Haber leído un único libro de los hermanos Strugatski (Stalker, una obra maestra se mire por donde se mire) no me convierte experto en la materia, pero casi. De ahí que hoy me suba nuevamente a este púlpito. Iba a dar una nueva lección magistral pero, una vez más, voy fatal de tiempo. O leo o escribo. Ya no me da para todo.
De modo que hablemos de la novela.
La novela, inédita en español prácticamente hasta la semana pasada y censurada en su momento por el aparato represor (que es una cosa que vende tanto que a veces parece que no haya libro que no se haya sido escrito en semejante situación), etc, es una completa locura que no sabe uno muy bien cómo tomarse. Con humor, supongo; al fin y al cabo así es como fue escrita. La historia es la siguiente: un científico está a punto de resolver no sé qué gran misterio insondable que puede llegar a ser, o no, un gran descubrimiento social; suponer una avance en su campo y tal y cual pascual. Bueno, lo que sea. El caso es que para llegar a buen puerto manda de vacaciones a su mujer y su hijo porque si algo nos ha demostrado la literatura y el cine es que con la mujer y el niño en casa es completamente imposible sacar adelante ningún trabajo no digamos ya una fórmula matemática revolucionaria.
En el momento que ambos se van, esto es, en el momento que este buen hombre se queda completamente sólo, empieza la novela ergo empieza un festival de visitas que ni el camarote de los hermanos Marx. Al pisito de nuestro buen amigo va llegado todo tipo de gente: amigos, vecinos, completos desconocidos... incluso amistosos vecinos que son al tiempo completos desconocidos; también una mujer misteriosa, un par de hombres de negro y una suerte de cesta de navidad de origen incierto. La cosa se enreda. En algún momento, no muy avanzada la novela y superado el desconcierto inicial (o, más bien, una vez nos acostumbramos a él) llegamos (se llega) a una conclusión que prefiero no desvelar pero que tienen mucho que ver (todo, en realidad) con un fin de mundo (un fin del mundo que bien puede estar al caer, como demorarse mil millones de años como directamente no llegar nunca) y unos hombrecitos verdes con ansias de manipulación global, que es una cosa que siempre da mucha calidad a las novelas, sobre todo cuando éstas son de ciencia ficción.
La novela, breve como un suspiro, es simple como una conversación entre cuatro hombres a cual más conspiranoico. La exposición de los hechos, que cada uno hace, se acompaña del resultado de la diarrea mental propia de quienes gustan de teorizar sobre algo que desconocen, cuando no directamente ignoran, en un entorno de terror y sometimiento. A ratos desconcertante, a ratos hilarante, Mil millones de años hasta el fin del mundo es una curiosa y entretenida novela que no aspira a ser mucho más.