A continuación un “repaso” a mis lecturas de
este tormentoso mes de octubre. Así aprovecho también para no dejarme nada
dentro, que luego se enquista y es peor. Empezamos.
“Mi madre es un pez”
de VV.AA. Si tengo que decir algo
más de este libro me corto las venas. Lo tienen ustedes por ahí (ahí). Si ven
que se aburren mucho y se lo han perdido encontrarán el complemento perfecto
en una entrada posterior dedicada al recientemente resucitado proyecto del Nuevo DRAMA
(aquí), que con sus tres únicos integrantes ha entrado en el libro Guinnes de
los Records en un par de categorías que dejo a su imaginación. Yo no le daría más
vueltas porque entre los dos acumulan la friolera de casi seiscientos
comentarios, pero bueno, quede como anécdota de lo que fue.
“Niños Feroces” de
Lorenzo Silva también ha sido comentado pero no me importa
repetirlo siempre que no me lleve más de cuatro palabras: me gustó con reservas.
Vale, me estiro un poco más: me pareció que trataba con acierto un asunto muy interesante aunque también creo que el
escritor quiso abarcar demasiado con todo eso de convertirlo en un taller de escritura. El resto en su sitio: este.
“Libertad” de
Jonathan Frazen. Otro que también he comentado. Fue este mismo viernes, es
la entrada inmediatamente anterior (venga va, el link: aquí) y todo lo que
quería decir sobre él está allí y en los comentarios. Baste decir que me parece
que está entre lo mejor del año.
“el afinador de
habitaciones” de celso castro. Me quedo con la pena enorme de no haber
podido reseñar esta novela pero ha sido un mes complicado y he preferido no
hacer nada antes que una chapuza. Decir simplemente (por si algún día vuelvo a
ello) que me gustó. Punto. Una novela muy interesante que sin reinventar el
género ni pretenderlo es capaz de dotarla de un algo especial. Castro tiene un
estilo que a mí personalmente me gusta mucho y que seguro que no tiene nada que
ver con que seamos casi “vecinos”.
“Salvatierra” de
Pedro Maira. Mismo caso (sin la proximidad geográfica) y misma pena que el anterior. La falta de tiempo de
tiempo no es excusa para no haber reseñado esta novela ya que podía
perfectamente haber dejado de leer algo durante una hora para hacerlo pero seré
sincero: no me ha apetecido. Esto no quiere decir que no vaya a hacerlo aunque
sea brevemente en un futuro que espero inmediato. Falta la opinión por dar: bien pero no lo suficiente.
¿Suficiente para qué? No sé, suficiente para saltar de alegría o algo.
"Contra la
postmodernidad" de Ernesto Castro. El encabezamiento de este párrafo
es mucho más divertido si le quitan las comillas. Prueben. Bueno, venga,
seriedad: verán, si no he reseñado esta novela ha sido por sencilla razón de
que no me ha apetecido. No hay más. No
tiene nada que ver con la editorial, ni con el autor. Simplemente no he sentido
el deseo de escribir sobre ella como no siento el deseo de escribir sobre otras
muchas cosas, muchas otras novelas, muchas otras lecturas. Eso y que no me
gusta hablar de los deberes de los demás.
"Setenta
acrílico treinta lana" de Viola di Grado. Bueno, bueno, bueno…. Bonita
se montó también con ésta (clic). Que si el blog de Tongoy es un antro, que si “qué
poco rigor”, que si “qué poca profesionalidad”, que si mi autoestima se basa en
esto o en lo otro, que si… Bueno, en fin pilarín. Y todo porque hablé de esta
supuesta obra maestra sin haberme leído nada más que 70 páginas, esto es,
aproximadamente una tercera parte. Ahora va a resultar que lo grave es que uno
no se quiera acabar un libro y lo diga y además explique las razones, porque puestos
a ser sincero he de decir que lo que me pedía el cuerpo era nada más que poner
la foto de portada y un texto de acompañamiento tipo “Novela abandonada. Razón: desinterés total” o escatología similar. Pero lección aprendida: la
próxima va así. Porque señores, léanme los labios: “Derecho a dejar un libro”,
¿les suena?; lo decía Pennac y yo añado: “Derecho a decirlo” y otros aún más
osados y con más razón que un ejército de santos: “Obligación de decirlo”. Pero
si es que además les encantan estas cosas, que lo sé yo, que se lo noto en la ip.
"Caribou Island" de David Vann. Esta
sí es una novela interesante (de la que me pillan escribiendo reseña). La
gente está incomunicada también, hay grandes silencios, palabras que no dicen
nada, mentiras, sueños, crisis matrimoniales, diferencias generacionales,
entornos hostiles: cielos cubiertos,
lluvia, frío… muchas cosas y además el mensaje llega clarito como un
día de verano. A ver si el problema va a ser la dichosa posmodernidad… He sufrido mucho con su lectura tanto por los jóvenes como por los mayores y no
he necesitado vivir en Alaska ni tener 55 años para entenderlo todo
perfectamente. Esto no quiere dice que me parezca, ni remotamente, una novela sensacional. No. De hecho me ha gustado bastante menos que la anterior de Vann. Sí, me sobran muchas cosas, muchas páginas, pero la leí en
apenas dos sentadas que hubiesen sido menos si no tuviese uno que cubrir una
dosis mínima de sueño.
"X" de
Percival Everett. Qué buena novela y qué divertida. Pero divertida de verdad. Y eso
que la narración está salpicada de interrupciones algunas de las cuales parecen
no venir a cuento de nada, como las de protagonista explicando la mejor manera
de cortar la madera. Pero en esta novela todos los excesos o posibles off
topics quedan compensados por la última parte, la que lleva el título “Porculo”
y que viene mucho a cuento de lo que estaba comentando más arriba. La novela
trata sobre la literatura, sobre los buenos y malos libros, sobre los buenos y
malos lectores, sobre los críticos literarios y sus mentiras, sobre el derecho
a llevar la contraria a la mayoría (aquello de huir del rebaño), sobre los
jurados literarios y sus intereses pero también sobre el racismo y lo que se
espera de uno cuando es de otro color y alcanza cierta notoriedad.
Una buena novela que funciona en dos niveles, que cuenta una historia y oculta otra detrás que se hace evidente llegando al final, que es más o menos la
definición que hace Piglia de cómo debe ser un cuento perfecto. No le pongo
cinco estrellas porque no es para tanto pero si les apetece leer una novela
entretenida y pasar un rato estupendo no se la pierdan. (Pensaba
reseñarla también, pero ya no sé porque esto me ha quedado un poco largo y
bastante claro.)
Tenía la (in)sana intención de terminar a tiempo para completar esta resumen "Apuntes de la casa muerta" de Dostoievski pero al final, entre unas cosas y otras, acabé interrumpiendo su lectura al comienzo de la segunda parte, allá por el ecuador del libro, porque me enganchó el prólogo de "Sobre el teatro: artículos y cartas" de Chéjov que me puse a ojear el sábado. Lo dicho: este mes no puede ser por razones obvias pero para el próximo prometo reseña de ambas.
EL MES QUE VIENE...
Me avisan de la biblioteca que tengo dos cosillas por recoger: “Un incendio invisible” de Sara Mesa, galardonado con no sé qué premio y al que llego con el mismo entusiasmo con que llegué a su anterior novela ("El trepanador de cerebros") lo cual en cierto modo dice bastante en su favor y “Los incógnitos” de Carlos Ardohain. Sigo sin saber nada de “Ejército Enemigo” de Alberto Olmos, pero si les soy sincero me da un poco igual porque con tanta espera se me han pasado un poquito las ganas y ya medio me da igual que venga este mes o el año que viene.
Entre los que tengo que tengo sobre la mesa (o a punto de caer en ella) están los siguientes: “El malogrado” de Thomas Bernhard; “Chamamé” de Leonardo Oyola; “Últimos días en el puesto del Este” de Cristina Fallarás cuyo primer capítulo leí hace un par de días; “Cómo vivir o Una vida con Montaigne” de Sarah Bakewell y “La generación Beat” de Bruce Cook por aquello de comparar con otras generaciones.
Y en la retaguardia, pedidos y sin llegar: “El cielo de Pekin” de Miguel Espigado; “Perros de porcelana” de Marin Ledun; “Vampiro argentino” de Juan Terranova; “Astillas” de Celso Castro; “Beatitud”, antología de varios autores y “Frío” de Rafael Pinedo.
Obviamente todos no me los voy a leer (no pensaba, al menos) pero los que caigan estarán entre esos. O deberían.