Tengo una amiga que cree en las novelas de playa. De igual modo que unos creen en el matrimonio y otros en la iglesia, ella cree que hay novelas que son de verano y que por lo tanto excusan ser incluidas en el contador general de buenas o mala novelas. Es lo de utilizar el verano de excusa para lanzarse a leer todo aquello que de otro modo nunca nos atreveríamos si después tuviésemos que confesarlo. Cuando le he dicho que este podría perfectamente ser uno de esos casos, he notado cierto interés en el arqueo de una ceja pero en cuanto le he contado de qué iba, no ha tenido contemplaciones en mandarme a la mierda. Mientras lo hacía me preguntaba por qué demonios no había reaccionado yo de idéntico modo en su momento.
Es que, verán, la historia es la de “La Invasión de los ladrones de cuerpos” y, claro, cansa. Unas vainas del espacio exterior replican durante el sueño a los humanos haciendo de la humanidad una entidad común que carece de sentimientos. Lo que los marcianos entienden por sociedad perfecta, para que nos entendamos, que es algo así como vivir en algo peor que un hormiguero en hora punta pero llegar a enfadarse en los atascos.
Uno se pregunta si algo que está ya tan visto (voy a dar por hecho que saben de la existencia de la diferentes versiones cinematográficas) vale la pena ser leído; si hay algo que Marc Pastor ha podido aportar a esta historia. Algo que valga la pena, quiero decir. Bueno, pues NO. Cambiar el final no lo hace a uno original, máxime cuando finales similares han sido vistos en otras novelas del mismo género en innumerables ocasiones. Otra cosa es que haya escrito una novela que parece pensada para ser interrumpida hasta la saciedad sin consecuencias pero con un ritmo que, en las circunstancias adecuadas (no fue mi caso) atrape hasta el punto de ser leído en una o dos tacadas. Bueno, lo que hablábamos arriba: novela de playa.
Ustedes no lo saben, pero acaban de viajar al pasado.
El texto anterior, quitando alguna corrección de estilo, fue escrito en julio de 2011 y desde entonces ha estado durmiendo el sueño de los justos. Conviene tener fondo de armario para cuando llegan las vacas flacas. El caso es que durante el ciclo cienciainfeccioso de julio de este 2014 (espero que, cuando publique esto, sigamos en 2014) me acordé de ella, de la novela y, por extensión, de la reseña y pensé que si iba a sacarla este era el momento.
Bueno, pues aquí está.
Repaso lo leído y suscribo punto por punto lo dicho. Del vago recuerdo que queda de estos tres años nace otra la vez la misma pregunta: ¿realmente era necesario? Estoy de acuerdo en que la historia es buena (como historia, no se puede negar, lo de las vainas es absolutamente genial) pero tiene que haber mejores maneras de pasar el rato que dedicar parte de tu tiempo (un tiempo no podrás recuperar, Marc) a escribir algo que ha sido ya escrito, que ha sido ya visto, que forma parte de la memoria histórica de cualquiera que tenga un mínimo de cultura cinematográfica.
A no ser, claro, que esto vaya de llegar a nuevos y jóvenes lectores que, recién salidos del Disney Channel y no teniendo ni remotamente idea de la existencia de aquello, vean en esta novela una idea genial que asociar, inevitablemente, a Marc Pastor, un escritor por el que, por culpa de esto, no he podido volver a sentir interés. Si acaso curiosidad pero ahí está, flotando, esa pregunta, ya saben, ¿qué película novelizará ahora? Y se me pasan las ganas.
Es que, verán, la historia es la de “La Invasión de los ladrones de cuerpos” y, claro, cansa. Unas vainas del espacio exterior replican durante el sueño a los humanos haciendo de la humanidad una entidad común que carece de sentimientos. Lo que los marcianos entienden por sociedad perfecta, para que nos entendamos, que es algo así como vivir en algo peor que un hormiguero en hora punta pero llegar a enfadarse en los atascos.
Uno se pregunta si algo que está ya tan visto (voy a dar por hecho que saben de la existencia de la diferentes versiones cinematográficas) vale la pena ser leído; si hay algo que Marc Pastor ha podido aportar a esta historia. Algo que valga la pena, quiero decir. Bueno, pues NO. Cambiar el final no lo hace a uno original, máxime cuando finales similares han sido vistos en otras novelas del mismo género en innumerables ocasiones. Otra cosa es que haya escrito una novela que parece pensada para ser interrumpida hasta la saciedad sin consecuencias pero con un ritmo que, en las circunstancias adecuadas (no fue mi caso) atrape hasta el punto de ser leído en una o dos tacadas. Bueno, lo que hablábamos arriba: novela de playa.
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Ustedes no lo saben, pero acaban de viajar al pasado.
El texto anterior, quitando alguna corrección de estilo, fue escrito en julio de 2011 y desde entonces ha estado durmiendo el sueño de los justos. Conviene tener fondo de armario para cuando llegan las vacas flacas. El caso es que durante el ciclo cienciainfeccioso de julio de este 2014 (espero que, cuando publique esto, sigamos en 2014) me acordé de ella, de la novela y, por extensión, de la reseña y pensé que si iba a sacarla este era el momento.
Bueno, pues aquí está.
Repaso lo leído y suscribo punto por punto lo dicho. Del vago recuerdo que queda de estos tres años nace otra la vez la misma pregunta: ¿realmente era necesario? Estoy de acuerdo en que la historia es buena (como historia, no se puede negar, lo de las vainas es absolutamente genial) pero tiene que haber mejores maneras de pasar el rato que dedicar parte de tu tiempo (un tiempo no podrás recuperar, Marc) a escribir algo que ha sido ya escrito, que ha sido ya visto, que forma parte de la memoria histórica de cualquiera que tenga un mínimo de cultura cinematográfica.
A no ser, claro, que esto vaya de llegar a nuevos y jóvenes lectores que, recién salidos del Disney Channel y no teniendo ni remotamente idea de la existencia de aquello, vean en esta novela una idea genial que asociar, inevitablemente, a Marc Pastor, un escritor por el que, por culpa de esto, no he podido volver a sentir interés. Si acaso curiosidad pero ahí está, flotando, esa pregunta, ya saben, ¿qué película novelizará ahora? Y se me pasan las ganas.
Bueno, como este post tiene un silencio redondo aprovecho para balar en el desierto, espero que el último miembro del cuarteto vaya espuchinando y que cuando llore lo haga afinadamente y también para felicitarte por estos cuatro años.
ResponderEliminarMuchas gracias, empezaba a temer que este post fuese a quedar sin comentarios. A nada hemos estado. Conocía yo una oveja, negra para más señas, que gustaba de balar de pascuas en ramos. ¿Será usted?
EliminarEl cuarto en concordia raramente llora y cuando lo hace, lo hace como un lindo gatito, afortunadamente.