jueves, 30 de mayo de 2024

“Mi año de descanso y relajación” de Ottessa Moshfegh

Ya en su momento intenté leer esta novela. No les voy a engañar: no fue bien. Recuerdo por entonces haberme sentido decepcionado por algo tan estúpido como alguien no queriendo hacer nada; alguien que malgastaba su tiempo y dinero en simplemente dormitar durante un año, viendo películas en bucle, películas que ni siquiera valían la pena, que eran meramente entretenidas, que además eran siempre las mismas, y en vhs; y yo qué sé. No recuerdo en ningún momento haberme preguntado "por qué". Supongo que lo pensé, simplemente no lo recuerdo. O sí lo hice y me respondí equivocadamente. Porque en este universo de tantas cosas por hacer, ¿por qué querría nadie hacer todo lo contrario?. Quiza si fueran películas nuevas o hubiera toneladas de libros sujetando las paredes, verdad, podría entenderlo, pero no, no había nada ahí, pensaba yo, nada más que una niña rica jugando a experimentar no sé que mierda existencialista.

Tal vez (¡'tal vez', digo!) tendría que haberle dado un par del vueltas al asunto. Me refiero a las razones de la protagonista para tamaño despropósito ¡en la flor de la juventud! Porque siempre hay una razón para todo, para esto también. Y no les quiero hacer spoiler: pero no es tan extraordinario. Es simplemente cuestión de poder (hace falta dinero, sin duda) y tener valor, pero no el suficiente. Y dejémoslo ahí.

No, quizá no sea La Gran Novela Americana del siglo XXI pero desde luego tampoco trata de una niña rica que quiere probar a pasar un año viendo películas en vhs. Hay una lectura adicional, absolutamente actual, que tiene mucho que ver con la soledad, la tristeza, la falta de esperanza por un futuro si no mejor más atractivo pero también con las cuentas de un pasado que pesa como una losa, con ser hijo, con tener una familia que sea un poco como no tenerla. Es un poco la historia de una desubicación total y la decisión de aislarse del mundo como una forma de no enfrentarse a él en tanto que la opción B requiere, lo decía antes, de un valor que no siempre se tiene.

martes, 28 de mayo de 2024

“Menos es más” de Jason Hickel

(Con lo que yo he sido) hace que no me termino un libro ya ni sé. Estoy obviando un par de volúmenes de Blackwater porque los concibo como dos partes de algo más grande. Antes de eso un relato o novela corta de Jemisin y más antes una insignificancia de Millás. Y nos metemos en febrero. O sea que sí: valiente desastre. Pero qué quieren, uno está o no está, según se le mire, y yo, acogiéndome al estereotipo de aquellos que, con la edad, abandonan la ficción y se refugian en el imperio romano, últimamente solo me encuentro cómodo, quizá no en Roma, pero sí en el ensayo. Para muestra el botón: primer libro que me interesa hasta el punto de dejar otras cosas para centrarme en él y que me roba horas de sueño (es un decir) ha sido "Menos es más" de Jason Hickel, un trabajo que muchos considerarán insoportablemente ecologista-anticapitalista-bolivariano cuando no abiertamente comunista (como Mao!!!, etc). Personalmente lo pondría como lectura obligatoria en el instituto, pero pronto, que a bachillerato ya están llegando los críos medio gilipollas.

De alguna forma, que un libro nos dé otros puntos de vista, o nos lleve a otros libros, o simplemente nos haga sentir interés por otros temas, tiene que ser la demostración palpable de que SÍ. Hickel lo consigue y no se me ocurre mejor cumplido: sin necesidad de citar todos los libros, pasando solo de puntillas por ciertos hechos o acontecimientos o tocando, rozando levemente esos ciertos temas, me ha llevado a rescatar en unos casos, a descubrir en otros, equis lecturas. Qué cuáles. Estas: 'El gran mito' de Erik M Conway y Naomi Oreskes (publicado oportunamente ayer mismo por Capitan Swing); 'El clamor de los bosques' de Richard Powers; 'Esto lo cambia todo' y 'La doctrina del Shock' de Naomi Klein; 'Breve historia del neoliberalismo' de David Harvey; 'Cobalto rojo' de Siddhartha Kara; 'La economía desenmascarada' de Steve Keen; 'Las naciones oscuras' de Vijay Prashad; 'Caliban y la bruja' de Silvia Federici; 'La gran transformación' de Karl Polanyi; 'En deuda: una historia alternativa de la economía' de David Graeber; 'Una breve historia de la igualdad' de Thomas Piketti; 'El libro del clima' de Greta Thunberg; 'Descolonizar la mente' de Ngugi wa Thiongo; 'Costumbres en común' de E.P. Thompson; 'Una trenza de hierba sagrada' de Robin Wall Kimmerer; 'El don: el espíritu creativo frente al mercantilismo' de Lewis Hyde. Y seguro que me dejo algunos cientos.

Al menos en mi caso, todos estos libros han cumplido o cumplirán (espero) la función de reforzar y profundizar en las cuestiones planteadas por Hickel, cuestiones centradas fundamentalmente en la búsqueda de una economía ecológica que recupere la filosofía animista frente a la dualista propuesta por, por ejemplo, Descartes (dualismo, por cierto, felizmente aceptado por espíritus más liberales que libres que pasaron a ver el cuerpo humano como otra materia prima más que explotar). La primera parte del libro se centra en repasar, diría que de una forma ejemplarmente amena y accesible, la historia del capitalismo y sus funestas (aquí yo) consecuencias. De ahí las lecturas sugeridas (directa o indirectamente) de los mencionados libros de Oreskes, Harvey, Keen, Federici, Polanyi, Piketti, Graeber o Thompson. Esto le lleva, a Hickel, inevitablemente, a repasar a vista de pájaro la historia colonial de Europa , un colonialismo que demuestra que el capitalismo es otra forma de cosificación, motivo por el cual sospecho que los libros de Prashad, Ngugi wa Thiongo o Siddhartha Kara (este último recientemente publicado también por Capitán Swing) serán de mucha ayuda para entender cuán cabr0nes hemos sido y/o podemos todavía llegar a ser. En ese sentido, los libros de Klein son un puente perfecto para relacionar el capitalismo más salvaje (léanse las políticas económicas -pura experimentación- de los años 70/80 en el cono sur) con la ecología, la falta de ética y lo que sea, siempre que a "lo que sea" se le puede sacar algún beneficio. La segunda parte son propuesta, ideas, sugerencias: o la constatación brutal de que el sentido común tiende al socialismo. En la última parte, Hickel saca el antropólogo que lleva dentro para poner ejemplos de culturas indígenas que (de)muestran que en el fondo no se trata de respetar el medio ambiente sino a nosotros mismos en tanto que medio ambiente lo serás tú. Al hilo de esto, la ficción de Richard Powers se antoja perfecto descanso del guerrero, como el de la denostada Greta Thunberg o la ignorada Kimmerer, todos hippies probablemente, como el amigo Lewis Hyde y su forma de entender la vida como un toma y daca.

Como sea, Hickel propone una suerte de imposibilidad manifiesta. Caeremos por un precipicio al grito de ahora o nunca. Al tiempo.