Situémonos: viernes, 6 de junio. El Cultural. Echevarría, Ad hominem:
«Paradójicamente, en la crítica de actualidad, y en nombre de una siempre malentendida neutralidad, se suele estimar de mal gusto aludir a circunstancias ajenas a la obra considerada, y se condena la repercusión sobre ella de elementos extraliterarios, por así llamarlos».
Echevarría no está de acuerdo con esta "censura” ya que, en su opinión, «el comentarista o el crítico de actualidad no puede abstraerse -no debe- de las condiciones de recepción de una obra»:
«Por decirlo más claramente: ni la editorial en que se publica, ni el envoltorio en que se presenta, menos aún -llegado el caso- el tipo de promoción de que ha sido objeto, son elementos irrelevantes a la hora de enjuiciar una novela, por ejemplo. No lo son, desde luego, el hecho de que haya obtenido un premio, ni la naturaleza de ese premio, como tampoco el que el autor o sus agentes hayan concurrido a él, acaso para negociarlo subrepticiamente. Tampoco lo son las declaraciones del autor acerca de su obra, ni siquiera las que pueda hacer sobre cualquier otro asunto.»
Fin de las citas. El resto se lo imaginan o lo leen aquí: ad hominem.
* * * * * * * *
Se dice, es costumbre, que al autor no le gusta salir en la foto. Ya saben, “yo he venido aquí a hablar de mi libro” y tal. Pero claro, no todo el mundo igual y esto es una selva, vivimos tiempos difíciles y si no sales en alguna foto lo más probable es que al final acabes no saliendo ni en los créditos del anuario.
Y luego está lo de la autopromoción. Con editoriales cada vez más pequeñas (la última que “descubrí” (Agencia Joyce) tiene en su catálogo un único libro) el escritor está casi obligado a ocuparse él mismo de mover y hacer visible su novela. Llamar la atención, vaya. Esto, obliga un poco a tirar de amistades y/o contactos. No problemo, a poco que tengas doscientos amigos en Facebook (quién no) serás, mínimo, el puto Hemingway redivivo. Esto, a la larga, no es fácil de llevar. Así no se puede escribir, con tanta presión.
Con tantas mamadas.
Pero estoy divagando.
Se puede escribir en silencio o haciendo mucho ruido (no es extraño en las redes sociales escucharle a algún escritor decir que ha empezado su nueva novela o que tiene una idea o que o que o que), hay pruebas de cada caso para aburrir pero, ¿se debe realmente tener en cuenta la vida obra y milagros de un escritor a la hora de escribir una reseña de su libro? Maldades aparte, quiero decir.
Pues seguramente sí.
Pero podemos buscar algún ejemplo, si quieren.
* * * * * * * * * *
El sábado 7 de junio de 2014, un día después de la columna de Ignacio Echevarría, Rodrigo Fresán publicaba en el suplemento de ABC una reseña en la descubría un nuevo autor. Autora, en este caso. Era el descubrimiento 256.879 de su carrera. Lo sé porque se lo he preguntado al que lleva su agenda. El libro en cuestión era “Los niños se aburren los domingos” de Jean Stafford (Sajalin, 2014) y entre otras cosas decía, Fresán, lo siguiente:
«Amiga íntima de Peter Taylor (otro nombre a redescubrir o descubrir [256.880]), Stafford había pasado por un matrimonio turbulento con el poeta Robert Lowell del que no salió –como diría Salinger- “con todas sus facultades intactas”, reincidió en el divorcio con el redactor de Live Oliver Jensen, y finalmente encontró la felicidad junto a A.J. Liebling, uno de los puntales de The New Yorker. Al morir este, Stafford dejó de escribir y, víctima del alcoholismo y la depresión, no volvió a sentarse a teclear hasta que llegó su canto del cisne: el relato “An Influx of Poets”, incluido aquí junto a otros tres que no figuraban en la colección original, y que, en Estados Unidos sería añadido a la versión paperback del nominado para el National Book Award y ganador del Pulitzer de 1970 The Collected Stories of Jean Stafford».
Ahora imagínense una reseña de un libro de un joven o no tan joven escritor actual español de este calibre:
«Fulano, amigo de Mengano, también escritor, estuvo casado con la traductora de Agencia M, pero no les fue bien. Ella bebía. Lo dejaron. Entró en una depresión ligera. Para curarse se compró un coche que no podría pagar pero que le vino muy bien para disfrutar de su gran afición: polvos rápidos en aparcamientos bien iluminados. Lo embargaron. Se arruinó. Se echó a perder. Supo de primera mano lo que ser un miserable. Aun así, se volvió a enamorar: seis veces. La primera de una escritora mayor que él, Zutanita, que le dio grandes consejos que no aprovecharía en absoluto. Harto de empujar la silla de ruedas de la buena de la señora, se lió con su secretaria, también escritora de nouvelles y poeta y aún así dinamizadora cultural de una famosa editorial. Una chica muy completita. Con estudios superiores, además. Pero se murió. Fue atropellada por escritor borracho caído en desgracia: Fulgencio, mejor amigo de Fulano e hijo de Zutanita, que no logró superar el divorcio de sus padres y amigos y que, según sus propias palabras, “simplemente pasaba por allí”».
Claro. Todo esto hay que justificarlo. Pues nada, se justifica: «Todo lo anterior es un telón para descubrir un microrrelatista que, a diferencia de sus colegas de microrrevista, parece moverse cómodamente en todo tipo de trama o territorio».
Y ya está. ¿Qué no? ¿Cómo que no? Claro que sí. Miren, fíjense cómo sigue la reseña de Fresán:
«Todo lo anterior –destilado rápidamente de una entrada de la wikipedia; más detalles en la excelente biografía de David Roberts— es sólo el telón a alzar para descubrir a una cuentista que, a diferencia de sus colegas de revista, parece moverse cómodamente en todo tipo de trama o territorio».
(Lo de escribir media reseña destilando información de la wikipedia es, con diferencia, lo mejor de todo pero ya haremos sangre de esto otro día.)
Y ahora, vean cómo termina:
«Breves pero enormes ficciones engañosamente domésticas que apenas esconden garras y colmillos y a las que conviene acariciar y leer con cuidado. Porque –se sabe, Stafford lo sabía— la vida sí es un abismo. Y no tiene fondo».
¡Tatatachan chan chan!
Apúntenlo. Es perfecto para cualquier colección de relatos. Con cambiar un poco el orden de las frases y tirar de sinónimos, tienen texto para las contras de medio catálogo de Menoscuarto.
En conclusión, si vale para Fresán, por qué no ha de valer para los demás. Me refiero a tirar de biografía, no de wikipedia (que también), a la hora de confeccionar una reseña de, yo qué sé, cualquiera; para tratar de entender, un poco mejor, qué es eso que mueve sus historias, qué llevan dentro, qué origen tiene su desazón, de dónde viene la fuerza y la profundidad de sus personajes. Esas cosas.
Ah, que Jean Stafford está muerta.
Acabáramos.
Repartes a diestro y siniestro, tanto a los "biografistas" (Fresán claramente se ha pasado) como a los "libristas" (tu dices creer que sí, que está bien explicar, al menos, si el libro lo ha escrito un humano o un alien). ¿Qué nos dejas a los demás? ¿Pelearnos con los argumentos que tu ya has usado? Al final solo te ha faltado decir aquello de Todo los excesos son malos, de hipócrates y echarte la toga al hombro con pretenciosidad, como si fueras un viejo cualquiera.
ResponderEliminarBuenos apuntes los tuyos, Tongoy. Como para reflexionar.
ResponderEliminar1. Ese formalismo purista de "solo existe la obra y nada más que la obra -como si se hubiera escrito sola-" fue una corriente de la crítica literaria académica del siglo pasado; poco tiene que ver, es decir, con la forma en la que uno como lector de a pie se acerca a la literatura. A los lectores comunes y corrientes -generalizo, claro- nos importan en mayor o menos medida las circunstancias extraliterarias a la hora de valorar una obra, y si una reseña pretende comunicar algo, las reflexiones de esta naturaleza son muy eficaces. El problema, en todo caso, sería valorar la obra SOLO o PREDOMINANTEMENTE por lo extraliterario. Entonces estaríamos ante un ejercicio de represalias o de envidia o de cualquier otra ruindad.
2. Hay autores cuya vida impacta demasiado en la recepción de su obra, sin que eso implique que la obra sea pobre y que haya que "complementarla" con consideraciones biográficas (pienso, por ejemplo, en gente como Jean Genet). En estos casos simplemente resulta imposible no echarle un vistazo a la vida del autor, sobre todo si eso ayuda a penetrar más y mejor la obra.
3. La valoración de una obra en muchos casos es un asunto de expectativas: si es el premio Herralde, esperas algo; si es el premio Planeta, esperas algo; si es la novela de un debutante, esperas algo; si es la novela de, qué sé yo, Vargas Llosa o Pynchon, esperas algo; si el novelista se asume en las entrevistas como el nuevo Faulkner, esperas algo (con el cuchillo entre los dientes, desde luego); si la novela te la venden como la nueva El gran Gatsby, esperas algo. En este sentido, valorar sin contexto es cruel a la vez que impreciso, me parece.
4. Que a alguien le sea indiferente que X o Y novela se haya publicado como fruto de un soborno, de pago de favores o cosa parecida dice mucho acerca del cinismo y no tanto de un espíritu formalista.
Aclaro que solo es mi opinión. Y es que luego hay unos que se ofuscan como si la literatura y sus alrededores fueran algo tan trascendente como comer todos los días o retozar en la cama.
Saludos.
David L.
¿¿Si es premio Planeta esperas algo??? Pero qué mierda es esta?? ¿estamos locos o qué?
EliminarA ver, te voy a hacer una paráfrasis; al parecer la necesitas:
EliminarSi es el premio Planeta, esperas algo, es decir que la calidad no sea muy alta o que el libro esté escrito con una prosa plana, básica. Las expectativas contemplan la miel y la mierda: entérate.
David L.
Es el tema eterno. ¿Escritos o escritores? ¿hagiografía o literatura?.
ResponderEliminarSupongo que depende de cada cual, es decir, de lo cotilla que seas, de lo que te importen las circunstancias en las que se ha escrito cada libro en cuestión, de si el autor era bolchevique o fordista, de si veranea en la playa o la montaña...
Hablo por mí, claro, pero normalmente me intereso por detalles particulares de la vida de algún escritor si previamente me ha enganchado su obra, no al revés. Pero esa visión de lo literario, evidentemente también, supone un obstáculo para la mercadoctenia. Es mucho más fácil vender primero al escritor y después su obra. Opino, claro.
Por otro lado, la crítica nunca debe ser "ad hominem". Yo no la soporto. Me importa un pimiento si el escritor de un libro que me ha interesado es una persona excelente o un auténtico cabrón, si colabora con una ONG o si roba a las ancianas, y tanto si es una cosa como otra no va a cambiar mi percepción sobre su obra. En cualquier caso nunca leeré o dejaré de leer un libro por las críticas o los halagos que se le hagan a su autor por sus ideas o su manera de ser.
¡Ah! Qué tema tan interesante.
EliminarEn mi opinión, hay que partir de una obviedad: una obra de arte es una obra humana. Por tanto, como tal, en su origen, desarrollo y siginificados forzosamente está el autor y sus circunstancias temporales, históricas,humanas, sociales, ideológicas e intelectuales.
En consecuencia, quien quiera profundizar en el sentido de una obra, quien quiera ir más allá de un argumento y de la última página, tiene que conocer todas esas circunstancias extratextuales, más allá de la estética de una edición, de la solapa, del color, de la portada, de ese tipo de cosas que forman parte del objeto pero no de la obra.
Lo de R. Fresán tirando de wikipedia y haciendo ostentación de su uso para reseñar, me parece bochornoso
Bochornoso es poco. Yo creo que habría que recoger dicha conducta en el nuevo código penal. ¡¡¡¡por favor!!!! ¿Pero esto qué es? He visto apocalipsis más bondadosos que esto que está pasando con Fresán.
EliminarQuien quiera profundizar en el sentido de una obra "se tiene que saber de memoría todo lo que dice en twitter un autor para intentar vender libros y ganar más pasta y tenerlo en facebook para ver qué dicen sus amigos o los editores del libro". ¿es eso lo que quieres decir no? Si es eso lo que quieres decir entonces muy bien porque así lo entiende el Sr. Tongoy. Esa es la lúcidez del Sr. Tongoy.
En serio.
De verdad.
En fin.
"Y Van dijo:
ResponderEliminar—Me gustaría conocer tu opinión, Ada, y la tuya Córdula, sobre este problema literario: nuestro profesor de literatura francesa sostiene que en la exposición del asunto Marcel-Albertine hay un grave defecto filosófico y, por lo tanto, artístico. La novela sólo tiene sentido si el lector sabe que el narrador es una loca, y que las hermosas y gruesas mejillas de Albertine no son otra cosa que las hermosas y gruesas nalgas de Albert. Si no se supone, o si no se exige, que el lector sepa todo lo referente a las particularidades sexuales del autor, para poder saborear hasta la última gota de su narración, el libro entero pierde su significado. Según mi profesor, si el lector no está al corriente de la perversión de Proust, la descripción detallada de los tormentos de un heterosexual celoso de una homosexual es un absurdo manifiesto, por cuanto un hombre normal no puede sino divertirse ante los retozos de su amiguita con una pareja del mismo sexo. Conclusión de mi profesor: una novela que sólo podría ser apreciada por la lavandera que hubiera examinado la ropa sucia del autor, es, desde el punto de vista artístico, un fracaso."
Vladimir Nabokov
Ada o el ardor.
Página 147
Primera edición: diciembre de 1976.
Editorial Argos.
Traducción de David Molinet.
Yo particularmente te recomiendo que no te metas en estos berenjenales, quieres hilar muy fino y no sabes. Otro ejemplo de esta incapacidad fue tu patético comentario de Moby Dick en el que te dedicaste a críticar a Rosa Montero (otra prueba más, otra, de que no eres capaz de hablar bien de un buen libro, porque lo tuyo es ridiculizar por atajos lo que sea, a poder ser con ese aire de suficiencia de buff, lo que hay que aguantar) Pero lo más doloroso es que ni siquiera entendiste qué quería decir Rosa Montero. Y no entender a Rosa Montero tiene tela, y mucha. A ver, que es Rosa Montero.
ResponderEliminarY si no entiendes a Rosa Montero meterte con Echeverría o Fresán me parece ya de apaga y vámonos. Mezclas churras con merinas, vas al bulto, repito que no sabes hilar fino. Dédicate a la sal gorda que es lo tuyo. Tu público te lo agradecerá.
Y por cierto que una cosa es tener en cuenta la biografía de un escritor , la editorial de la que viene, etc, y otra es hacer por enésima vez el chiste de "la faja del libro me prometió un nobel y esto no llega ni a premio escolar". Es que ya no hace gracia.
Hilar fino, dice. Anda que... Está usted para interpretar nada.
EliminarLe he echado de menos.
Yo a usted también le quiero. (Más de lo que parece. En serio)
EliminarY si las circunstancias en las que se ha producido una obra son, por lo general, totalmente secundarias salvo alguna excepción concreta en que vida y obra son lo mismo, como el ejemplo de Proust que alguien ha citado anteriormente - y que si se ha leído en su conjunto no hace falta haber rebuscado en su ropa sucia- la editorial, la portada o los premios que haya podido ganar o dejar de hacerlo ya ni te digo. Todo eso es accidental y no debería afectar en nada a la valoración de la calidad de una obra. O como mínimo no debería ser una información que tuviera ninguna relevancia para el posible lector. Las obras cambian de editorial y de portada con frecuencia, pero siguen siendo las mismas.
ResponderEliminarNo he podido leer los comentarios precedentes, pero quisiera apuntar mi opinión, y es que una verdadera buena crítica debería ceñirse únicamente a la palabra escrita, pues la novela es lo que es, y nada más que eso. El envoltorio podría cambiar en ediciones posteriores, y la vida del novelista puede cuando menos ser mentira. Cuando es necesario tirar de otro tipo de informaciones es o porque la novela no da más de sí para hablar de ella, o porque el que reseña no se la ha leído del todo, o que para él es más importante el cotilleo, con el cual, a buen seguro, tendrá éxito en este país. Si de verdad nos gusta la Literatura y la respetamos deberíamos ceñirnos a lo que la Literatura es, y no a lo que la rodea que, por lo demás, da bastante asco. Otra cosa es hacer algunos apuntes extraliterarios, que sirvan para sostener una tesis concreta acerca de la obra en cuestión, o para despejar determinadas dudas. Tampoco hay que ser fundamentalistas en este aspecto. También me parece que puede ser positiva hablar de la huella de un autor en el libro. Por ejemplo, si se reseña a Kundera o a Bukowski, será inevitable hablar de su estilo respecto de otras obras, de su trayectoria, etcétera. Pero la perfección crítica, si existe, se acerca mucho más, en mi opinión, al minimalismo de "ésta es toda la obra, y de ella voy a hablarles", como si de un "todo-estanco" se tratara. Saludos.
ResponderEliminarEl amiguismo siempre ha campado a sus anchas en la literatura. Es como cuando los QUimera se recomiendan unos a otros, ¿qué credibilidad tienen? Fernando Clemot alabando un libro de Fernando Valls, Fernando Valls diciendo lo buen relatista que es Sergi Bellver, Sergi Bellver afirmando que Juan Carlos Máquez es the best, Juan Carlos Márquez afirmando que la mejor novela es la última de Miguel A. Zapata...... Y así hasta el infinito en todas sus combinaciones
ResponderEliminarSí, yo estoy de acuerdo pero eso realmente no afecta al objeto de análisis, esto es, el libro en cuestión. Yo creo. Otra cosa es que sea "criticable" esa actitud, que sí lo es y de hecho en este blog nos gusta recordarlo de vez en cuando, sobre todo porque esto nos da una idea bastante aproximada de lo mucho que nos podemos fiar de lo que dice cierta gente.
EliminarPuede parecer que no, pero a mí personalmente la trayectoria o manías del escritor me traen sin cuidado más allá de la anécdota o el chascarrillo que pueda generar.
Juan Carlos Márquez no es amigo de Miguel A. Zapata, listo. Que sois todos una panda de trolles indocumentados.
EliminarMe parece que el listo es usted o que no los sigue en face
Eliminar¿Cómo sabéis si los escritores son amigos unos de otros? Debeis ser una manada de traidores amigos suyos, lo mismo hasta se la chupais en sus mismos muros, si no no se entiende cómo se sabe tanto de ellos. Dios, qué vergüenza trollera.
EliminarAunque de todo el artículo de Echevarría, previsible por otro lado, yo me quedo con la alusión a Sainte-Beuve como argumento de autoridad. Me parece muy interesante que un crítico literario desee retroceder un par de siglos en Teoría Literaria para justificar las prácticas actuales en la era de las TIC... Pero a lo mejor es que tampoco han cambiado tanto en algunos sectores.
ResponderEliminarLeído todo lo anterior, me preocupé por buscar la reseña de Fresán en el ABC. Es decir: la reseña completa de Fresán y no los extractos que publicas aquí.
ResponderEliminarAlgunas cosas al respecto, Tongoy:
--En lo tuyo omites párrafos enteros donde Fresán sí precisa temas y antecedentes y preocupaciones de la autora. Eso no se hace.
--En lo tuyo atribuyes a Fresán expresiones como "microrrelatista" y "microrrevista" que Fresán no utiliza. Eso tampoco se hace.
--Por otra parte --y a diferencia de lo que sucede con los blogs-- debería saber que cada vez hay menos espacio para reseñas. Y que no se puede meter todo allí. Sobre todo, cuando se trata de autores no muy populares.
--Que Fresán remita a y explicite su uso de Wilikipedia me parece honesto (también señala una biografía de la Stafford que, podría jurarlo, leyó); sobre todo cuando todo gira alrededor de una autora poco conocida. De hecho, Fresán lo pone como una gracia para así manifestar su propio desconocimiento dentro de un tema en el que, se sabe, destaca como conocedor. Pregunta: ¿nunca buscaste algo en Wikipedia acerca de un libro y lo reprodujiste sin decir que lo leíste allí? ¿De verdad? ¿Seguro?
--Fresán no descubrió a nadie (imposible descubrir comentando libros ya editados, ¿no?); pero está claro que ha leído más que tú y que unos cuantos y que le entusiasma recomendar aquelllo que le parece vale la pena ser recomendado. Yo, por mi parte, se lo agradezco. Lo tengo como hábito mucho mejor y más sano que el de leer libros que sabes de antemano no te van a gustar y luego escribir laaaaaaaaaargamente sobre ellos desde tu madriguera a la espera de comments.
-De igual manera y por las dudas, tú no has descubierto (tardíamente, por cierto, y con expresiones sonrojantes del tipo "Tengo que decirlo: han de saber que me he enamorado perdidamente de este LIBRO") a "Moby-Dick" de Herman Melville. No critico ni cuestiono tu kustificada maravilla antes semejante clásico de la literatura y me alegro de que por fin hayas llegado a él (te propongo que sigas por esa senda y descubras, por ejemplo, "Retrato de una dama" de Henry James); pero no hubiese estado de más en lo tuyo alguna información en cuanto a que en su momento la obra maestra de Melville fue un rotundo fracaso y su autor considerado "loco" por la crítica. No sé, son detalles que completan un paisaje.
--Dicho todo lo anterior --y un tanto pasmado ante la inquina/manipulación hacia Fresán de parte tuya-- busqué aquí algún otro comentario relativo a su obra y persona. Y me encontré con esto en un comment a un comment:
"El sábado, animado por alguna crítica y un comentario más que positivo de Mike & the libros me compré el libro de Fresán. Por la noche, tirado en la cama y por no levantarme a buscar el libro, me bajé el comienzo al kindle y empecé a leerlo. La idea es devolverlo esta misma semana. Yo, lo siento, pero hay cosas que me cuesta tragar. De todos modos soy consciente de que le dí muy poca oportunidad por lo que supongo que me lo acabaré comprando en ebook (mitad de precio que el papel) si es que no me lo aceptan en la bibioteca.
Joder, para un día que me compro una novedad."
Gran mirada crítica...
En resumen, Tongoy: tú tiras no de biografía de escritor sino --peor-- de autobiografía de crítico "tirado en la cama". Quedo a la espera, por lo tanto y en cuanto al libro de Fresán, de "tratar de entender, un poco mejor, qué es eso que mueve sus historias, qué llevan dentro, qué origen tiene su desazón, de dónde viene la fuerza y la profundidad de sus personajes. Esas cosas".
Amén.
ResponderEliminarBuenas tardes, yo de nuevo, soy el anónimo (de verdad que mi nombre no importa) de las comentario de las 13:05. Y de pronto se me ocurre que tal vez aquí haya una posible confusión. Me explico: leí la reseña de Fresán no en el ABC sino en su propio file (de nuevo, no importa quién soy, pero me escribo de tanto en tanto con él) y, luego de explicarle la que se había armado aquí, le pedí me enviase copia de su artículo. Cosa que muy gentilmente hizo. Reproduzco más abajo lo que no cita Tongoy porque --de nuevo-- tal vez todo se deba a que en el ABC recortaron su reseña por esas cosas que pasan en las redacciones como que entra un aviso a último momento. O tal vez no haya sucedido nada allí y Tongoy sea, además de crítico, editor de material ajeno para que sus "teorías" cierren más o menos mejor, por decirlo con gentileza.
ResponderEliminarAquí abajo va (por si a alguien le interesa) y saludos:
EL ABISMO DE LA VIDA
LOS NIÑOS SE ABURREN LOS DOMINGOS
JEAN STAFFORD
SAJALÍN EDITORES, BARCELONA 2014
362 PÁGINAS, 22 EUROS
**** (CUATRO ESTRELLAS)
La poderosa radiación de la formidable –pero también un tanto sobrevalorada por sus adoradores— Alice Munro ha funcionado, como sucedió en su día con el caso de Raymond Carver, de eclipse que ha mantenido ocultos y en las sombras a otros astros igualmente resplandecientes. Tal ha sido pero, afortunadamente, ya no es el caso de Jean Stafford (Estados Unidos, 1915-1976), a quien el firmante de estas líneas descubrió como acompañante de John Cheever y William Maxwell en una antología de 1956. ¿Quién era esta desconocida para mí entre esos dos elegantes colosos? Enseguida supe que era Stafford fue hija de un escritor de westerns y que –como otras narradoras más o menos escondidas del calibre de Mavis Gallant y Shirley Jackson y Maeve Brennan y Frances Gray Patton—había publicado lo suyo durante lo que se conoce como la edad dorada del semanario de The New Yorker. Pero también había firmado el best-seller y comedia de costumbres Boston Adventure (1944), otras dos novelas, The Mountain Lion (de 1947 y con más de un punto en común con lo de Carson McCullers) y The Catherine Wheel (1952), libros para niños, y un magistral perfil neo-periodístico, A Mother in History (1966) donde se diseccionaba en vida la figura de la madre de Lee Harvey Oswald. Párrafo aparte merecían sus implacables y elegantemente crueles reseñas literarias... Como bien apuntó Joyce Carol Oates en el prefacio a la reedición de The Collected Stories –donde los diferentes relatos aparecen reordenados bajo secciones bautizadas como “Los inocentes en el extranjero”, “Los bostonianos, y otras manifestaciones de la escena norteamericana”, “Cowboys, indios, y montañas mágicas” y “Manhattan Island”— Stafford fue la escritora más versátil de su generación. Una mujer que se sentía en deuda con los “dislocados” Henry James y Mark Twain, y dueña de “una voz de sepulturero; nunca oracular pero siempre graciosa en su insistencia por revelar la siempre inminente llegada del Día del Juicio”.
Varios de los relatos de Los niños se aburren los domingos (escritos entre 1945 y 1953, con títulos ineludibles como “La vida no es un abismo”, “El corazón sangrante”, “En el zoo” y “Policías y ladrones”) se pueden leer, entonces, como la versión hembra de las ficciones de Richard Yates: fotografías movidas de las grietas justo antes de que todo se venga abajo.
¿La que se ha montado? ¿Usted es nuevo, no? Veinte comentarios, la mitad de ellos disparando contra el autor del post no me parece que sea como para decirle a Fresán "mira la que ha montado". Hombre, que aquí se han superado los 600 y hay gente que ha salido realmente mal parada.
EliminarPero sí, yo también creo que ha habido algún tipo de confusión. Para empezar, la suya.
A ver si me explico.
No tengo ni tuve nunca la menor intención de pegar TODA la reseña de Fresán entre otras cosas porque he tirado de la edición en papel y tengo mejores cosas que hacer que transcribirla. Sólo quise destacar el fragmento en el que se dan datos concretos de la vida de la buena de la mujer porque me venía muy bien para lo que quería destacar en mi post. Claro, el resto de la reseña está bien, nada que objetar, pero NO ERA EL TEMA.
Sobre MOBY DICK. Me enamoré de este LIBRO quiere decir eso: LI-BRO. Ni novela, ni historia: LIBRO. LA edición es excepcional, los dibujos elegidos, las notas al margen, el papel, y sí, la historia también, claro. Por eso lo puse en mayúsculas. Ya veo que no sirvió de mucho. ¿Qué no he leído Moby Dick hasta ahora? Pues no. ¿Y? ¿Algún problema? Pues no tengo clásicos por leer ni nada… Son ustedes de lo que no hay. En vez de celebrar que se sigan leyendo…. Mire, mi única intención a la hora de hablar de Moby Dick, aun a sabiendas de que se sería criticado por ello, era animar a leerla y comentarla a quienes la tuviesen por un ladrillo o a los que todavía no se hubiesen decidido, especialmente a todos aquellos que, por culpa de toda esa gente que gusta de criticar a quienes tienen ciertas lagunas, lo tienen castigado en una estantería.
Lo hacen ustedes de puta madre: enhorabuena.
Mire, no sé usted pero yo no tengo nada contra Fresán. Yo también le agradezco los “descubrimientos” o “rescates” o cómo quiera llamarlos y si quiere pegar la wikipedia al completo allá él, pero habiéndose leído la biografía maldita la necesidad. Trate de relajarse. Empiezo mil libros que interrumpo y después retomo y termino y tan contentos. “Soy consciente de que le di muy poco oportunidad por lo que supongo que me lo acabaré comprando en ebook” no me parece que sea inquina o manipulación, sino más bien todo lo contrario: un reconocimiento de mi propio error y la intención de rectificar a costa, incluso, de mi bolsillo. Pero claro, nos quedamos con lo que queremos y luego es Tongoy el manipulador o el que se queda con los fragmentos que más le interesan para defender sus argumentos. De cagarse, esto.
Y acabo. Lo de mirocrrelato o microrrevista no es una cita Fresán, es una falsa autocita que copia la que pego inmediatamente después con la única intención de poner un punto de humor, pero claro, si tengo que explicarlo maldita la gracia.
Salude a Rodrigo de mi parte. Y un beso para usted. En la boca.
Tongoy:
EliminarEl problema no es demorar en leer Moby-Dick, los clásicos llegan cuando llegan y por eso son clásicos: están allí para siempre, no hay apuro, te esperan lo que tengan que esperarte. Lo raro es que no demores ni un día en leer el nuevo libro español de turno para poder destruirlo brevemente a la brevedad.
Para mí, la clave está en saber valorar si lo extra literario suma o no en un comentario/crítica de un libro. Es decir, qué es un chascarrillo -como tú dices, Tongoy-, una pura anécdota prescindible y qué una información que aporta entendimiento y enriquece la lectura. En algunos libros esto puede ser importante y en otros no.
ResponderEliminarDesde luego, la obra tiene que sostenerse por sí misma, pero de lo que aquí hablamos, creo, es de comentarla aportando o no ciertos datos del autor.
El otro día por ejemplo estuve escuchando a la poeta Valerie Mejer y desde luego me pareció relevante conocer ciertas cosas de su vida (como la infancia violenta que vivió) pues me ayudaron a interpretar correctamente símbolos claves de su obra. No es que sin ese conocimiento no hubiese disfrutado de sus libros, pero creo que me acercó más a su verdad.
Un abrazo
Estoy contigo. Por supuesto, lo primordial está en la obra pero hay casos en los que es interesante ver la evolución del creador (o sus tropiezos) en relación con su biografía, a mí me ha pasado con Capote y con John Kennedy Toole. Ahora, ese apretado resumen de amantes y maridos de la reseña citada no me dice mucho.
EliminarSaludos,
Sonia
Aclarado queda, Tongoy. No se altere (suena, por una vez, alterado y proclive a las MAYÚSCULAS).
ResponderEliminarY ya que estamos y para que continúe celebrando su romance ballenístico: le recomiendo la monumental biografía de Melville de Hershel Parker así como su "biografía de la biografía", donde Parker narra cómo y por qué la escribió a lo largo de un puñado de décadas. Son --entre ambos libros-- más de tres mil páginas rebosantes de detalles innecesarios y gratuitos sobre Melville que en nada ayudan a la comprensión y disfrute de una novela que, como se sabe, para muchos no es más que una pequeña historia rebosante de detalles innecesarios y gratuitos. En fin... Desde ya, no son libros cómodos de sostener cuando se está tirado en la cama.
En cuanto a lo de criticar una crítica citando sólo las partes que convienen a esa crítica de la crítica ("Sólo quise destacar el fragmento en el que se dan datos concretos de la vida de la buena de la mujer porque me venía muy bien para lo que quería destacar en mi post. Claro, el resto de la reseña está bien, nada que objetar, pero NO ERA EL TEMA") me sigue pareciendo, lo siento, poco serio y hasta reprochable desde un punto de vista de ética periodística ya que usted no advierte que todo lo que falta allí no falta porque no haya sido impreso sino porque usted decidió cortarlo y compaginar directamente (sin advertir de los cortes) con un "¡Tatatachan chan chan!" Algo mucho peor que citar a Wikipedia diciendo que se cita a Wikipedia, vamos.
Buena pesca, cuidado (por las dudas, nunca se sabe) con Queequeg, y hasta la próxima.
Creo que era Gaddis el que decía que el autor, al lado de su obra, sólo es un montón de heces.
ResponderEliminarHombre, Tongoy, el ejemplo que pones de Fresán es extremo. Yo estoy con Echevarría en que no hay por qué autocensurarse; pero una cosa es una cosa y otra, como muy bien dices, tirar de wikipedia.
ResponderEliminarUn abrazo
Vamos, otra vez, de nuevo, a ver si leen lo que escribió Fresán en lugar de lo que escribió Tongoy: Fresán cuenta lo que dice la wikipedia (entre otras muchas cosas) y no se lo atribuye. Y lo hace para hacer más explícito su asombro ante el hecho de que esta autora no sea más conocida en España y alrededores. Y después añade muchas otras cosas. Lo grave es la cantidad de reseñas escritas con la wikipedia y que no mencionan a wikipedia por ninguna parte.
EliminarTe dejo aquí una de las pistas que te gustan ;-)
ResponderEliminarpic.twitter.com/4fDqI8YHBC
Oiga, ¿qué le ha hecho a Ud la benemérita Menoscuarto?
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