Póngase un edificio de, no sé, no recuerdo, digamos 40 plantas. Llénese de gente. Aíslese. Agítese. Déjese explotar.
El resultado: “Rascacielos” de J.G Ballard.
“El edificio de apartamentos estaba creando un nuevo tipo social, una personalidad fría y cerebral impermeable a las presiones psicológicas de la vida en un rascacielos, con necesidades mínimas de intimidad, y que proliferaba como una avanzada especie mecánica en esa atmósfera neutra. Era el tipo de gente que se contentaba con no hacer otra cosa que estar sentada en el costoso apartamento, mirar la televisión con el sonido apagado, y esperar a que los vecinos cometieran algún error.”
Argumentemos:
En un gran edificio, equipado con todas las comodidades habidas y por haber (“era un modelo de todo lo que la tecnología había desarrollado, haciendo posible de este modo la expresión de una psicopatología auténticamente «libre»”), tantas que han llegado a favorecer el (re)nacimiento de las diferencias de clase (a mayor altura, mayor estatus), se produce un incidente equis en la piscina de la décima planta. Algo insignificante, creo, pero hablo de memoria. Este incidente será la chispa que inicie un incendio que prometerá arrasar con la acomodada situación de los habitantes del monstruo de cemento al movilizar a quienes, hasta el momento, habían sentido una inclinación natural a la inacción. O sea, todos.
“Para Helen, por supuesto, era una cuestión de nivel social, mudarse a una «vecindad mejor», lejos de este suburbio de clase baja, a un piso alto en elegantes distritos residenciales entre los pisos quince y veinte, de corredores limpios, donde los niños no tenían que jugar fuera, y la tolerancia y la sofisticación civilizaban el aire.”
La novela tiene tres protagonistas: el representante de la clase “baja”, el de la “media” y el de la “alta”. El segundo es la sumisa observación; es un hombre que se adapta a las circunstancias y que incluso las disfruta ya que eso le permite librarse de las ataduras de las convenciones sociales más estrictas. Es realmente entre las clases baja y media (quienes viven, más o menos, por debajo del piso quince y por encima del treinta y cinco) donde se produce el mayor enfrentamiento. Y estoy utilizando el sentido estricto del término. Tiene lugar una auténtica batalla campal en la que el logro está en ir subiendo, poco a poco, avanzando por terreno y apropiándose tanto de las viviendas como de sus habitantes.
Todo esto viviendo de espaldas al mundo. Lo que ocurre en el edificio, se queda en el edificio. Fuera, hombres de gris, corbatas de seda; dentro, taparrabos y bates de béisbol.
“Ahora el nuevo orden había aparecido, y toda la vida del rascacielos giraba en torno a tres obsesiones: seguridad, comida y sexo.”
Y es que al final se trata de eso. La involución, la bestialización. Ya saben, lo de dar rienda suelta al animal que llevamos dentro. Se pacta, sin contratos de por medio, el todo vale. Se negocia una pausa con el progreso, dentro de ese microcosmos, y se olvida y se desprecia todo aquello que favorece la convivencia. Quién no ha jugado alguna vez a los indios.
“En el futuro, la violencia se transformaría sin duda en una valiosa forma de cohesión social.”
Esta novela forma parte de la trilogía urbana de Ballard (la otras son Crash y La isla de cemento, cuya reseña pueden leer aquí) por lo que conocer las anteriores puede ayudarles a hacerse una idea de la intención del escritor. Al margen de lo mejor o peor llevada que esté la novela (se echa en falta una visión más global y menos centrada en unos protagonistas cuyas acciones acaban resultando un tanto repetitivas) está el hecho de entender al ser humano como un animal civilizado que fantasea con la idea de abandonar la urbe y volver a la libertad del campo y la cueva (exactamente lo que ocurría con La isla de cemento pero con algo más ritmo), donde la superviviencia depende de la habilidad para la caza y no de la capacidad para entender los mercados financieros.
El fracaso de ponerle una corbata a Tarzán.
Los amantes de las comunidades de vecinos están de enhorabuena, al fin una novela que retrata fielmente lo que deberían ser este tipo de reuniones. Ídem de lienzo para los que opinen que cualquier tiempo pasado fue mejor o para los que prefieran hacer las barbacoas directamente en el suelo.
Lejos de apasionante, “Rascacielos” es un interesante reflexión sobre lo que somos y sobre lo parecemos pero sobre todo, sobre lo que nos gustaría ser si nos dejasen un ratito, sólo un ratito, a solas en un edificio con veinte como nosotros. Menuda fiesta.
Yo, como presidente de la comunidad, voy a recomendarla en la próxima reunión para que vean a donde pueden llegar como sigamos así.
ResponderEliminarUn buen Ballard explotando una situación hasta el límite de la animalidad humana. Por cierto, ya está en marcha la versión cinematográfica.
De ese ámbito involucionista o catastrofista o incluso apocalíptico mi preferida sigue siendo un clásico poco conocido, "La tierra permanece " de George R. Stewart.
Un saludo.
Compré el libro de Stewart hace años. Estaba bien de precio. Anotado como futura lectura.
Eliminar
ResponderEliminarYo creo que a la representación clásica de la evolución le falta una goma elástica atada a la cintura y a un poste al principio del camino.
Y que a la goma no le queda ya mucha elasticidad. Y cada vez nos cuesta más avanzar pero seguimos. Hasta que un día la resistencia de la goma nos vencerá. Y nos devolverá al principio de golpe.
El hostión promete ser morrocotudo.
Eso es lo que opino yo y, como a mi mujer no le importan mis opiniones y a mis hijos tampoco, pues esta la depósito aquí, que estoy de vacaciones y es gratis todavía. Opinar aquí.
Salud, Quique.
Eso sería bonito, pero no sé yo... mucho aguante veo por aquí.
EliminarInciso y pregunta: ¿os gusta Tom Sharpe? ¿Merece la pena leer "Wilt"? Hay quien odia a Sharpe y hay quien lo admira, como si fuera el Jonathan Swift del siglo pasado.
ResponderEliminar(Veo que estás leyendo "Tom Jones": igual no, pero algo me dice que la traducción al Spaniard debe de ser una puta mierda, como sucede con el 99% de obras traducidas del inglés que han pasado por mis manos últimamente, ya edite Valdemar como Anagrama como Alianza.)
A mí "Wilt" me gustó cuando lo leí, pero de eso hace algunos años. No te esperes un "novelón', pero, por ejemplo, la crítica que hace al sistema educativo y, en particular, a lo que sería aquí lo que antes era la Formación Profesional recuerdo que tenía mucha gracia, sobre todo por la percepción que de eso tenían los universitarios. Pero el libro es bastante amable, en general.
EliminarNO sabría decirle sobre la traducción de Tom JOnes. Lo leí en dos (espasa y otra) y el otro día me traje la de Cátedra para comparar pero creo que voy a pasar no vaya a darme de bruces con la realidad de saber que leído una pésima traducción. Que lleva su tiempo, leer Tom Jones.
EliminarMe suena haber ojeado Wilt hace años pero supongo que no lo terminé. Si no lo recuerdo....
Hostia, Tongoy, no me digas que tú censuras también; andamos todos como acojonados, últimamente...
ResponderEliminarNo es censura. Tengo moderación en los comentarios no porque me guste o por mí sino porque hace unos meses alguien se dedicó a poner comentarios con información demasiado personal de gente (dirección postal de escritores más o menos polémicos o intimidades). Yo soy tolerante con los comentarios, pero hay un punto que supera con mucho la falta de respeto mínima que la gente merece.
EliminarDe todos modos, desde eso apenas he tenido que "censurar" tres o cuatro comentarios.
Ballard como escritor no es el "rien ne va plus", pero como observador de la sociedad me parece más que lúcido. En línea con la filosofía de Bataille - posmoderno él, jaja- centra el objetivo en la estética de la sordidez de la sociedad moderna?, posmoderna?... de la sociedad, vaya.
ResponderEliminarBuenos ojos te vean, Ire querida. ¿De vacaciones bien?
EliminarDe coña. Pero, se acabó la pasta.
EliminarNo hay como darte un paseo por ahí para que se te caigan falsas ideas preconcebidas al suelo ; )
Pero feliz de volver al redil. Muá.
Y nosotros felices de volver a verte. Este agosto se me ha hecho eterno, con tanto post vacío. Figúrate, he tenido que leer para no aburrirme.
Eliminar