Como todo el mundo sabe las breves notas de urgencia las inventó Dios para que los aficionados a hablar mal de lo ajeno no tuviésemos que enfangarnos en críticas para las que no nos vemos capacitados cada vez que tenemos hacerlo bien. Cada vez que tenemos que hablar bien de, quiero decir.
No cabe duda de que una buena novela lo es por muchas razones, unas menos objetivas que otras. En el caso de Personajes desesperados se han puesto las dos de acuerdo. A un estilo y a una prosa simplemente perfecta, de una precisión pasmosa, alejada por completo de ese lirismo autocomplaciente que tanto detestamos en este blog, se une una temática que personalmente no puede interesarme más. Entiendo que haya a quien no, y de ahí las valoraciones menos entusiastas, pero a poco que a uno le interese lo que se nos cuenta encontrará en esta novela una fuente de placer como no se ha visto sabrá cada uno desde cuándo.
Que qué se nos cuenta.
Por dónde empiezo.
Les puedo decir que no trata sobre un gato que araña y muerde a una mujer, pese a que pueda parecerlo. Simplificar el argumento a algo como eso debería ser constitutivo de delito. Ahora bien, sin duda cuando empieza la novela un gato araña y muerde a una mujer y sin duda esto es de una importancia vital durante el resto de la novela y sin duda a partir de ese momento como a partir de cada momento, ya nada volverá a ser lo mismo.
Ella es Sophie. Está casada con Otto, que es abogado. Cuando comienza la novela y mientras el gato hace de la suyas, el bufete de Otto está en crisis. Realmente todo y todos en esta novela están en crisis. Sophie la primera. De hecho, la novela es Sophie queriendo gritar.
Si me viese obligado (pongamos que a punta de pistola) a decir en pocas palabras de qué trata la novela diría que trata sobre la dificultad de vivir o, más bien, sobre incapacidad de saber hacerlo correctamente, si acaso tal cosa es posible. Sobre la lucha, eterna, diaria, de encontrar nuestro lugar en el mundo, sobre la certeza, llegada cierta edad, de habernos convertido en algo que no comprendemos y para lo que en muchos casos no vemos salida.
Sophie se siente atrapada en los márgenes de la vida, en ese espacio en el que nada ocurre, en el que vivir equivale a estar muerto, en el que tener la rabia o la simplemente la posibilidad de tenerla significa mucho más de lo que jamás estaremos dispuestos a reconocer.
La clave de la novela tal vez resida en una cita de Thoreau que viene a decir que «casi todos los hombres viven la vida en una silenciosa desesperación». Supongo que la diferencia reside en ser o no consciente de ello. La gran virtud de la novela de Paula Fox, y ya con esto termino, porque realmente esto es lo único que quería decir, es que posee la capacidad de hacernos ver y en según qué casos sentir que tal vez… no, no “tal vez”, que esto es exactamente así y que qué vas a hacer con tu vida ahora que lo sabes.
Si esto no es LITERATURA yo ya no sé.
Adenda.
Adenda.
«Se supone que lo que más debe atemorizarnos es el caos, pero he terminado por creer que tal vez sea lo que más deseamos. Si no creemos en el futuro que planeamos, en la casa por la que nos hemos hipotecado, en la persona que duerme a nuestro lado, es posible que una tempestad (que acecha desde hace tiempo en los nubarrones) nos acerque al modo en que queremos estar en el mundo.
La vida se desmorona. Intentamos aferrarnos y sujetarla. Y entonces nos damos cuenta de que no queremos hacerlo».
El coste de la vida. Deborah Levy.