lunes, 18 de abril de 2011

Tres apuntes sobre “Las niñas perdidas” de Cristina Fallarás





Miren, les voy a decir la verdad, hoy me levantado un poquito hijo de puta, pero por el cariño que les tengo a ustedes (que ya sabrán infinito) y el respeto que me inspira Cristina Fallarás (que por ahí le andará) voy a contenerme y toda la mierda que pensaba escupir (sin motivos realmente justificados) me la voy a reservar para la crítica de algún libro de, no sé, Rosa Montero, por ejemplo, que seguro que se lo merece mucho más. Y mientras llega ese día si les parece bien podemos hacer algo de tiempo analizando obras más ligeras, de menos calado. Nada que nos vaya a arreglar la vida, vaya. Y se me ha ocurrido que como vengo un poco salvaje podemos hablar, por ejemplo, de libros de mujeres que escriben sobre hombres malvados que descuartizan niñas. A continuación, con todos ustedes, tres breves apuntes sobre el librito canibal de Cristina  Fallarás; tres apuntes que tratarán temas tan apasionantes cómo: 

1º Lo buena, mala o impersonal que sea o no Cristina como escritora. 

De lo único que me voy a ocupar en este apartado es de decirles a ustedes que no tienen nada que temer; que si leen esta novela no se van a encontrar con la típica mierda de escritura automática de las tropecientas novelas de asesinos y asesinados que pueblan el panorama literario internacional, incluidas Lackberg´s y Larsson’s (especialmente Lackberg’s y Larsson’s). Se aprecia una huella, hay un poso de muchos años de escritura (y de vida, me temo); un estilo que ya en su momento me pareció entrever en, por ejemplo, su blog personal (no, ya ven que no le he seguido mucho la carrera). Digamos que si la veteranía es un grado con la de Cristina uno se puede llegar a colocar; sin perder el sentido, vale, pero sí, un puntito sí que lo tiene. (Aquí había pensado incluir un montón de citas a cual más singular como demostración palpable de lo defendido pero he pensado en usted, lector, que estará deseando llegar al final y me he contenido y por eso lo voy a dejar a su imaginación. También se puede leer el libro para salir de dudas, que casi será lo mejor.) 

2º Las precauciones a tomar durante su lectura. 

¿Saben lo que es el miedo? ¿El miedo de verdad? El miedo de verdad, ya se lo digo yo, es leer “Las niñas perdidas”. Y lo es porque durante toda la novela permanece una sensación de que en cualquier momento recibiremos una patada en los huevos, lo merezcamos o no. Parece una chorrada, pero esto es muy importante. No sé a los demás pero a mí personalmente esta sensación de leer con cierto acojone me produce un extraño placer que no es este el momento de tratar y mucho menos con ustedes pero me sirve para explicarles que durante esta lectura no me ha abandonado en ningún momento la sensación de que Cristina estaba arreglando (a través de la novela) pequeños asuntos pendientes, no sé si con hombres, con mujeres o con el mundo (seguramente esto último). Esta agresividad, que no se atenúa de ningún modo -ni con la lírica de la prosa- dota de una fuerza inusual todo el texto a la vez que sirve para descartar ciertas dudas que se han ido sembrando a lo largo y ancho de cuantas entrevistas he leído: que “Las niñas perdidas” no puede ser una novela social, como creía yo en su momento, es una de ellas. Tampoco una novela negra, como nos promete la editorial. Podría ser, en el mejor de los casos, un ensayo sobre la violencia, sobre las distintas formas de ejercerla, percibirla y ser objeto. La propia Cristina, en la página 88, pone algunos ejemplos cuando dice que, dependiendo de quien la ejerza, la violencia puede ser “delicada, líquida, elegante, propia de un mundo de formas y piel de melocotón que ya hemos perdido definitivamente. Violencia muelle. Pequeña molicie criminal”. También, continúa, puede ser “química. […] Violencia adquirida por desarraigo […] viene del íntimo dolor y del pasmo”. Y por último “la violencia del mundo navaja, afilado, puntiagudo. Nace de la pérdida total, no conoce las formas ni guarda información genética al respecto. […] Es una violencia ejercida por el otro con toda su bestia actuando.” 

Lo que quiero decir con todo esto es que la violencia de la novela está tanto dentro como fuera de sus páginas: la escritura lírica, elegante, violenta; la trama, tanto en el origen de la misma como en su final pero también en los movimientos de los protagonistas, agotados de reacciones convulsas, a un paso del vómito permanente. 


3º De lo que la novela no es. 

Se acabaron los besos. Miren, sospechen de todo aquel que les diga que la novela de Cristina es la pera limonera del género porque les estará mintiendo. La novela de Cristina está bien. Punto. La novela de Cristina cuesta 15 euros que es lo máximo que yo estaría dispuesto a pagar por ella (que ya no está mal). Además, ese premio de barrio que le han dado, a pesar del ruido, tiene pocas nueces. ¿Saben porque lo sé? Porque la novela de Cristina, se lo acabo de decir, no es negra. Ni negra, ni social, ni erótica (es decir, que si se ponen ustedes cachondos durante lectura lo más probable es que lleven un psicópata dentro. Mírenselo, hagan el favor). Y cuando digo que no es Negra me estoy refiriendo a la negrura de su acepción más primaria, la que definió Raymond Chandler en su momento. Eso no me supone ningún problema -aunque entiendo que pueda parecer que lo esté planteando como tal- porque el 99% de la novela supuestamente negra que se publica actualmente no lo es ni remotamente. Es otra cosa: un thriller de intriga, una novela de suspense, una de tiros. Lo que ustedes quieran; menos negra, lo que quieran. Y en esa nueva categoría, en ese género inventado, evolucionado, es donde podemos ubicar estas niñas perdidas, con su violencia, con su detective embarazada; con sus traficantes y su Barcelona yonki. 

Si me obligasen a explicarles porque me molesta tanto que se considere (esta novela) del género que no le corresponde -a sabiendas de que a mí el sometimiento de la literatura a los géneros me parece una forma como cualquier otra de menospreciar el trabajo del escritor de la obra en cuestión (la que sea)- les diría que es porque no ha cubierto las expectativas formales que (yo) había puesto en ella. Esperaba una mujer fatal, o en su defecto, un hombre fatal; esperaba un caso complejo, una investigación más retorcida, con más vericuetos, con más trucos y trampas mortales; esperaba personajes más elaborados, villanos menos estereotipados, esperaba UN villano, sólo uno y no dos, o tres, o cien, como aquí (pobre truco, éste el mío, para no desvelar secretos argumentales); esperaba una violencia diferente, más vulgar (aunque soy consciente de que esto último es más un elogio que una patada). Lo que no esperaba, ni me ha gustado, honestamente, es el recurso de apelar continuamente a lo extremo de la violencia ejercida sobre las niñas protagonistas (“Mira, Santo, he visitado el lugar donde una niña pasó un paquetón de horas, y un minuto ya sería demasiado tiempo, donde le hicieron cosas que no quiero saber y donde murió en una agonía de vómito. Pero esa sólo es una de las dos niñas a las que busco. Me falta su hermana. Si no me equivoco, su cuerpo estará ahora en un lugar semejante a aquel, espero que muerto, porque así habrá cesado su sufrimiento”) porque lo único que consigue es difuminar las fronteras entre los géneros que me he empeñado en defender a pesar de odiar y que lo que parece importar no es tanto el caso a resolver como lo repugnante del caso en sí.



Y esto es todo lo que tengo que decir al respecto. Las conclusiones las sacan ustedes como buenamente puedan o quieran. Personalmente soy de la opinión de que lo mejor para juzgar es leer (de ahí que me trague cada año tanta basura) pero también soy consciente de que la oferta literaria es inmensa y que es muy difícil apostar por una novela como esta, de una violencia tan evidente, tan miserable, en unos tiempos en los que, como me decía un amigo el otro día, "a la gente que le gusta la mierda y la basura ya está harta de mierda y basura de barrio y quiere mierda y basura imperial y no barriobajera, quiere mierda de políticos, reyes, magnates, países destrozados y millones de muertos". 





Mi relación con la escritora: a poco que la conozcan ya se imaginarán que he escrito esta reseña con una pistola apuntándome a la cabeza y que si no soy suficientemente elogioso (que ya se ve que no) en cuanto haga clic en "Publicar entrada" moriré por impacto de bala en el occipital.  

Clic.



4 comentarios:

  1. Agotadora y matizada crítica, Carlos (interesante, eh). He leído ya tantas cosas sobre Las niñas perdidas que finalmente voy a tener que leerlo. Si me lo permites, una recomendación: 'El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia', de Patricio Pron (no sé si está ya a la venta, creo que sale el 13 de mayo). ¿Que por qué sé que es bueno? Porque lo sé. Saludos.

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  2. Gracias, Cadou, viniendo de ti es todo un cumplido.

    Vale, me anoto el de la lluvia para mayo, aunque tengo pendiente todavía el anterior de Pron por la manía que le tengo a los relatos en general.

    Al respecto de la lectura de la novela de Cristina, no sé si estás al corriente de cierto crossbooking (espero que se diga así) que empezó con el libro de Hugo Abatti ("Correspondencias"). El libro me lo regalaron en su momento y me apetecía darle la misma suerte y ahora anda de mano en mano por el mundo adelante: de Málaga a Coruña y de Coruña a Segovia y ahora ya no sé. El caso es que como éste de Cristina también cayó en mis lindas manos gratuitamente he pensado que si te apetece leerlo yo no tengo inconveniente en enviarte mi copia y ya se la harás tu llegar después a quien te plazca. El coste del envío es miserable, por eso no te apures, y yo lo hago encantado de la vida, insisto. Ya me dirás. Los detalles y esas cosas, por correo.

    Un saludo y gracias por pasarte.

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  3. Tú, González Peón, como sigas anunciando que compartes mi libro nos vamos a tener que ver las caras. Que lo compren, caray, que son 15.

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  4. No te apures Cristina, esto no es real, es todo cartón piedra, es puro marketing. En realidad Cadou me dirá (cualquier día de estos) que sí, yo no se lo mandaré y el fingirá haberlo leído o lo leerá por otros medios, no sé, lo tenemos por concretar todavía, y dirá "qué bien está, Tongoy, qué poco criterio tiene usted" y una cosa llevará a la otra y de aquí a dos años te garantizo un éxito de ventas sin precedentes en este humilde blog: lo menos diecinueve ejemplares vendidos serán gracias al boca a boca que salga de aquí(y no tiene nada que ver, esto que digo, con el sexo oral, pero tampoco lo descarto si llegado el caso tengo que hacer favores para cumplir objetivos).

    Un beso,

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