En una entrevista para eldiario.es, el escritor decía lo siguiente: «Prometo intensidad y tensión en el lenguaje. Prometo que entregaré a mi editora el mejor libro que sea capaz de escribir, lo cual es algo que solo me sirve a mí. Serán los lectores los que digan si es mejor o peor que Intemperie, si aporta algo o si es un libro prescindible».
Bueno, pues ya sabemos: PRESCINDIBLE.
Segunda novela y ya parece Carrasco un escritor sin nada que decir. Y, si, tal como asegura, este es el mejor libro que ha sido capaz de escribir, tampoco mucho que aportar. Porque Intemperie podía gustar más o menos pero era o llegó a ser, para muchos, “algo”. La tierra que pisamos es la nada más absoluta y ya se pueden poner como quieran los más o los menos. No hay historia, no hay personajes, no hay nada que suscite interés. ¿Tensión en el lenguaje? Tal vez tensión a secas, pero, en cualquier caso, no la que el escritor quisiera.
Parece que alguien no ha sabido estar a la altura de las circunstancias. Meteórica la carrera de Jesús Carrasco: tocado y hundido al segundo libro.
Pero no adelantemos acontecimientos. Empecemos por la historia que se nos cuenta.
Siglo XX. España ha sido sometida. Ahora somos colonia de una potencia europea. Quiero decir que en la novela también, pero en modo conquista. A los héroes de la contienda se les regala una parcelita en Extremadura, que, bueno, en fin, pues no habrá sitios en el país que sean mejor recompensa. Pues bien, en una de esas parcelas viven un hombre y su mujer. Él, aguerrido y en extremo cruel militar, es ahora un trapo que no puede más que poner ojitos de furia cada vez que se mea encima. Ella lo lleva como puede desde su clasismo ignorante de mujer maltratada por la vida:
«[…] ¿qué puedo decir yo, que tantas veces he notado el pocillo de las monedas revuelto por la mujer que regularmente sube del pueblo para limpiar la casa y lavar la ropa? Su cercanía me resulta tan desagradable como la de la mayor parte de los lugareños con los que me he cruzado: holgazanes, gregarios, oscuros. Y el jardinero, ¿cuántas veces he tenido que darle dinero para que compre herramientas nuevas? ¿Qué sería de esta gente sin nosotros?»
Ahí la premisa.
En estas llega un hombre (ahora “indígena”) a la casa. No dice una palabra. Se sienta en el huerto y deja pasar primero las horas y después los días. Ella, al principio, se inquieta, claro, incluso coge la escopeta…. Bueno, la preocupación de rigor. Pero no hace nada. Sabrá ella la razón, pero no lo hace. Tal vez porque lo intuye inofensivo, un hombre de la tierra con problemas de adaptación, pensará.
«Arrodillado frente al bancal, ha volteado la tierra con sus manos, ha destapado la humedad del fondo, el tesoro sobre el que se alzan los tersos frutos. Tiene el mentón manchado de tierra húmeda, como si se hubiera dado un banquete con ella. Está ahí, en silencio frente a mí, con las manos hundidas en el suelo».
No quiero dinamitarles la novela por si en una de esas pájaras tan suyas deciden leerlo, pero sepan que la cosa trata de los horrores de la guerra y los sentimientos de culpa. Así porque sí, porque se ve que en su bendita ignorancia la buena de la mujer no se había planteado jamás tal cosa, un día comprende, viendo a ese hombre dormir noche tras noche a la sombra de un árbol, −hombre que nada más que reclama la tierra que pisa, tierra que ya no le pertenece porque un día se la arrebató el marido de la señora y la señora misma cuando mataron a sus mujeres y a sus hijos y a sus amigos y esclavizaron y maltrataron y enterraron en vida a poblaciones enteras−, un día comprende, decía, que tal vez, sólo tal vez, un poco de culpa, aunque no sea más que por complicidad o silencio, sí ha tenido ella.
Y claro, entre LA PENA del uno y LA CULPA de la otra y el lirismo desatado de aquel, ya tenemos poesía en movimiento sobre drama bélico y crueldad extrema, que es una cosa que gusta muchísimo en determinados círculos concéntricos:
«Tomas tu escudilla y te apartas y, sin saberlo, te envenenas, como yo lo he hecho. Tú también eres un odre podrido, hinchado por esa misma bilis que a mí me corroe. Y lo cierto es que te hemos hostigado hasta reducirte a la murmuración. Hemos violentado en ti, en vosotros, lo que hasta ese momento os había sostenido. Y tú, qué otra cosa podías hacer, has terminado pensando que tu ausencia es el único refugio, y tu piel, la única frontera».
Que ya te tiene que gustarte esto, también.
Con todo, no es el problema. Quiero decir: Carrasco es muy estiloso, pero esto no es una novedad. A estas alturas ya contaba uno con que iba a leer una sucesión de excesos. Tampoco es el aburrimiento, el problema, al fin y al cabo el ritmo sosegado y adormecedor de la estática contemplación del paisaje o los propios sentimientos también tiene su público. Son los personajes, que no llegan. Ella es como es hasta que deja de serlo, hasta que el silencio de un hombre le dice a gritos que su marido es un ser despreciable. Y ella, también. Despreciables los dos. Y ya todo es, a partir de ese momento, pegar tiros hacia dentro. Él, en cambio, nunca llega a ser nada. Desde su mutismo se nos transmite la imagen de un hombre que ha sufrido lo indecible, pero sólo porque en las guerras se sufre lo indecible. Sabremos de su horror, que es el horror de tantos, gracias a las generosas cartas que uno con ganas de escribir le envía a la mujer. Así sabremos cómo fue: cómo llegaron los malos y se llevaron a los buenos que quedaron con vida a trabajar talando bosques hasta la extenuación. Y nosotros, meros observadores, sólo podremos darle la razón porque ya todo el pescado está vendido mucho antes de leer una sola coma: la tierra es de quien la trabaja, la guerra es un infierno, las secuelas terribles de traumas infantiles…
Carrasco no aporta absolutamente nada con esta novela. Si acaso su propia forma de narrar, su estilo construido a base de alambicar trazos y una afición a narrar desde la primera o desde la segunda o desde la tercera persona, según el ánimo con el que se levante cada mañana, así como la incómoda y muy poco sutil costumbre de viajar continuamente por el tiempo fundiendo el pasado histórico con el presente continuo con el futuro o el pasado hipotéticos. Salir de historias que no interesan total para entrar en otras que ya conocemos.
El final, previsible de puro inevitable, no ayuda y termina uno la novela con ganas de haberlo hecho mucho antes.
Ay, qué lástima, con lo mucho que me gustó "Intemperie" y las ganas que le tenía a esta novela, pero por los pocos comentarios que he leído en la red creo que lo dejaré pasar. ¡Buena reseña!
ResponderEliminarGracias. Si le gustó intemperie y aunque no tienen nada que ver, yo no descartaría esta tan rápidamente.
EliminarMama mía.. Otro bluf mu grande. Pues nada, aspirina y recuperación. A Olmos paece que el Claudio Lamadrid le publica otra en Timadori. Normal, tras la gran repercusión de su novela rural y sin wifi..
ResponderEliminarEs un libro de relatos, creo. Sale ya. Yo no sé....
Eliminar¿Por qué será que tantos se empeñan en hacernos creer que lo rural vende?
ResponderEliminarNi una semana aguantaban, alejados de postureo, dispositivos y modernidad.
Y yo me pregunto: una editorial como Seix Barral ¿no pierde credibilidad por estas cosas?
EliminarNo. Nada. Cero. La promo se ocupa de ello.
EliminarEste y el Olmos, todo Pose. Nunca mejor dicho.
ResponderEliminarCon Carrasco se "decidió" desde Seix Barral que era un novelista de los que hacen "carrera", un escritor franquicia, vamos. Se le han dado facilidades impensables para un inédito (creo que ha realizado una estadía en Amsterdam como escritor invitado, como la que hizo Muñoz Molina hace un par de años), se ha vendido que era un virtuoso del lenguaje (no lo es, el lenguaje florido o el cansinismo descriptivo que caracterizan la prosa tan castellana de Carrasco no es una virtud, es una losa). "Intemperie" olía a Delibes, al Cela de "La familia de Pascual Duarte", a la cutre literatura de posguerra que por lo visto todavía emociona a muchos, por lo que parece.
ResponderEliminar¿Es peor que "Instrumental", de James Rhodes? Imposible.
ResponderEliminarnada es imposible.
EliminarImposible. Absolutamente.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar¿Cela y Delibes cutres? :-OOOOOO ¿Entonces qué son Javier Marías o Muñoz Molina?
ResponderEliminar¡Vaya caterva de listos que pulula por aquí...!
ResponderEliminarJoder, si Cela no te parece cutre que fusiló "Manhattan Transfer" en "La colmena" con un lenguaje castizo infumable, que vendió la moto del tremendismo (¿pero has leído "La familia de Pascual Duarte de verdad o la conoces de oídas?), por no hablar de las últimas novelas... en fin, tú mismo, colega.
ResponderEliminar¿Delibes?, ¿el jubilao o el cazador?
Y de Javi Marías y Muñoz imagino que conoces todo también, para juzgar así.
Ay ay ay la ignorancia y la superficialidad que mala cosa es!
Esto se nos está yendo de las manos... Que hable Tongoy.
ResponderEliminarlo siento. semana horribilis. lamento no haber intervenido. de todos modos mi interés por delibes y cela no puede ser menor. los leí de joven pero nunca despertaron mi simpatía. Si acaso un poco más delibes que cela, pero vamos, lo justo y necesario.
EliminarCela (que no me gusta) tiene quizá la prosa más rica que se ha hecho en castellano en España después de los años 50. Delibes el jubilado, el cazador, el hereje, el marido de la mujer con cáncer, el loco recluido en un psiquiátrico, el niño destronado, el santo inocente; Delibes siempre. Delibes, que usa siempre el sustantivo adecuado y el adjetivo preciso, sin alharacas ni vacuidad. El hombre callado que no polemizó ni se alineó con ninguna causa, que escribió y escribió sin hacer ruido.
ResponderEliminarMarías para mí es un mecanismo (entiendo que otras sensibilidades lo percibirán de otra forma). Molina es un buen escritor, pero de los que hemos tenido en los últimos 25 años: gente de oficio sin genio de verdad.
Pueden gustar o no pero en Cela y Delibes no hay nada que pueda relacionarse con lo cutre, con el desaliño o con la dejadez.
Tienes mucha razón
EliminarMuy de acuerdo con esta reseña.
ResponderEliminarGracias.
EliminarMIS DISCULPAS. Lamento no haber participado pero ha sido una semana complicada y al final del día malditas las ganas que tenía de coger un ordenador.
ResponderEliminarGracias a todos por pasar.
Tongoy,
ResponderEliminarJesús Carrasco, Premio de Literatura de la Unión Europea 2016 por #LaTierraQuePisamos.
European Union Prize for Literature | www.euprizeliterature.eu.
¿Qué está ocurriendo en el mundo literario?
Lo que ha pasado siempre: la gente no lee. Si la gente leyese... oh, sería increíble.
EliminarEstoy a punto de leerlo, pero por lo que veo en la reseña me extraña que a ninguno de los que me anteceden le haya recordado a La Higuera de Ramiro Pinilla. Si el argumento es como yo lo he entendido, Carrasco ha fusilado la novela del de Getxo aprovechando que no tuvo mucho eco en vida (a pesar de ser un genio indiscutible). Espero equivocarme.
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