miércoles, 1 de octubre de 2014

“El genuino sabor” de Mercedes Cebrián

El genuino sabor es una novela corta, cortísima que merece una reseña breve brevísima y ejemplarmente fugaz. Fugacísima, diría. [No será el caso] El argumento es tan simple que cuesta justificar las 150 páginas que tiene: una joven (llamada Almudena, por si les interesa el dato) fantasea con ser, de mayor, esposa de diplomático. No es tanto por follarse a uno de clase como por viajar, que es algo que, desde la más tierna infancia, cuando se dedicaba a marear una bola del mundo, la tiene frita de pura obsesión.

«Almudena fantaseaba de pequeña con tener un marido diplomático en el futuro para así viajar a todas partes. En el salón de casa de sus padres hacía girar el descomunal globo terráqueo que escondía en su interior un mueble bar repleto de botellas y, en plena rotación, situaba el dedo al azar sobre un punto de la superficie abombada que reproducía fielmente el estilo cartográfico de Juan de la Cosa».

Hay, a lo largo de la novela, una obsesión por lo culinario que roza lo enfermizo. Esto habría que ir mirándolo, yo creo. A la protagonista no le gusta tirar comida, pero se ve que tampoco comerla cuando corresponde, de ahí que los alimentos se pasen de fecha y ella arriesgue su integridad física un día sí y otro también. La cantidad de tiempo que se le dedica a la cuestión de la caducidad, como si esto fuese herramienta suficiente para construir un personaje, es alarmante. Y esto siendo generoso. No dudo que hay un significado para todo esto pero la novela no invita a hacer el esfuerzo de tratar de entenderlo. Si la Filomena se quiere comer el jamón cocido de hace dos meses, que lo coma, y de paso que nos deje algunas páginas en blanco en las que ocultar nuestra desidia tras de unos monigotes.

«¿Qué habrá de cena? Isidro, antes que acudir a la nevera o levantar las tapas del par de cacerolas que hay sobre la vitrocerámica, ha preferido levantar la del cubo de basura. Ahí están, elocuentes desde sus envases, todas esas fechas de caducidad pertenecientes a momentos en los que Almudena aún no vivía en Londres. Como ya está más que inmunizado contra esa afición de su amiga, no le da importancia, pero á ella le ha dicho más de una vez que esa ruleta rusa que cree jugar con una pistolita de pega es más peligrosa de lo que parece, pues la bala fatídica no implica solo una mera gastroenteritis sino también el posible enfado, y definitivo, de aquella gente cuyo aprecio logró no sin empeño». 

Pero estoy divagando.

En la novela la protagonista se dedica profesional y personalmente a representar la marca España y lo trabajando para una empresa que representa la marca España en el extranjero. Esto puede parecer una idea genial y seguramente lo sea (uf) pero a la vista del resultado Mercedes Cebrián no parece ser la persona más indicada para llevarlo a cabo.

«Las tareas del hogar, los recados de diversa índole que retrasan la vida o que parecen transcurrir fuera de ella son, de tan cotidianos, conocidos por todos. Los esporádicos, no por ello son menos molestos: para el varón, la chapuza y el trabajito fino, el perfórame, instálame y móntame tal o cual cosa; a la mujer se le asigna más bien el zurcido de calcetines y otras prendas de ropa y la eliminación de manchas particularmente rebeldes. En la categoría unisex destaca el permanecer en largas colas tediosas para recoger o entregar documentación sellada. Y aquí surge una pregunta: ¿cómo transcurriría la vida de aquel cuyo trabajo consistiera en hacerles recados a otros? ¿Sería él mismo, por tanto, quien llevaría a cabo sus propios recados?»

No sé si ustedes, como yo, tienen la sensación, tras leer ese párrafo, de que detrás de la prosa correcta, académica, fría y calculadora de mujer fatal de Mercedes Cebrián se oculta el gusanito del tedio y la falta de ideas; un gusanito aficionado a narrar lo evidente, lo cotidiano, la anodino y vulgar, lo accesorio y prescindible. Un poco lo Marías, digamos y otro poco lo que viene siendo la literatura que se hace actualmente en este país. Así, en general.

Pues de párrafos como ese está la novela llena no, lo siguiente. 

A esto, en mi pueblo, le llaman escribir por escribir.

No todo es prosa, Merce. Además, para eso ya tenemos la poesía.

Tengo la impresión (como la tuve también leyendo la ya olvidada –así de buena era— La nueva taxidermia) de que a Mercedes Cebrián, una de o dos, o bien le importan un comino los personajes [me inclinaría, en mi buenismo habitual, por esto…] o bien no tiene ni pajolera idea de cómo crear uno que resulte mínimamente creíble, no digamos ya medianamente complejo […si no fuera que prefiero inclinarme por esto otro]. 

En un momento equis la protagonista se marcha a Londres para cubrir una baja de maternidad. Se supone que aquí reside el intríngulis de la novela, pero resulta que no, para nada. Se convierte en exactamente lo mismo que habíamos venido leyendo hasta el momento, pero en otro país, uno que a Almudena la pone nerviosa por esos detalles tipo «creer que está abriendo la puerta cuando en verdad la está cerrando con llave (ya que el giro se realiza en sentido contrario a la lógica continental)» o porque «los cuartos de baño sin tomas de corriente por miedo a que se repita el gran incendio de Londres de 1666» o porque existe «en los pubs, la obligación de pagar las consumiciones nada más pedirlas». Todo esto, como se ve, da mucha profundidad a la novelita dichosa no digamos ya a la personaja. Por si no era suficiente como Manual Encubierto de Peculiaridades Inglesas para Recien Llegados, Mercedes Cebrián salpica la narración con ejemplos teórico/prácticos de experiencias ajenas que ya quisiera yo saber qué coño tienen que ver con aquello de la Marca España pero que si ha viajado usted recientemente a la isla le hará mucha gracia:

DICCIONARIO BIOGRÁFICO DE LA PRESENCIA ESPAÑOLA EN LONDRES (II)
Martínez Alarcón, Paula (1976): Diplomada por la Escuela Oficial de Turismo de Madrid. Trabajó en el PrétáManger de Charing Cross Road entre 2000 y 2003 mientras se preparaba para sacarse su Certifícate in Advanced English en la academia Buckingham. A los tres meses encontró trabajo en una agencia de viajes donde valoraron su diplomatura. Compartió piso con un galés, un canadiense y una noruega que, cada vez que viajaba a su país, traía un bloque de queso color toffee de sabor dulzón que daba a probar sin éxito a sus compañeros de piso y que, indefectiblemente, acababa mohoso en la basura. Se echó un novio de Leeds, Patrick, y ahora vive con él a dos paradas de Wimbledon.

Y ahora les voy a estropear el final. 

Al final Almudena se marcha de Londres, vuelve a España y se plantea ocupar una plaza en Gibraltar como responsable de algo, lo que sea, qué más da. Y surge la pregunta, ¡la intriga!, la enésima razón para dejarnos las uñas: ¡el sinvivir!: «Entonces ¿se queda o no se queda a vivir allí si le dan el trabajo?» 

Ah, son estas preguntas, grandes, inmensas, dolorosas y necesarias, las que hacen de la literatura el refugio de la inteligencia.  

Si de algo puede presumir Mercedes Cebrián, además de tener tiempo libre que perder en estas cosas y escribir igualito que Luisgé Martín, es de haberse col(oc)ado en Mondadori a base de escribir relatos, nouvelles o novelas ejemplarmente inútiles, aburridas y prescindibles y encima llevar la etiqueta de promesa, nuestra eterna promesa número seiscientos veinte. 

Quiera Dios que no sea también marca España o no salimos del arroyo.



17 comentarios:

  1. Ni idea pero tu reseña me ha recordado a la peli "Una casa de locos", bastante divertida, por cierto. ¿Algo que ver?.

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    1. Ni idea, no la he visto. Leyendo el argumento no, nada que ver.

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    2. Ok, me había parecido algo así como una especie de refrito, pero a la española. Si la pillas por ahí échale un ojo, que no está mal.

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    3. Vale, pero no contaría mucho con ello. Me estoy quitando del cine y ya solo veo cosas si muere mucha gente.

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  2. Yo de mayor quiero ser como tú. No alto, guapo, irresistible y amoroso, eso no, que suficiente tengo con mi nivel de perfección. Lo digo por lo de tener tanto tiempo libre como para leer también lo que sabes que no te gustará, lo que presientes que te horripilará, e ir todavía más allá, acabar el libro y ponerte a reseñarlo. Eres mi héroe. El héroe con tiempo libre y ojos poco escocidos que siempre quise ser.

    Besos, brother.

    Marieta

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    1. Si me dieran un céntimo cada vez que me dicen eso... Y lo de guapo también, claro.

      Besos, sister.

      La reseña de Marías está al caer, por cierto, aunque antes tengo que escribirla.

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  3. Guau, ella se llama Almudena y el partenaire, Isidro. No me la pierdo. Tamaaaaaña sutileza.

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  4. ¿Sabías que esta fue novia del after-Porta? Una vez escuché a los nocillos hablar de ella y la ponían fina. Se ve que se arrimó a ellos para medrar y cuando vio que empezaban a pintar bastos les dejó de hablar y si te he visto no me acuerdo. Una trepa de cuidado.

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    1. Ya la sola idea de arrimarse a la NOcilla para medrar es un sinsentido.

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    2. Tengo entendido que fue al revés. De repente se vio dentro de los Nocilla, quizá debido a la relación sentimental de la que hablas, y cuando vio cómo se las gastaban allí y cuánto de fina la ponían (¿era la única mujer?) salió pitando... Por un matiz, la historia cambia mucho

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    3. No se vio metida en la Nocilla, fue parte de esa movida desde el minuto cero y le pareció genial mientras le convino. Ni fue la única escritora, en Mutantes salen varias más. Esta va de angelito pero es una manipuladora de cojones y una pija de aúpa. "Yo pienso mucho en mi carrera aunque no lo parezca", como dijo en una entrevita con el Pron. Resulta gracioso cómo en estas jugadas de política literaria las tías siempre se salen de rositas, como si fueran incapaces de hacer sus propios cálculos o de joder al prójimo.

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  5. Leí esta novela hace un par de meses, animado por la lectura previa de un relato de la misma autora titulado "Retóricos anónimos". El relato me pareció estupendo (y aprovecho para recomendarlo sinceramente) pero la novela no me gustó tanto. Tiene cierta gracia, pero también tiene todos los defectos que señala Carlos en su reseña y que la hacen parecer más un relato extendido que una novela propiamente dicha.

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  6. Reseña de indudable utilidad pública.
    Pero es ud. muy benévolo con esa prosa. A mí me parece que la autora picotea el teclado sin fijarse en lo que escribe, como esas señoras mayores que parlotean de varias cosas a la vez sin orden ni sentido. Encaja regularmente sustantivos, verbos y adjetivos como piezas de un mecano, pero produce armatostes absurdos cuando no ridículos: "solo una mera gastroenteritis" (¿solo y mera?), "de pequeña .... en el salón de casa de sus padres" (¿estaba allí de visita?), etc. Pero, además, "se preparaba para sacarse" ya promete emociones más intensas.
    En fin: gracias por su tiempo, que nos salva de malgastar el nuestro.

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  7. ¿Y no cabría decir, simplemente, "pobre Mercedes Cebrián"?

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  8. ¿Por qué se están publicando estos libros?

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