lunes, 28 de septiembre de 2015

‘Pájaros en la boca” de Samanta Schweblin

Me pregunto por qué un libro que aparece en la web de Casa del libro (al menos la edición de Lumen) como ‘no disponible’ genera, de repente, tantos comentarios en la redes sociales. Bueno, “tantos”…, o sea, unos cuantos. Digamos que me encuentro, en pocos días, con demasiada gente que lo acaba de leer, gente a la que, dicho sea de paso, le ha encantado porque claro, esta chica es como la hostia o algo. Pienso, en su momento, que habrá sido reeditado o que habrá salido una edición de bolsillo pero parece que no o al menos yo no encuentro nada de esto. Pienso… pero no, no puede ser. No. La gente no lee libros pirateados, no? O sea, es... es otra gente la gente la que hace eso. O no. Lo busco y, sorpresa, lo encuentro. Y parece, mira tú por dónde, como queriendo darme una vez más la razón, que está recién salido del horno, recién subidito a la red. Entiendo que la moda viene de ahí. Eso o que estar ahí te obliga a estar de moda, que para el caso es lo mismo.

Conclusión: si quieres que te lean, piratéate. 

Hasta aquí la enseñanza del día, pequeños saltamontes.

(También puede ser que realmente sobre este libro, oh casualidad, pese una bendición, pero tal pensamiento no conduce a nada bueno).

Yo, que estoy por encima del bien y del mal, lo leo, también, pero para hacerlo más emocionante no les diré en qué formato y ya deciden ustedes si se rasgan las vestiduras o se las dejan enteras.

El caso es que leo, que es de lo que se trata, y esto es lo que pasa.

* * * * * * * *

De Samanta Schweblin hablamos aquí no hace mucho con motivo de una novelita chiquitita llamada Distancia de rescate que publicó, también hace nada, Mondadori. Tienen aquí la reseña, pero ya les hago yo un resumen: la cosa iba de un misterio. Una mujer hablaba desde un lugar por determinar de hechos que habían llegado a su fin. Su interlocutor la interrogaba con la intención de descubrir un detalle que parecía fundamental por alguna razón que no llega a quedar del todo clara. Es decir, que la novela era, en cierto sentido, un poco bastante tramposa pero tenía una virtud que obligaba (entre comillas, esto) a valorarla muy positivamente: y es que se devora. Literalmente. La novela, breve como un suspiro, no da respiro a un lector que es perfectamente capaz de leérsela del tirón. De hecho, es hasta recomendable hacerlo. 

Pues bien, los relatos de Schweblin, son en su mayoría, más de lo mismo. Similar intensidad, similar exigencia/recomendación. Se adivina una pauta, pues. Les comento alguno y van sacando ustedes las conclusiones. 

Del primero no hablaré, por flojo. El segundo, Mujeres desesperadas, sí da una idea mucho más aproximada de lo que nos vamos a encontrar. En él una mujer es abandonada por su marido en el campo, el mismo día de su boda. Allí conocerá a otra mujer, también abandonada, también el día de su boda. Pero no son las únicas: «En el campo voces y llantos de mujeres quejumbrosas repiten los nombres de sus maridos una y otra vez». Tampoco ella será la última. Buena intriga, buen final. Un buen relato. 

El siguiente, En la estepa, arranca también con un misterio y un páramo casi desolado. Una pareja vive en la estepa, un espacio alejado de la civilización. Hablan, entre ellos, de… algo, de encontrar algo, algo vivo que buscan desesperadamente a horas intempestivas. Hablan de recetas de fertilidad y uno piensa en un bebé pero también hablan de salidas nocturnas, cacerías, linternas, redes… En fin. Que si tuviese que apostar apostaría que alguien quiere cazar un pokemon. Conocen a otra pareja que sí lo ha conseguido. Van a cenar a su casa. Y, bueno, bien, pero más allá de la historia o su resolución, está el misterio que, a fuerza de no revelarse, mantiene una tensión constante. Ahí su mérito. Otra vez.

Pájaros en la boca es el siguiente. En él una niña come pajaritos. Pajaritos, sí, pajaritos vivos. Se sienta en un sillón del que no se levanta ni para mear si no es para abrir la jaulita que su mami repone, diligentemente, para comerse, cual asilvestrado lindo gatito, un lindo pajarito con sus plumitas y sus huesecillos y su todo visceral y poner cara después de circunstancias, de ups qué he hecho no sé qué me pasa que no puedo controlarme. El tema, parece, es qué no haría un padre por una hija. ¿Querés pajaritos, nena?; pues comé pajaritos. Y así. Superdramático, todo.

El resto de relatos van en la misma línea. Algunos, como Perdiendo velocidad, La verdad acerca del futuro o El cavador no tienen especial interés, tal vez por su brevedad, al menos en el primer caso. En general no invitan a gran cosa. Otros se quedan en aprobado justito, y serán recordados tal vez dos días, tal vez tres. Venga, una semana; dos, si son ustedes de poco leer. Pienso, por ejemplo, en Matar a un perro, re-corte de noir con perro de fondo o Cabezas contra el asfalto, sobre un hombre que dibuja… pues eso, cabezas contra el asfalto para hacer caja y terapia al tiempo. 

Hacia un civilización alegre recuerda demasiado a Mujeres desesperadas (por aquello de gente abandonada en páramos desolados), pero en esta ocasión el misterio tiende a lo kafkiano. Comparten un acertado final que deja muy buen sabor de boca. Mismo caso (buen final, dosis justa de intriga) para Conservas, donde se deja para la frase final, pese a verse venir, el momento sonrisa del relato (al menos para el lector). Y, buscando parecidos, del estilo de Conservas es La medida de las cosas: en los dos el misterio reside en que la naturaleza invierte su ritmo natural. Por previsible, al montón.

Papa Noel duerme en casa, relato en el que la depresión tiene cierta importancia, no pasa de simplemente divertido. Puestos a elegir depresiones, me quedo con la situación que plantea Mi hermano Walter, un relato que trata el mismo asunto con más acierto al explotar toda la punta que se le puede sacar al efecto que produce una persona deprimida en el entorno familiar. Cuando Schweblin se pone en modo crítica social le salen unos relatos bastante cachondos; tal vez algo descafeinados, pero francamente divertidos. Léase, por ejemplo, La pesada maleta de Benavides (furibundo ataque al mundo del arte) para confirmar esta afirmación.

Y menciones especiales (es decir, relatos a la altura de los primeros) para La furia de las pestes (duro relato sobre el hambre) o Bajo tierra, donde la autora se adentra, yo creo que muy acertadamente, y sin abandonar en ningún momento el terreno de lo fantástico, en el terror más terrorífico. Sí, efectivamente: salen niños, hay tierra, ruidos. ¿Qué mas quieren?

En definitiva, relatos de extensión adecuada (a excepción de La pesada maleta… en el que a la amiga Schweblin se le va la mano innecesariamente) que destacan por una correcta dosificación de la intriga. Su forma de combinar el fantástico, con el terror, con lo social, con el humor (negro, casi siempre) -y pese a que muchos finales no están a la altura de las expectativas creadas- es probablemente la receta de su éxito y el motivo del exceso de salivación de tanto crítico amateur y tanto delincuente reconvertido en pirata digital. Eso y el nivelón que nos gastamos de un tiempo (s. XIX) a esta parte (s.XXI). Bueno, lo que sea: entretenido. 

15 comentarios:

  1. Hola Carlos:

    A mí este libro me gustó, tenía un nivel medio más que aceptable.

    Se me ocurre otra teoría sobre lo de que ahora lo lee todo el mundo y está de moda: después del Premio de Ribera del Duero la autora ha sido más leído (aunque antes ya había oído hablar de ella) y aunque no esté disponible en la Casa del Libro aún lo he visto en muchas librerías, y más importante: este libro ha debido de recibir una subvención para bibliotecas, porque creo habérmelo en todas las bibliotecas públicas a las que voy en la Comunidad de Madrid.

    Saludos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Nah, demasiada casualidad. Piensa mal y acertarás. Esto es por el pirateo. Seguro.

      Eliminar
  2. Lo leo y no lo creo: ¿será éste el primer libro de relatos que le gusta, Tongoy, o al menos que no ha despellejado con merecida saña? ¿Habrá que leerlo entonces? Soy toda dudas.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Humm, es complicado. No ha estado mal pero no llega a la categoría de "recomendables". Pero insisto: no está mal. Si le tira el género, bien, si no, pase.

      Hace poco, lo comentaba en la reseña anterior, leí una colección de relatos de Brodkey que SÍ recomiendo. Absolutamente. Sin matices.

      Eliminar
  3. Para ese premio estaba nuestro Alb Olmos finalista...no? Una pena. Muchos euritos en juego y Alb tb llevaba tema sico- rural..€€

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es cuestión de insistir. Algún día ganará algo. Seguro. Ahora qué, ya no sé.

      Eliminar
  4. Distancia de rescate me parece un relato excepcional, sobre todo cuando escuché a su autora en una entrevista comentar su extrañeza de como entendían en México su novela, de una forma fantástico-espiritual, diferente a como se interpretaba en su país. A mí, personalmente, me encanta el estilo mágico-sudamericano de ésta escritora aunque declare su admiración por los escritores de relatos cortos norteamericanos, además, sí, es una novela tramposa, el interlocutor que tanto insta a la protagonista por descubrir con tanta premura un detalle que nunca llega, es nuestro propio inconsciente que como lectores ávidos por descubrir el desenlace de algo que no terminamos de entender y que nos tiene en ascuas, tratamos de forzar el desenlace y....sorpresa...cuando terminas la novela, te preguntas si también se te habrá escapado ese detalle.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es hilar demasiado fino, eso. No me lo creo. Simplemente le ha salido bien porque la trampa no se descubre hasta el final cuando a uno ya le da más o menos igual. Lo ha pasado bien, que es de lo que se trata.

      Eliminar
  5. En mi opinión, Schweblin está un par de puntos por encima de "cuentistas" Con temáticas más o menos similares (el horror en lo cotidiano y familiar) cómo pueden ser Jon Bilbao y Anna Starobinets.
    Habrá que ver lo que da de si en una novela de mayor volumen que distancia de rescate.
    Saludos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Padres, hijos y primates es una muy buena novela. No digamos tonterías.

      Eliminar
    2. Y no seré yo quien lo niege. Pero yo hablaba de cuentos en la comparación, no de novelas. Lease bien los comentarios antes de escribir estupideces.

      Eliminar
  6. Tongoy, qué decepción con el libro de Don Carpenter ese de Enrico's. Aún no lo acabo pero mucho tendría que mejorar para justificar los 20 pavos que cuesta. Hard rain falling sí me gustó bastante, pero este de Enrico's por momentos me parece insoportable (la primera parte es de una ñoñería descomunal). Me hubiera gustado tanto que me gustara.

    ResponderEliminar
  7. Lamento decirle que no ha entendido nada, pero absolutamente nada de Pájaros en la boca. No sé si su análisis de los relatos es deliberadamente superficial o decididamente obtuso, aunque me inclino más bien por esta segunda opción. Querido, no es que no le gusten los libros de relatos, es que la plana interpretación que hace de ellos evidencia su innata incapacidad para entender... para entender nada

    ResponderEliminar
  8. Tanto Pájaros en la boca, como Distancia de rescate y Siete casas vacías nos parecen libros estupendos. Quizá los premios recibidos por la autora pueden hacer un libro anterior salga de nuevo a relucir. Quedarse solo con el tema de si ha sido o pirateado no parece que tenga sentido. Si fuera así, las cosas serían de otra manera. Quizá hay lectores que solo pueden leer los relatos quedándose con una interpretación superficial, pero sin la correspondiente reflexión.

    ResponderEliminar
  9. Si esta señora es la mejor cuentista de Argentina entonces yo soy el Rey de Portugal.
    Relatos con un lenguage facilón, en los que se mantiene la intriga (en unos más y otros menos) y cuyo final te deja con la sensación que has arrastrado durante toda su lectura, es decir, mucho ruido y pocas nueces. Me ha parecido intuir en algún relato similitudes con alguna serie de televisión.
    Lo compré porque la librera era una flipada que se deshacía en halagos hacia la autora.
    No le llega a Carver ni a la suela del zapato.

    ResponderEliminar

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.