pálido deberían ser los siguientes (de Nabokov, se entiende). Pero antes hay que comprarlos.

      NO dejes pasar esta, Krust, vale mucho la pena.

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  2. "Risa en la oscuridad" me gusta mucho. "Pálido fuego" me gusta más. No sé si existe una traducción decente en castellano. Si no, vuelve a leer "Lolita" ("Ada" es para marcianos).

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    1. Ah, no, a Lolita no le toca repetir antes de, no sé, diez años.

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  3. Nabovok es un escritor al que nunca tengo en cuenta en mis erecciones y creo que es algo que tiene mucho que ver con el boca a boca.

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