El resumen de este mes de noviembre será especialmente breve. La razón es sencilla: tengo un montón de entradas empezadas y no estoy mucho por la labor de hablar veinte veces de lo mismo. Si tienen paciencia las irán leyendo a lo largo de mes entrante. Antes de empezar quiero decirles que este ha sido, (casi) con total seguridad, el mejor mes del año en lo que a calidad de lecturas se refiere. Sospecho que tiene mucho que ver con que ha sido el mes en que más se ha notado la ausencia de novedades y que yo he ido leyendo lo que me salía de los reales alcázares y no lo que marcaba el calendario que me impongo. Quiero decir que he pasado un poco bastante de la mierda habitual. Me he regalado un mes. Y no será el único. Quizá el que entra no,... bueno sí, el que entra también, qué coño. Pero al grano.
"Sobre el teatro: artículos y cartas" de Antón Chéjov fue la primera lectura del mes. Sobre ella hay ya una reseña escrita y publicada y poco más tengo que añadir (enlace). Quizá una insignificancia: cuando un libro condiciona, como condicionó este, el calendario de lecturas del mes; cuando una lectura reconfigura el resto, ha de ser por algo, ha de ser bueno, endiabladamente bueno. Después de leer este magnífico libro que no me cansaré de recomendar yo sólo quería leer teatro y más teatro y morir de teatro. Y en cierto modo así fue.
Pero antes debía cumplir algunos compromisos. La biblioteca me avisó de que tenía por recoger un par de libros. “Los incógnitos" de Carlos Ardohain era uno de ellos, "Astillas" de Celso Castro, el otro. Del primero no hice entrada aunque sí la empecé. El caso es que me fui quedando sin ganas a medida que la escribía y a pesar de ser una novela notable, en el sentido de correcta y disfrutable, no pudo ser. Cuando está de no, está de no. Quizá otro día, ya veremos. Quédense con la copla de que valió la pena cada minuto invertido en ella: la recompensa del placer. De Celso Castro no digo nada porque ya lo dije todo en la entrada que pueden ver un poquito más atrás (enlace). Decir simplemente que Castro es ahora uno de mis escritores españoles favoritos, que ya no está mal.
"Últimos días en el puesto del este" de Cristina Fallarás tiene también su propia entrada (enlace) y no es cuestión de extenderse ahora. Baste decir que al margen de la historia, que unas veces es más interesante que otras, lo más destacable de esta y otras novelas de Cristina está en la fuerza de sus personajes. La mujer tipo de Cristina es mucha mujer para ser una sola mujer.
Después acabé "Apuntes de la casa muerta" de Fiodor Dostoievski. Digo “acabé” porque lo cierto es que la había empezado el mes anterior pero aproveché que tiene dos partes para hacer una pausa entre tanto horror. Es una novela interesante, o al menos así me lo pareció a mí, no tanto por su calidad artística como por la historia que cuenta y las consecuencias que tiene. Dostoievski pone en boca de otros su experiencia en una prisión de trabajos forzados en Siberia en la que pasa cuatro años. Es de suponer que algo así tiene que marcarte a fuego. El deseo de entender esto es casi la única razón de haberla leído. Tendrá su entrada, que ya está parcialmente escrita, pero aún tardará uno o dos meses, ya que antes hay que hablar de otras muchas cosas que tienen que ver con ella.
Y justo después TEATRO, que es lo que yo quería desde que empezó el mes. "Un enemigo del pueblo" de Henrik Ibsen fue el primero. Hay demasiado que decir para decirlo aquí. Lo digo en serio. Entenderán a qué me refiero cuando lean la entrada triple (sí, han leído bien) que empecé a escribir este fin de semana y que debería poder terminar antes de veinte, treinta o noventa días. Es que voy muy despacio. Luego una recomendación: "El alma buena de Sechuan" de Bertolt Brecht. Es lo primero que leo de Brecht y no me ha disgustado en absoluto. No me siento capacitado para analizarla en cinco líneas y tampoco sé si algún día lo haré en más. Quiero leer más de Brecht antes de dar un paso al frente. En cambio de "Los justos" de Albert Camus y "Las manos sucias" de Jean-Paul Sartre sí lo haré. Me refiero a escribir sobre ellas. De hecho ya está casi acabado, aunque el resultado es infumable y temo que voy a tener que volver a empezar. Por anticiparles lo que no me acaba de salir: ambas obras me han parecido magníficas, lo mismo juntas que separadas.
Después, otra recomendación: "Los Thibault” de Roger Martin du Gard, y más concretamente los dos primeros relatos largos que lo componen: “El cuaderno gris" y “El reformatorio". Son ocho, en total. Hay una entrada medio escrita (verán que yo medioescribo mucho) que debería ver la luz mejor antes que después pero tengo que ponerme en serio y terminarla y no acabo de tener ganas. Entonces hablaremos con calma de estas “estupendas” novelas.
"Heldenplazt" de Thomas Bernhard. Bueno, de esta sí hay entrada escrita y publicada; es una de las últimas (enlace). Nada que añadir a lo ya dicho: es una de las mejores obras (esto engloba teatro y narrativa) que he leído este año. Simplemente magnífica, simplemente genial. Simplemente imprescindible.
"Pobre gente" de Fiodor Dostoievski fue la primera novela del escritor. Es una novela compleja en el sentido en que resulta difícil hablar de ella. No tanto por el argumento -que en realidad es bastante sencillo- como por los distintos frentes desde los que se puede afrontar. Hay tanto que decir, tanto de lo que hablar, que la reseña que ahora está en pañales puede acabar de cualquier manera (me resisto en vano a desechar documentación). Debo confesar que me sorprendió. Me gustó, me gustó mucho, pero lo que realmente llamó mi atención es todo aquello que tuvo que ocurrir (aquello que ocurrió) para que esta novela tuviese la repercusión que tuvo. Lo más sorprendente de todo es que no esté (o nunca entendí yo que estuviese) entre las grandes obras de Dostoievski. Pero de esto, insisto, ya lo hablaremos con calma dentro de unos días.
"Hilda" de Marie NDiaye es un librito pequeño, de unas noventa páginas, que se lee en un suspiro. Se puede entender como una obra de teatro pero también como una novela dialogada. Probablemente sea ambas cosas. Es una obra estupenda, muy entretenida, que ataca con saña y sin hacer concesiones de ninguna clase la doble moral de la burguesía francesa "de izquierdas" de la época en que fue escrita, allá por 1999. Hilda es el personaje que nunca aparece en escena y sin embargo está presente en todo momento. Representa la nueva esclavitud, la mujer objeto. No es suficiente que alguien nos sirva, nos atienda, nos abrillante los muebles, atienda a nuestros hijos. También ha de ser guapa, inteligente, educada, culta, debe querernos a nosotros y a nuestra familia, sonreírnos, adorarnos, compartir nuestra ideología, vestirse de puta si es menester, complacernos. Si ha de formar parte de nuestro hogar, si ha de ser un objeto viviente, queremos que tenga la forma adecuada, afín a nuestro estilo, exactamente lo mismo que el jarrón del recibidor. Si vamos a pagar, queremos tenerla en propiedad.
Fin. Nos vemos el mes que viene. Sean felices.
Fin. Nos vemos el mes que viene. Sean felices.