Se me había pasado completamente comentar este libro. Lo leí en marzo. Marzo, cielos, hace tanto, ya, de marzo. Como treinta libros, nada menos. Ayer el lomo de este bacalao me miraba desde la estaría con ojitos de cordero degollado, pobrecico. Me decía qué será de mí, no me harías una reseñita, amor, breve como un suspirito, para que no me olvides y tal.
Y bueno, venga, va. Pero chiquitita, que ya llovió.
Los Modlin va de muchas cosas. De la memoria o los recuerdos, es una; de la importancia de las cosas (de la importancia que tienen y la que se les da), es otra. De la huella que dejamos o de lo que dejamos atrás.
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A Paco Gomez un día le llaman por teléfono y le dicen que hay un montón de viejas fotografías tiradas no sé dónde, junto a un contenedor y un puñado de frikis arramplando con todo. Corre, Paco, corre. Paco, que es fotógrafo y de ahí la carrera, no llega lo bastante tarde para evitar la obsesión que se le viene encima. En las fotografías tres personajes hacen cosas extrañas, ponen caras, adoptan poses curiosas y pintan cuadros más feos que pedir factura en un prostíbulo. A Paco esto le pone tanto que se echa a la calle a investigar y tanto tiempo dedica que decide compensar la inversión de tiempo con algo de capital añadido. Se hace un crowdfunding y a vender.
El Paco es tremendo, si lo piensas (y no sé a qué viene tanta familiaridad por mi parte). No sé si llegaremos a verlo tripulando un velero de su propiedad, pero la tontería esta (con perdón) no le ha salido del todo mal.
Lo digo como un cumplido y porque ya va por la segunda edición. Que oye, chapeau.
Hablo de memoria, que ya hemos dicho que de esto hace tiempo, pero casi mejor, que me apetece a mí hablar desde la memoria, y traerme los recuerdos y ver qué queda de todo aquello. Así es como se valoran en este blog los libros: por lo que recordamos de su argumento en el futuro imperfecto, de ahí esa manía de ir quitándoles estrellitas en el goodreads según van pasando los años. En este blog nos gustan los libros que nos agarran por los huevos pero no le haremos asco a las caricias.
Pero hablábamos de Los Modlin.
No, no es cierto. Hablábamos de Paco.
Hola. Hola, qué tal. Bien, gracias. Qué quería. Resolver un misterio, escribir un libro, algo que hacer el sábado por la tarde. Bárbaro; y tendrá usted nombre. Tengo: Paco Gómez. Ande, no joda y búsquese un representante.
Ni caso. Paco va por libre y descubre:
Que los Modlin eran tres, como la santísima trinidad, eso descubre. Ella, él y la palomita bella toda ella. Bello todo él, que era tipo no tipa. No vamos a entrar en mucho detalle sobre sus actividades diarias (que no dan para un prólogo ni importan más allá de la anécdota) sino más bien sus excentricidades. Ella pintaba y su pintura era el centro del universo conocido. En el piso, frío, él, fiel amante dónde los hubiera, adoptaba en calzoncillos posturitas que más tarde ella trasladaría al lienzo con menos fortuna de la que quisiera. También estaba su devoción franquista, que es una cosa que a mí personalmente me da muchísimo asco.
Pero esto, en el fondo, da igual, porque los Modlin, en ese mismo fondo, no eran nadie y como nadie acabaron: sus fotografías, su vida, sus recuerdos, tirados junto a un contenedor esperando por un Paco de la vida, un Paco ocioso, un Paco en busca de acción. Si no es por Paco, ya no los quieren ni en pintura.
Los Modlin, en realidad, más que el retrato de una familia más o menos peculiar (menos que más, en rigor) es un libro sobre la obsesión de un hombre y su búsqueda (digamos incansable, finjámosla leyenda) de la inmortalidad, siquiera ajena. Paco Gómez se aferra con una obsesión, en ocasiones rayana en el ridículo, a los restos calcinados de quienes se creían injustamente maltratados por la Sra. Fama y el Sr. Reconocimiento. Paco Gómez, con su curiosidad, parece querer resarcir esta selección natural del arte y lo que le sale es un libro dónde lo único visible y lo único realmente reseñable (toda vez que los Modlin, digámoslo una vez más, acaban siendo nada porque nada es lo que merecían ser y cuyo único mérito reside en su capacidad para evadirse de la realidad) es su esfuerzo por justificar su intuición (equivocada o no) y su empeño en hacer justicia. Justicia que nadie le ha pedido y esfuerzo que nadie merece, en mi opinión.
Los Modlin es Paco Gómez satisfaciendo alguna necesidad vital. Ni más ni menos.
Pos vale. Nos queda claro. Una buena reseña. Dura, pero sin faltar.
ResponderEliminarÉste no le tengo leído pero vi la película o lo que fuera y la sensación que recuerdo es similar.
ResponderEliminarVi el documental sobre Los Modlin y creo que dejo satisfecha mi curiosidad sobre el tema. Buena reseña, como nos tienes acostumbrados.
ResponderEliminarA mí el documental me hizo gracia, la verdad, pero no me dejó con ganas de libro (aunque no sea el mismo autor, ya). Veo que tampoco me equivoqué mucho.
ResponderEliminarSaludos.
Marga
Tras leer tu reseña me parece imprescindible no dejar rastro alguno de mis miserias. Menos mal que con las cámaras digitales desaparece gran parte del riesgo.
ResponderEliminarCon internet hemos descubierto que hay mucha gente cegada con alguna obsesión. La literatura y el cine ya nos los habían mostrado, pero entonces parecían ficciones artísticas. Ahora, en cambio, son realistas, y por eso tienen menos interés.
ResponderEliminarhttp://www.cuatro.com/cuarto-milenio/programas/temporada-09/t09xp09/historia-maldita-Modlin-relacion-Diablo_0_1694700176.html#
ResponderEliminarJaja aj. Ay, Paco.