Este mes ha sido un completo desastre por la falta de tiempo pero especialmente por la falta de ganas. Se han comido Diciembre libros abandonados sin razón aparente, libros empezados sin interés y algunos cuentos que usé a modo refugio... Aunque el resultado se traduce en pocas lecturas me alegra comprobar que al menos cuando no ha habido calidad sí ha habido diversión.
Empecé el mes acabando el primer tomo de la biografía de Dostoievski escrita por Joseph Frank, un asunto y un libro del que ya he hablado (y mucho) hace un par de semanas. Por aquello de no marear más la perdiz les dejo el enlace y si se lo han perdido y sienten curiosidad le echan un vistazo (sigan este ENLACE). Inmediatamente después me puse con “El doble”, la segunda novela del amigo Dosto, como habrán visto protagonista absoluto de estos últimos meses del año. Hay una entrada en curso que verá la luz o no en función de lo mucho o poco que me guste (la propia entrada). En cualquier caso ha sido una lectura interesante.
“Frio” de Rafael Pinedo también tiene entrada (pasen y lean) pero a los comentarios de ese post asomó un interesante debate del que hoy quiero hacerme eco acerca de si “Plop” es mejor o no que “Frío”. Yo decía que una de las cosas que menos me habían gustado de Frío (pareciéndome, con todo, una novela más que correcta) era el levísimo componente sobrenatural de su trama al que sin embargo Plop no recurría entre otras razones porque no lo necesitaba. Y si me “molesta” –todo lo que me pueden molestar este tipo de asuntos- no es porque no me guste lo sobrenatural (todo lo contrario) sino porque siendo una trilogía -así la venden- era de suponer que seguiría la línea hiperrealista, hiperpesimista e hipersalvaje de la anterior. Y no fue así. Y a mí eso me molesta porque a mí hay días que me molesta cualquier estupidez.
“Litoral” de Wajdi Mouawad es una obra de teatro absolutamente maravillosa que yo destrocé con mis prisas habituales. Miento. No fue tanto eso como el hecho de hacerlo en dos sesiones obligándome así a entrar en una lectura de la que acababa de salir sin ganas. Aún así me considero lo suficientemente inteligente para montar la pieza en mi cabeza y ver que efectivamente hay sobradas razones para volver a ella cuando toque seguir con la tetralogía, que es lo que es, por cierto.
La pieza de teatro “El inspector” de Nikolai Gogol es una divertidísima comedia de enredo que como tal recuerda inevitablemente a aquellas películas de Lubitsch de los años treinta. Absolutamente disfrutable. Una lectura ideal para cualquier momento. Muy muy recomendable. Nabokov está de acuerdo conmigo y llega incluso a afirmar que es la mejor obra de teatro rusa que se ha escrito nunca. Quizá exagero; quizá él también. Quizá ninguno de los dos.
“Tangram” de Juan Carlos Márquez es un enigma. No se sabe si es un cuento, una novela, una novela de relatos o una sucesión de relatos novelizados. Le voy a pedir a la Margaret, de Patrulla de Salvación, que investigue el asunto y me ayude a esclarecerlo. O mejor a Jordi Corominas, que es un chico muy formal. Bromas aparte, la reseña está acabada. Dentro de unos días sabrán exactamente qué me ha parecido.
El 13 de diciembre, el mismo día de mi despedida oficiosa (no se hará efectiva hasta la semana que viene), después de haber “comentado" (dejémoslo ahí) el incidente con la novela "La conjetura de Perelman" de Juan Soto Ivars y recién llegado a la página cien, la abandoné. Para todo hay una explicación y las razones de este abandono no son una excepción. Los más habituales recordarán aquello del “Nuevo Drama”. Para los desinformados: fue la primera generación espontánea de la presente década (aunque me consta que la idea había nacido un par de años atrás lo que la convierte en la primera generación artificial espontánea que se anticipa a sí misma (por si eran pocas las maravillas.)) El caso es que esto del Nuevo Drama era un instrumento promocionado por tres seres humanos que defendían una retorno a unos tiempos (“cuáles” nunca llegó a definirse) en los que el qué [se contaba] tenía más importancia que el cómo [se contaba]. Era básicamente y para que nos entendamos, una patada en los huevos a la Generación Nocilla (entre otros) y sus experimentos en el campo de la metanarrativa cuántica. Básicamente. El caso es que esta novela de Juan Soto Ivars, “La conjetura de Perelman” se vendió y se vende como algo más que un ejemplo de la propuesta: es, a todos los efectos -tal como se deduce del hecho de ser la primera novela que incluye el flamante logotipo de la página final- la novela que abandera la mencionada generación. (La anécdota divertida es que iba a ser otro el libro elegido, pero las malas artes nos condenaron a que fuese este). Pues no se lo pierdan: resulta que lo me encuentro entre sus páginas no es otra cosa que un thriller de lo más ramplón y plagado de los estereotipos de las novelas de acción (un pastiche en toda regla): la chica mona, la CIA amoral, el matemático loco, la madre abnegada, el profesor misterioso y los también misteriosos cálculos matemáticos que lo mismo acaban siendo un MacGuffin que no. Esto hasta la página 100, repito, que es lo que "aguanté". Quizá después mejore pero eso es algo que no sabrán por mí. Conste que no tengo nada contra el thriller; yo mismo fui consumidor, hace años, de muchas (o bastantes) novelas del género. Es simplemente que pensé que el Nuevo Drama era otra cosa o se refería a otro tipo de narrativa. En vista de que no es así ya podemos decir oficialmente (hasta ahora sólo lo habíamos supuesto) que el Nuevo Drama es una soberana estupidez y su novedosa propuesta un insulto a la inteligencia del lector.
El abandono de “Canción de Tumba” de Julian Herbert (Premio Jaen de Novela) fue realmente culpa de la falta de interés por la historia. Leí treinta páginas y al importarme un comino lo que me estaban contando preferí dedicarme a otros menesteres más apetecibles. El elegido fue "HHhH" de Laurent Binet, del que había leído hablar muy bien y que efectivamente y a pesar de su parecido más que razonable con “El vano ayer” de Isaac Rosa (por la técnica utilizada) me fue interesando cada vez menos hasta que llegando a la tercera parte leída opté por dejarlo para retomarlo en el futuro. Soy consciente de que de estas dos lecturas fracasadas soy el único culpable pero no quería dejar de mencionarlo porque yo soy de la clase de exceso que tiene que ver con mencionarlo todo. Denme las gracias por no ser escritor.
La biografía de “Gogol” de Vladimir Nabokov me obligó a abandonar temporalmente “Almas Muertas”, un libro que había empezado pocos días antes. El motivo es tan sencillo como que el libro sobre Gogol le saca los colores a cualquier lector que ni por asomo se ha planteado la mitad de las cosas a las que hace mención Nabokov y que tienen que ver con las razones por las que éste consideraba a Gogol un genio. Una biografía breve y muy interesante, aunque por momentos pelín pedante.
Después de esto no hubo más lecturas dignas de mención. Unos días los ocupé leyendo relatos de sigueleyendo, de Gogol, de Turgueniev… y otros los dejé escapar con cosillas varias. Por curiosidad leí las primeras cincuenta páginas de “Pelando la cebolla” de Gunter Grass; empecé el libro (inédito) de un conocido; leí tres o cuatro capítulos de “Almas muertas” de Gogol y otro par de “Las vírgenes suicidas” de Eugenides…
Para enero tengo preparado un calendario que me he propuesto seguir con rigor kantiano y del que ya no les haré a ustedes testigos pero hasta entonces sigo tonteando con lecturas varias como la [hasta el momento] estupenda "Autobiografía" de Bertrand Russell, un mamotreto de más de mil páginas que no me voy a leer del tirón pero en cuya lectura avanzo con interés creciente. Por aquello de diversificar he empezado a leer a Dickens ("Casa Desolada") y aproximaciones, esto es, lo que de él opinan escritores como Nabokov (en el "Curso de literatura europea" que me he propuesto hacer) o Stephan Zweig ("Tres maestros: Balzac, Dickens y Dostoievski").
Para enero tengo preparado un calendario que me he propuesto seguir con rigor kantiano y del que ya no les haré a ustedes testigos pero hasta entonces sigo tonteando con lecturas varias como la [hasta el momento] estupenda "Autobiografía" de Bertrand Russell, un mamotreto de más de mil páginas que no me voy a leer del tirón pero en cuya lectura avanzo con interés creciente. Por aquello de diversificar he empezado a leer a Dickens ("Casa Desolada") y aproximaciones, esto es, lo que de él opinan escritores como Nabokov (en el "Curso de literatura europea" que me he propuesto hacer) o Stephan Zweig ("Tres maestros: Balzac, Dickens y Dostoievski").
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Esto ha sido todo. La semana que viene publicaré las dos últimas entradas de esta Medicina tal como la conocen actualmente: la primera será una lectura voluntariamente malintencionada de lo que ha sido para otros lo mejor de 2011 y la segunda será la prometida reseña de "Tangram" de Juan Carlos Márquez. Y después.... bueno, después ya veremos.