jueves, 12 de enero de 2017

“El nadador en el mar secreto” de William Kotzwinkle (Trad. Enrique de Hériz)

Harto (HARTO) de no escuchar más que buenos comentarios de esta [digamos, de momento] “novela” y sabiendo como sabemos la facilidad tiene la gente, alguna gente, ocasionalmente lectores, para caer en el elogio desmedido y ser víctimas de sus propias pasiones y sensibilidades, hipersensibilidades, a según qué lenguaje poético («Decir exactamente lo que pasa —dicen que dice The New York Times Review of Books— sería como parafrasear un poema») y siendo conscientes, como lo somos, de nuestra función social, nuestra portavocía en este Ministerio de La Gran y Única Verdad, nos hemos puesto manos a la obra y nos hemos leído el susodicho aprovechando que sus noventa miserables páginas mal aprovechadas no dan ni para robarle el tiempo al café de la mañana (no así esta reseña que ya veo que tiende al infinito).

Y sí, se confirman las sospechas: una vez más, ¡sobrevaloración!

La cosa va de lo siguiente:

Un mal parto lo tiene cualquiera; un mal día, también. Pues bien, uno de esos malos días una mujer, medio ermitaña medio artista, rompe aguas. Su marido la lleva al hospital, corre que te corre y tal. Una tercera parte de la novela son ellos camino de allí con los nervios propios de los primerizos —que a ver si me arranca el coche y no sé qué— y los derrapes propios del invierno en la montaña. Les dicen que el niño viene de culo y entran un poco en pánico. La segunda tercera parte de la novela es ella empujando y un médico tratando de reanimar el cadáver del niño que ha parido. El resto es shock, cajitas de pino y entierro en bosque con testigo.

Claro, con semejante tema, o te gusta o dices que te gusta o eres un grandísimo hijo de puta. Yo me pido lo último.

Sinceramente: yo no lo veo. Me puede valer como relato si me lo cuelas en una revista o lo metes con otros veinte en una antología de la penita pena y me lo vendes como UNO MÁS. Ahora bien, si me lo vendes como nouvelle o como pequeña obra maestra o simplemente como un algo magistral del tipo te dejo con la boca abierta, TE LO COMES. No me vale aunque me lo pongas para regalo, que es para lo que se ha diseñado esta edición. Porque, se pongan algunos (ustedes mismos) como se pongan, esto no es un relato sobre la vida y la muerte, por más que en él se viva y se muera, que ya ves tú que novedad, sino sobre la desgracia de perder un hijo y tener que enterrarlo y ser escritor y querer contarlo. Que sí, que horrible, de verdad, que qué pena, pero eso sólo no hace buena una novela. La hace, como mucho, lacrimógena, que es al final lo que parece que andamos buscando, que ya no se puede escribir sobre niños sin te menten para el Nobel.

El nadador en el mar secreto es el relato de una experiencia terrible, sí, qué duda cabe, (basada en hechos reales, nada menos, uhh) narrada cierto oficio y mucha sobriedad, que evita caer, en la medida de lo posible, en el mismo sentimentalismo barato en el que se empeñan en sumergirse, cual nadadores poco experimentados, sus lectores y sus lectoras que, transidos de dolor, rompen aguas y dan a luz reseñas infames llenas de lágrimas, almas, corazones, sentimientos, emociones, lectores agradecidos de su brevedad, lectores que la tienen por bella a pesar de intensa y dura (sic) y soplapolleces por el estilo.


15 comentarios:

  1. Acabo de leerlo. Totalmente de acuerdo. Una perfecta tomadura de pelo.

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  2. Se lo regalé a mi novio, pensando que era "bonito", y luego resultó que era de un mal rollo abismal.

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  3. Desengáñate, querido amigo, hoy lo que se vende por literatura es pura y dura cursilería.

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  4. Esto ya se hizo mucho mejor, con 6 palabras.

    "For sale: baby shoes, never worn."

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  5. Ya el título cursi y gilipollas invita a no leer este libro. Parece de una novela de César Vidal.

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  6. No he leído ni el libro ni la reseña, pero estoy totalmente en contra.

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  7. Siempre. Hay libros tan malos que nunca debieron salir del árbol. Pío Baroja.

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  8. Me leí el relato en una noche y me dejó frío. Frío como corazón, por lo visto.

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  9. A mí me dejó frito. Una mierda.

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  10. Me aburres. No tienes gracia ni fingiendo que tienes mala leche.

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  11. Pues más te aburrirá la novela, subnormal.

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  12. Venga, venga, insultaros un poco más que el resto si que estamos aburridos de verdad.

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  13. Disiento de la reseña. A mí me encantó porque es de una aridez y de falta de sentimentalismo atroz. Cuando lo leí, mi mujer estaba embarazada y no quería ni pensar en cómo reaccionaría si nos sucedía algo semejante.
    Para mí es una novela de tipos duros, de gente curtida que no se amilana ante nada, que deja fluir la vida. Algo que hemos perdido, por suerte, o por desgracia.

    Lo que no entiendo son las acusaciones de cursilería; eso no.

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  14. Un libro muy prescindible, totalmente prescindible.

    Es de esos libros que a una persona, en un determinado momento de su vida, le puede gustar. Gustar, no afirmar que es una obra maestra. De obras maestras hay muy pocas. Y ésta ni de coña lo es.

    Podéis llamarme XL

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