The Sunset Limited es una minúscula obra de teatro (o un algo dialogado con forma de obra de teatro) que parte de la siguiente premisa: un hombre (Negro) evita que otro (Blanco) se suicide por el tradicional método de tirarse a las vías del tren al paso de El Sunset Limited. El Negro se lo lleva a su casa, situada en un barrio miserable, y lo sienta a su mesa, en la cocina. Hablan, claro.
La sinopsis de la editorial dice, exactamente: “Del autor de La carretera, una obra sobre el significado de la vida y de la muerte.” Me entero por ahí que McCarthy la escribió a la par que escribía “La Carretera” lo cual viene a significar que McCarthy de creatividad bien pero de ánimo fatal.
El tema de fondo es, efectivamente, la vida y la muerte; las razones para defender lo uno o desear lo otro, con la salvedad de que en este caso hablar de suicidio no implica necesariamente hablar sobre la depresión (aunque la costumbre se empeñe en hacerlo aflorar en cada página) sino más bien al contrario, sobre la lucidez. Lo mejor de la novela de McCarthy -sobre la que me ahorraré elogios porque, en comparación con otras, es flojita- es el debate que abre en torno a las razones que se pueden esgrimir para justificar el suicidio, representado como una alternativa mucho más sensata que la de seguir viviendo.
BLANCO: […] Yo no entiendo mi estado de ánimo como una visión del mundo pesimista. Lo entiendo como lo que es el mundo. La evolución no puede impedir que la vida inteligente acabe a la larga siendo consciente de una cosa por encima de todas las demás, y esa cosa es la futilidad.NEGRO: Mm-mm. Si no me he hecho un lío está diciendo que todo el que no sea supertonto del culo debería ser un suicida.BLANCO: SÍ.NEGRO: ¿No se está quedando conmigo?BLANCO: No. Se lo aseguro. Si la gente viera el mundo como lo que es. Si viera lo que la vida es realmente. Sin sueños y sin ilusiones. Dudo mucho que nadie pudiera aportar una sola razón para no elegir la muerte lo antes posible.
En la silla de la izquierda, representando la racionalidad extrema, el Blanco, el tipo que se quiere morir y no le dejan. Al otro, representando el fervor religioso y la irracionalidad absoluta, el Negro, que luchará por dar con la forma de convencer a nuestro suicida de lo errado de su decisión. La postura del autor está clara: todas las simpatías van hacía el Blanco mientras que al Negro le deja la estúpida tarea de defender lo indefendible. Esto es, mientras que a uno lo dota de la inteligencia y una mente preclara y sobre todo, argumentos irrebatibles sobre los que sustentar su decisión, al otro se limita a sentarlo en una silla a esperar una señal del cielo que venga a demostrar lo acertado de su labor salvadora ya que por sí mismo en incapaz de encontrar razones para defender la vida por encima de todo, no digamos ya convencer a nadie.
BLANCO: […] ¿Confía en que si me quedo lo suficiente tal vez Dios se dignará hablarme?NEGRO: NO. Pero a lo mejor a mí sí me habla.BLANCO: Sé que piensa que lo mínimo que podría hacer es dedicarle unos minutos más. Sé que soy un desagradecido, pero la ingratitud para alguien en bancarrota espiritual no es un pecado tan grande como para un creyente.
La idea que flota en el ambiente es que ambos son, despojados de retórica, el mismo hombre condenado a morir. Observando su vida, presente y pasada y escuchando sus sueños y aspiraciones cabría pensar que quien más razones tiene para morir es el negro que sin embargo se empeña en no ser libre, en encadenarse a Jesucristo, curiosamente el más famoso suicida de todos los tiempos:
NEGRO: Bien. Ya ha oído mi historia, profesor. En seguida está contada. No doy un solo paso sin Jesús. Cuando me levanto por la mañana procuro agarrarme a su cinturón. Sí que es verdad que a veces me doy cuenta de que sin querer he pasado a control manual. Pero me doy cuenta, no se crea. Me doy cuenta.
BLANCO: ¿A control manual, dice?
NEGRO: ¿Le gusta?BLANCO: Regular.NEGRO: A mí me parece muy bueno.BLANCO: De modo que llega usted al cabo de la calle, admite la derrota y como está desesperado se agarra a una cosa sin sustancia, que no tiene pies ni cabeza, y decide que no va a soltarla hasta que se muera. ¿Le parece una buena descripción?NEGRO: Es una manera de verlo, desde luego.
Si creo que la obra flojea es porque con semejantes argumentos en defensa de la vida (esto es, por mandato divino) no hay combate que dure diez minutos: Dios no es rival para el hombre. El resultado es un no sé qué qué se yo sin definir que entretiene y decepciona al mismo tiempo, pero que en cualquier caso no deja mal sabor de boca y se lee en poco más de una hora. Se agradece también el detalle de que, al contrario de lo que estamos acostumbrados a ver, ya no se trata de un hombre salvando a otro de la muerte sino un hombre poniendo a prueba la fe de su salvador. Con todo, creo que la moraleja es que se tiran al paso del Sunset Limited las personas equivocadas.
Yo no creo en Dios. ¿Tan difícil es de entender? Mire a su alrededor, hombre. ¿Es que no lo ve? El griterío de los que sufren lo indecible debe de ser para él el más agradable de los sonidos. Y detesto estas discusiones. Lo del ateo de la aldea cuya sola pasión es vilipendiar sin descanso aquello cuya existencia niega de entrada. Ese compañerismo, esa hermandad que usted defiende es una hermandad de dolor y punto. Y si ese dolor fuese colectivo de verdad y no meramente reiterativo, su propio peso arrancaría el mundo de los muros del universo y lo lanzaría en llamas a través de la noche que aún pueda ser capaz de engendrar hasta que no quedase de él ni ceniza siquiera. ¿La justicia? ¿La fraternidad? ¿La vida eterna? No me fastidie, hombre. Dígame una religión que prepare al hombre para la muerte.
“El Sunset Limited” de Cormac McCarthy - Traducción Luis
Murillo Fort - Editorial: Mondadori -
Fecha Publicación: Febrero 2012
Foto: “The Sunset Limited” dirigida para HBO por Tommy Lee
Jones – Interpretada por Samuel L. Jackson y Tommy Lee Jones. Disponible en sus centros de descarga habituales.