A continuación algunas [pero no las únicas] razones por las que me gusta esta novela.
PRIMERA RAZÓN
LO BEAT -que J. F. Ferré define en su blog como “un grupo desarrapado e insatisfecho de fanáticos del jazz y sectarios perseguidores de nuevas experiencias [...]. Una banda de agitadores anárquicos, aburridos del modo de vida americano, pero carentes de un proyecto sólido de transformación social”- está lejos de la pasividad y la preocupación exclusivamente estética de su equivalente moderno: las tribus urbanas; mientras unos derivan en movimientos socioculturales -léase hippie- los otros simplemente parecen servir de medio para cubrir la necesidad de pertenecer a algún grupo de estética afín. Pero esto ya está muy dicho y no explica porque lo Beat me gusta, a mí, a título personal. Pues bien, me gusta, básicamente, porque lo beat fue un movimiento de pocos pero lo suficientemente intenso para arrastrar a media humanidad (si se hubiese dejado). Algo como esto se echa de menos aunque yo sea muy vago y ese carro me guste más verlo pasar que subirme a él. Ahora se nos habla de Generación Nocilla, de Generación Mutante y -hace algunos años- de la Next Generation (por más que esto fuera un reclamo publicitario de cierta editorial) y otras vainas cuando es más de lo mismo: del mismo modo que la evolución de los movimientos culturales de los años cincuenta obtienen su réplica estética en el presente (leer “Qué fue lo hipster?” editado por Alpha Decay este mismo año para apreciar la magnitud del despropósito) así la revolución que supuso lo beat a nivel artístico hoy no es, a mi entender, poco más que un simple lavado de cara, un pobre disfraz: donde unos se visten con vaqueros desgarrados otros escriben novelas desestructuradas pero ninguna alcanza, ni por asomo, a emular la fuerza de aquellos cuatro locos. Personajes como Kerouac, Neal Cassady (musa entre las musas), William Burroughs, o Allen Ginsberg (entre otros muchos) ya no se ven; no quedan. Ya son pocos los que se arriesgan a ir contracorriente (aunque la idea que se tuviese entonces de los beats fuera la de vagos y maleantes) y de esos muchos menos los que dedican horas, días, semanas a no hacer otra cosa que escribir, que diseñar, con mayor o menor fortuna, un artefacto capaz de provocar un verdadero seísmo dentro del mundillo de las letras y no esas falsas ondulaciones de diciembre recordando lo mejor del año (triste consuelo para la sucesión ininterrumpida de basura que acumulamos).
La mitad de las veces me deja estupefacto el adocenamiento general de las nuevas generaciones que consideran una apuesta arriesgada escribir un libro con forma de revista o una colección de relatos a la que poder llamar novela. Ahora lo que se lleva es interrumpir la lectura, la escritura (¡el proceso creativo!) para dejar balizas de posición en Facebook o twitter, contándonos cuantas veces se han limpiado los mocos, qué buena la última canción de algún grupo marginal o que asistirán a tertulias literarias, presentación de libros, blogs, webs o foros: lo que sea con tal de no escribir. Los lectores, frente a esto, nos acomodamos (me incluyo) hasta rozar la imbecilidad y luego ponemos cara de sorpresa cuando nos damos de bruces con el resultado - tenemos lo que nos merecemos, por gilipollas-: que novelas malas (en mayúsculas) como la de Albert Espinosa se consagren, feria tras feria, como los más vendido y por ende lo más leído: lo que queremos para nosotros y nuestros hijos y nuestros perros y nuestras estanterías, que no pueden defenderse y tragan (las hacemos tragar) con toda esta morralla. Claro, ¿por qué íbamos a arriesgarnos a desgastar la materia gris de nuestras lindas cabecitas pudiendo conservarla cual sardina en salmuera con novelas vulgares como puedan ser la eterna repetición del esquema de intriga medieval (que si no muere de una vez –el género- vamos a tener que matarlo)? ¿Por qué arriesgar si así se está muy bien? ¿Quién quiere revelarse pudiendo colaborar en alguna revista literaria o abrir un blog de crítica colaboracionista? Pues por eso me gusta lo beat: porque es lo opuesto a la indiferencia, porque es (fue) la lucha (la de verdad, no las festivas recreaciones de hoy) por hacer –con alegría, desenfreno, convencimiento de hacer lo correcto- las cosas más grandes y mejores y sobre todo diferentes. Es tener los santos cojones de decir basta ya a tus libros y los de tus amigos y demostrar que estás a otro rollo y que ya verás tú cuando te den la razón, aunque estés cadáver, coño. Pues por eso, lo beat.
La mitad de las veces me deja estupefacto el adocenamiento general de las nuevas generaciones que consideran una apuesta arriesgada escribir un libro con forma de revista o una colección de relatos a la que poder llamar novela. Ahora lo que se lleva es interrumpir la lectura, la escritura (¡el proceso creativo!) para dejar balizas de posición en Facebook o twitter, contándonos cuantas veces se han limpiado los mocos, qué buena la última canción de algún grupo marginal o que asistirán a tertulias literarias, presentación de libros, blogs, webs o foros: lo que sea con tal de no escribir. Los lectores, frente a esto, nos acomodamos (me incluyo) hasta rozar la imbecilidad y luego ponemos cara de sorpresa cuando nos damos de bruces con el resultado - tenemos lo que nos merecemos, por gilipollas-: que novelas malas (en mayúsculas) como la de Albert Espinosa se consagren, feria tras feria, como los más vendido y por ende lo más leído: lo que queremos para nosotros y nuestros hijos y nuestros perros y nuestras estanterías, que no pueden defenderse y tragan (las hacemos tragar) con toda esta morralla. Claro, ¿por qué íbamos a arriesgarnos a desgastar la materia gris de nuestras lindas cabecitas pudiendo conservarla cual sardina en salmuera con novelas vulgares como puedan ser la eterna repetición del esquema de intriga medieval (que si no muere de una vez –el género- vamos a tener que matarlo)? ¿Por qué arriesgar si así se está muy bien? ¿Quién quiere revelarse pudiendo colaborar en alguna revista literaria o abrir un blog de crítica colaboracionista? Pues por eso me gusta lo beat: porque es lo opuesto a la indiferencia, porque es (fue) la lucha (la de verdad, no las festivas recreaciones de hoy) por hacer –con alegría, desenfreno, convencimiento de hacer lo correcto- las cosas más grandes y mejores y sobre todo diferentes. Es tener los santos cojones de decir basta ya a tus libros y los de tus amigos y demostrar que estás a otro rollo y que ya verás tú cuando te den la razón, aunque estés cadáver, coño. Pues por eso, lo beat.
SEGUNDA RAZÓN
EL RITMO frenético de la trama. Corrijo: no es tanto el ritmo frenético lo que me seduce –ya que esto bien pudiera encontrarlo en alguna novela de John Grisman- como la hipnótica traslación de este movimiento perpetuo al que se somete Kerouac en su viaje al papel. Leer “On the road” y más concretamente el rollo mecanografiado original equivale a viajar con el escritor por esas carreteras y esos desiertos y esos paradisíacos infiernos mexicanos en los que Burrowghs escribía “Yonki” y hacerlo en condiciones muy similares a las suyas, ciego de drogas y alcohol, aunque sea figuradamante. Es el secreto (probablemente) de la mil veces mencionada prosa espontánea o "kickwriting" (habría que verlo esto, si es del todo verdad) que hizo posible que esta novela fuese escrita en un tiempo record.
TERCERA RAZÓN
LA LEYENDA, oh, la leyenda. La leyenda es eso que trasciende el propio libro. Es eso que le hace uno preocuparse por entender las razones que pueden llevar a escribir algo como “En la carretera”; es la necesidad de conocer más y mejor a los protagonistas. La leyenda en torno a la carretera es la razón de que quiera leer (releer en según qué casos) algunos libros (“Personajes secundarios: memoria beat” de Joyce Johnson, “Kerouac en la carretera. Sobre el rollo mecanografiado original y la generación beat” de Howard Cunnell, Penny Vlagopoulos, George Mouratidis, Joshua Kupetz; “El almuerzo desnudo” y/o “Yonki” de William S. Burroughs; “Aullido” de Gingsberg, etc), ver algunas películas (“Howl” de Rob Epstein y Jeffrey Friedman, un biopic sobre Allen Gingsberg con James Franco de protagonista; el documental “William S. Burroughs: A Man Within” (ambas estrenadas el año pasado) o la propia "On the road" que debería ver la luz este mismo año) o leer algunos comics (como el reciente “The beats” de HarveyPekar). Es necesitar entenderlo y disfrutar aun sin conseguirlo. Es, al menos para mí, entusiasmarme al reconocer el entusiasmo de los demás como exactamente lo mismo. Es saberse testigo tardío de un sueño hecho realidad. Lo beat me pone, que quieren que les diga, lo comparta o no.
CONCLUYO
Mi intención era hablar, ininterrumpidamente y durante un par de semanas, de todas y cada una de las obras incluidas entre los paréntesis del párrafo anterior pero yo soy mucho de buenas intenciones y pobres resultados. Esto se traduce en lo que ven. Una entrada suelta, abandonada, sin más compañía que ella misma, al menos de momento. Prometo en el futuro hacer lo posible por dotarla -al comentar la bibliografía afín- de mayor sentido tratando de explicarme cómo y porqué y ver si de alguna manera eso me otorga el don de la clarividencia y descubro entre la miríada de novedades del presenta año algo mínimamente parecido, un asomo de genio. Me da a mí que va a ser que no.
Éste sí lo leí; yo que soy muy fanático de Kerouac -más de Kerouac que de la generación beat-, puedo decir que me subyaga su escritura SINCERA, trepidante, ritmíca al son del jazz (¿o era blues?), con picos dionisíacos -pese a que leí "On the road" hace más de un año, recuerdo con nitidez el sentimiento de escalofrío que me causó la escena orgiástica del músico que tocaba como nadie, creo que era ciego, donde se estableció una especie de conexión sobrenatural entre el músico y Moriarty (como ves, recuerdo mejor la sensación que causó en mí que el pasaje en sí mismo-. También me encanta, como de sucesos, personas u objetos que pueden parecer banales para cualquier ser "normal", él "mitifica" hasta convencer al lector que existe algo "mágico" en lo que se nos narra. Bluuuuuurrrrrrr.
ResponderEliminarY ese final, triste y nostálgico, pero al mismo tiempo apoteósico.
Respecto al punto 1 y sin miedo a equivocarme, afirmaré (afirmo) que hay dos tipos de personas (entre muchos otros): Los que saben trabajar y los que saben quedar bien en las entrevistas. Unos se pasan la vida trabajando y, los otros, organizando el trabajo de los que saben trabajar por un sueldo 10 veces mayor.
ResponderEliminarPues con la literatura pasa igual. En algún lugar hay un Kennedy Toole a punto de tirarse al vacío y un novelón en su mesita de noche. Pero no lo sabremos nunca porque estaremos demasiado ocupados hablando de la mierda que es Nocilla Dream.
Anónimo, creo que esa improvisación en la escena de jazz tiene mucho en la novela. La una es reflejo de la otra. Creo que kerouac quería provocar eso mismo: escribir sobre la marcha y provocar otra escena orgiástica como la de la música. A mi entender lo consiguió.
ResponderEliminarEnrique, estoy de acuerdo pero siempre que hay que dejar unos minutos para hablar de Nocilla. Ayuda a descargar el estrés al final del día.
Saludos,
Enrique: lo has clavao. Yo soy el nuevo Kennedy Toole, no es coña. De momento,no puedo adelantar nada. Eso sí, de abandonar este mundo, por el momento no. Soy demasiado hedonista. Tengo a mi madre paseando la novela por las editoriales. Las recepcionistas son muy majar. Me ha escrito Pere Gimferrer -no es coña. Considera mi novela "ejercicios de estilo". Pues claro, hombre. Que te pensabas. Seguiremos informando. Éstoy a punto de enviar a mi madre con el legajo a Alpha Decay y a Mondadori. No sé.
ResponderEliminarAnónimo, todos somos un poco el nuevo Kennedy Toole. Con el permiso (que no tengo) del Sr. Glez Peón, te invito a obsequiarnos con tu mejor frase.
ResponderEliminar¿Quiere decirnos algo el anónimo anterior con ese silencio como mejor frase?
ResponderEliminar"Ahora lo que se lleva es interrumpir la lectura, la escritura (¡el proceso creativo!) para dejar balizas de posición en Facebook o twitter, contándonos cuantas veces se han limpiado los mocos, qué buena la última canción de algún grupo marginal o que asistirán a tertulias literarias, presentación de libros, blogs, webs o foros: lo que sea con tal de no escribir. Los lectores, frente a esto, nos acomodamos (me incluyo) hasta rozar la imbecilidad y luego ponemos cara de sorpresa cuando nos damos de bruces con el resultado - tenemos lo que nos merecemos, por gilipollas-: que novelas malas (en mayúsculas) como la de Albert Espinosa se consagren, feria tras feria, como los más vendido y por ende lo más leído: lo que queremos para nosotros y nuestros hijos y nuestros perros y nuestras estanterías, que no pueden defenderse y tragan (las hacemos tragar) con toda esta morralla."
ResponderEliminarAaaaaaaaaaaaaaaaaamén !
Sr Peón: no crea que no lo he pensado, el silencio como mejor frase. Desde luego, el silencio es la madre de todas las frases. Establecer una competición entre frases, me parecería tan aburdo e imaginativo como poner a correr a dos cucarachas en el pasillo del apartamento. Lúdico e inútil alimento de un género -el de la competición- que tuvo su culminación literaria en aquéllos eventos denominados "juegos florales". También podría alegar que mi mejor frase está por escribir -me igualaria con los últimos cien premios planeta-, que nunca se escribirá -en este caso, emparentándome con los premios herralde de novela- o que la escribirán otros -siendo probable premio tusquets de novela.
ResponderEliminarDejaré una perla, para que ustedes no piensen que no me quiero mojar.
"Su padre le dijo en el andén, Eres demasiado guapa para ser una buena actriz"
Que ustedes disfruten de la telenovela.
Estabas mejor seco, pero bien, la frase puede pasar a la fase final de concurso.
ResponderEliminarjajaja
ResponderEliminargracias al jurado, de verdad, esto significa tanto para mí..
Sí, Carlos. Era todo tan intenso que Keruak tuvo que volver al redil del way of life y morirse de asco en él.
ResponderEliminarEl más valiente el viejo que se conservó en la droga maravillosamente, escribiendo para que yo algún día pudiera sentir arcadas (me encantan los escritores que me hacen sentir cosas: ahí va la loca soñando...o llámame viciosilla). Necesito este rollo ya.
Enrique, a sus pies. Soy alérgica a los frutos secos y siempre he odiado la Nocilla, que nadie se lleve a engaño y piense lo verde que están las uvas...
No escribo, nada, ni un relato en primera persona porque soy muy pudorosa. Hay quien me ha dicho que me grabe y luego lo escriba, pero tampoco ese engendro sería novedoso porque ya lo hace Javier Marías y el resultado esta a la vista. Pero el Escritor de este siglo y, puede que del pasado, esta por descubrir.
¿Javier Marías habla como escribe? Cielos, que horror. Qué cenas tan largas...
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