(Este post iba a comenzar con una cita propia que no podrían entender –sí, en cambio, llevarles al orgasmo- hasta haber terminado de leer la reseña o lo que sea que acabe siendo esto. Mientras la escribía cambié de opinión –pensé que no era yo quién para andar orgasmando a desconocidos- y opté empezar de otra manera porque la verdad es que no es que sea yo mucho de andar haciéndole homenajes a nadie y mucho menos a los siempre desagradecidos libros de relatos. Es por ello que este post comienza de este otro modo.)
“Supe que era un genio incluso antes de existir.” Esto, con lo que me siento tan identificado, lo dice Viskovitz, la rata de laboratorio, uno de los protagonistas de esta colección de relatos. Los otros son: Viskovitz, el lirón; Viskovitz, el caracol; Viskovitz, la mantis; Viskovitz, el escarabajo; Viskovitz, el pez; Viskovitz, el escorpión; Viskovitz, el gusano; Viskovitz, el tiburón; Viskovitz, la esponja; Viskovitz, el león; Viskovitz, el microbio y así hasta veinte viskovitzs, que corresponden, claro, a los veinte cuentitos tan chiquiticos que caben en un libro de 150 páginas.
“Eres una bestia, Viskovitz” es una recopilación de relatos que, para que nos entendamos, son algo así como una reproducción a escala animal de la vida humana, con sus usos y costumbres, sus manías, sus humanidades, en definitiva, aplicadas a la naturaleza salvaje de los afectados, siento estos, entre otros, los siguientes: un caracol hermafrodita autocomplaciente; un sucio escarabajo de éxito que se enamora de una hermosa abejorra; un cerdo chino que hereda una fortuna; una rata extremadamente inteligente; un pez que no sabe hacerse entender; un tiburón que quiere ser buena gente; un león enamorado de una gacelilla y un largo etcétera. Son cuentos en su mayoría muy divertidos (otros aburridos, no de morirse pero casi) que utilizan la terminología propia de un libro de anatomía y escritos con la elegancia suficiente para no convertirse en improvisadas lecciones de biología.
La única forma de coronar nuestra historia de amor hubiera sido alcanzarla con algún espermatozoide, pero la corriente siempre se los llevaba en la dirección opuesta, hacia mi mamá, mis hermanas, mis abuelas, creando todo tipo de embarazo familiar y de complicación genealógica. La situación se había hecho aún más equívoca a causa de los periódicos cambios de sexo que nosotras, las esponjas hermafroditas, nos teníamos que chupar. Para mí no era fácil aceptar el hecho de que mi padre fuese la mujer de su madre, que su hija, es decir, mi hermana, fuese su abuelo y que su abuela fuese también su hermano, es decir, mi tío. Aquellas relaciones resultaban todavía más morbosas debido al amontonamiento de cuerpos: era difícil saber dónde acababas tú y empezaban los parientes cercanos. Y no era fácil desarrollar una personalidad sana cuando los divertículos de tus cámaras flageladas estaban compartidos con una madre invaginante, hermanas incestuosas y un padre bisexual. Cuando los únicos rasgos anatómicos sobre los que podías formarte una identidad eran la cavidad atrial y el orificio del ósculo. El mayor drama de ser un vegetal era la imposibilidad de suicidarse. La ventaja de ser una esponja era la posibilidad de beber para olvidar.
Son estos cuentos, sobre todo, cuentos de amor. Recuerden esto porque es importante. No esperen, pues, por mucho que se hable de follar, que les vaya a servir para caldear el ambiente de cara a una copulación fortuita. Las citas no sirven para poner cachondo a nadie. Lo he probado. En este novela, como en la vida, el sexo está sobrevalorado: al final siempre vence el amor (y si no, que se lo digan al lirón: Ella quería que fuéramos juntos a coger bellotas, que hiciéramos el amor, que procreáramos y todas aquellas otras vulgaridades). En ellos el protagonista es siempre victima de las circunstancias siendo estas la presencia de una hembra (a excepción del cuento del caracol, por razones obvias) llamada Ljuba que no sabremos muy bien cómo se las arregla para llevar al pobre Visko por la calle de la amargura. Lo que les decía: muy humano todo esto de echarle la culpa siempre a ella con ese provocar en el vestir o ese seductor agitar de antenas o el siempre provocador levantamiento de rabo que de todos los levantamientos es mi favorito.
No tuve que esperar mucho para que la Gran Recompensa hiciese su aparición. Su piel y sus ojos eran claros como la Revelación, seductores como el Conocimiento. Ljuba vino a mi encuentro a pequeños pasos, meneando la cola, contoneándose y revelando su cuerpo pelo tras pelo, entreteniéndose, dilatándose coquetamente en ello. ¡Ah, qué bella! Era seductora como una intuición, desconcertante como una antífrasis, tímida como la verdad. Estúpida como una poesía.
Les puedo poner citas hasta el aburrimiento (si acaso no lo he hecho ya) pero tengo demasiado sueño y no me apetece escribir, ni buscar fragmentos importantes, ni romperme la cabeza pensando en qué decir para llamar su atención sobre el puto libro, que tampoco es que estemos hablando de la octava maravilla de la literatura, aunque a quien me lo recomendó se lo he agradecido ya cuatro veces y voy camino de la quinta. Lo más fácil es que prueben a poner en Google el título del libro y del autor seguido de algo tipo pdf (si acaso no se lo sugiere ya el propio buscador). Verán que bien y qué baratita les va a salir la tontería. Me arriesgo a ir a prisión por ustedes; no olviden nunca este detalle que acabo de tener. Yo, para dar buen ejemplo, lo saqué de la biblioteca.
No me resisto a terminar con una última cita del cuento del Viskovitz microbio que, por si les interesa, cierra el libro y que demuestra lo fácil que es a veces robarle a uno el corazón. Que ustedes lo pasen bien.
"–¡Eh, tú, gel! –grité–. ¿Me equivoco o eres tú la que ha cogido mi corazón?–Aquí los corazones van y vienen –sonrió burlonamente la robacorazones–. ¿El tuyo cómo era?–Un micoplasma esférico, bastante elástico y flexible, la última vez que lo sentí palpitar.–Bueno, puedes recuperarlo si quieres. Pero tendrás que venir a buscarlo, plasmodio.–Plasmodio es el morfotipo, el nombre es Viskovitz.–Y gel lo será tu tía, el nombre es Ljuba."
Hola a todos!
ResponderEliminarEn relación con el tema del post de hoy, y para quienes estén interesados en los animales y sus absurdas costumbres (basta con que sea a nivel de documental de la "dos" ¡eh!, tampoco vamos a pasarnos) no puedo dejar de recomendarles todos (y cada uno) de los libros que Gerald Durrell tiene publicados en Alianza. Son alrededor de unos veinte, y están de cojones.
En otro orden de cosas, por una vez me he atrevido ¡osada pretensión la mía! a hacerle la competencia (desleal, por supuesto) al doctor Tongoy, y reseño en mi blog que ustedes ya conocen
www.julianbluff.blogspot.com.es
la novela "Ejército Enemigo", de Alberto Olmos.
lo que supone una excepción que he querido llevar a cabo por considerar al autor del libro un entusiasta compañero de fatigas en el rollo, este, macabeo, de los blogs de literatura. Pueden estar tranquilos monsieur Tongoy y el resto de los lectores -salvo supuestos excepcionales, como por ejemplo que fuese el propio Carlos G. Peón el padre de la criatura- eso se algo que no volverá a repetirse en el futuro. Abrazos! ;-)
Se lo decía a Agapito más abajo. Anotado Durrell.
EliminarCuando te he visto nombrando a Olmos en este post, lo confieso: volví a sentir cosas que hacía tiempo ya que no sentía. Me luego me tranquilice porque sé que pasará lo mismo que con el post anterior: aquí no nos molestará nadie.
Pinta muy chulo y ya le tenía echado el ojo. Caerá seguro.
ResponderEliminarPara que luego digan que te hago caso en todo. Este no me lo leo ni cobrando. No me he terminado ni las citas.
ResponderEliminar¿No te gustan los animalitos, Quique?
EliminarLe gustan, Ire, claro que le gustan. Poco hechos y con patatas.
EliminarQuiquiño, has de poner de tu parte, también, un poquito. Este mes no tengo yo nada en las alforjas que te puede emocionar.
No te preocupes, hombre, tú a lo tuyo que yo estoy bien.
EliminarMe gusta pasar por aquí entre polvete y polvete independientemente del libro de turno.
Pero sí, oye, a ver cuando metes algo de mi rollo. Ya sabes. Rareza, humor, jugueteo en el sentido amplio (y en el otro), una pizquita de surrealismo...
Desde el plantador que no sacas nada extravagante.
Leches, el plantador. Qué tiempos aquellos. ¿Has probado con Tom Jones? Es divertida (menos que el plantador). Yo llevo una cuarta parte leída pero creo que te gustaría.
EliminarEstoy con Julian, me parecen mucho más interesantes los libros sobre animales de Gerald Durrell. El tal Boffa, es divertido, ligero y un tanto superficial, ideal para tiempos modernos o para comentar en el Facebook... pero algunos cuentos de Kafka sobre el tema lo dejan en na de na.
ResponderEliminarJuro por dios, Agapito, que algún día leeré algún libro que no hayas leído tú antes.
EliminarEl de bofa es exactemente eso que dices, sobre todo divertido.
Ante tanta insistencia habrá que ir pensado en piratear.... perdón, buscar, alguno de Durrell.
Saludos,
Ostras, casi me olvido, Agapito. Me acabo de traer de la biblio otra de esas desideratas que hago de tus recomendaciones: "Cartas a un buscador de sí mismo" de Thoreau (http://www.erratanaturae.com/index.php/2012/cartas-a-un-buscador-de-si-mismo/). Creo que será mi siguiente lectura.
EliminarYo lo leí hace algún tiempo y me divirtió bastante. Gracias por comentar algún libro fuera de la lista de novedades o de clásicos impepinables.
ResponderEliminarWalt Disney, o Pixar, pero a la inversa.
ResponderEliminarDe hecho, ahora que lo pienso, no tan a la inversa: mismamente, Walt Disney o Pixar.
ResponderEliminarQué manía con humanizar a las bestias, con lo a gusto que llevan sus vidas de bestias. Habrá que enviarle el libro a Sánchez Ferlosio. Seguro que lo devora.
Hola Hablador, te refieres al prólogo de Pinocho?.
EliminarMe refiero a la tirria, inquina, y animadversión que siente R. S.Ferlosio hacia todo aquella obra que intenta humanizar a los animales y mostrarlos como remedos de personas humanas.
EliminarYo se lo he oído en la entrevista emitida en TVE de 100 minutos que le hizo Sanchez Dragó en el año 2.000, cuando Ferlosio recien escribió "El alma y la vergüenza". Vale mucho la pena, incluso las pedanterías y la verborrea insoportable e incontenible de Dragó
Parte 1
http://www.rtve.es/alacarta/videos/premios-cervantes-en-el-archivo-de-rtve/entrevista-profundidad-escritor-sanchez-ferlosio-1-programa/740892/
Parte 2
http://www.rtve.es/alacarta/videos/premios-cervantes-en-el-archivo-de-rtve/entrevista-profundidad-escritor-rafael-sanchez-ferlosio-2-programa/728876/
Muchas gracias.
Eliminaruna consulta rápida: ¿qué libro me recomiendas leer de Charles Bukowski?
ResponderEliminarun saludo.
Cualquiera
Eliminar¡Hasta los de poesia!
EliminarYo te diría que Mujeres, aunque lo leí hace bastantes años, o el Cartero. Poesía ni se te ocurra. Menos un par, la mayoría de poemas son muy malos.
EliminarAkaki: hazle caso a Ire. "Mujeres" esta muy bien.
EliminarGracias! voy a ver si me hago con él pronto.
Eliminarun saludo!
Digan lo que digan por ahí, las citas que pones, Tongoy, reflejan inteligencia e ingenio. Pena que no esté muerto y sea un alcohólico de apellido soviético. Quizá así muchos de los "selectos" también lo adorarían.
ResponderEliminarDisiento! Tres veces se puede morir este buen señor que no me leo eso ni borracho.
ResponderEliminarSupongo que el "selecto" no soy yo, no fastidies. Sobre todo en este ambiente.
Pues no, la verdad es que me refería a una mezcla de varios comentarios pero a nadie en concreto.
ResponderEliminarY ante todo intento ser diplomático: me he leído otra vez las citas y creo intuir lo que os causa repulsión, o simple desidia de leerlo. Quizá un tono demasiado presuntuoso, de afán deslumbrador, como de mira que bonito y agudo te lo digo. Quiero que me quieras, que me admires. Pues sí, te puede dar asquillo, lo entiendo. Pero dentro de los límites, ese tal Boffa me parece que no tiene ni un pelo de tonto.
Es que a mí, conque un escritor no me parezca subnormal, ya casi que me conformo. Así están las cosas, quique. Lo de que cope mis espectativas estéticas, tonales, metafísicas o como quieras llamarles ya es otra cosa. Creo que solo conozco a tres. Llámame selecto. A esos los adoro. A otros, los no subnormales, intento respetarlos. Y al desgraciadamente enorme resto, intento no hacerle caso. Como mucho me anónimamente de alguna reseña y me imagino un comentario cruel, de trol desenfrenado, que al final nunca publico. Pero quién sabe.