Siempre me dicen lo mismo: no hables de los libros que no te gustan, no te busques enemigos... pero no puedo evitarlo. Los malos libros también tienen derechos, especialmente cuando no están mal escritos. Me van a perdonar un comentario negativo que prometo breve en compensación.
Este buen señor, tan aparentemente joven y simpático, ganó el premio José Saramago en 2007 por “o remorso de baltazar serapiao”. Se trata de una historia de amor y celos (también “de familia e de viagem”, sea ese el género que sea) cuyo mayor atributo parece radicar en el lenguaje utilizado; un lenguaje que trata de ficcionar un portugués antiguo con la intención de crear la ilusión de estar en una edad media tardía; un tiempo que fomentaba la brutalidad, especialmente la cometida contra las mujeres, para variar. El libro, según indica la reseña, trata de llamar la atención sobre la masacre (histórica) de la que fue objeto la mujer por culpa de la mentalidad machista dominante.
Un par de años después, Valer Hugo, escribió la novela objeto de esta entrada. Una novela de clases bajas, amores imposibles y desgracias varias que elimina sin rubor las mayúsculas en favor –según he leído- de una lectura más ágil -en fin- y que integra los diálogos en la narración, hecho éste que, independientemente de lo mucho que me guste va camino de convertirse en regla sintáctica de obligado cumplimiento en Portugal. El parecido más que razonable con el estilo de Saramago está, por lo tanto, garantizado. Y ese es mi problema: de Saramago me encantan sus historias pero me agota el exceso de su prosa, motivo por el que tengo la mitad de sus novelas sin terminar. Valte Hugo Mae logra evitar ese hartazgo –y además he acabado su novela- pero en cambio peca de algo imperdonable: una historia aburrida. Mortalmente aburrida. No está bien que a uno le acompañe durante toda la lectura la misma sensación de querer estar haciendo cualquier otra cosa, que fue exactamente lo que me ocurrió durante 200 páginas con este buen señor.
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Personalmente hubiese preferido que antes que "El apocalipsis de los trabajadores" se hubiese traducido y publicado “o remorso de baltazar serapiao” aunque supongo que las dificultades en la traducción han sido determinantes para la editorial. Es una pena. Hoy esa misma editorial (Alpha Decay) presume del éxito en la traducción -por extremadamente laboriosa- de "Setenta Acrílico treinta lana" de la jovencísima (23 añitos) promesa (o eso dicen) Viola Di Grado. Es una pena que ese mismo esfuerzo no se hubiera dedicado a Valter Hugo Mae, pero claro, será que al contrario de lo que ha ocurrido con Viola nadie ha dicho de él que es el nuevo Amelie Nothomb y eso, quieras que no, acojona un poco por muy bueno que parezca el libro, que no lo sé, insisto. Las conclusiones que he extraído de las distintas opiniones que he ido recogiendo en la red a través de blogs literarios portugueses indican que la ganadora del premio es una novela de una fuerza inusual que si flojea en algo es en la historia que cuenta. Esa fue exactamente la misma sensación que tuve tras la lectura de "El apocalipsis..." y esa es la razón por la que me costaría tanto volver a intentarlo si le diesen otra oportunidad a Mae, que no lo creo.
Glez. Peón, ¿qué tal si un día te sueltas y nos das cuatro pistas acerca de cómo sería la novela perfecta para tí? Me refiero a una cosa sencillita del estilo: 20% humor, 30% originalidad, 5% lenguaje, 5% metaliteratura, 25% trama, amenidad, 4% más de 200 págs. y menos de 800, etc.
ResponderEliminarSería como escribir la mejor novela posible según tu punto de vista, pero sin tenerla que escribir.
Al menos conseguirías algunos comentarios más que últimamente.
Ya puesto, hasta podrías proponer tú las categorías para que tus fieles nos pudiésemos definir al respecto. Y, de paso, meternos con Portnoy.
Otra opción es no hacerme caso y seguir con tu vida igual que si no hubieses leído nada de todo esto.
Los comentarios están sobrevalorados. Yo los agradezco, de verdad, mucho, pero no son para tanto. Sirven un poco, sí, para tomarles el pulso al blog y muchas veces para debatir y descubrir lo que uno no sabía porque uno no lo sabe todo aunque parezca que sí. Lo que menos me gusta de los comentarios es esa parte que siempre se cuela de uno mismo y que a la larga es demasiado. Yo no abrí este blog para hacer terapia sino para sembrar la destrucción y tal. Es broma. Un día les cuento los motivos de todo esto, cuando no hayamos cogido más cariño.
ResponderEliminarLa idea de la receta me parece horrible, ya se lo adelanto, porque yo soy un vago redomado (hay testigos) y sólo "pensar en pensarlo" me produce dolores varios. Si quiere le cuento cuales son mis novelas favoritas o las que más me gustan y extrae usted sus propias conclusiones pero de poco le servirán pues no son siempre las mismas como tampoco lo soy yo ni mi grado de exigencia. Uno tiene sus debilidades. No hay secreto, sólo he de disfrutar sin sentirme estafado. Tampoco puedo jurar que lo que disfruté con diecisiete tenga hoy su reflejo. La literatura es placer; el que me provoque el mejor orgasmo gana; el que no me la levante pierde. Este mes, por ejemplo, quien me hizo más feliz fue Ibsen. Más incluso que Roth, que ya es decir, pero qué quiere, nos encontramos [Ibsen y yo] en un momento perfecto. La extensión me da igual. El cuento de Cortazar, “Casa tomada”, es tan bueno o mejor que “Las correcciones” de Franzen aunque en su momento ambos me dejaron en éxtasis. Que no hay secreto, vaya.
¿Ve? Otro comentario en el que he contado demasiado. Si es que me pierde la boca…
Perdona, chato, pero los comentarios no están sobrevalorados. Primero porque ni tú ni yo sabemos cómo se valoran "por ahí". Y segundo, comentarios los hay de todos los colores. De hecho, hasta podría darse el caso que visitaras un blog más por un buen comentarista que diera mucho polculo (por ejemplo) que por el interés que te pudiera despertar el autor. Ese es el futuro, ya lo verás. Hay mucho por hacer en ese sentido.
ResponderEliminarEn cuanto a no exponerte más de la cuenta, sólo me refería a la lista de ingredientes de la que tú crees que sería tu plato favorito en caso de existir. Sería como preguntarle a Ferrán Adrià por su plato favorito o, a Nacho Vidal, cómo le gustan las mujeres. Feas seguro que no.
Creo que iré al blog de Avilés a ver qué me responde él, todo lo gilipollas que es.
Saludos.
Ah, muy bonito, no le doy la razón y se va con otro. Pues mire, amor, el párrafo anterior tiene 303 palabras (lo he mirado, sí); a ver si Avilés le larga un rollo parecido. Soy el blogger mas entregado que existe y así me lo paga usted, con el abandono. Con lo que hemos sido …
ResponderEliminarPor tener un gesto le voy a dar la razón en lo de los comentarios: no sé lo que piensan los demás. Pero, ¿por qué me hace tanto caso? ¿Cómo no me van a gustar los comentarios? Si soy el que más escribe! Que le pregunten a Luna Miguel… Adoro los puñeteros comentarios. Son la sal de mi vida. Otra cosa es que tengan el valor que creemos. Yo, por ejemplo, no suelo leer los comentarios de otros blogs si no me interesa especialmente lo que se dice en el post. También es cierto que hay quien sí se los da, como ocurrió hace nada con Ibra pero sobre eso hay una teoría muy interesante que llegó a mis oídos hace muy poquito y que no estoy muy seguro de querer contar. De momento. Da igual.
Sobre lo de que “si le preguntan a Adriá cuál es su plato favorito” estoy también de acuerdo con usted. Pero no es eso lo que usted me pidió. Si fuese así yo lo diría “los huevos fritos con chistorra” o, volviendo al tema, “Sobre héroes y tumbas”, por poner un ejemplo. Usted me pide una receta para el éxito o para una novela que a mí me enamore. Eso no se lo puedo dar, lo siento, porque no la tengo. Nunca he pensado en ella ni creo que exista. Si Avilés se la da pues cojonudo pero me extrañaría. Nos pasamos la vida tratando de descubrir que tienen que nos encandilan esos malditos. Yo no lo sé. Quizá lo vea cuando muera, de camino a la luz.
(Mire si le cuido más que Avilés que por darle la razón acabo de escribir este comentario que si llega a ciertos oídos va a levantar ampollas. Y de las que duelen.)
Eyaculé.
ResponderEliminarNo se apure, a mi me ocurre continuamente.
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