Aunque ocasionalmente lo haga, no soy amigo de releer. Sí partidario, no amigo. Al igual que tantos —Nabokov entre otros muchos— soy de la opinión de que es en la segunda lectura de un libro donde todo, todo, se decide. Todo crítico que se precie (no el crítico cabaretero de blog, ese no cuenta para nada) debería leer dos veces, mínimo, el libro que fuese a reseñar. Pero tenemos tanta prisa, verdad, tanto que leer y tanto que hacer. Y yo el primero.
Mi primera lectura de Sueños de trenes fue, digamos, decepcionante. Había escuchado maravillas (ya estamos…) y claro, expectativas que no se cumplen, sospechas, sentimiento de culpa… ¿Seré yo, señor, seré yo? No, qué voy a ser yo. Pues bien, a pesar de ello, hoy me he levantado profesional y me he dicho: léetelo otra vez, Tongoy, cojones, que no se diga. Y a ello fui y en ello estuve (ayuda que sean cuatro páginas) escasas dos horas, tres cafés, dos tostadas y el tiempo de un cigarrillo de esos que ya no fumo.
La novela no lo vale, las dos lecturas, el tiempo invertido. No lo vale. La novela está bien, quiero decir, se lee. Se lee dos veces, tres, se puede leer veintisiete veces si se desea, pero no lo vale. Porque la novela no es otra cosa que esto:
La novela es un señor y su vida. Finales del siglo XIX, comienzos del XX. Oeste americano. Lo que se hace: se talan árboles, se cortan, se preparan, se trasladan. Se tienden puentes, se tienden vías. Se cruzan trenes a la otra orilla. A eso se dedica el protagonista. A eso y a: casarse, tener una hija, perder una hija, perder a su mujer, perderlo todo, volverse loco, recuperar la cordura, dejar los trenes, construir una casa, otra. Más cosas que tiene que ver unas veces con la soledad y otras veces no.
Lo que hace Grainier (el protagonista) es levantarse, digamos, las veces que haga falta. Vivir.
Pero seamos justos: no es así de simple.
La novela utiliza la biografía de un hombre como excusa para biografiar un momento concreto: el fin de una era. El final de la inocencia. El final del libro lo deja claro: «Y de pronto todo se volvió negro. Y aquella época desapareció para siempre».
«Grainier vivió más de ochenta años, hasta bien entrada la década de 1960. Durante su vida viajó en dirección oeste hasta quedarse a siete kilómetros del Pacífico, aunque jamás llegó a ver el océano, y en dirección este hasta la población de Libby, que ya estaba a sesenta kilómetros dentro de Montana. Tuvo una única amante su mujer, Gladys—, fue propietario de media hectárea de tierra, dos yeguas y un carromato. Jamás se emborrachó. Jamás adquirió un arma de fuego ni habló por teléfono. Viajó habitualmente en tren, muchas veces en automóvil y una vez en avioneta. Durante la última década de su vida vio la televisión siempre que iba por el pueblo. Jamás averiguó quiénes eran sus padres y no dejó ningún heredero».
Es innegable (o algo así) que Johnson logra transmitir con acierto lo que aquello debió ser (casi digo fue). La vida de este hombre, dentro de la sencillez, o precisamente gracias a, parece una forma bastante acertada de aproximarnos al espíritu de la época, de un tiempo en el que todo parecía posible sin serlo necesariamente. Lo que tampoco puedo negar es que a la novela le falta vida y le falta espacio para respirar: se habla de grandes praderas, pero no las vemos; se habla de tierras calcinadas, pero no las olemos; se habla de muertes, pero no las sentimos. Incluso los reencuentros (importantes reencuentros) pasan sin pena ni gloria. A Grainier le falta vida y eso se transmite a la novela. Los personajes secundarios son meros estereotipos sin profundidad, poco más que atrezzo.
No sé, sinceramente, qué hace de esta novela el clásico del que habla Rodrigo Fresán (parece que si lo dice Fresán ya está, como si Fresán, ahora Institucionalizado, ya no necesitase argumentar):
«No hay duda: un clásico instantáneo y, en lo formal, una de las muestras más acabadas de aquello que Henry James celebraba como «la hermosa y bendita nouvelle». Algo que enseguida se ubica y acomoda sin problemas dentro de la gran tradición de su país y parece evocar las serpenteantes raíces de Nathaniel Hawthorne y Herman Melville, el tronco del más noble Ernest Hemingway y de la más estoica Flannery O’Connor, y las ramas electrificadas de Robert Stone y Barry Hannah, así como el tránsito y trance del luminoso cine con voz en off de Terrence Malick o el oscuro fraseo y humor fronterizo y espiritualidad sin fronteras de ciertas baladas con la voz de Johnny Cash. Y algo que -digámoslo- también convierte a buena parte de lo que hace el más celebrado Cormac McCarthy (excepción hecha de «Meridiano de sangre») en materia mucho más tramposa y afectada y fácil y efectista».
Hawthorne, Melville, O´Connor, Malick, Cash, McCarthy, Stone, Hemingway… Lo de siempre: plagarlo de nombre ilustres y dejar que sea el lector el que se ocupe de las asociaciones. Lo siento, no me vale. ‘Sueños de trenes’ se lee, pero no brilla ni frotando.
El recurso a los nombres ilustres es, cuando menos, pobre (pese a que permita entrever lo cultivado que resulta el muchacho). Yo lo hago muy a menudo.
ResponderEliminarEl prota nace en el XIX y muere en los '60s (si he entendido bien). Y ahí es cuando todo se vuelve negro. ¿Es una alegoría, una metáfora? ¿Es que él se muere o es que todo cambia para peor?
Jo.
Dudas, las puñeteras dudas.
https://twitter.com/hotelkafka/status/588363095212425216
ResponderEliminarLos tiene a todos loquitos por sus cuentitos
Eliminar"Butcher's Crossing", Tongoy: esa es LA novela del Oeste.
ResponderEliminar(McCarthy es un bluff, by the way.)
Superior. Williams juega en otra liga. En la reseña me quedé corto:
Eliminarhttp://lamedicinadetongoy.blogspot.com.es/2014/12/butchers-crossing-de-john-williams.html
Si piensa que McCarthy es un bluff, es porque no ha leído Meridiano de sangre y la Trilogía de la Frontera o no sabe leer.
EliminarY luego: Denis Johnson es uno de los grandes escritores norteamericanos vivos. Lo que es absurdo es juzgarlo por una novelita de cien páginas. Su obra maestra, a mi juicio (y al de la mayoría) es Árbol de Humo, aunque los relatos de Hijo de Jesús también tienen sus partidarios. Ambos están publicados en España por Mondadori y editados en bolsillo.
Ya salió uno todo cabreado. "Blood meridian" es una puta mierda, y la de los caballos bonitos no tanto, pero por ahí.
EliminarEy, para todos los críticos y especialistas en literatura norteamericana, de David Foster Wallace a Harold Bloom, Meridiano de sangre es una obra maestra y una de las mejores, si no la mejor, novela publicada en Estados Unidos en los últimos cuarenta o cincuenta años.
EliminarPero si Omega Man dice lo contrario...
Me uno al grupo que piensa que Meridiano de Sangre es un puto coñazo. Yo creo que ya va siendo hora de poner ese bodrio en el sitio que merece.
EliminarMeridiano de Sangre es, junto con alguna otra, una de mis novelas-gafe. Dos veces, tal vez tres, he intentado leerla y dos veces, tal vez tres, he tenido que dejarla por razones equis. No sé cómo termina, pero lo que leí de ella me gustó bastante, por momentos demasiado. Rescataré nuevamente el libro y saldremos de dudas. Ya les diré yo si es o no una obra maestra.
EliminarYo creo que ya va siendo hora de poner a Meridiano de Sangre en el sitio que se merece: al nivel de las grandes tragedias shakesperianas.
EliminarVale...
EliminarMeridiano de sangre es una novela descomunal
EliminarMeridiano de sangre es una novela descomunal
EliminarSin pollas ni preámbulos voy al grano: todo el secreto de la literatura radica en qué medida palpita la vida en ella. Y no solo en los personajes, si no que en cada hoja de cada paraje, las hojas del libro deben vibrar. Todo lo demás es preámbulo de pedantería y de tanta búsqueda de erratas tipográficas o de faltas ortográficas.
ResponderEliminar¿Cómo eran las novelas que nos impactaron? No eran una alternativa a la vida si no que eran la vida misma, aún más rica porque llegaba a través de otro ojos. Solo las novelas que te implican hasta el punto en que lo hace cualquier suceso corporal son verdaderas novelas; tan escasas como las obras verdaderas de arte. Lástima que de tanto mover el cedazo para hallar pepitas así se nos vaya la vista.
¿Deben vibrar? ¿No estará usted buscando otra cosa en lugar de una novela? Me permito sugerir un dildo.
EliminarLos lectores se impactan bastante con Stephen King e Isabel Allende, eh. A mí me marcaron los extensos y serenos análisis en las novelas de Henry James y Proust, a pesar de que en ellos gran parte de lo que late suele dirigirse al intelecto. No por ello voy a decir que son escritores menos auténticos que Faulkner o McCarthy, en los que si me doy de cara con una intensidad física inigualable. En la lectura de novelas valoro tanto el impacto emocional como la posibilidad de intercambio, el contraste y modificación de mis pareceres con los del autor.
EliminarPuta manía de poner a McCarthy a la altura de Faulkner... (o de Shakespeare, como decía el otro.)
EliminarEl "namedropping" (tal el nombre en inglés para la evocacación de los ilustres) es como el Síndrome de Tourette de la pedantería.
ResponderEliminarEstimado Tongoy.
ResponderEliminarNo solo Fresan (a quien vuelves de tanto en tanto con un actitud un tanto patológica y del que una vez más sólo citas fragmentariamente y fuera de contexto lo que conviene a tus argumentos de su reseña) ha alabado esta novela de Johnson. También lo he hecho el resto de la crítica nacional y al menos todas las que he encontrado de la internacional.
¿No cabe pensar que eres tú el que no está a la altura de "Sueños de trenes"? ¿Será posible? No hay nada malo en ello. Cada loco con su tema. Pero cuidado con "Institucionalizarte" en la condena. Por otra parte si algo "no vale el tiempo invertido" es la crítica de críticas.
Saludos.
Es usted muy observador.
EliminarA Fresán no lo busco, me lo encuentro.
Por lo demás, lo siento, mi criterio es infalible. Nunca me equivoco.
Joé, si este tío ha hecho el ESFUERZO de leérselo dos veces y aún así "no lo vale", aún así "no brilla ni frotando", será que no lo vale y no brilla ni frotando... Venga ya, hombre!
ResponderEliminarExacto. Me alegra que lo vea como yo.
EliminarNinguno tenéis ni idea.
ResponderEliminarNo lo digas, hombre... No se vayan a enterar, :)
EliminarSegún usted, esta novela es "un señor y su vida", y no lo vale. Sin embargo el coñazo de Stoner era "la vida, y no un hecho concreto, es el tema central –y único- de la novela", y a usted, sobre todo, le gustaba "lo simple de la historia", y al John W. le quedó "casi perfecto".
ResponderEliminarPoca coherencia y mucha tontería.
Con todos mis respetos y desde el cariño más sincero se lo digo: para tontería su comentario. La mitad de las novelas del mundo hablan de un señor y su vida. Es una cuestión de estilo: hacer interesante lo anodino y vulgar. Lo que le sobra a Williams le falta a Johnson. Pero eso salta tanto a la vista que no me queda otra que suponer que no ha leído usted ninguno de los dos.
EliminarLee Colina negra de Bruce Chatwin, Tongoy. Te gustará.
Eliminar¿Pero Denis Johnson no era el marido de la Melani Griffins?
ResponderEliminarButcher Crossing me gustó. Ahora que he leído Meridiano de Sangre, digo que la de McCarthy no sé si es mejor, pero sí es más bestia, dura, demoledora, brutal, salvaje, poética, que la de Williams. Nunca he leído algo tan bestia y a la vez tan hermoso. En fin, que de McCarthy solo había leído La carretera, y tras leer Meridiano pienso leerme la Trilogía de la frontera.
ResponderEliminarEsta novela de Johnson me gustó bastante. Es concisa pero trata muchas cosas, y dosifica bien el ritmo y engancha y entretiene. Ahí mi reseña.
http://www.devaneos.com/libros/suenos-de-trenes-denis-johnson-2015/