miércoles, 15 de enero de 2020

“La herencia” de Vigdis Hjorth

En qué momento se nos habrá ocurrido a los que reseñamos libros (que ole nuestros huevos, también, pero ya hablaremos otro día de esto) que podemos hacer algo más que hablar del argumento de una novela cuando ésta ha sido traducida vete tú a saber por quién, vete tú a saber cuándo y en qué circunstancias, porque mira que no habrá aficionados a esto o gente poco profesional o con buena voluntad pero pobres resultados. 

Qué sentido tiene leer una traducción. Qué valor tiene y que valor tenemos. 

Por otro lado, qué alternativa queda. ¿Literatura española? Mátame camión. 

Vale que tal vez el de hoy no sea el mejor ejemplo para esta reflexión. Me refiero al libro que nos ocupa, de origen noruego y traducido por Kirsti Baggethun, una traductora que tiene o parece tener tablas para regalar, pero por lo general creo que confiamos demasiado en la figura del traductor, especialmente del traductor griego, noruego, islandés o croata. Porque quién no se ha atrevido a bajarse el mismo fragmento de la edición inglesa de un libro de, por ejemplo, Joseph Conrad para establecer una comparación entre dos ediciones. Quién, eh. Pues yo, sin ir más lejos ni tener puta idea de inglés. Pero a ver quién es el chulo que se mete con el noruego. 

Nadie, claro. Y así nos va. Por lo tanto: cuánto de verdad hay en un libro tipo este que hoy no ocupa. Nada, probablemente. Y sin embargo. 

Bromas y provocaciones al margen esto viene a cuento de que durante la lectura de esta novela me descubrí muchas veces, tal vez demasiadas (sin duda demasiadas) pensando en Thomas Bernhard, ese viejo conocido, por el parecido más que razonable entre los monólogos de la protagonista con cualquiera de las novelas enfermizas del amigo austríaco. Y me preguntaba hasta qué punto esto era realmente así o hasta qué punto era realmente influencia o capricho de la traductora que había encontrado en las traducciones de Saenz el vehículo de estilo perfecto para expresar lo que Vigdis quería decir de una forma tal vez parecida. 

La opción B es creer que la traducción es perfecta y Vigdis un poco aficionada de más a la apropiación indebida. 

Con todo, lo celebro: reencontrarme con Berhard es siempre un placer aunque tenga acento noruego. 

Y este, amiguitos, es el mejor cumplido que le haré a la novela. A partir de aquí, todo cuesta abajo. 

No, que va. Ni tan mal. 

La novela parte de una premisa bastante simple: una herencia. Hasta aquí, todo normal. A partir de aquí, todo terrible (incluyendo algún spoiler que se me pueda escapar. Salten al último párrafo para evitarlo. Cero drama: en realidad no tengo gran cosa que decir). 

Brevemente: los beneficiarios de la herencia dichosa son cuatro hermanos: dos que han estado siempre son sus padres y otros dos que llevan tiempo sin acercarse por motivos que, al menos en el caso de la protagonista, iremos descubriendo con cierto horror poco a poco. La herencia se repartirá a partes iguales excepto un par de casas de playa, que irán a parar a los dos primeros (me saltaré los detalles legales), concretamente a los más cercanos al fallecido, aquellos que los han cuidado, acompañado y querido, aquellos que han sacrificado más horas de su tiempo para dedicárselo a sus bien amados progenitores. 

Todo muy justo. 

A no ser. 

A no ser que, al menos en el caso de la protagonista, el alejamiento tuviese esta razón de ser: el menosprecio general frente a las sistemáticas violaciones por parte del hijo de perra de su padre durante su infancia, desde muy pronto hasta los siete años. 

La novela es lo que pasa —desgranado poco a poco desde la algo desquiciada mente de la protagonista— cuando nadie se pone de acuerdo en nada. Cuando en una familia, como en todas las familias (y no me obliguen a citar a Tolstoi), se enconan las posturas y se da rienda suelta a las vergonzantes actitudes empezando por “papá no me acompañaba al hockey” y terminando por “papá me follaba violentamente”. Y mamá sin dar crédito o dando crédito y posicionándose en la parte equivocada de la ecuación. 

Pero estoy contando de más, como siempre. 

Concluyo. 

¿La novela? Bien, gracias. Mientras se lee, al menos. Después no tanto; se olvida pronto, pero ayuda a pasar el rato. Uno se reconoce en todos los personajes, al menos en parte, o sea que tan mal no lo hace a la hora de sembrar dudas, y además la protagonista está lo bastante jodida como para resultar interesante (los ecos berhardianos ayudan, y mucho, a hacer esto posible). Luego la incógnita se esclarece y ya el posicionamiento es inevitable. Pero hasta entonces: ni tan mal. Yo hubiese preferido una temática algo más opaca pero, coño, ¡haberme comprado otro libro! 

¿Es una buena novela? Digamos que no es una mala novela. Pero no perdurará. Será otra lágrima más en la lluvia cuyo mayor mérito, dentro de un par de años, será el de haber llegado un poco más lejos o más alto que el resto, el haber aportado algo más que la media o haber merecido la atención recibida pero sobre todo será la oportunidad perfecta para que pequeñas (bueno, ya no tan pequeñas) editoriales saquen pecho frente a las partidas presupuestarias de otras cuya mayor aportación será Carmen Mola o Manuel Vilas, que es poco más o menos el equivalente a dejarnos follar por el más feo. 



jueves, 2 de enero de 2020

La primera puta lista de 2020

Dentro del extenso catálogo de promesas está el de las putas listas de libros que queremos leer antes de que nos alcance la muerte, no vaya a ser que nos perdamos algo imprescindible y acabemos en el más allá sin tema de conversación. No vaya a ser que de puro ignorantes no sirvamos ni de abono.

Pues bien: yo tengo una de esas listas.

La he trabajado mucho. De hecho más de la mitad de los libros ya fueron promesa el año pasado, claro que entonces yo era algo (no mucho) más listo que ahora y no dije nada. Hoy, que ya estoy por encima de mí mismo, me voy a venir arriba y les voy a regalar, no ya una lista de los libros que querré y no podré leer en 2020 porque estaré demasiado ocupado haciendo el imbécil, sino de aquellos libros a tener en cuenta la próxima vez (todas las próximas veces) que toque empezar lectura, que al ritmo que llevo será en abril (y esta vez la culpa no es de Netflix).

Obviamente, no incluyo las próximas novedades ni el capricho de las cinco y media del día de turno, lo cual deja fuera cienes y cienes de libros que en algún momento tendremos que tener en cuenta.

Pero vamos a lo importante.

Esta semana (esta puntualización es importante, que esta lista está muy viva) tenemos lo siguiente:
  • El mundo en que vivimos (Trollope, Anthony)
  • La Calera (Bernhard, Thomas)
  • Desierto sonoro (Luiselli, Valeria)
  • La feria de las vanidades (Thackeray, William Makepeace)
  • Dune (Dune, #1) (Herbert, Frank)
  • La suerte de Omensetter (Gass, William H.)
  • Vivir abajo (Faverón Patriau, Gustavo)
  • El jilguero (Tartt, Donna)
  • La familia real (Vollmann, William T.)
  • La marcha Radetzky (Roth, Joseph)
  • Ciudades de la llanura (McCarthy, Cormac)
  • Tenemos que hablar de Kevin (Shriver, Lionel)
  • La escuela católica (Albinati, Edoardo)
  • La frontera (Power of the Dog, #3) (Winslow, Don)
  • Solenoide (Cărtărescu, Mircea)
  • Los Maia (Queirós, Eça de)
  • Música acuática (Boyle, T. Coraghessan)
  • Esta tormenta (Ellroy, James)
  • Ohio (Markley, Stephen)
  • El bosque oscuro (Trilogía de los Tres Cuerpos, #2) (Liu, Cixin)
  • Pórtico (Los anales de los Heechee #1) (Pohl, Frederik)
  • La cadena fácil (Dara, Evan)
  • Un hombre con atributos (Lodge, David)
  • El molino del Floss (Eliot, George)
  • El fin del mundo (Sinclair, Upton)
  • Crimen y castigo (Dostoyevsky, Fyodor)
  • Mason y Dixon (Pynchon, Thomas)
  • Corrección (Bernhard, Thomas)
  • La lucha por el poder: Europa 1815-1914 (Evans, Richard J.)
  • Ascenso y Crisis: Europa 1950-2017: Un Camino Incierto (Kershaw, Ian)
  • Las alas de la paloma (James, Henry)
  • Extinción (Bernhard, Thomas)
  • País de sombras (Matthiessen, Peter)
  • Sartoris (Faulkner, William)
  • La juguetería mágica (Carter, Angela)
  • El Día de la Independencia (Ford, Richard)
  • La posada Jamaica (du Maurier, Daphne)
  • Submundo (DeLillo, Don)
  • Retrato de una dama (James, Henry)
  • Una Odisea (Mendelsohn, Daniel)
  • Un pueblo traicionado (Preston, Paul)
  • La bestia en la jungla y otros cuentos escogidos (James, Henry)
  • Daisy Miller y otros cuentos escogidos (James, Henry)
  • Tristram Shandy (Sterne, Laurence)
  • Jane Eyre (Brontë, Charlotte)
  • Trampa 22 (Heller, Joseph)
  • Un verano tenebroso (Simmons, Dan)
  • Contraluz (Pynchon, Thomas)
  • El tiempo de nuestras canciones (Powers, Richard)
  • Parpadeo (Roszak, Theodore)
  • El infinito en un junco (Vallejo, Irene)
  • Dogma (Iyer, Lars)
  • Moonglow (Chabon, Michael)
Sé lo que están pensando (tal vez que ya sólo con Contraluz tengo para tres meses, seis al ritmo de lectura actual) pero insisto: no es una lista de libros que leer en 2020 sino de libros a tener en cuenta en 2020, lo que equivale a no decir nada porque ya sabemos que, llegado el momento, se impondrá el culo veo o alguna novedad de Impedimenta porque mira qué bonita la portada aunque luego no haya por dónde cogerlo.

Bueno, vamos hablando.