miércoles, 24 de agosto de 2022

“Sed” de Amelie Nothomb

O ya nadie se acuerda o ya a nadie le importa –seguramente porque Ensayo sobre la ceguera fagocitó su producción anterior– pero hace muchos años Saramago publicó un libro llamado El Evangelio según Jesucristo en el que el propio Jesucristo (claro) daba su versión de los hechos. Yo lo leí en la edición de Círculo de lectores, en 1992, por lo que a estas alturas mi recuerdo tiene poco de tal. Supongo que me gustó o no lo hubiese prestado (a fondo perdido, se ve) pero entonces yo era otra persona y hoy mi opinión de entonces carece de valor. Como sea. Que treinta años después Nothomb, por quien no siento especial cariño (al igual que me ocurre con Saramago), repitiese la experiencia de dar voz y voto al muchacho se me antojaba un ejercicio de nostalgia irresistible.

Esto va de las últimas horas de Jesucristo, un monologuista moderadamente gracioso haciendo balance no tanto de toda su vida como de ciertos puntuales momentos (bastante concretos, como los milagros), así como reflexiones varias en torno la vida, la muerte, el amor y otras cosas directamente relacionadas con y desde la encarnación: «el mayor logro de mi padre es la encarnación. Que un poder desencarnado tuviera la idea de inventar el cuerpo sigue siendo una gigantesca genialidad. ¿Cómo no iba a verse superado el creador por esta creación, cuyo impacto no podía prever?».

En este plan.

En general toda la primera parte, en la hace repaso de un pasado relativamente reciente (su relación con Judas, que es un agonías, por ejemplo, o la afición al vino de su santa madre) es bastante divertida. Después de eso, quizá porque va camino del Gólgota y la cruz pesa y entonces risas las justas, se pone algo más filosófico: «Si fuéramos conscientes, elegiríamos no vivir».

La humanización que lleva a cabo la escritora consiste precisamente el eliminar de raíz todo aquellos que puede haber de “divino” en él. Así es que descubrimos (por enésima vez) que hubiese preferido acabar sus días copulando sin medida con Magdalena en algún paraíso fiscal o que el misticismo nada tiene que ver con la divinidad de la que reniega en tanto que “encarnado”: su teoría es no hay mejor forma de ver y sentir a Dios que beber un trago de agua cuando se está muerto de sed (y un poco de ahí, también, el título).

...

Esto no va bien.

Miren, vamos a dejarnos de gilipolleces. Si he de ser sincero, cuanto más pienso en la novela, menos me gusta, de modo que dejémoslo aquí; que al menos nos quede un bonito recuerdo. Las novelas de Nothomb no se prestan a mucho discurso. Uno las lee, las disfruta en la medida que puede y después las olvida. Ella trabaja cuatro meses al año y yo pierdo un par horas y cuatro euros en cerveza un día de agosto en una terraza junto a mar.

A mí me parece un buen trato. No me pidan más. Y a ella, tampoco.


2 comentarios:

  1. La ironía y el humor ácido y extravagante de la Nothomb bien merece la pena.

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  2. Nothomb, escritora mala, aburrida, extravagante, deprimente como su cara blanca de fantasma. Leí un libro suyo en francés, solo recuerdo que era pequeño, me aburrió, la ví en tv. daba muy al rollo.

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