Estábamos equivocados. Buscábamos donde no era. Leíamos a los escritores creyendo que serían ellos, y no. Olvídense de Franzen, de Eugenides; olvídense de Wallace, de Roth, de María Santísima… olvídense de ellos porque en ellos (en sus libros) no encontrarán la (puta) Gran Novela Americana que todos andan buscando como locos. Y es que La Gran Novela Americana ya ha sido escrita. La ha escrito un español. De Bilbao, claro. Su nombre: Juan Carlos Márquez. Razón: aquí (abajo).
* * * * * *
Lo primero de todo es aclarar esta insignificancia: “Norteamérica profunda” no es, como se afirma por ahí, una colección de relatos, sino una novela fragmentada. Esto es importante. A mí me jode más que a nadie pero es lo que hay. Recordarán algunos que Márquez escribió hace un par de años un librito (pequeño, también, como todo lo suyo) llamado Tangram compuesto por grupo de relatos que se creían novela sin serlo realmente. Se adivina pues, en Márquez, una querencia a llevar la contraria. El día que se aventure en el microrrelato (que lo hará) le saldrán unos poemitas maravillosos.
Dejen que les explique lo de la Gran Novela; intuyo que no me creen. Los cinco supuestos relatos que la componen son cinco estampas tan –en su mayoría- típicamente americanas que es todo uno mirarlas y creer estar viendo una película de John Ford o una fotografía de Robert Adams. Vean, vean: En DELAWARE, el primero, unos colonos ocupan una tierra que hasta ese momento pertenecía a los indios; indios que, furiosos e indignados, se dedican a acosar por las noches a unos invasores que a su vez se sienten atacados. En el segundo, llamado MEMPHIS, tenemos un negro grandote y bonachón cumpliendo condena por asesinato. Esto es, directamente, más americano que la hamburguesa. Y un poco topicazo. También lo de ser amigo del carcelero y de la incapacidad de adaptarse a la vida en libertad. En BLOOMINGTON la viuda y el hijo de un hombre que muere en Vietnam ven como el estado calamitoso en que se encuentran da un giro de 180º cuando un amigo del difunto se hace cargo de ellos a cambio de llevárselos a un páramo desierto de Bloomington. En SAINT-RAPHAEL un aristócrata en decadencia invita a una familia amiga a pasar unos días con él en Saint-Raphael, precisamente, un lugar muy bonito de Francia, que no sé qué narices tiene que ver con la Norteamérica profunda. Quizá es que me he perdido algo. O quizá simplemente es un relato que se coló para rellenar y evitar así que quedase un libro demasiado ridículo. Hoy me he levantado generoso: vamos a creer que el relato trata sobre la aristocracia en decadencia como referencia al lastre en que se ha convierte Europa para América a pesar de tanto pasado en común. Pilladito por los pelos, pero que no se diga que no he puesto de mi parte aunque sea mintiendo más que escribiendo.
En CHURCHILL, el último de los relatos —probablemente el que más me ha gustado—, un joven matrimonio se marcha al norte de acampada. Ella se está muriendo, pobrecita y él no sabe qué decir, ni qué hacer, ni cómo reaccionar y es todito un saco de miedos varios. Lo de tener que lidiar con la inseguridad del amante desde la entereza del moribundo o la diferencia entre no tener nada que perder y perderlo todo. Esto se acompaña de bellas estampas nacionales: “No había más de ocho o diez personas dentro del restaurante y la mayoría eran hombres con la cara tiznada y las botas sucias de tierra. Devoraban fuentes de huevos revueltos y hamburguesas con queso y sorbían tazones de café humeante sobre la barra. Pedimos un surtido de salchichas, dos mazorcas de maíz y un par de ensaladas a una ascendiente de Matusalén y nos sentamos a una mesa tras una cristalera. Las vistas daban a un parque. Era un parque solitario sin un solo árbol. Con el suelo de arena, columpios y un pequeño y poco tendido tobogán de metal oxidado.”
Que estas secuencias tan típicamente americanas resulten más comunes y reconocibles que los páramos desolados de la “Intemperie” de Jesús Carrasco lo único que demuestra es que importamos demasiada televisión. Pero en cualquier caso el resultado es el mismo: para algunos América es esto y poco más. Márquez lo recoge en cinco cuentos, cuando otros lo hubieran hecho en cuarenta, lo cual es mucho de agradecer porque así te da tiempo a ver el telediario antes de cenar. En cualquier caso si la gran novela americana es aquello que representa o traza un relato de la América inmortal no veo porqué no puede ser esta colección una candidata al puesto. Yo me limito a dejarlo caer.
Al respecto de los mencionados (relatos) y al margen de lo más o menos interesantes que puedan resultar, Norteamérica Profunda es Márquez haciendo de las suyas pero en relajado, esto es, sin el peso de los talleres de escritura y sin tener que demostrar que él la tiene más grande (la prosa, se entiende) que muchos otros que van del mismo palo, dando como resultado unos relatos bastante decentes para lo que me estoy encontrando últimamente si no le tenemos muy en cuenta cosas esos pecadillos de poeta reprimido tipo "la metralla silbándoles su melodía de muerte en los oídos" que se le escapan de vez en cuando y que dan a entender que en el fondo es, Márquez, un alma sensible luchando por florecer en el océano de los versos con resaca. Que a nadie le extrañe si algún día empiezan a salir fotos de su pasado acompañado de narcotraficantes del amor. Resumiendo: interesantes en la medida que prescindibles, siendo esto algo que se parece bastante a un cumplido sin serlo necesariamente pero sin descartarlo tampoco.
Sepa Márquez, en cualquier caso, que seguimos, sus groupies, a la espera de una novela que tenga forma de novela. Que no desesperamos, que sabemos que llegará, aunque tarde cuarenta años, aunque se oculte tras algún formato autobiográfico de memorias literarias preferentemente (si podemos elegir) de corte dramático y sangriento.
Claro, le faltaría para ser una Gran Novela Americana que un estadounidense también viera reflejado su país en estos cuentos y no solo la imagen deformada de las películas y series de televisión. Una empresa extraña que te cagas de cualquier manera la de retratar otro país desde el tuyo (sin usar una figura mediadora como, por ejemplo, la de un turista en el caso de tu querida Saliendo de la estación de Atocha).
ResponderEliminarDe Bilbao. De dónde si no. No podía ser de otra manera.
ResponderEliminarY que no se reprima, por favor. ¡Reclamo! ¡Pido! ¡Necesito poesía! ¡Mucha poesía en la novela!
Se lo diré. Seguro que en la próxima novela (o lo que toque) se anima a dejar unos versitos.
EliminarVersitos, versitos... mejor un buscar un poco de música en las frase, un escoger la palabra más bella para contar. Como Marsé, que sin hacer versitos buscaba en el trabajo de escribir novelas "otra forma de belleza"
EliminarHablando de nortearmericas profundas, estoy leyendo los cuentos completos de William Goyen porque había oído hablar maravillas de él (En Quimera...) Empezó bien pero para el 4º cuento ya me entró la sensación de repetición y tedio. No sé si seguir, digo: igual luego mejora y habla de otra cosa, pero menudo tocho de libro es como para andar a la caza de un puto cuento redentor... ¿Tú lo has leído? ¿Me estoy perdiendo algo? ¿Soy mucho bruta?
ResponderEliminarRecuerdo haber leído alguno hace tiempo pero no sé... no debían ser gran cosa si los he olvidado hasta ese punto. A mi algo así me pasó este finde con Lydia Davis. ¿Soy muy bruto?
EliminarLo de la metralla silbando la melodía de muerte es verdaderamente pasmoso. Me quito el cráneo.
ResponderEliminarUna pregunta de lo más tonta, supongo, pero ¿si se le cambiara el nombre a los relatos, por ejemplo CHINCHILLA en lugar de DELAWARE, la cosa resultaría igualmente creíble o es patrimonio exclusivo de la NORTEAMÉRICA PROFUNDA?
ResponderEliminarMelodía de muerte! Joder!
ResponderEliminarNo será broma? No será que el autor pretende reírse del poético redactar, en cuyo caso pasaría de triste error a feliz acierto?
Qué clase de editor dejaría pasar eso? A no ser que lo dejara tal cual pero le cambiara el título a la novela y le pusiera precisamente eso: Melodía de muerte, a modo de guiño al lector y burla al escritor.
Quique
Quiquiño, ya tengo en casa el de hombre salmonela. A partir de aquí, lo que pase con él será culpa tuya.
EliminarHabía uno de una planta (creo) que hacía soñar cosas que hacía bastante gracia. A ver, no es un tío que vuelva loco con el lenguaje y las yuxtaposiciones. Y tiene imaginación. Y no es lo mismo de siempre. Pero vamos, si no te gusta el primer cuento, cierras el libro, lo devuelves a la biblioteca y te das un revolcón con quien sea que te eligió en su día para juntos hacer el camino.
EliminarQuique
Los toboganes están (o son) más o menos empinados. No están tendidos. Nunca. Un tobogán no son unos gayumbos puestos a secar a la intemperie colgando de una cuerda ni tampoco es un graderío para sentarse a fumarse un puro y ver una corrida de toros. Antes todo esto, de lo que habloa aquí, lo sabía ya un niño de teta. Hoy en día podría llegar a parecer la manía caprichosa de un esteta. Y no.
ResponderEliminarNo lo recogerá la RAE exactamente así, pero tendido se aplica como sinónimo de empinado en otros ámbitos, sobre todo en las subidas. Una subida tendida o poco tendida. Los que andamos en bici lo decimos mucho. A lo mejor la RAE lo admite más adelante, hombre, que, como dice Jonan, Márquez es de Bilbao.
EliminarUn ciclista
Vale, cojones, por ser de Bilbao lo dejo. Pero, entonces que ponga "tobogán tendido", con dos cojones, y no "tendido tobogán" porque en este caso en lugar de parecer de Bilbao parece un repipi de segundo de ESO de Donosti ¿Estamos? Cuando escriba la próxima sabrá ya que no se puede escribir "tendidos toboganes" ni cosas parecidas si de verdad quiere ser un escritor como dios manda y Bilbao exige ¿estamos?
EliminarMenos mal que lo habéis resuelto. Me tenía preocupado la cosa del tobogán.
EliminarOdio tener que recordarlo, pero los de Bilbao nacen/nacemos donde les da la gana.
ResponderEliminarY, en buena lógica, Bilbao llega hasta donde a los de Bilbao les da la gana. Hasta Norteamérica, adibidez...
(No, lo del bilbaíno que entra a una tienda y pide "un mapamundi de Bilbao " no es un chiste).
Y el que se pique, que se rasque.
Hola Tongoy:
ResponderEliminarLeí este libro hace unos meses, y ya comenté en mi blog que me sorprendió positivamente. Me pareció un juego muy ingenioso el que había llevado a cabo Márquez en Norteamérica profunda.
Ya comenté que aunque las construcciones seguían modelos muy reconocibles de la narrativa norteamericana: cuentos al estilo de Sherwood Anderson, Hemingway, Carver, Cheever..., no dejaba de tener un tono irónico que hacía pensar en una parodia y esto se notaba más que en la composición de personajes, que era norteamericana en un sentido muy clásico, en el lenguaje usado. Por ejemplo empleaba el término "emparedado" que es propio de una traducción puertorriqueña de los dibujos de Popeye y eso pienso que estaba hecho a propósito, como el sentido irónico y paródico de algunas expresiones hechas de la cultura popular norteamericana, en muchos casos malas traducciones, más del cines o las series que de los libros, como esa "metralla silbado melodía de muerte" que apuntas.
A mí el cuento Saint-Raphael me pareció que estaba muy bien traído, y que parodiaba un tipo de relato también muy norteamericano, el de personajes norteamericanos en Europa, propio de Scott Fitzgerald o de Edith Wharton. De hecho, siempre ha existido un juego entre los norteamericanos y los británicos para parecer unos y otros lo que no eran. Estoy pensando en Henry James y en Ford Madox Ford.
Alguien preguntaba si los cuentos hubieran sido igual si en vez de Delaware se hubiesen llamado Chinchilla. En realidad creo que no, porque precisamente el logro del libro era la asimilación por parte del autor de la cultura popular norteamericana. Es decir, si el personaje fuese de Chinchilla posiblemente pensaría con metáforas de fútbol y no de beisbol como hacen los personajes de este libro.
A mí me pareció que Norteamericana profunda era un libro muy interesante, lo único malo es que se hace corto.
saludos a todos
Gracias por la respuesta, David. Por eso lo preguntaba. Cuando los tópicos son tan tópicos solo puede obedecer a dos razones.
EliminarSaludos
Mira que bien, por estar a otea cosa me he ahorrado la respuesta.
EliminarQue los libros se hagan cortos nunca es un problema, en mi opinión. De hecho debería ser lo normal. Es que cuando se hace largo... es que es largo.
No había caído en lo de Saint Raphael. Thanks.
Un abrazo, David.
Me gusta este blog. Nadie me había hablado nunca tan claramente y sin tapujos de los toboganes. Me siento afortunada.
ResponderEliminarPues eso.
Y Carlos, recuerda que una vez tuviste una hermana. Vale, eran tres, pero seguro que no te acuerdas de ninguna. Nosotras te queremos igualmente, aunque sepas leer.
Besos. Saludos.
Marieta
Tengo un recuerdo vago de vosotras, sí. Cualquier día os invito a comer o algo así. Cuando se acabe este puto frío.
EliminarLo de los toboganes ha sido apasionante. Lástima de breve. No estamos muy charlatanes últimamente por aquí.
Al hilo de lo que dice Marieta y para tratar de zanjar definitivamente el tema de manera clara y contundente, los toboganes -al menos en este aspecto- son como las pollas e igual que nadie dice una polla tendida sino una polla empalmada, nadie debería decir un tobogán tendido sino un tobogán empinado.
ResponderEliminarLuego... hacer notar que si hablar de "empalmada polla" resultaría ser de un cursi bestial (parece el título de una novela de Marias) utilizar la construcción "tendida polla" supone ya directamente algo supraesotérico, cósmico, daviniano. De batido de vainilla con veronal.
Pues eso...lo dicho...que con los "toboganes" ocurre exactamente lo mismo.
"Mi empalmada polla" no suena tan mal, bluff. Todo depende del contexto. Probaré.
ResponderEliminarProbado. Nada, muy bien todo. No es tan cursi, me dicen.
Ya te tengo a ti calado, Tongoy, y eres bastante proclive a la "elegancia" sajonizante de poner el adjetivo delante del sustantivo, algo en lo acostumabran a incurrir de entrada las pipiolas y pipiolos con aspiraciones literarias y de lo que en el idioma castellano hay que huír como de la peste mora.
EliminarEl toque de petimetre y de novato que no sabe por donde le viene el aire que proporcionan a su responsable construcciones como esa, es acojonante. O debería serlo. O por lo menos... toda la vida de dios hasta hoy lo ha venido siendo.
En cuanto a lo tuyo, seguro que no ha resultado ser tan cursi porque lo habrá compatibilizado con una "lubricada hendidura", pero si hubieras preferido hacerlo con un "coño mojao", ya veríamos.
Un abrazo! ;-)
Mis imprescindible sobre América (del Norte)
ResponderEliminarEE.UU y poesía (aunque a usted no le gusta la segunda, por lo que parece):
El mapa de América (Pablo García Casado, DVD Ediciones)
Climax Road (Vanesa Pérez Sauquillo, Editorial Adonais)
Americana (Ignacio Escuín, Ediciones Leteo)
EE.UU y narrativa (aunque no sé qué genero):
Barra americana (Javier García Rodríguez, DVD Ediciones)
Casi nunca estoy de acuerdo con sus opiniones, pero, como el alcalde de "Amanece que no es poco", es usted necesario.
Hasta pronto.
No, es verdad, no me gusta la poesía.
EliminarHOy me he acerdado por la biblio y he cogido, de todos los que me dice, el único que tenían: "Barra americana". Ya le contaré.
Lo de ser necesario sin estar de acuerdo con mi parecer ha sido bonito. Mi mujer de vez en cuando también me lo dice. De todos modos, necesarios no somos ninguno.
Nos vemos. Gracias por las recomendaciones.
Permítame una recomendación: si pone los títulos en cursivas, las dobles comillas pueden resultar redundantes.
ResponderEliminarUn saludo,
Mario Moliner
Permítame una recomendación: si pone los títulos en cursivas, las dobles comillas pueden resultar redundantes.
ResponderEliminarUn saludo,
Mario Moliner
¿Y mi comentario?
ResponderEliminarSu comentario estaba pendiente de "aceptar". NO siempre estoy mirando el móvil, afortunadamente. Tampoco he tardado tanto, caramba.
EliminarSobra la recomendación: no puede usted tener más razón. Prometo corregirlo en el futuro.
Muchas gracias.
No sé a qué viene eso de olvidarse de Wallace cuando una de las novelas que mejor retrata a la sociedad americana actual es "La broma infinita".
ResponderEliminarA veces al leer tu blog uno no sabe si estás siendo irónico o verdaderamente te gusta lo que has leído.
Bueno, es que si tengo que explicar los chistes apaga y vámonos. Lo de la ironía y tal lo vamos a dejar en suspenso una tiempecito. Todo tiene su razón de ser. O no.
EliminarLA Broma Infinita es un librazo, efectivamente. De los que no se olvidan. Ahora, para todos tampoco es.
A Márquez tengo que leerlo, aunque parece que tiene buena mano. Al otro niño, a Matías Canderia leo por ahí que solo lo visite si me gustan los comics y las pelis de superhéroes raritos. Así que no.
ResponderEliminarPregunta obligada: ¿Tienen algo que ver el Márquez de Facebook (ingenioso, mordaz e incorrecto) con el Márquez escritor?
ResponderEliminarMe temo que se parecen en el blanco de los ojos.
EliminarEspero que los cuentos sean mejores. Los leeré, por no dejar.
EliminarSon diferentes, simplemente. En los relatos se pone la corbata de señor.
EliminarGracias por la respuesta, señor Tongoy. Soy un poco torpe con las nuevas tecnologías.
ResponderEliminarBuenas noches,
Mario Moliner
No se preocupe; ocurre a menudo. Tampoco es la primera vez que se queda un comentario durante días hasta que me doy cuenta.
EliminarUn saludo,
Decepcionado hállome, Tongoy. Mucho trigo para tan poco pollo.
ResponderEliminarTanto hablar de Bilbao, el pobre JC, que lo lees creyendo encontrarlo, pero no, Bilbao no existe en sus cuentecitos, es todo fachada.
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