Se acabó mayo. Qué desastre, en nada vuelve a ser Navidad. Bueno, a lo que íbamos: lecturas: el mes empezó mal, mejoró (mucho), después cayó, volvió a subir, a bajar… y al final: fuegos artificiales. En general, bien. Valió la pena.
Hasta aquí la versión corta. Ahora, la larga:
Brevemente: NO. Todo lo demás es darle vueltas a lo mismo. Decepcionante no es la palabra adecuada, puesto que llegué a la novela sin expectativas de ninguna clase, pero sí queda algo de pena por esas dos almas que no acaban de fundirse. Alabanza es un recorrido íntimo e irregular; un ejercicio de memoria o de reconciliación que tiene poco que ver con este lector. Para que nos entendamos: Alabanza es lo que pasa cuando un escritor llega a los cuarenta. Lo que pasa no, perdón, lo que puede pasar.
Al igual que ocurre con Alabanza, la reseña es reciente y por lo tanto las ganas de resumir son más bien escasas. La reseña está AQUÍ. “La cámara sangrienta” es una recopilación y adaptación de cuentos clásicos infantiles en clave erótico-terrorífica. Muy recomendable tirando a imprescindible. Los dibujitos (es ilustrado), cojonudos.
Salí de esta novela ligeramente decepcionado. No está mal, se deja leer pero no parece nada especial. Ahora ya está, pero me pilla hace cuarenta años y no lo cuenta. No, que va, puede pasar. La novela trata sobre la forma de ser de la gente del sur de EEUU cuando, por ejemplo, se muere alguien, en este caso un juez con muy buen carácter y tendencia al optimismo, como un funcionario jubilado. Pues vale. Me ha dejado un poco frío y he preferido saltarme la reseña. Ruego me perdonen.
Hay una reseña escrita (que debería publicar en cualquier momento) que empieza con una cita de otro escritor: «¡Ah, los poetas! Ellos y sus arrobados circunloquios, esos cuencos de mendigo en los que pueden verterse los sentimientos de cualquiera, que luego serán bebidos por el propio bardo, ya tibios y empozados». (“Edipo en Stalingrado”, Gregor von Rezzori) Bueno, pues por ahí irán los tiros. Si digo además que abandoné la novela por la mitad y que la retomé por pura cabezonería ya lo estoy diciendo casi todo.
Un adelanto de la reseña que está por llegar: «La cosa va de follar. Mayormente. Pero no de follar porque sí, en plan conejo. ¿Saben la del fontanero que llega a una casa…? Bueno, pues NO, así no; así sería demasiado fácil y yo no estaría hoy aquí compartiendo con ustedes estos momentos tan felices de risas y erecciones. No. Se trata de que el sexo, aun dentro del aquí te pillo aquí te mato, tenga alguna razón de ser, maldita sea, para que así al lector de Philiph Roth, ese tipo al que le gusta el porno con argumento, no se sienta decepcionado. Es decir, que o hay excusa (preferentemente diabólica) o no hay roce. Y otra cosa no, pero roces hay unos cuantos. Y excusas, por ahí andan».
“La maravillosa vida breve de Oscar Wao” de Junot Díaz
Se suponía que esta novela debía ir en el capítulo de abandonos pero se ha librado por los pelos. La he retomado. O la retomaré. No sé. (Cuando escribo esto, lo segundo). El caso es que de momento se libra de comentario. (Cosas que ya se han dicho, aquí)
La propia escritora me envió esta novela. Cuando la recibí, la metí en un cajón (es un decir; vino en pdf). Allí se quedó… no sé, meses. Un día, cuando ya la había olvidado, abrí ese mismo cajón y cómo era de esperar allí estaba, tan chiquitita, tan oportuna. Y aprovechando que me pilló sentado la leí, claro, qué si no. Se acaba pronto, en una horita o poco más. Una hora. Ese el tiempo que se pierde. Yo, lo siento, de verdad, ser tan borde, pero no soporto aburrirme.
Obra Maestra. Aquí una reacción inmediata a la lectura y aquí una confesión: tras Moby Dick no fui capaz de leer nada más durante un par de días. Sufrí el hasta entonces para mí desconocido bloqueo del lector. Leía sobre ballenas (Hoare), sobre la propia novela (Graphiclassic), tonteaba con libros inacabados, empezaba otros (muchos). Hacía tiempo; esperaba un salvador.
A mí lo japonés como que no, pero necesitaba algo diferente, algo inesperado. Me recomendaron esto. Mientras escribo estas palabras voy por la mitad. Es chiquitito. Lo acabaré, sin duda, este mes, pero no quiero demorar la publicación de este post. Aquí se acaba el comentario; ya entraremos en valoraciones otro día. [Terminado: muy bien].
Y EN JUNIO…
Para junio tengo un montón de libros empezados sobre la mesa que me gustaría terminar. Son los siguientes: “La maravillosa vida de Oscar Wao” y “Los boys” de Junot Díaz; “El doctor Hoffman y las infernales máquinas del deseo” de Angela Carter, “La boca llena de tierra” de Branimir Scepanovic, “El patrón” de Goffredo Parise, “Una singularidad desnuda” de Sergio de la pava y “La gran guerra” de Joe Sacco. Y tengo, sin empezar, pero encabezando la lista: “El corazón de las tinieblas” de Joseph Conrad y “Los jardines estatuarios” de Jacques Abeille.
Como decía más arriba, el efecto Moby Dick me ha llevado hasta Philiph Hoare y su “Leviatán o la ballena” y la muy interesante “Moby Dick” de Graphiclassic, una especie de “todo lo que siempre quiso saber sobre Moby Dick y nunca se atrevió a investigar”, pero estas son cosillas que se leen sin especial dedicación, en tiempos muertos. Son libros que no esperan ser terminados.
Y Moby Dick, que volverá a caer. Seguro. No el mes que viene, que es muy pronto, pero no tardará, no tardará, que me ha dicho un pajarito que andan por ahí los de Sexto Piso haciendo de la suyas: clic.
Y Moby Dick, que volverá a caer. Seguro. No el mes que viene, que es muy pronto, pero no tardará, no tardará, que me ha dicho un pajarito que andan por ahí los de Sexto Piso haciendo de la suyas: clic.