Este mes he leído más o menos la cantidad habitual de libros pero en cambio he reseñado muy pocos y más que por ustedes, mis fieles lectores, me da rabia por mí, que me he quedado con unas ganas terribles de decir un montón de cosas de un montón de libros de un montón de escritores. Es por ello que este mes voy a extenderme demasiado pero en compensación les ofreceré una opinión algo más extensa de cada lectura.
"Stepanchikovo y sus moradores" de Fiodor Dostoievski fue mi primera lectura del mes. Dostoievski, nada menos -pensé entontes- qué buen comienzo. Este libro editado por El Aleph cuesta la friolera de 24 eurazos. Que sí, que tapa dura, que letra grande... qué estupenda edición. Que sí, pero no. 24 eurazos por 275 páginas por muy Dostoievski que sea a mí me parece mucho cobrar de dios. Me molestó tanto que he decidido no volver a leerme nada de estos señores (de El Aleph, no de Dosto) hasta el 2013. Y eso que lo cogí en la biblioteca, porque si lo llego a pagar el castigo es a perpetuidad. Porque no deja de ser una obra menor del escritor, es más, hasta donde yo sé resultó en su momento un fracaso que le obligó a dejar definitivamente lo que puede entenderse como “comedia”, que en el caso del ruso es una cosa un tanto sombría que no hace maldita la gracia. Me gustó con reservas, esto es: no creo que la olvide porque uno de los personajes protagonistas es de leyenda pero en general el reparto se pasa de surrealista. Eso sí, muy dinámica y entretenida aunque acabe repitiendo el mismo esquema en demasiados capítulos.
“Bajo este sol tremendo” de Carlos Busqued la reseñé hace muy poquito (aquí). Por no obligarles a enlazar les diré que me gustó bastante; disfruté como un enano con este cuento argentino para adultos.
Inmediatamente después la peor elección posible (precisamente por ir después): “El jardín de los cerezos” de Chéjov. Me da un poco de vergüenza confesar esto pero lo cierto es que no me gustó especialmente. Seguramente que digo una barbaridad por la parte de prestigio que acompaña la novela pero es lo que hay. Me quedo, de cabeza, con el teatro de Ibsen (luego hablamos de él). Esta obra de Chejóv me pareció muy farragosa, con demasiadas señalizaciones, interrupciones y con unas protagonistas bastante insoportables. Directamente insufribles.
Llegó el turno de un libro por el que sentía una gran curiosidad: "El trepanador de cerebros" de Sara Mesa. No recuerdo en qué momento sentí su llamada ni de dónde vino pero el caso es que me puse a ello en cuanto tuve oportunidad. Todo fue muy bien durante bastante rato: una premisa relativamente interesante y unos personajes que había que ver que tal lo hacían. Lo hicieron fatal, ya se lo adelanto. En un momento determinado parece que Sara Mesa no sepa qué hacer con ellos y se permite el lujo de desperdiciarlos. Al novio lo manda a casa de sus padres para que la protagonista pueda hacer lo que le plazca en su ausencia, que es básicamente nada. Mejor hubiera sido matarlo porque luego volvió y al poco se encontró con el mismo problema que resolvió (estoy casi seguro, me falla la memoria) de idéntica manera. Era como caminar en círculos, con gente que vivía con enanos que vendían su alma en ebay, niñas abandonadas y ladrones de hipermercado y que a pesar de ello no evolucionaban en modo alguno y eran lo mismito al principio que al final y así es como me di cuenta que en realidad esto eran varios cuentos compartiendo línea temporal y personajes. Decepción, pues, al final.
"De vidas ajenas". Emmanuel Carrère me había demostrado en “El adversario” que era un digno escritor y que había sabido escribir una historia genial del modo perfecto. Gran novela “El adversario”. “De vidas ajenas” vuelve a demostrar que Carrère no es un buen narrador por casualidad (también es verdad que repite método): se cuenta la historia de otros basada en hechos reales y escribiendo bonito sin parar. Lo malo es que esta es mucho menos interesante que la anteriormente citada y tiene un final bastante decepcionante porque el momento grande de la historia se vive en la mitad del libro y el resto es mirar cómo se desinfla el globo. Cuenta además con varios focos de atención y resulta difícil saber a dónde mirar: la historia arranca con el tsunami en Sri Lanka, pasa a la vida de la cuñada del protagonista que se está muriendo de cáncer y acaba contando la historia de un amigo (de ella) juez con un elevado sentido de la justicia. Lo malo, ya digo, el final o mejor dicho, los finales: en Sri Lanka no pasa nada digno de mención (más allá de lo por todos sabido, entiéndanme); la cuñada se muere, como era de esperar y el final del juez no se lo cuento para no destripárselo pero ya les adelanto que carece de interés. Carrère también se las arregla, tal como hace en “El adversario”, para recordarnos que tiene otras novelas también muy buenas y que si queremos las leamos para entenderle mejor los mecanismos de pensar. Qué morro. Si no me gustase tanto como escribe el siguiente lo iba a leer su padre.
Ibsen. “Espectros”. Magnífico. Me lo recomendó un amigo que lo había visto representado y le había gustado mucho. No es lo mejor (me sigo quedando con “El pato salvaje”) pero es altamente adictivo, como todas las que he leído de este señor (a excepción de “Solness, el constructor” que es un peñazo del diez). Merece una reseña mejor. Todo Ibsen la merece y seguramente la tenga, pero no hoy, no ahora. A “Helena o el mar de verano” sigo sin hacerle reseña por varios motivos. El primero es que no me apetece y el segundo también. La novela está bien, a ver, es bonita, muy bien escrita y despierta en quienes han alcanzado cierta edad recuerdos de adolescencia muy parecidos a los que cuenta Ayesta porque antes el pasado de todos era más o menos el mismo. El problema es que no se presta a ser comentado. Con esto lo digo todo. Si he de ponerle un “pero” que sea por el tramo final demasiado baboso. Yo sólo pensaba en el pobrecito protagonista, con lo mucho que debía estar sufriendo con una eterna erección fruto de la crueldad del escritor que no lo quitaba de besos y caricias y lo ponía a mojar un ratico con su amada.
Ahora dos muy rápidas, para compensar: "Una novela francesa" de Frédéric Beigbeder (aquí) y "La mano invisible" de Isaac Rosa (aquí). Ya está. Lo siento, es que ya hablé mucho de ellas y estoy un poco harto.
"Criaturas abisales" de Marina Perezagua lo leí porque Jordi Corominas dijo que le había gustado. A Jordi le miento; le digo que sí pero no siempre le hago caso porque a veces lee cosas de guerra y yo no soy de leer cosas de matar por obligación pero en esta ocasión tuve un pálpito y me lo leí previa desiderata (que no se diga que no pongo de mi parte en levantar el país). ¿Y saben que me ha gustado? Tiene gracia porque son relatos y la escritora es española y joven aunque afincada en el extranjero (será por ello). Relatitos cortos de ficción, algunos un poquito guarros con lenguas desatadas y amantes octogenarios. A mí esto último no me pone pero a quién sí y por eso lo resalto. Yo ya sé que de aquí a seis meses (que digo seis, tres!) no me voy a acordar nada más que del primero (el más cochino, claro) pero lo que no voy a olvidar es que lo pasé bien, disfruté con buenas historias y con una narradora como las de toda la vida de dios. A esta hay que seguirle la pista sí o sí.
Más o menos por aquí lo intenté con "Un día que me esperaba a mí mismo" de Miguel Angel Ortiz Albero y no funcionó. Lo dejé, lo dije (aquí) y el resto es historia [de terror].
Y llegó el momento más esperado del mes. “El mapa y el territorio” de Michel Houellebecq. No soy experto en Houellebecq porque hasta relativamente poco le tuve un poco de manía y apenas me leí un par de libros suyos pero más o menos sabía por dónde iban los tiros y lo que podía encontrarme. No fue así. La sobriedad de la primera parte de la novela me dejó estupefacto. Una historia sencilla y una narración excelente no por especial sino por sencilla; una prosa efectiva. El secreto del éxito del Houellebecq debe ser ese. Sin entrar en detalles: la primera parte muy bien, la mejor; la segunda, con la inclusión del propio Houellebecq en la historia, muy divertida, aunque sólo funciona por el interés mediático que despierta (que él sabe que despierta) el propio escritor. Es decir, que si esto lo escribe cualquier primerizo anónimo no vende un rábano. La tercera parte es el problema ya que me sacó completamente de la historia. No tengo la más remota idea de qué es lo que quiere decir con todo esto Houellebecq; supongo que no deja de ser una inmensa broma por lo que ya imagino que el premio que le han dado ha tenido que arrancarle una estrepitosa carcajada. Con esto no quiero decir que me parezca una mala novela. En absoluto. Me ha gustado, he disfrutado mucho y me lo leí en poco más de dos sentadas pero soy consciente de que lo hice por los motivos evidentes: por el juego escritor/protagonista, por esa aparente falta de reflexión sobre el arte moderno y por estar escrito con un estilo incuestionablemente correcto y efectista. Houellebecq es muy hábil. Quizá sí se mereciese el premio al fin y al cabo.
De “Diástole” de Emilio Bueso tengo una entrada escrita que publicaré en unos días. Sean pacientes, estén atentos y sabrá qué tal. En cambio de “Ultraviolencia” de Miguel Noguera no me apetece escribir. Lo cogí en la sección de comics de la biblioteca porque aunque no sea tal cosa sí incluye dibujitos y chistes gráficos que pudieran darlo a entender. La mayor parte es texto: pequeños microrrelatos que se sustentan sobre el mayor de los absurdos: la mente enferma de Miguel Noguera. En la introducción cuenta el escritor que en un momento dado tuvieron que decidir entre calidad y cantidad y que optaron por lo segundo. Se nota. El libro es una sucesión de pajas mentales unas más graciosas que otras que lo único que tienen en común es estar contadas con una prosa distendida, si es que tal cosa existe. Este libro está muy bien para tener en la estantería y leer en las visitas al baño pero tragárselo del tirón ya es otro cantar.
Llegado este punto me he quedado sin ganas de escribir por lo que de "TANiA CON i 56ª. Edición" de Enrique Rubio les hablo otro día con más calma porque mientras escribo estas palabras estoy escribiendo la reseña y no quiero pasar un trabajo dos veces el mismo día.
Bueno, eso fue todo. Un mes raro. Ni bueno ni malo. Flojo, interesante. En cambio el que viene… oh, el que viene. Vean...
EL MES QUE VIENE
Empiezo con una advertencia que condicionará el calendario: tengo un montón de desideratas hechas aunque de momento no todas aceptadas. A saber: “Caribou Island” de David Vann; “X” de Percival Everett; “Perros de porcelana” de Marin Ledun; “Los Incognitos” de Carlos Ardohain; “Libertad” de Jonathan Franzen; “Ejercito Enemigo” de Alberto Olmos; “Barra siniestra” de Vladimir Nabokov y “Eumeswil” de Ernst Jünger.
No tengo garantías de que todos me lleguen este mes (espero que no) pero ahí queda dicho.
Sobre la mesa un poco de todo, ya veremos en qué orden: “Mason y Dixon” de Thomas Pynchon; “Mi madre es un pez” de VVAA; “Nocilla Experience: la novela gráfica” de Joan Pere; “A la vista” de Daniel Sada; “Mi primer muerto” de Leena Lehtolainen; “Purga” de Sufi Oksanen; “La posibilidad de una isla” de Michel Houellebecq; “Los desgarros” de Hubert Nyssen; “Ordeno y mando” de Amélie Nothomb; “Niños feroces” de Lorenzo Silva; “Submundo” de Don Delillo; “Dos obras morales” de André Gide… Es que tendrían que ver cómo tengo la dichosa mesa, que me van a echar de casa…
Bueno, esto se traduce del siguiente modo: este mes entrante lo que se pueda de todo esto. A ver qué. Lo sabremos pronto, máximo un mes.
Un saludo.