viernes, 12 de abril de 2013

Sobre “Moo Pak” de Gabriel Josipovici

Moo Pak* pasará a la historia (ese espacio en la historia que ocupan las grandes chorradas) como la novela en que servidor marcó, señaló o subrayó las citas más extensas. No hablo de las habituales citas de cuatro, cinco o seis líneas, sino de veinte, treinta o en algún caso concreto (y ateniéndonos exclusivamente a la versión digital en que fue leída) páginas enteras, esto es, quinientas, seiscientas palabras. Una locura. Una locura entre otras cosas porque a medida que iba leyendo y señalando me iba planteando también la reseña y me daba cuenta de que aquello se tornaba inviable y si ya por lo general soy reacio a meter citas en las reseñas, ni les cuento lo que pienso de meter eternidades como las planteadas. Resumiendo, que existe la tentación de llenar esto de citas. Voy a resistirme en la medida de lo posible, pero alguna (!) será inevitable. 


Moo Pak 

Moo Pak es un libro (en apariencia) muy sencillo. En él, dos hombres pasean mientras uno de ellos habla. Trepidante, ya ven. Pues así doscientas páginas. El más charlatán (por llamarlo de alguna manera) de los dos es un escritor suponemos que consagrado, por lo que la mitad de las cosas que cuenta tienen que ver con la literatura, que es en lo que piensan los escritores cuando no están escribiendo. Cosas que tienen que ver, por ejemplo, con ser escritor (¡tachán!), con las razones que mueven a los escritores a escribir ergo las razones que lo mueven a él, razones que voy a suponer, al menos en parte, universales. “Empecé a escribir, dijo, para poner orden en mi cabeza. No porque tuviera «algo que decir» o porque quisiera crear objetos bellos o contar historias bellas, sino simple y llanamente porque quería poner orden en mi cabeza y evitar volverme loco. […] Escribo para librarme de la imaginación, no para satisfacerla.” Razones, razones, razones. Y en la adicción (de la escritura, así planteada, sólo pueden nacer yonkis), la incomprensión: los críticos son esos señores tan feos que jamás podrán comprender lo que es escribir porque para ellos una novela expone ideas o revela lo que ellos llaman las honduras del sufrimiento humano o los transporta a territorios mágicos y Josipivici, perdón, el protagonista, no tiene el menor interés en poner su corazón al desnudo. Y blablablá, blablablá. 

Lo que me ha gustado de Moo Pak, por encima del tema de su discurso, es el tono. Es el mismo tono, o parecido, que encontré en “Stoner” de John Williams o en “Ciudad abierta” de Teju Cole. El tono sereno y reflexivo como invitación a la lectura sosegada de una reflexión sobre la importancia y vigencia de gente como Swift (y su genio apagándose en Moor Park, clave fundamental de la novela, que me niego a desvelar), Rabelais, Dante, Kafka, Proust, de todos esos hombres que, dice, necesitamos para que nos recuerden qué significa ser en verdad nosotros mismos, para que nos ayuden en nuestra flaqueza y fragilidad, para que les recuerden, a ellos, a los escritores (verdaderos destinatarios de esta novela), que existen posibilidades y que el trabajo duro y el despliegue de energías sí tienen su recompensa, aunque en el fondo sepamos (también él lo sabe) que no es del todo así, no siempre, al menos, (casi nunca, en realidad) pero tonto el que no se consuele: “La mayor parte de los artistas […] suponen un obstáculo, nos despistan, nos aporrean con su ruido y luego nos dejan [a los lectores] sin nada, sin menos que nada.” Sí: Moo Pak también es la última línea de defensa de la mediocridad: “No sé por qué empecé y no sé por qué sigo. Solo sé que me encuentro mucho peor cuando no escribo que cuando escribo. Y a veces creo, dijo, que mi cometido es demostrar qué sucede cuando se tiene la necesidad de escribir pero no el talento o los conocimientos o la experiencia, cuando uno carece de las aptitudes pero la necesidad no decae.” 

Muy bonito, todo. Precioso. Babosillo y pedante a ratos, falto de humor casi siempre pero con la ternura que dan escuchar a estos señores tan mayores y tan sabios y tan de haber sabido ajustar sus biorritmos a los de la madre naturaleza. 

Y a base de dar la paliza con que Swift esto, Swift lo otro, que si Dante, que si Kafka, que si los incorruptibles Bernhard, Beckett o Pinget, lo que el protagonista (esto es, Josipovici adaptado) pretende  es meternos en el cuerpo la necesidad de volver a los clásicos como a un refugio seguro, quizá para demostrar que no se puede matar lo que no se puede morir. 

“[…] es evidente que no deberíamos obsesionarnos con la confusión y el fracaso. Lo que he intentado hacer en toda mi obra y sobre todo en Moo Pak, dijo, es dramatizar la interrelación que existe entre el caos y el orden, entre la confusión y la claridad, entre el deseo de dejar que las cosas ocurran y la necesidad de controlarlas. Ceder al caos, dijo, significa renunciar por completo a la idea de arte y conocimiento; negar la confusión y el caos significa producir algo que no tiene la menor relación con lo que somos. Ahí, dijo, están la paradoja y el desafío.” 



La era de la sospecha 

Termino. No hace mucho hablábamos aquí de una novela de Lars Iyer –Magma- en la que se planteaban una serie de cuestiones literarias que años más tarde recogería y concentraría en un breve Manifiesto de libre adquisición en la red. Del mismo modo Josipovici publicará, cinco años después de Moo Pak, un libro llamado On Trust: art and Temptations of Suspicion, traducido y publicado por Turner Publicaciones como Confianza o sospecha: una pregunta sobre el oficio de escribir” (aquí un fragmento) en el que reflejará y desarrollará extensamente las inquietudes planteadas en Moo Pak

Josipovici empieza justificando el libro (del que sólo he leído fragmentos escogidos) como un intento de explicarse a sí mismo los problemas que lo han acompañado durante toda su vida de escritor. Problemas que tienen que ver con sentir, por una parte, la necesidad de escribir como algo físico, como la necesidad de respirar; y, por otra parte, con sentir que ya no es posible abordar la escritura como un oficio, por lo que se resigna a sentirla como una complacencia. Puede que la sociedad te pague por lo que produzcas, dice, pero las leyes del mercado no son las leyes de la academia de música: no existe un consenso, apoyado en un punto de vista común acerca de la tradición sobre qué es lo bueno

Cuestiona, Josipovici, la validez de todos los premios literarios o la inclusión de cursos de escritura creativa en los programas universitarios, porque considera que no son más que una forma de engañarse, de fingir que seguimos creyendo que el oficio de escritor es como era antaño, cuando eran llamados, los escritores, hacedores. Ahora ya nadie busca lo mismo, ergo el genio se oculta tras diferentes puertas, lo cual da, en cierto modo, validez a todos los discursos posibles. Cree que el problema de fondo es que los juicios sobre arte están siendo dictados por factores sociales y no artísticos (algo que vendría también a demostrar el que los ataques a la “mafia literaria de Londres” (también allí, sí) vengan siempre de aquellos que se sienten excluidos, algo perfectamente aplicable a nuestro particular mundillo literario). 

En este ensayo, en el que se plantea si es posible crear arte con total libertad y producir obras que trasciendan lo comercial y que, insisto, semeja una prolongación de Moo Pak (se habla con detalle de Beckett, de Proust, de Kafka, de Shakespeare, de Dante…) el autor defiende, tal como hace en la novela, la necesidad de retroceder, ir hacia los artistas de tiempos anteriores, hacia sus relaciones con el mundo y hacia sus propias tradiciones artesanales, para poder comprender qué se perdió cuando estas tradiciones dejaron de ser visibles. 



* "Moo Pak" de Gabriel Josipovici, Complices Editorial, 2012. Traducción: Juan de Sola


24 comentarios:

  1. Esto suena bien. Quizá sea el sol que nos pone de buen humor. Me lo apunto, porque usted lo aconseja y porque el escritor tiene un apellido difícil de pronunciar sin que se me trabe la lengua.

    Un saludo, caballero.

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    1. No es para volverse loco (no cualquiera, al menos) pero disfrutará de una lectura agradable. Casi casi seguro. Con usted nunca lo estoy completamente.

      Un saludo,

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  2. Ya sabes lo que pienso de Josipovici: genio, genio, genio. Este descubrimiento te lo debo. Como tantos otros. Eres un crack.

    La idea de la literatura como jardín es cojonuda. Recuerda al Candide de Voltaire, pero también a las paseos y ensueños de Rousseau. Lo natural del lenguaje, el pensamiento, la imaginación, el contenido (la naturaleza salvaje, arbitraria, caótica) frente a lo artificial del jardín, el orden impuesto por la razón, la estructura, la forma literaria (el diseño lógico, el esquema, el concepto).

    Y una cosa más. Realmente no caminan por parques y barrios, sino por escritores, por mentalidades literarias, La literatura como un camino, un destino, un progreso que únicamente avanza, no acaba de terminar. Para correrse del gusto.

    Y sí, hay párrafos magistrales. Montones de citas. Para fotocopiar páginas enteras y empapelar las paredes de la habitación. Lo sé, lo sé, soy un flipado.

    Defectos: que sobra la última parte en la que habla a través de Toledano de Moo Pak y la justificación tan teórica sobre la lingüística. Eso y que le falta vida. Hay experiencia, pero le falta aventurilla. De hecho, lo mejor de la novela es cuando habla de la familia.

    Y estoy de acuerdo. Es raro. Leerla relaja. Muy logrado el tono. Me ha recordado a los ensayos de Cicerón y Séneca.

    Un abrazo y gracias por el descubrimiento.

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    1. El descubrimiento fue mutuo. Si no me das el empujón no lo termino.

      El final sobra, es cierto. Esa puta manía de justificar lo escrito... tengo otra novela con el mismo problema para reseñar en breve.

      Un abrazo, Vincent.

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  3. Este sí lo he leído, por recomendación hace semanas en el blog de Diable.¿Ves como la literatura no muere? Quizás a la literatura con miles de adjetivos y adverbios haya que matarla un poco, pero se aprende y se sigue. Luego llega un señor como J y escribe algo así, que parece que te está cantando una nana, y ves que la literatura puede ser muchas cosas.

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  4. ¿Qué tal "La hora violeta" y "Menos joven"? Me interesa su opinión ya que, desde mi punto de vista, estas dos "novelas" han sido dos grandes malentendidos.

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    1. Menos joven está en curso. Entre que voy algo lento, leo otras cosas y el fin de semana no toco un libro...
      "La hora violeta" no es una novela, estamos de acuerdo en eso, creo. (¿A eso se refiere por malentendido?). Será la siguiente reseña. Quiero escribirla esta noche.

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    2. Entiendo que vaya lento con Menos joven. Y sí, parte del malentendido al que me refería con La hora violeta es que al no ser una novela y contar hechos verdaderos tan trágicos es muy difícil de juzgar. Estoy seguro de que incluso usted, si creyese que el libro es una mierda, que no lo es, no lo diría tan alto y tan claro.

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    3. No, no podría decirlo. De eso va un poco la reseña, de hecho, de mi incapacidad para criticarla. Cualquiera dice nada.

      "Menos joven" la tengo otra vez en pausa. Mal rollo.

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  5. Tongoy

    Si nos fijamos, bueno tampoco hace falta fijarse demasiado, la tropa quiere trapa.

    Lo habitual: novela "putamierda" de un autor joven español. Trpecientosmil (o alguno más) comentarios de otros tantos jovenes españoles para celebrar el hostiazo. Y del susodicho para intentar hacer ver que: a) no es tan maula y/o b) que sabe encajar las críticas a la vez que intenta demostrar que es más listo que tú. Ninguna de las dos cosas las consigue. De sus "agudos" comentarios se aprecia a) que SI es tan maula y b) que no es más listo que tú.

    Lo excepcional: novela acojonante de un autor extranjero pureta. No entra ni dios, pero lo que se dice ni dios. Vicente que es un rarito y un puto (como diría él) reviejo. Y julian bluff; este, a poner las cosas en su sitio. Que ninguno de los es somos dios. Todavía y que se sepa.

    ;-) Besines.

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    1. ¡Pues claro que quiere trapa! Era un secreto a voces. Lo he dicho mil veces: la gente viene a internet a divertirse, leches. Algunos leen Jotdown pero otros vienen con el tiempo justo y no están para palizas de tres mil palabras el artículo. Hablo desde mi experiencia, que no supongo única.

      Pero sí es verdad y también muy gracioso que todos los que critican la medicina por las reseñas "crueles" hagan mutis en el foro cuando no son así. Que conste que me parece bien. Sirven (estas reseñas), entre otras cosas, para demostrar que en el fondo todos queremos lo mismo, aunque a algunos les cueste un poco más reconocerlo.

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    2. Vamos, que la gente prefiere... preferimos... así, en general, el slapstick al lipstick.

      Lo malo es el que se lleva los tartazos ¡pobre! ;-)

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    3. No, hombre no, cuando no hay hostias uno no puede gritar lo de: ¡Poh, poh, pelea, pelea! Pero se sigue entrando y tomando nota para próximas lecturas.

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    4. Ojo, no es un "problema" de visitas -nada que objetar por ese lado. De hecho fue más "compartido" que la mayoría- sino que simplemente es un tipo de reseña que se presta menos al "jaleo".

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    5. Si le hubieras metido caña a Josipovici yo habría entrado al trapo a defender, pero has estado bastante cariñoso. Aunque no estoy muy de acuerdo con las objeciones al final de Diable y tuyas, pero bueno. A mí creo que es el libro que más me ha gustado de los que llevo leídos este año.
      Saludos

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  6. Yo lo tengo pendiente, como tantos otros, para la temporada de verano.
    Y sí, se agradece un poco de silencio con tanto follón como hay.

    Saludos

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    1. ¿Tú no estarás dejando demasiado para el verano? Mira que son cuatro días.

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  7. Tanto preguntarse tanta gente acerca de qué es literatura, y su presente, y su pasado, y su naturaleza, y su esencia, y lo que es, y lo que debería ser...

    Va a ser verdad que está en las últimas. Descanse en paz, pues.

    Quique

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    1. Jaja, que no, Quique, que no.
      Ya lo ves, cuando está no hace falta añadir mucho más. Pero mola más cuando no, al menos para pasar el rato.

      Saludos

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  8. No sé, no sé. Demasiado debate para tan poca sustancia. Mala cosa.

    Recuerdo una mamarracha, hace lo menos 20 años, de esas a las que querías hincarle el diente y no había Dios, que dijo algo así como:

    Hay muchas más chicas guapas que chicos guapos.

    Lo dijo como quejándose de la mucha competencia para tan poco percal.

    A lo mejor tenía el listón demasiado alto, la tonta'l culo, y no era tan guapa como le habría gustado. Vamos, que si ella era la 82 de cada cien, el 82 de cada cien tíos (por ejemplo yo) le parecía poca cosa.

    En tal caso, digo yo, la culpa le tendría ella.

    Pues con la novela podría ser que pasase un poco lo mismo, se me ocurre ahora, que son poco menos de las doce la noche.

    Y hasta aquí la reflexión profunda de hoy.

    Quique.

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  9. Dios o-lo-que-sea me libre de darte consejos, pero cuando tengas un empacho de ficción, pilla otra vez "Confianza o sospecha" y léelo de cabo a rabo. No es que sea un texto programático, que también, sino que es una de las reflexiones más lúcidas que he leído (repito: que he leído) sobre el acto de cre-recreación literaria. Aparte, y esto ya es personal porque pienso lo mismo, me gusta la caña que le da al romanticismo, origen de muchos de los males que sufren ciertas artes: la literatura, por supuesto -aunque algunos postmodernismos hayan intentado arreglar el desaguisado-, pero también la música.
    Un saludo.

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    1. Hecho. Lo busco y me pongo YA, que yo empachos de ficción no tengo nunca.

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  10. ¿Babosillo, sin humor, agradable...? ¡Qué sobrado y perdonavidas, Sr Tongoy, con una obra espléndida!

    Y en desacuerdo, por una vez, con Diable

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