Se ve que la palabra sombra debe ser ahora sinónimo de folleteo. La prueba: “50 sombras de Grey” (y segundas partes y terceras partes y lo que te rondaré morena) y “La mujer de sombra” van de lo mismo sin ser ni remotamente lo mismo. Todo son diferencias, en realidad. La fundamental -al menos la diferencia fundamental a la que yo puedo hacer referencia sin pecar de nada- es que leyendo una te lloran de pena de los ojos mientras que con la otra, no.
Luisgé Martín, en una charleta que tuvo con Jordi Costa y Aixa de la Cruz en el primer número de Diario Kafka (uno que trataba sobre la Pornografía), dijo lo siguiente: “Cuando estuve escribiendo la novela me producía una cierta hipnosis, más allá de los componentes estrictamente eróticos, el ser consciente de que había personas en la otra punta del mundo o en Madrid mismo que estaban follando con su chica o manteniendo relaciones sadomasoquistas, lo que fuera, sabiendo que 500 o 2.000 personas estaban mirándolos. A mí con todo este tipo de cosas se me dispara la imaginación literaria.” Yo, que soy de natural avispado, me quedé con la copla y le abrí expediente por si un día tocaba la flauta, me leía la novela y quería sacarlo a colación de algo. Bueno, pues aquí está, aunque sea a colación de nada. El chiste sería que la imaginación literaria de Luisgé Martín tiene un extraño proceder. Utilizar el porno para escribir tiene su mérito, no hay duda, y es que en según qué circunstancias resulta digno de elogio no llevar a la bragueta la mano que tiene que ir al ratón.
Les resumo la película: un amigo le confiesa a otro que tiene una amante, que le va el sado, que él hace de esclavo y le parece maravilloso, que le mete cosillas por el culo, le pone collares de perro, lo tiene lamiendo intersticios. Los quehaceres propios de un sujeto sufriente aplicado a la dinámica del coito sin consumación. En lo mejor de la cuestión el muchacho se muere de accidente natural. El amigo, el confesor, un acomodado liberado laboral que trabaja por afición (gran trampa de la novela), siente curiosidad por aquello y se dedica a ir tirando de un hilo que termina en matrimonio con la susodicha sin saber ésta cómo ha podido tener la suerte de dar con este hombre tan amable, guapo, inteligente y atractivo que la vuelve tan loquísima que le quita las ganas de fustigar. Ahora son caricias lo que antes eran hostias. Él se quiere subyugar sin levantar la perdiz pero ella no hace amagos de retomar viejos hábitos y toda la novela es él dando por culo figuradamente por no acabar de tener lo que había ido a buscar. Y de ahí al infierno de la perversión hay un paso tan pequeñísimo que da hasta vergüenza tender un puente.
Más allá del argumento está la apasionante cuestión de documentar el asunto: entrar y salir de web, chats, y sex shops. Ante todo, profesionalidad. Duchas de agua fría si a uno aquello le va y si no le va, terapia de choque. De ahí que la novela se recree en el asunto del amor carnal en sus muchas variantes tratando quizá de demostrar no sé bien qué. El protagonista, enfermo de una tontería la mitad de las veces muy poco creíble, mata el exceso de ocio a golpe de pornowebs: que hay quien lo hace con animales, con la familia o con los hijos adolescentes de los demás. No es pólvora, lo que descubre. Y este absurdo descenso a los infiernos del placer entiendo que ha de ocultar alguna enseñanza más allá de la advertencia de que la práctica engancha, algo que, por otro lado, ya traíamos sabido de casa. La trama es la excusa para que no suene a documental.
La novela es un visto y no visto, todo hay que decirlo, y la tensión es un crescendo insoportable de puro repugnante, que es llegar al final con la arcada en la boca. Valor no le falta, a Luisgé, con registrar el detalle de ciertas cuestiones y el mérito de no hacer insufrible la novela con tanto follar es todo suyo. Ahora bien, el exceso está ahí, es evidente, salta a los ojos, y todo para qué. Todo para nada, me temo. O sí, quizá sí, quizá para demostrar que se puede hablar de sexo con un poco de gracia y calzando un asomo de intriga sin caer en la tontería moralista de ciertas noveluchas. Lo digo como cumplido, pero cumplido de lo inmediato; que nadie espere llevarse esto a la cama durante un mes si no es para recrearse con ciertos pasajes. Es, en cualquier caso, un soplo de esperanza para aquellos que dábamos por vendida a Madame Aburrición la cuestión sexual en la literatura.
Pues como mínimo tu reseña despierta curiosidad. ¿El sexo depravado para explicar una buena historia? No sería la primera vez, aunque parecía que ya había habido una última.
ResponderEliminarParece que sigue la estela de muchas películas que han tratado el tema del descenso a los infierno del porno (Hardcore, Cruising, la reciente y magnífica Shame). No me acuerdo ahora de ninguna novela sobre el tema, pero la verdad es que tampoco esta me suscita demasiada curiosidad. Saludos.
ResponderEliminarBueno, a lo mejor es mucho pedir, pero me ha parecido adivinar que la historia tiene algo de inquietante. Si solo lo fuera la mitad de los relatos de Maupassant ya estaría medio bien.
ResponderEliminarSaludos
No sé si "inquietante" es la palabra; digamos que suscita interés y hay un algo intrigante en todo ello. Mi mayor problema durante la lectura fue que en ningún momento acababa de creerme al protagonista. Demasiado imbécil hasta para mí. A su favor: me atrapó desde el principio. Pero ojo: en un segundo intento. La primera vez no llamó mi atención; la segunda sí, de hecho lo leí en tres sesiones.
Eliminar(Modo confidencial On: Este lo leí en el Kindle. Lo digo por si te interesa, Ire).
Sí, me interesa. Llámale morbo.
EliminarTú sí que sabes poner nombre a las cosas.
EliminarMarchando!
Hola Carlos:
ResponderEliminarDespués de leer en Hotel Kafka un comentario sobre este libro por parte de Malherido, lo hojeé en la Central de Callao y las primeras páginas me gustaron. Después lo vi de segunda mano (en realidad de primera, era uno de esos ejemplares que las editoriales envían a los periodistas y estos no leen) en la cuesta de Moyano de Madrid, y como estaba nuevo y a mitad de precio lo compré. Y ahí lo tengo en casa, en la zona de estantería del Ikea de libros inleídos, esperando.
Ya me pondré con él.
Por cierto, lo dejo aquí, que ya vengo tarde en la entrada anterior: a mí me encantó La montaña mágica; que leí hace ya unos 15 años. Me gustó tanto como para pensar en releerla en la nueva traducción.
saludos
Vaya por Dios. Otro montañista. Estoy por montar un guateque con los comentaristas de tongoy, y quemar Madrid, La Coruña o la ciudad que conviniésemos entre todos/as. Habría Fanta y ganchitos. Y triangulitos de pan bimbo de foie gras, sobrasada y queso Philadelphia.
EliminarQuique
Bonito filón tienes tú con la cuesta esa.
EliminarQuicolas, me están entrando unas ganas de leer la montaña sólo para verte en los comentarios del post resultante. Pero claro, luego está la cosa del esfuerzo, que ya con Tom Jones me va a llegar este mes.
A todo esto, Quiquín: ¿ leíste Jacques el fatalista?
No. ¿Debo?
EliminarSí, hombre, sí. Léete LMM, hombre, con dos cojones, que ya disfrutarás de la vida e otra ocasión. Total, la medicina ha avanzado mucho.
Por cierto, a todo esto de Quimera y el miedo a los críticos, me gustaría saber qué porción de la tarta del sector editorial conoce, consulta y obedece a lo que digan los quiméricos de este país. ¿Cuántos euros de cada 100 gastados en libros son para montañas mágicas, en buscas del tiempo perdido, hermanos karamazov, etcétera? ¿Lo sabemos? ¿Tendríamos algún inconveniente en sacar algunas conclusiones?
Quique
Sí, debes. No sé cómo no te lo dije antes. Es divertidísimo, no te lo pierdas. Se reeditó hace poco. Yo leí la versión anterior, con traducción y notas de Felix de Azúa y me pareció una edición cojonuda. En AMazon la tienes a ocho eurillos:
Eliminarhttp://www.amazon.es/JACQUES-FATALISTA-Clasicos-Novela-Corta/dp/8466322116/ref=sr_1_6?ie=UTF8&qid=1363640364&sr=8-6
Oh, qué buena pinta. Qué gran siglo, el XVIII! Y qué moderno! Gracias Tonguete, eres un sol. Le haré un hueco entre polvo y polvo.
EliminarQuique
Hola Carlos:
EliminarSí, la verdad es que lo de la cuesta de Moyano es todo un peligro.
Antes pasaba por allí de vez en cuando, pero ahora está de camino entre mi casa y la de mis padres, y es todo un peligro pasar por allí.
Quique: qué manía tenéis todos los Nerones con quemar cosas!!
saludos
Lo malo de eso, David, es que gastarás mucha pasta en cosas que no le merecen. Confiesa. Yo ni cuesta ni leches, sigo siendo fan fatal de mis biblitecarias queridas, que además son todo sonrisas.
EliminarOye, Quique, no sé si te tiene buena pinta de verdad o no, pero que te va a gustar lo tengo claro. Aquí tienes un trocitín del libro, si quieres echarle un ojo: http://books.google.es/books?id=eSHZEZDSTx8C&printsec=frontcover&hl=es#v=onepage&q&f=false (tres putas páginas; el resto es prólogo).
Kundera era muy fan de este libro y escribió algo así como su propia versión de la misma historia. Yo leí ambos con cierta distancia en el tiempo pero me pareció que no aportaba absolutamente nada. Por si sientes curiosidad, se llama "Jacques y su amo".
Prueba superada. Mañana correré a buscarlo, a ver si suena la flauta. Y eso que se ahoga bastante. Bastante, mucho. Pero yo soy facilón y no me asusta el agua.
EliminarPor qué no se publican este tipo de cosas hoy en día? No las escribe nadie?
Saludos, Quique.
Hola Carlos:
EliminarSí, me gasto pasta en la cuesta de Moyano, pero siempre bajo el prisma del coleccionista: es decir, me gasto pensando que en realidad estoy ahorrando: ¡mira este libro de Anagrama nuevo y a mitad de precio, no lo puedo dejar aquí!, ¡mira este libro publicado en 1981, es una primera edición y por sólo 8 euros, no lo puedo dejar aquí! Estoy hecho todo un Harvey Picker de la cuesta de Moyano.
Y el tema ya no es que me gaste dinero en cosas que no merecen la pena, sino que las acumulo y lo que me apetecía leer hace 6 meses puede que ahora no me apetezca y entonces la montaña de libros sin leer me empieza a agobiar. Este es el momento de ser sincero conmigo mismo y decirme: todo esto que he comprado a mitad de precio (para ahorrar) no lo voy a leer y ocupa espacio y me agobia. Entonces lo cojo y me voy a otra librería de segunda mano, La tarde libros, en Malasaña, y hago un intercambio de libros de 2ª mano por otros de 2ª mano. Llego con 10 y me voy con 2, pero aliviado.
A cierta edad uno ya debe asumir sus locuras. Decidí no tener coche, así que no patrocino al gremio del petróleo. Yo en lo que creo en en las librerías de 2ª mano.
saludos
Tongoy, ¿has leído "Sonría a cámara" de Roberto Valencia? Son cuentos que analizan la pornografía en Internet. Me encantaría saber tu opinión, creo que son cuentos que van mucho más del erotismo o el morbo y realmenten profundizan en las extrañas relaciones que impone esta nueva forma de "vivir" y mirar la sexualidad. Sin embargo, pese a ser interesantes, los relatos no acababan de gustarme y no llego a comprender qué es lo que falla en ellos, si es que resultan demaiado fríos, sesudos... No sé. A ver si hay suerte y lo conoces.
ResponderEliminarUn saludo
Noooop! No lo leí. Cuentos. Arg. Ahora estoy en plan leer mamotretos y me vendría bien cuentear entre medias, pero tengo tantos tantos tantos sobre la mesa que apuntar uno más, sólo uno más, me mataría.
EliminarOh, es una pena, me quedé con las ganas de leer una crítica diferente, todas las que encontré eran sospechosamente iguales y extremadamente laudatorias, y siendo el autor crítico importante de Químera me dio la sensación (paranoica quizá) de que había demasiado respeto o miedo a decir algo, por poco que fuese, en contra de su libro.
EliminarPorque lo de criticar a un crítico también tiene tela, eh?
Ya digo que a mí el libro no me pareció malo, sólo aburrido y me preguntaba (de verdad) si se me habría escapado la genialidad que todo el mundo le adjudicó.
Por cierto, Valencia me gusta mucho como crítico y en ningún caso pieso que sea responsable de haber recibido unas críticas poco sinceras.
En fin, que nada, otra vez será.
Igual hay alguien por aquí que haya leído el libro.
Abrazo
He estado investigando y mira, aunque quisiera, no podría leerlo. NO lo hay en ninguna biblioteca (busco en toda Galicia). Y evidentemente después de decir eso de "aburrido" ni me planteo comprarlo.
EliminarBueno, sólo era curiosidad, me he acordado de él por el post. Tampoco es que sea La Montaña Mágica...
ResponderEliminarGracias por mirarlo ;)
A Roberto Valencia lo que le falta es talento (y sentido del humor). Como escritor es mediocre; como crítico, insufrible. Confunde la grandilocuencia con la literatura, y el comercio (por motivos que el chico conocerá solo reseña libros de Mondadori y de Sexto Piso).
ResponderEliminarPasemos a cosas más agradables: La mujer de sombra. A mí me ha gustado mucho este libraco. Me gusta cómo plantea el tema de los secretos: yo he descubierto que el mío es dejar anónimos insultando a escritores. Ya haré seguir a mi mujer para saber cuál es el de ella. La novela también me ha hecho sentir algo culpable: quería seguir leyendo para enterarme dónde paraba esto, sin que me importase lo desagradable, y excitante, que se volvía todo.
La editorial merece un aplauso por atreverse a publicar algo tan incorrecto.
Empiezo a sentir auténtica curiosidad por el amigo Valencia.
EliminarCierto es que la novela produce lo mismo de lo que habla: esa necesidad (de seguir leyendo, en nuestro caso) a pesar del asco que produce. Yo en cambio prefiero "los insultos" nominados. Por alguna razón escuecen más. ;)
Anagrama parece que recupera un poco el pulso. Después de unos meses de desinterés vuelvo a sentir curiosidad por muchos de sus libros: "Karnaval" (no se pierdan la autoreseña de Ferré en su blog, con teoría de la conspiración incluida: http://juanfranciscoferre.blogspot.com.es/2013/01/karnaval-para-todos-y-para-nadie.html), "En la orilla" de Chirbes, "Intento de escapada" de Miguel A. Hernández, "Nada se opone a la noche" de Vigan y "La trama nupcial" de Eugenides, que seguramente sea mi próxima lectura.
Una palabra me ha dejado perpleja del resumen: Matrimonio. ¿Matrimonio? ¿En serio la lleva al altar por unas sesiones de sadomasoquismo? Ya no puedo visualizar la historia, me aparece una película de Alfredo Landa. No digo que las novelas tengan que contener todo el realismo posible, pero... En fin. No sigo opinando de lo que no he leído.
ResponderEliminarEse es precisamente uno de los mayores sinsentidos de la novela y el motivo por el que no me puedo creer al protagonista. Su obsesión es absurda.
EliminarYo sí me lo creo. Decide casarse, según yo lo veo, no para desentrañar el secreto, sino porque la chica es adorable, está buena y tiene pasta. ¿Quién no se casaría? Lo que le atormenta es la incertidumbre de no saber s esa mujer perfecta y algo tradicional (ella es quien le exige casarse con gran boda y todo) es la sadomasiquista.
EliminarSí, los libros del Anagrama están muy bien. El de Valencia, créame, es prescindible.
No, si lo que me interesa de Valencia no es su faceta escritora....
EliminarRespecto a lo otro... bueno, es que a mi no me queda nunca del todo claro que él esté realmente enamorado. No dejé de tener nunca la sensación de que él interpretaba un papel.
Y usted y múchos más y todos ¿no representamos un papel?.
EliminarAnde, ande, ande...
Valeria
¡¡¿YoooooOOOOO?!! Para nada!! Yo he sido siempre de natural bastante gilipollas. No necesito forzar. ;)
EliminarAunque ahora esté tan de moda el plano corto de penetración en literatura, me acuerdo de hace ya unos añitos del pelotacillo literario que dio Melissa P. con los 100 golpes.
ResponderEliminarOtra de descenso a los abismos pornográficos, en este caso de una adolescente, donde el sexo más que un placer se convierte en una forma de fustigación y castigo personal. El libro no estaba mal escrito del todo y se leída de una atacada. A pesar del coraje que me producen los escritores nóveles excesivamente laureados, como fue este caso (para más INRI se anunciaba a bombo y platillo que el libro tenía marcados tintes autobiográficos) le reconozco el mérito. Más allá de describir y enumerar distintos episodios sexuales de sordidez diversa, se retrataba perfectamente el perfil psicológico de la Lolita que se dejaba vencer por ese abismo: una Lolita que en el fondo se despreciaba a sí misma, cuya única forma de sentir el control de la situación y de su vida era a través del control del deseo y el semen de los hombres con los que se cruzaba; y que, en el fondo, al encamarse con tipos que la usaban sin miramientos, no hacía más que buscar a aquellos que la tratasen como ella en el fondo se veía a sí misma y creía merecerse..
Tongoy, amor, ya me he agenciado un fatalista. Para que veas que cuando recomiendas no cae en saco roto la recomendación. Ya te diré qué tal cuando me lo termine, que no sé cuándo será al ser yo una persona normal con una vida normal y no un enfermo con gafas sin otra cosa que hacer que leer y leer y leer hasta llegar a encontrarle la gracia a La Mismísima Montaña Mágica, por poner un ejemplo reciente.
ResponderEliminarQuique
Ese es mi chico. Ahora, que vengas tú ahora a presumir de normal ya tiene cojones también.
EliminarEl libro se lee en una patada, hombre. Al tiempo.
Besos.
http://www.youtube.com/watch?v=66SMbvoPOuA
EliminarSeñor Tongoy, ¿ha leído a Ovejero? La invención del amor. No empezamos bien, me parece.
ResponderEliminar¡Fatal! El título del libro es para morirse de asco. ¿Me lo parece o va de amar a un muerto? Jesús, qué aburrimiento... Yo creo que de este voy a pasar.
EliminarA Ovejero empecé a leerlo anoche, cuando me enteré de que le habían dado un premio. Tiré de lo único que tenía a mano: "La ética de la crueldad". Me viene muy bien porque también empecé "Intento de escapada" que viene a tratar (esa es la impresión que da) sobre la crueldad en el Arte. Creo que es una combinación interesante.
Voy a seguir con Anagrama unos días.
Yo también tengo curiosidad por Intento de escapada. Tenía la ilusión de que el autor fuera un joven murciano que no conocía a nadie y que envió su manuscrito desde uno de los rincones menos literarios de la piel del toro. Pero no es así: el chico conoce a todo santo. Claro, eso no tiene nada que ver con la calidad del libro. Eso ya me lo dirá usted.
ResponderEliminarY otra:
ResponderEliminarhttp://www.elmundo.es/blogs/elmundo/bibliotecaenllamas/2013/03/14/tiemblen-suelos.html
"En realidad no hace falta ni haber escrito una reseña: todo el mundo sabe que destruir un castillo de arena a patadas es más fácil que erigirlo, que cargarse un cuadro -da igual si un Picasso o un bodegón insulso- no necesita de otro mérito que tener un cuchillo y una intención. Pero para ser convincente a la hora de valorar un Picasso o un castillo de arena, hay que esmerarse: el elogio -en las cosas del arte y la literatura- puede hacernos pasar por meros hinchas, y ya se sabe que los hinchas lo ven todo con unas gafas vidriadas con los colores de su equipo."
EliminarO dicho de otro modo: la gente no es tan tonta como parece y hay que esforzarse mucho para colarles un truño.
"Quizá uno de los mejores ejemplos de novela contemporánea cruel sea La mujer de sombra, de Luisgé Martín, sin publicar mientras escribo estas páginas, rechazada por su editorial habitual, no por razones de calidad, sino porque se ha atrevido a escribir una obra que se sumerge en uno de los últimos tabúes, la pederastia, sin pronunciar condenas ni encarnarla en personajes particularmente despreciables; no ser moralizante ante un tema sobre el que el consenso social es absoluto es una de las pocas cosas que las grandes editoriales no han aprendido a digerir, por acostumbradas que estén a incluir en sus páginas violaciones, asesinatos en serie y torturas gratuitas. Un racista o un pederasta de ficción deben ir convenientemente etiquetados por el autor para que el público pueda estar tranquilo y sepa de qué lado están los malos. Nabokov se las vería negras hoy para que le publicasen Lolita, a no ser que se conformase con aparecer en alguna pequeña editorial independiente.
ResponderEliminarEs curioso que hace pocos meses se haya publicado otra novela que también se acerca a la pederastía, Las niñas perdidas, de Cristina Fallarás, mucho más violenta y explícita que la de Luisgé Martín, pero que sí parte de un juicio moral previo, de un propósito de denuncia, o, como dijo la autora en una presentación de su libro, de «la rabia», y la novela es la plasmación de esa rabia. La novela de Fallarás responde al deseo de la mayoría de sus lectores —aunque entre medias los maltrate con escenas hiperviolentas—, replica sus juicios morales, mientras que la de Luisgé Martín nos deja solos, no nos alivia ni nos sirve de desahogo, más bien nos hace reflexionar sobre verdades que damos por descontadas. Un detalle interesante es que la novela de Fallarás sí ha molestado a muchos lectores, y alguno ha llegado a insultarla, pero no por describir asesinatos y torturas de seres humanos, sino por algunas páginas del libro en las que da instrucciones detalladas para matar distintos tipos de animales. El tabú que ella toca no es la pederastía, que obtiene en la novela el castigo que merece, sino el maltrato animal."
Jose Ovejero, "La ética de la crueldad"