lunes, 29 de junio de 2015

‘Sumisión’ de Michel Houellebecq

«La idea asombrosa y simple, jamás expresada hasta entonces con esa fuerza, de que la cumbre de la felicidad humana reside en la sumisión más absoluta».

No estaba entre mis planes reseñar a Houellebecq. Demasiados son ya los que reseñan/hablan a/de Houellebecq. Prueben a buscar en google Houellebecq + sumisión y prepárense para la paliza de su vida. Abc, El país, El Cultural, 755 blogs y doscientos diarios la mitad de los cuales se hacen eco de lo mismo: la polémica, un tanto forzada, que acompañó el estreno de la novela, como si tal cosa (la polémica, no los atentados que fueron noticia) no fuese la dinámica habitual en cada publicación del autor. Esa envidiable ilusión infantil, eternamente inocente, de la prensa.

Al tema.

Sumisión es un what if? en toda regla que plantea lo siguiente: en 2022 el candidato de un partido político llamado Fraternidad Musulmana gana las elecciones. Islam en el poder. Los fraternales pactan con los socialistas (que menudos son) llegando a un ventajoso acuerdo. Probablemente el más ventajoso acuerdo al que puede llegar:

«Las negociaciones entre el Partido Socialista y la Hermandad Musulmana son mucho más duras de lo previsto. Sin embargo, los musulmanes están dispuestos a dar más de la mitad de los ministerios a la izquierda, incluidos algunos claves como Finanzas e Interior. No tienen divergencias acerca de la economía, ni tampoco respecto a la política fiscal; no las hay tampoco sobre la seguridad, y además, contrariamente a sus socios socialistas, tienen los medios para hacer que reine el orden en los barrios del extrarradio. Hay algunos desacuerdos en política exterior, desearían que Francia condenara a Israel con mayor firmeza, pero eso la izquierda se lo concederá sin problema. La verdadera dificultad, ahí es donde están encalladas las negociaciones, es la Educación. […] quien controla a los niños controla el futuro, punto final». 

La educación como instrumento. Esto es un clásico: que si viejas costumbres, que si los valores (¡valores!). Que levanten la mano los que estén hartos de escuchar el sonsonete de yo en la iglesia no creo pero me gustan los valores que transmite para justificar su participación en este festival de sotanas que es la asignatura de religión. Y ya tenemos excusa para llenar (sí, LLENAR) las aulas y las iglesias de confirmandos. Y de ahí al cielo: «La sub-población que cuenta con el mejor índice de reproducción y que logra transmitir sus valores triunfa», se dice en algún momento de la novela. Quiera Dios que no. 

Y esto es un poco Sumisión. Bueno, esto y otras cosas.

Se critica esta novela por muy diversas razones, entre ellas no desarrollar un discurso o una trama creíbles. Cierto. No lo hace: no es creíble lo que cuenta, pero eso es porque lo que cuenta suena a despropósito inexplicable. Además, tampoco lo intenta (no, al menos, con especial ahínco). Esto pasa por tomarse las cosas demasiado en serio; por creer que se trata de un discurso realista, una advertencia literal y no un juego para adultos que necesariamente ha de contar con complicidad de los mismos.

Aquí un ejemplo: en un momento determinado de la novela, al poco (muy poco, demasiado poco) de ocurrir lo que comentábamos más arriba, el protagonista sale a la calle y descubre que algo ha cambiado. En un primer momento no sabe qué es, ni sabe exactamente cómo ha podido llegarse a ese extremo, pero ahí está, es una evidencia ante la que hay que rendirse.

«[..] la vestimenta femenina se había transformado, lo sentí de inmediato sin lograr analizar esa transformación; el número de velos islámicos apenas había aumentado, no se trataba de eso, y me llevó casi una hora de vagabundeo comprender, de golpe, qué había cambiado: todas las mujeres llevaban pantalones. La detección de los muslos de las mujeres y la proyección mental reconstruyendo el coño en su intersección, proceso cuyo poder de excitación es directamente proporcional a la longitud de las piernas desnudadas, eran en mí tan involuntarias y maquinales, genéticas en cierta forma, que no había tenido conciencia de ello inmediatamente, pero ahí estaban los hechos: los vestidos y las faldas habían desaparecido».

Esto nos lleva a otra de las recriminaciones que se le hace a Sumisión: la no defensa de la mujer. Que si menudo machista-sexista el Houellebecq, que las denigra, las minusvalora, etcétera. Es una acusación llamativa que me lleva a pensar que no se ha entendido (o no se ha querido entender) la novelo o que no se ha leído en la clave que parece haber sido escrita, que tampoco sería la primera vez que un escritor defendiese exactamente lo contrario que su protagonista. 

Para llamar la atención hay que exagerar y a Houellebecq esto (y polemizar) se le da fenomenal. Conviene tenerlo claro: Sumisión es pura exageración. Es por ello que en esta novela la mujer es poco más que un trapo. Ha de serlo ya que en cierto modo son la mujer y sus derechos adquiridos la clave de la novela y, de hecho, es esta repentina, inexplicable o directamente imposible sumisión al macho lo que demuestra su importancia en el curso de los acontecimientos. Quiero pensar que la mujer, con su voto, sería, en cierto modo, ¿la única? que podría evitar este retroceso cultural con el que tantos fantasean secretamente. Resumiendo: para que lo propuesto por Houellebecq sea posible se exigen ciertos sacrificios.

Quítale el derecho al voto, a la mujer, y ya tienes arraigo de costumbres; quítale el derecho al trabajo, acaba con el desempleo. Quítale todo, métela en tu cama, vuelve a ser dueño y señor de tu castillo. ¿Quién dijo progreso? ¿Quién dijo miedo?

Ah, la sumisión, ese placer.

Sumisión es, por extensión, la fantasía erótico-festiva de un hombre de clase media que reconoce que, más allá de progresismos varios, la idea de un universo machista y polígamo no estaría tan mal. No me digan: una de treinta en la cocina y una de quince en la cama. Al llegar a casa zapatillas, gin-tonic, mamada y la confirmación, certeza en mano, de que cualquier tiempo pasado fue mejor.

Si me lo preguntan: veo Sumisión como un elogio, no sé si intencionado o no, a la mujer, pero sobre todo lo veo como un ejercicio sano (y duro, también) de sinceridad que plantea la siguiente cuestión: ¿estamos, como queremos dar a entender, realmente tan en contra de la deriva conservadora que parece haber tomado Europa o tal vez vemos en esto una oportunidad para devolvernos ese status que merecemos, ese que un día tuvimos?

«Había que rendirse a la evidencia: llegada a un grado de descomposición repugnante, Europa occidental ya no estaba en condiciones de salvarse a sí misma, como no lo estuvo la Roma antigua en el siglo V de nuestra era. La llegada masiva de poblaciones inmigrantes impregnadas de una cultura tradicional marcada aún por las jerarquías naturales, la sumisión de la mujer y el respeto a los ancianos constituía una oportunidad histórica para el rearme moral y familiar de Europa, abría la perspectiva de una nueva edad de oro para el viejo continente. Esas poblaciones eran a veces cristianas; pero por lo general, había que admitirlo, eran musulmanas».
Por cerrar este episodio diré que he disfrutado mucho con esta Sumisión. Pese a su estructura clásica de diario de protagonista y sucesión de oportunas entrevistas, una suerte de documental novelado, creo que plantea interesantes cuestiones, más de carácter íntimo que político, amén de no resultar aburrida en ningún momento, algo que nunca agradecemos lo suficiente.



17 comentarios:

  1. Leo la reseña y resuena el eco de varias viñetas de Mingote, sobre la discriminación en la vestimenta femenina. He encontrado una: http://i604.photobucket.com/albums/tt129/Tellabeltz/DICIEMBRE-ENERO%2009-10/MAYO%20en%20adelante/Dignidaddelamujer-Mingote.jpg

    En todo caso, hoy, en plena canícula del 2015, vaya donde vaya voy en bermudas y veo que la mayoría de los caballeros lucen las canillas al viento. Y veo, también, que las mujeres van de pantalón largo, agradeciendo la vuelta de la maxifalda. No hizo falta llegar a 2022.

    Cierro el comentario con una reflexión: Grecia (la antigua) alcanzó su esplendor en la defensa de la búsqueda de la virtud; Grecia (la moderna) está al borde de una quiebra moral, económica y social (no importa el orden), por culpa de los valores.

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  2. Magnífica reseña, Charles. No le añadiría ni le quitaría nada. Es exactamente la misma sensación que me ha transmitido a mí al leerlo.

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    1. Iba a escribir lo mismo. Te adelantaste. Pues eso, gran reseña, la que yo hubiera querido escribir.

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  3. Hola Tongoy:

    Me alegra que coincidamos en esta lectura. A mí también me gustó este libro; y sobre todo algunas cosas que no comentas: el análisis literario de la obra de Huysmans y los comentarios que apelaban a Nietzsche.

    En cualquier caso, haces apreciaciones sobre la verosimilitud narrativa que me parecen muy bien traídas, muy interesantes.

    A mí de este autor ya sólo me falta por leer La posibilidad de una isla, la poesía y los ensayos. A ver si me acerco.

    Saludos

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    1. "La posibilidad de una isla" es un libro sacro, que no sacrílego. Que viene a representar, adaptándola a nuestros medios y valores, especulando con los medios y los valores del futuro, la obra de un quinto evangelista: Houellebecq. Lectura im-pres-cin-di-ble. A su lado "Sumisión" no pasa de ser una crónica periodística de politiqueos al uso.

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  4. Hace mucho tiempo que no leo a Houellebecq, me cansé de adivinarle en el punto de mira su provocación y poses, pero en su momento ya imaginé que la polémica podía venir más por parte de los que no se enteraban de nada que del autor y la trama del libro. Me alegra confirmar que existe otra opinión que lo corrobora y encima como se debe hacer, leyendo el libro, ya, jeje.

    En cuanto a la exageración... el presente a veces parece ya bastante exagerado. Y dios, que cansa un puñao, eso también.

    Marga

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  5. Estimado Señor,

    Me llama la atención, tanto en su reseña (en general excelentes) como en la de los demás críticos, que se hable de Sumisión por las tesis planteadas, pero en ningún caso por su forma de "hacer literatura": ¿qué aporta, poco o mucho, a la literatura y a la novela? Como decía Kundera, en esta época de las "paradojas terminales", si la novela quiere progresar como novela, sólo puede hacerlo contra el "progreso del mundo". ¿Es el caso con Hoeullebecq?…

    Cordialmente

    JB

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  6. El David Pérez Vega ése que comenta a veces, ¿no es un poquito repelente?

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  7. Los trolls esos que se dedican a insultar porque les sale de los huevos, ¿no huelen un poquito mal?

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  8. No es insulto, es definición abreviada. No nos soliviantemos, pues.

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  9. No creo que El niño vampiro esté soliviantándose: está ofreciéndonos, a su vez, una definición abreviada (y jodidamente exacta, por cierto) de cómo huele usted.

    Saludos,

    Ángel (que no "Anónimo")

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  10. Me gusta ese bigote a lo Lee Hazlewood, te da (una cierta) personalidad. Ahora sólo te falta rodar un vídeo con Nancy Sinatra, y habrás triunfado en esta perra vida.

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  11. Algo huele a podrido en Dinamarca. (Por decir algo.)

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  12. Entre Houellebecq y yo reina la ambivalencia. A veces me parece pesadísimo, me cargan sus trucos de prestidigitador, pero admiro su audacia y su capacidad de innovar. Es un gran publicista de sí mismo que usa la provocación para vender, pero, en arte, lo nuevo siempre hace girar las ruedas. Su ambigüedad ideológica me espanta un poco, he leído alguna entrevista sobre esta novela y creo que ni él mismo sabe qué pensar.
    Y sigo con el terrible dilema: ¿la leo-no la leo? Una margarita, por favor.

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    1. A mí siempre me ha parecido que hay dos Houellebecqs, el personaje y el escritor. El personaje es objetivamente insufrible, pero creo que es una estrategia publicitaria buscada por él mismo. Eso ya bastaría para no leer sus novelas, en la mayoría de casos, pero a mí me gusta particularmente cuando se mueve en la ambigüedad, como es el caso de Sumisión. Creo que tiene una gran habilidad en algunas de sus novelas para plantear tesis y situaciones caleidoscópicas, que según desde el ángulo desde el que las observe el lector presentan una disposición u otra. Yo diría que vale la pena que lo leas y luego juzgas. Aunque no estés de acuerdo con sus tesis creo que al menos es una lectura bastante estimulante.

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  13. Muchas personas tienden a optar por sustituir su trabajo, su pareja y sus amigos. Pero ni se te ocurra pensar en cambiar a sí mismo.

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  14. Confieso no estar a la altura del debate entre tantos conocedores; sólo soy un lector, sin preparación académica.
    Sólo quería aportar, amigo Tongoy, algo acerca del párrafo que has elegido para abrir tu exquisita reseña. El mismo tema, palabras más o menos, había desarrollado Erich Fromm, en su intento de interpretación del surgimiento del nazismo, en 'El miedo a la libertad', libro que siempre sugiero leer. No es que esté del todo de acuerdo con su postura, pero al menos sospecho que no ha de estar lejos del por qué. En burda interpretación personal, diría que él expresa que el ser humano, cuanto más gana en independencia, más pierde su sentido de pertenencia a la sociedad que refiere. Entonces, cuando aparece un líder carismático, por necesidad de recuperar la identidad, se despoja de su Yo entregándolo sumisamente para incorporarse a esa masa y sentirse nuevamente parte de ella, aliviando de esta manera la tensión interna que genera sentirse un paria.
    Por último, tengo este libro de Houellebecq para leer y no puedo dejar de vincularlo al final del capítulo II de 'Los versos satánicos'; allí se alude a la política seguida por Abu Simbel cuando Mahound -Mahoma- desmiente la incorporación de las diosas -de las que su esposa Hind es sacerdotisa- a la iconografía de adoración. Sumisión, entonces, lleva el nombre del nuevo plan del Grande -monarca, tirano, etc.- Eso.
    Saludos.

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