jueves, 13 de agosto de 2015

‘La guardia de Jonás’ de Jack Cady

Hoy, reseña breve, fugaz como un suspiro. 

La guardia de Jonás es el libro que abrió la colección Insomnia de Valdemar de la que ya hemos hablado aquí un par de veces (sin ir más lejos, hace tres días). Se trata, en palabras del propio editor, de un sello pensado para que «hablemos de literatura, hablemos un rato de literatura de terror y hablemos de literatura pura y dura, porque lo que usted va a encontrar aquí, por encima de marcas y géneros, es literatura, buena literatura, si hacemos bien nuestro trabajo».

Esto con pinta de spam es importante para la reseña. No lo parece, pero sí. No sabía yo cuánto, entonces. De hecho no lo supe de verdad hasta que terminé la novela. Y es importante porque quien vaya buscando en esta novela un relato de terror (y la portada, ventana al mundo donde las haya, es lo que sugiere) se va a llevar una buena sorpresa. Y lo digo por experiencia. Porque terror, lo que se dice terror, hay el justo y necesario para poder sacar el tema a colación y vender aunque no sea nada más que un par de ejemplares. En realidad, como dice el Jack Cady en la nota que incluye al comienzo del libro y que yo, craso error, no leí en su momento, «esta historia rinde tributo a las lanchas guardacostas Yankton y Legare, y a los hombres que navegaron en ellas».

Acabáramos, nostálgico y amoroso lobito de mar.

Jack Cady, a la sazón escritor y con una pinta de mariscador que mete miedo, tardó «veinticuatro años en adquirir la suficiente destreza y objetividad para narrar esta historia», que no es como si fuera el más rápido de la clase.
«Mi admiración por esos hombres olvidados que salvan vidas en el mar era tan grande que la emoción bloqueó mis primeras tentativas». 
Ah, el eterno problema de la hipersensibilidad a flor de piel. Ni que decir tiene que lo narrado en esta novela se basa en experiencias vividas en primera persona durante sus años como guardacostas y que todos, todos, todos los hombres, todos los guardacostas son, cómo no, héroes, como los bomberos, los policías, los marines y los programadores de Windows Phone.

El caso es que la novela, que uno creía que iría de un puñado de machotes cagaditos de miedo en medio del mar por culpa de alguna chusca aparición, resulta que trata sobre ejercicio o práctica de la salvación con fantasma de fondo. Molesto fantasma al que las labores del día a día impiden hacerle mucho caso y que acaba en desperdicio ectoplasmático. Ser fantasma en los cincuenta.

Por aquello de no darle demasiadas vueltas, La guardia de Jonas es algo tan sencillo como, citando al autor «…un ejercicio de pura y simple memoria». Y ya está. Así de simple. Si les va el rollito guardacostas, fenómeno; si son ustedes de aplaudir en el cine las hazañas de los héroes de Michael Bay, fenómeno también, pues esta es su novela. O podría serlo. Ahora, como sean ustedes amantes de lo gótico, fantasmal o simplemente inquietante, como busquen espectros en los que refugiar sus miedos durante un par de horas, ya les digo que la llevan clara, clarita, clara. 



1 comentario:

  1. Tomando el propio catálogo de Valdemar, cómo no recomendar los magníficos cuentos marinos de William H. Hodgson. Ahí sí que salen lobos marinos y horrores de todo pelaje. Un saludo

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