Si hay un mes largo en el año, ese es enero. Para bien y para mal. Para mal, lo de siempre; para bien, muchas lecturas, demasiados libros, demasiado ruido. En general, ha sido un mes que, en lo que al sentido de este blog se refiere, ha ido de menos a más llegando al más que notable.
Esto fue enero:
‘La ley del menor’ de Ian McEwan
De La ley del menor ya hemos hablado y ya he dicho lo que pensaba: me decepcionó mucho, no esperando en realidad nada. En general no soy muy seguidor de McEwan, pero confiaba al menos encontrarme una novela tirando a decente; no ya la pequeña obra maestra que siempre se promete porque los libros no se venden solos, pero sí algo que fuese a olvidar en menos de un mes. No hubo suerte. La ley del menor me parece errática y aburrida y sus personajes pobres y acartonados. La ley del menor es Woody Allen en horas bajas.
‘La habitación de Nona’ de Cristina Fernández Cubas
Colección de relatos. Les voy a contar algo que nunca antes le había contado a nadie: no soporto los relatos. Y Cristina Fernández Cubas no es la excepción. Por un momento creí que sí, pero no. Leí este libro con sincero interés y todavía con más sincera curiosidad y pese a que en el durante la cosa era más que llevadera, en el después no quedó apenas otra cosa que el recuerdo de haber pasado un rato (eso se lo concedo) agradable. Sé que volveré a Cristina Fernández Cubas pero también sé que lo haré del modo que se vuelve a lo meramente entretenido, a lo un poco por encima de la media pero sin la calidad suficiente para lo inolvidable. A lo seguro, en definitiva, y pese a lo que tiene esto de cumplido. Que no está mal, ojo, pero tampoco bien. A destacar, eso sí, el primer relato, el que da título al libro y, si me apuran, al segundo por lo que tiene de homenaje a los inolvidables Tales from the cript.
‘Monasterio’ de Eduardo Halfon
Yo quería leer otro libro de Halfon pero se dio la casualidad que era el único que tenían en la biblioteca. No me interesó durante la lectura y no me interesó una vez terminado. Lo cerré, lo devolví y lo enterré. No sentí en ningún momento la necesidad de compartir la experiencia, ni para bien, ni para mal. Ni levantó odios y desató pasiones; fue una ausencia total de sentimientos. Halfon será, como dicen por ahí, uno de los grandes, no lo dudo, pero espero que por otras obras. Y digo esto sin ánimo de ofender o llevar la contraria. Lo digo porque Monasterio parece un libro más. Y ya son demasiados y no tiene uno ganas de andar salvando vidas y buscando virtudes bajo las alfombras.
‘El pequeño salvaje’ de T.C. Boyle
También hablamos de él hace nada. Venía a decir que T.C. Boyle me parecía un narrador excelente toda vez que hacía interesante lo que no lo era ni remotamente. La historia es un poco Tarzán en Teruel: niño salvaje rescatado de ambiente seguro y sumergido en civilización, resiste adaptación. Que, bueno, bien, pero es que ya había visto la película. Con todo, Boyle llamó lo bastante mi atención para llamar mi atención por otras obras suyas de compra inminente que, conociéndome, será la forma más eficaz de asegurarme su no-lectura.
‘El origen’ de Thomas Bernhard
Relectura. Palabras mayores y orgasmos múltiples. El origen es la primera parte de las memorias del escritor. No se puede escribir mejor, ni se puede insultar mejor, ni se puede odiar más. No se puede hacer mejor. Del uno al diez, un quince. El origen de Bernhard es un libro del que no hay que hablar; es un libro que hay que leer y no hacerlo debería ser constitutivo de delito porque no hay otro modo de entenderlo ni de apreciarlo y porque todo lo que no sea leer a Bernhard es hacer el imbécil.
Me hubiera gustado escribir una reseña (idea que todavía no he descartado del todo) pero lamentablemente ha sido un mes especialmente difícil y me he visto obligado a tan injusto sacrificio.
‘El hombre de los círculos azules’ de Fred Vargas
Mi primer Vargas. Decepción. O mejor dicho, “decepción”. Que no disgusto, ojo. Simplemente esperaba otra cosa o, si no otra cosa, algo más. Desde luego algo mejor. Novelita de misterio, curiosa pero no gran cosa. Invita a leer más, sí, pero sólo si uno pone de su parte. He pensado que estaría bien llevarme a la cama uno de estos cada mes. Pronto empezaré el segundo. De este si hay reseña escrita, será la siguiente que publique. Cosa de un par de días.
‘Los papeles de Aspern’ de Henry James
Deliciosa. Henry James es un grande y Los papeles una obra magnífica. Esta novela demuestra, por comparación, un poco lo que ya sabíamos: que se escribe demasiada basura. A veces me levanto sintiendo que la literatura ha muerto. Tal vez no lo haya hecho, pero desde luego se ha vuelto absolutamente prescindible. Tenemos obras maestras más que suficientes para llenar no ya una biblioteca sino toda una vida y parte de otras. Henry James… leer a Henry James alimenta mi desprecio y eso me gusta casi tanto o más que lo que me cuenta.
‘El periodista deportivo’ de Richard Ford
Primer acercamiento a Bascombe. Resultado: más que satisfecho. Richard Ford, como James, hace que escribir parezca tan fácil que resulta ofensivo. Coger un personaje, un don nadie, y darle forma, pulirlo y hacernos viajar de su presente a su pasado con esa facilidad, con esa naturalidad; hacerlo todo tan creíble, tan posible, ser capaz de reflejar tantas contradicciones, de evidenciar tantos matices, de enriquecer tanto los gestos, las miradas, los silencios. El secreto de El periodista deportivo es que Richard Ford construye un personaje no ya perfecto, sino a la perfección. Lo que cuenta es lo de menos, porque lo que cuenta es la vida misma y de eso tenemos todos para aburrir; lo que importa, al menos lo que a mí me importa, es ese buen hacer que demuestra Ford a la hora de conciliar y armonizar lo que somos o creemos ser y lo que somos realmente o cómo nos ven los demás. Reinterpretar el éxito y el fracaso y ser capaz de ver las zonas oscuras de lo uno y las zonas brillantes de lo otro.
‘Desgracia’ de J.M. Coetzee
Mil veces recomendado y mil veces demorado este enero parecía ser el mes perfecto para leer Desgracia. Premio. Estupenda novela que se presta a debates varios de difícil o imposible solución. Baste decir que Desgracia es mucho más que una novela que uno lee con interés, casi con avidez; es una novela que se queda ahí y a la que uno recure en sus horas muertas porque es divertido girarla y manosearla y juguetear con ella y dejar que nos haga cosquillas en las zonas grises. Es una novela que está muy lejos, pero MUY lejos de provocar indiferencia. Y eso es lo que se busca y todo lo demás es tiempo perdido y ganas de enredar.
Y todo esto acompañado de Rezzori, jodido Rezzori y la muerte de su hermano Abel, que es todo un hermano y todo un monumento y todo un libro que confío y espero terminar este mismo mes, cuando deje de inventar excusas para no enfrentarme a él.
Y en febrero….
En febrero más Vargas, más Bernhard, más James, más Boyle. Yo qué sé, lo que mejor suene.
Este año me voy a dar un homenaje, qué coño.
A mí si me gustan los relatos de Cristina Fernández Cubas pero entiendo lo que quiere decir. De todas formas lo tengo en el montón a la espera y sin apremio.
ResponderEliminarY sí, Bernhard y James y Coetze. Todo lo que usted dice y más.
Saludos y que siga disfrutándolo.
Marga
En ello estamos aunque son demasiados los frentes abiertos.
EliminarHenry James a la lista pero ya.
ResponderEliminarSabia decisión.
EliminarCarlos, hombre, no seas perezoso: móntate una spin off de este blog dedicada a los clásicos reeditados, y haznos gossssar.
ResponderEliminarPereza, dice. Qué va, todo lo contrario. Si no paro!! Intento robar minutos al café y un poco más al sueño pero con todo no me da para una hora diaria de lectura ,imagínate ya si tengo además que escribir. Tal vez si escribo reseñas más cortas...
EliminarLo del spin off suena fenómeno pero no será necesario. Ahora mismo es lo único que leo, será pues lo único que comente.
Esto se pone interesante ;)
EliminarLo de perezoso lo decía por tocarte un poco la moral. Tu blog es como una vacuna, nos protege de la mediocridad
Mr. Tongoy:
EliminarNo me creo que lea solo una hora diaria. Claro que a Vd., probablemente, va a traerle sin cuidado lo que digo.
Sus crónicas, que sigo, son interesantes però también prepotentes. La sensibilidad parece ausente o inexistente però si disfruta, por ejemplo, de Rezzori, de Faulkner, de Bernhardt, està presente en su interior.
Un saludo.
No cronometro y no siempre leo lo mismo (los fines de semana, por ejemplo, apenas nada) pero tampoco creo que sea mucho más de una hora diaria. Hora y media? Dos? Créame, no tengo mucho más tiempo.
EliminarLa prepotencia es marca de la casa. Sólo hay que saber interpretarla.
Un saludo y gracias por pasar.
Al igual que usted, señor Tongoy, he disfrutado intensamente con Coetzee, James y Bernhard, así que gracias por el entusiasmo contagioso que transmite al hablar de estos libros.
ResponderEliminarEstoy totalmente de acuerdo con El pobrecito Hablador del Siglo XXI: por favor, háganos gozar con reseñas de los grandes. Las críticas sobre las obras de los malos y los mediocres (peores que los primeros), están bien para unas risas, pero a estas alturas de la película necesitamos nutrirnos de lo sublime, como esas "Relaciones peligrosas" en las que anda enfrascado.
Valmont
Las relaciones lo recordaba mejor, pero también es que me acuerdo DE TODO. Es terrible. Y eso que hace casi treinta años que lo leí!
EliminarHoy he empezado la no-reseña del libro de Bernhard. Me he propuesto comentarlo todo. Toco madera.
"A veces me levanto sintiendo que la literatura ha muerto": chapeau, la frase da para empezar una novela.
EliminarDe James también es muy recomendable la mítica "The turn of the screw", así como la película que hizo Jack Clayton allá por los años sesenta.
No seré yo que la escriba...
EliminarUna vuelta de tuerca nunca me ha dicho gran cosa, la verdad. Ni la película de Clayton ni la novela, pero hace mucho de eso.
Y Ford, por supuesto, que me olvidaba de él. Imprescindible un librito autobiográfico suyo titulado "Mi madre".
ResponderEliminarValmont
NO soy yo mucho de esas cosas, pero le echaré un vistazo igualmente.
EliminarConocí a Bernhard en "Relatos Autobiográficos". Ya no soy el mismo.
ResponderEliminarTiene ese efecto, sí.
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