lunes, 20 de febrero de 2017

Declaración de intenciones #358

Hoy toca post de relleno, un poco porque sí y otro poco para recuperar viejas costumbres. 

No hace ni dos meses tenía yo la sensación —por no decir el convencimiento— de que 2017 iba a ser un año horribilis para la literatura universal, no digamos ya la española. Todavía estoy a tiempo de acertar, nos quedan muchos meses por delante, pero así de entrada me estoy llevando la agradable sorpresa de estar equivocado, esto es, la de encontrar bastante donde elegir en esa permanente y por lo general despreciable maraña de novedades.

Esto da un poco al traste con la noble intención que tenía un servidor de aprovechar el año para dejar un poco de lado el blog y ponerse al día con clásicos pendientes (modernos y antiguos) tipo Bernhard, Stendhal, Victor Hugo, Dostoievski, Tolstoi, Mann, Proust, Zweig, James, Faulkner, McCarthy, Twain, Roth (el Joseph y el Philip), Ford (el Madox y el Richard)… y un largo etcétera, pero supongo que es inevitable que la cabra tire, una vez más, al monte. Con todo, me he jurado uno, tal vez dos, al mes. Que me he mentido, vaya. Aunque supongo que lo que ocurra dependerá un poco de lo que hagan esos seres viles, atracadores a mano armada, que se hacen llamar editores, cuando la mitad no lo son ni remotamente, toda vez que su función no consisten en editar sino en comprar, montar y vender un artefacto que les viene dado. (Y ya no te cuento si hablamos de la edición marginal, esto es, Zutanito García publicando a Menganito García, amigo, vecino, familiar, conocido del barrio, de la red social, de la isla, ciudadano del mund[ill]o; editoriales que son auténticos contenedores de basura, esto es, de aquello que da vergüenza ajena, de aquello que nos recuerda nuestro bajo nivel cultural, que evidencia que ya no se trata de escribir sino de teclear, que ya no se trata de editar sino de publicar, de dar salida a una afición que nació en la lectura y la lectura tenía que haberse quedado).

Cuando empezó el año y yo me descubrí pensando nada más que en Pynchon o Mattiessen o Nabokov o Conrad, no contaba (bueno, realmente sí contaba, simplemente no me acordaba) con que los de Sexto Piso fuesen a publicar un nuevo Gaddis, aunque fuesen ensayos (La carrera por el segundo lugar), que tratándose de Gaddis, uno de los mejores escritores ever, es un poco lo de aprovechar los restos del banquete. No contaba tampoco con Valdemar sacando a la calle la Historia general de los piratas de Daniel Dafoe, rescate que me pone más loco que el cuero a la niña de cincuenta sombras, o a Mondadori reeditando a Ellroy. Y desde luego no podía ni imaginar que una editorial recién salida del horno rescatase a William Gass, y más concretamente En el corazón del corazón del país. Es como que de repente hay lugar para la esperanza, aunque sea golpe de reedición (o precisamente hay lugar para la esperanza gracias a tal).

En Alpha Decay editan, una vez más, y van tres, a Joy Williams, lo que me recuerda que no he leído todavía, probablemente uno de las pocas autoras de su catálogo que me despierta algo de interés (aunque, bueno, acaban de publicar otro de Jim Dodge, que se va a tener que esperar hasta que le meta mano a Stone Junction), lo que me lleva a empezar Los vivos y los muertos, sin tener muy claro la continuidad que tendrá tal ejercicio de buena voluntad y vaga esperanza de reconciliación.

Y esto (siendo esto, leer a Williams) lo hago pese a estar con ello incumpliendo la promesa que hice en su momento de empezar, inmediatamente después de terminar a El ángel que nos mira de Thomas Wolfe, cosa que ocurrió durante los primeros días de febrero, Lección de alemán de Siegfried Lenz, editado por Impedimenta hace nada. Pero es porque yo soy mucho de acumular impedimentas y promesas (así es que todavía descansan en la estantería de inmediatos los Cuentos de Hadas de Angela Carter, Música acuática de T. C. Boyle o El libro y la hermandad de Iris Murdoch (aunque ésta tendrá que esperar a que antes lea El mar, el mar), cuyo primer intento, hace unos días, acabó en fracaso estrepitoso).

Otras novelas (o no) de interés que se encuentra uno buceando en catálogos ajenos son Historia de los hombres lobo, de Jorge Fondebrider (Sexto Piso); A través de la noche de Stig Sæterbakken, recomendación robada a alguien que ya no inspira demasiada confianza y por lo tanto tenida relativamente en cuenta o Que me quieras, de Merritt Tierce, también bajo sospecha no tanto por venir de quien viene como por ser editada por quien la edita (esto es, Blackie Books, a la altura de Malpaso en cuestiones de fe).

Sobre todas ellas flota la novedad más apetecible: A la luz de lo que sabemos de Zia Haider Rahman (Galaxia Gutenberg), según la contra, “una de las grandes novelas de nuestro tiempo, sobre lo que ocurre en el mundo hoy mismo”. Y menos novedosa, pero igualmente (si acaso no más) apetececible El libro más peligroso de Kevin Birmingan (Es Pop), ensayo que “narra la extraordinaria historia de "Ulises", desde los primeros apuntes de Joyce en 1904 hasta su tercer y decisivo juicio federal por obscenidad en 1933”.

En lo que se refiere a novelas escritas en español, un género en sí mismo, (género que trato de evitar en la medida de lo posible toda vez que ha sido hasta la fecha motivo de permanente disgusto) también hay cosas, no muchas, pero en cualquier caso demasiadas: desde Sylvia de Celso Castro, prácticamente la única que me inspira confianza toda vez que Castro es una debilidad personal, pasando por Iván Repila, que ha escrito Prólogo para una guerra, una novela muy esperada de la que me han empezado a llegar sutiles advertencias que me obligo a desoír y terminando por Los peligros de fumar en la cama, de la misma Mariana Enriquez (Anagrama) que nos dejó tan buen sabor de boca el año pasado. Ah, y Nefando, de Mónica Ojeda (Candaya) que también he oído que bueno, que qué locurón y tal. Otras podrían ser las de Antonio Orejudo (Los cinco y yo) o Daniel Ruiz (La gran ola) si no estuviese uno tan desencantado con Tusquets después de lo de Patria. Sí anoto, a pesar de Alfaguara, El Salvaje, de Guillermo Arriaga, confiando que sea la mitad de buena que prometen unos y otros, que es exactamente lo mismo que hago con lo nuevo de Enrique Vila-Matas, Mac y su contratiempo. Prejuicios todos, aviso. 

Y termino (terminé, de hecho, la semana pasada) anotando La horda, Una revolución mágica de Servando Rocha (La Felguera) mientras me traía a casa, directamente de la biblioteca, La facción caníbal, también de Rocha, (también de La Felguera) con la esperanza de utilizarla para hacerme una idea de lo que puedo encontrarme en su nueva novela. Y todo esto mientras las redes “ardían” con la noticia de que Guillem López e Ismael Martínez Biurrum “asaltarían este año las librerías con dos novelas alucinantes” (palabra de Valdemar, que aquí nos tomamos muy en serio) o la inminente publicación de Transcrepuscular, lo último de Emilio Bueso, una trilogía que no conviene (creo) confundir con aquella otra trilogía crepuscular, con la que no guarda (quiero pensar) relación alguna. Lo digo para que no se me pongan nerviosos.

A mayores dejé caer en Facebook el otro día que tenía la intención (malsana intención) de leer una serie de libros que, por tiempo, no voy a detallar, pero que pueden ustedes ADMIRAR en la fotografía que cierra este post. A excepción de El barbero y el superhombre, de Colectivo Juan de Madre todos son libros que he recibido directamente de los escritores unas veces, de los editores otras. Todos ellos tendrán su oportunidad, que será exactamente la misma oportunidad que tiene cualquier otro libro, pero a cambio todos tendrán la obligación de seducirme en sus primeras páginas (que es exactamente la misma obligación que...). O eso, o la muerte.






12 comentarios:

  1. La "otra" trilogía crepuscular en realidad es una tetralogía. Que la literatura "menor" se te queda tan pequeña que no la ves bien.

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  2. Quizá lea "El libro más peligroso", a ver si así entiendo algo de las primeras 15 páginas de "Ulyses" y al quinto intento sigo, y sigo, hasta leerlo completo

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  3. Por lo que se ve, en España solo existen estos escritores. Ojo a los finalistas del Premio de cuento Ribera del Duero

    http://paginasdeespuma.com/especial/v-premio-ribera-del-duero/

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  4. Ese premio está más dao que dao. Tanto los finalistas que la maman como el que gana y pone el culo.

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    1. Eres un maleducado y un desinformado.

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    2. Yo imagino que habrá más escritores. Lo de la canonización de Pron clama al cielo. Es la nueva estrella del escuálido firmamento de las literatura en español. Qué pereza da todo

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  5. No deje de leer música acuática que veo que lo tiene pendiente desde hace tiempo, y si puede; drop city y el fin del mundo. Tremendos novelones.
    Aunque la verdad, cualquier libro de T C Boyle merece la pena, incluso el de la peliculilla del balneario, que mira que puede dar grima en principio.
    Un saludo.

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  6. Leer el libro más peligroso? Pero es que usted ha leído el Ulises? Jamás le habria considerado capaz...

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    1. No, no lo leí. Lo intenté hará veinte años sin mucho éxito. No pasa nada por volver a intentarlo.

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  7. "Los caracoles del jardín dieron la voz de alerta. Elevaron las rádulas hacia las estrellas y bramaron al unísono. Y así empezó todo." Comienzo de la novela Trasncrepuscular.

    Si esto no es una fantochada y una boutade ridícula, que me lo expliquen.

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  8. Jajajaj! Pues en el siguiente párrafo empeora:

    ME DESPERTÉ DE UN SOBRESALTO. No dudé en ponerme el GABÁN, agarrar el VENABLO, colocarme la babosa al hombro y salir al patio principal, caminando COMO SI ME ACABARAN DE APALEAR, CON LA VISTA DESENFOCADA...

    Lugares comunes, palabros, frases hechas, redacción escolar, sintaxis plana, Emilo Bueso debe de creer que escribir es sentarse cinco minutos delante de su supercomputador megatrónico y dejar que le salga su genio superior.

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