domingo, 23 de septiembre de 2012

“Asco” de Jose Angel Barrueco

Donde se entiende por qué J.A. Barrueco no es cronista de viajes profesional

Uno tiene que saber lo que quiere contar cuando escribe una novela. Tiene que saberlo si no quiere que le llamen nocillo, por ejemplo, que de todos los insultos literarios es el peor de los posibles. José Ángel Barrueco no tiene ese problema; él sabe perfectamente lo que pretende ser ASCO: “[...] aquí lo que importa es contar la travesía, describir el comportamiento de la gente, hablar algo de las tierras que visitamos en aquel crucero de lujo, con servicios y ofertas de hotel de cinco estrellas.” Lo que no entiendo es que, si lo tiene tan claro, Barrueco, venga, exactamente 522 palabras después (las he contado), a decirnos lo siguiente: “[…] sentía retortijones reales porque esa mañana, nada más despertar y meterme en la ducha, no logré aliviar los intestinos, algo que suele sucederme cuando es tan temprano” (los alivió, les diré, 7.326 palabras más tarde: “Mientras subía las escaleras me entró el apretón.” Ahí.) La pregunta es, ¿exactamente qué parte del barco tiene metida Barrueco en el culo para  sentirse en la obligación de contarnos semejante estupidez? 


* * * * * * 

Donde se da razón del quiero y no puedo que es ASCO 

ASCO narra la experiencia vital de hacer un crucero de lujo por el mediterráneo durante siete días. ASCO es Barrueco y su familia viviendo a todo tren en un barco enorme con piscina y todos los excesos imaginables. ASCO bebe los vientos por “Algo supuestamente divertido que no volveré a hacer” que es un extenso artículo magistralmente escrito por David Foster Wallace en el que se narra la experiencia de hacer un crucero de lujo durante siete días no recuerdo por dónde. “Algo supuestamente…” es imprescindible leerlo; ASCO es imperativo no hacerlo. 



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Donde se explican las razones por las que creo que J.A. Barrueco confunde buena literatura con excrecencia literaria

Pero volvamos a la entrada, al momento en que el Zenith iba penetrando despacio en las inmediaciones de la ciudad, como un acto de amor y sexo”, por ejemplo, así como toda la parte dedicada a Venecia (capítulos 5 y 6) en la que cuenta con todo lujo de detalles de lo que se pone o se quita o de los calores propios de llevar calcetines o lo de tener que ducharse cada dos por tres o las conversaciones de mierda de los pasajeros a las que el asiste desde su posición de gran hermano; ese continuo perdonarle a todo el mundo la vida y ser al mismo tiempo la mejor persona, el ser humano más humano que puedan conocer en la vida. Sólo los hijos de puta deberían escribir libros de viaje y Barrueco se ve a leguas que no lo es. 

A continuación otro ejemplo de los muchos que invitan a abandonar la lectura: “Como ya habíamos cenado, no quise probar cada fruta, algo que sí hicieron algunas personas. Me bastó con una pequeña pieza de ciertas frutas, sólo para probarlas.” 

Más: “Salí corriendo con mis chanclas y el libro en la mano. Cuando estaba a punto de llegar a las puertas de cristal del Windsurf, una de las suelas de las chanclas patinó con el suelo húmedo por culpa de la proximidad de la piscina y de los bañistas que no dejaban de caminar para aquí y para allá y de entrar y salir del agua, y di un resbalón y mi cuerpo se tambaleó y estuve a punto de caer de espaldas. Pero recobré el equilibrio y no caí al suelo: pude haberme roto la crisma.” (Quita, quita, qué disgusto más grande, madre mía) 

Hoy me he levantado un poco sádico. Más: “Cuando algún fulano trataba de pasar por delante de nosotros para escoger sitio como si la vida le fuera en ello o fuese a presenciar el desfile de una estrella del pop o de la monarquía, uno de nuestros familiares le decía en tono socarrón: Pase, amigo, no se lo vaya usted a perder...” Yo es que me parto con estos chistes made in casa de la pradera de la Barrueco’s Family. En serio, es un no parar. Barrueco es tremendo, tremendo. Debo insistir: la gente tan guay no debería escribir estas cosas. Lo digo completamente en serio. 



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Donde me hago eco de lo injusta que es la vida. 

Leyendo el ensayo de David Foster Wallace inmediatamente antes o inmediatamente después o inmediatamente antes y después de la cosa esta de Barrueco, este medio ensayo medio novela medio artículo periodístico, o leyendo, simplemente, como sea, ambos escritos, no puede hacer uno otra cosa que lamentar la enésima injusticia del día: que siempre se suicide el escritor equivocado. 



* * * * * * * * 

Donde se descubre que el problema de Barrueco es la memoria 

Tres o cuatro días antes de partir le comentamos a un amigo nuestro propósito de hacer un crucero y él me aconsejó que leyera el reportaje de David Foster Wallace en el que cuenta su epopeya en un barco de lujo. Yo había leído años atrás dicho texto, incluido en el libro Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer, que es, además, el título de ese reportaje. Tantos años atrás que ya no lo recordaba o sólo tenía un vago recuerdo pese a que su lectura me había fascinado. Lo releeré antes de embarcar, le dije. La relectura, sin embargo, fue aplazada entre unos motivos y otros y decidí releerlo a mi vuelta. Tal vez, en mi inconsciente, no quería volver a ese libro para que no influyera demasiado en mi propio viaje.” (Asco) 


Sólo a mi regreso del crucero recordé que Wallace había viajado en un crucero. Imagina mi estupor cuando supe que era el mismo barco, vendido por una empresa norteamericana a una española. Cuando un maestro ya ha tratado el tema, lo mejor es citarlo, reconocer que ya había alguien que lo hizo mejor. Por eso sus citas sirvieron de autoridad y le dieron un enfoque ensayístico al libro.” (Entrevista de Miguel Baquero para Revista Grupo Literaturas



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Donde se le hace un ruego a José Ángel Barrueco. 

¡¡Borra, coño, Jose Angel!! ¡Borra! ¡Hay cosas que no le importan a nadie! Esto lo digo por la segunda mitad del libro, que es un desastre que no hay por dónde coger. Decir veinte veces que David Foster Wallace se ahorcó no aporta nada, ni que el gel que se ponían en las manos cada cinco putos minutos no era jabonoso, ni que la gente era gorda y glotona. 

En esta especie de novela (el reto, en ocasiones, parece estar en escribir algo que no se adscriba a nada) hay demasiado de algo que no interesa en absoluto básicamente porque no tiene maldito interés. Estoy hablando del propio Barrueco y su actitud de mirar a todo el mundo por encima del hombro o creer que, de todos, el más educado y, con diferencia, inteligente, es él: “A la gente estas visitas le despertaban sus ganas de ver o practicar deporte. A mí, desde que estaba en Grecia, me acometieron ganas de releer a Homero.” 



* * * * * * * * 

Donde se extraen CONCLUSIONES 

ASCO no es malo porque exista WALLACE. El problema de que exista Wallace es que Wallace escribió la que probablemente sea la mejor crónica de un crucero de lujo que he leído nunca, siendo, por otro lado, la única que conozco. Tratar de superar o simplemente ponerse a la altura es un suicidio en toda regla. El Wallace de “Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer” es inteligente, elegante, irónico, divertido no: desternillante y un excelente retratista de las miserias propias y ajenas. Barrueco, en cambio, no puede ni soñar con llegarle a Wallace a la suela de los zapatos. No es divertido, su estilo es simple, vulgar, nada elegante; no es inteligente, no es perspicaz, no ve lo que otros no ven y su obsesión por cosas como el peso o las dietas contamina el relato continuamente con reflexiones de Perogrullo. 

Puede ser que la diferencia entre ambos sea abismal porque mientras que Barrueco vieja en un crucero por el placer de hacerlo a Wallace lo meten en un crucero de placer por el placer de verlo sufrir. Barrueco va de asocial pero se somete a vivir una experiencia que disfruta con placer y de la que luego sacará un libro (llamado Asco, que ya tiene cojones) mientras que Wallace ES un asocial que viaja con la única intención de escribir un artículo. La diferencia es que uno pasará a la historia como uno de los grandes cronistas de nuestro tiempo y el otro será aquel desconocido que un día trató de imitarle  y se dio la gran hostia. 

Es un error (y un horror) escribir un libro que escribió mucho mejor otro hace demasiado poco tiempo. Es un error mayúsculo que sea en el mismo barco, que todo sea exactamente igual, que hasta las toallas del bidet sean las mismas, que todo haya sido dicho ya. Y es un error que aún así se empeñe Barrueco en dejarlo todo por escrito citando hasta cuarenta veces al escritor anterior. Este libro, ASCO, es una cagada monumental. Es un libro que no merecía ser escrito y que, desde luego, no tenía que haberse publicado. 


lunes, 17 de septiembre de 2012

“Habitación 804” de Marcus Versus

Versión Corta
Versión Extendida
Porque ya supongo que no todo el mundo tiene las mismas ganas de leer reseñas de mil palabras he pensado que, por una vez y de forma excepcional, podría resultar divertido -no para todos, claro- presentar una versión reducida y una extendida de la misma novela. El plan es que sirvan, en ambos casos, para hacerse una idea de lo que se pueden ustedes encontrar durante la lectura. 

El manual de instrucciones indica que haciendo clic en según qué foto podrán leer una u otra. Es fácil. Lamento esta maldad, con el corazón en la mano se lo digo, pero no puedo evitarlo.
(Los comentarios los pueden ustedes dejar dónde quieran, faltaría plus, pero yo les invito a hacerlo aquí, en esta suerte de “índice”.)

Última hora: he recibido un par de quejar por lo endiablado del asunto de tener que hacer tanto clic. Quizá me he pasado. Dejen que lo arregle: a continuación, LAS DOS RESEÑAS. Mis disculpas.



* * * * * * * * * * * * * * * * * * 



“Habitación 804” de Marcus Versus 
(Versión Corta)




Esta fabulilla,
salga bien o mal,
me ha ocurrido ahora
por casualidad.
Cerca de unos prados
que hay en mi lugar,
pasaba un borrico
por casualidad.
Una flauta en ellos
halló, que un zagal
se dejó olvidada
por casualidad.
Acercóse a olerla
el dicho animal,
y dio un resoplido
por casualidad.
En la flauta el aire
se hubo de colar,
y sonó la flauta
por casualidad.
«¡Oh!», dijo el borrico,
«¡qué bien sé tocar!
¡y dirán que es mala
la música asnal!»

Sin regla del arte,
borriquitos hay
que una vez aciertan
por casualidad.


("El burro flautista" de Tomás de Iriarte)



* * * * * * * * * * *


“Habitación 804” de Marcus Versus 
(Versión Extendida)



"Habitación 804 es lo que ocurre cuando un poeta deja el verso por la prosa.”

Este post iba a ser la frase inmediatamente anterior. Quería ser la reseña más corta del mundo. La gente la leería -o debería leerla- con el mismo interés con que leen el cuento del dinosaurio de Monterroso y yo debería acabar poco menos que a su altura. El problema de estas reseñas tan breves es que no dan pie a incluir citas, que es en el fondo es la mejor parte o al menos la más divertida en según qué casos y ya que hoy me he levantado especialmente cabrón me he dicho qué coño y en ello estamos. 

El argumento es el siguiente: un poeta bastante gilipollas -como casi todos- está casado con una mujer. Hasta aquí todo normal. Pues este imbécil que no recuerdo cómo se llama le pone los cuernos a su amante (e infiel) esposa con una lesbiana que a su vez le pone los tarros a su cortadora habitual. Todo muy moderno; un poco comedia ligera de cascos. Pues bien, la novela es como un puzle de cuatro piezas en la que cada uno de los personajes cuenta en primera persona su visión de los hechos infieles. Es de suponer que acabada la lectura tendremos la perspectiva adecuada para ver una novela. Y sí, es verdad, para qué lo vamos a negar, ahí está, pero vamos, que no es excusa para unas maneras tan torpes. Que no todo lo que sale de la flauta es música, vaya. (Lean la Versión Corta de este post para entender el chiste.)

La historia no es nueva, pero ese no es el problema. Los hombres son abandonados por otras mujeres a diario, y quien más quien menos se merece un pequeño acto de venganza tipo escribirlo. Espinosa (Miguel, no el otro) también lo hizo en TRÍBADA, hace ya unos cuantos años. Tríbada es una pequeña maravilla de novela que trata también el tema de las lesbianas y los verbos y los versos desatados de los unos y las pasiones contenidas de las otras y esas terceras partes tan malas malísimas, tan horribles de matar. La diferencia entre la prosa (lo realmente criticable de este espinoso asunto) de Espinosa y la de Marcus Versus Marcus es el equivalente a la tirarse a la fosa de las Marianas o caerse de un columpio. Lo que el uno embellece el otro lo cuece y no digamos ya lo que hacen con los seres humanos que pueblan sus respectivos microcosmos. No es prejuicio, esto, lo juro; no tiene nada que ver con mi opinión personal sobre la relación directa entre edad-experiencia-calidad de los jóvenes escritores sino con el esfuerzo, esa cosa que nadie acaba de valorar en su justa medida. Un post como este lo hace cualquiera, una crítica decente no. Por eso, porque yo soy un vago redomado, no me formo para la ejecución de lo segundo. Pues un poco lo mismo aplicado a estas dos novelas: la una (Tríbada) es el resultado de un esfuerzo y un trabajo y un labrar la piedra y hacer evidente el resultado y la otra (Habitación 804) es un tener una idea aproximada de algo y la experiencia de escribir versitos y juntar lo uno con otro y seguir pareciendo un cacho palo.

Y para muestra un botón de lo otro:
Él
Cogí tu mano y me la puse en el paquete. Ya la tenía dura, y eso a ti te encantó. Siempre has sido un poco puta, tras tu facha de monja hay una puta, como en todas las mujeres.
La ella de él
SIEMPRE FUI UN PASO POR DETRÁS siendo silencio y paseos agarrados de la mano, dándote el espacio que necesitas, tragándome las palabras que tenía en la punta de la lengua esperando a que todo se pusiera en su sitio, a que se ordenara tu cabeza y cumpliéramos el proyecto de formar la familia de la que siempre me habías hablado.
[…]

A las 6 de la mañana yo estaba entrando por la puerta de casa. Mis padres se habían quedado dormidos frente al televisor viendo cómo Zapatero anunciaba el Estado de Emergencia, pero yo volvía feliz y borracha a casa.Me quedé dormida después de masturbarme.
La ella de ella
Con la cocaína me pongo muy cachonda, y me notaba mojada mientras hablábamos de las tonterías del día a día.Tuve ganas de follarte.Antes de irme a casa, fui otra vez al baño a viajar entre vientos.
La ella de ella y de él
Yo había renunciado a una ciudad de color cobrizo. Me había alejado de mi familia. Había rechazado un trabajo soñado. Todo por ti. Por tú. Y tú, escapando de cualquier cita que no huele a alcohol, a luna, a bar de cartónpluma, a mentira.El calor aprieta y ahoga.
[…]

Después de un buen rato de conversación, me fui con mucha poesía. Todo era poesía en mi vida esos días, demasiada poesía, se me había olvidado que la vida VIVIR era más importante que cualquier verso POESÍA.

Les invito ahora a abrir Tríbada al azar, elegir un párrafo y transcribirlo, leerlo y compararlo y morirse después también, inevitablemente:

Patricio ha observado a Damiana y Lucía llegar en automóvil, surgir de la máquina y penetrar en el zaguán con bolsas y paquetes de alimentos; salir mononas, con sus atuendos de mocitos, y retornar mononas en la misma tarde; aparecer con maletas, en vuelo hacia ciudades extranjeras, y regresar, transcurridos los días, con las mismas maletas; aguardar en la calle la arribada de unos operarios que traían un mortero de piedra; una trébedes de anticuario, el marco de un cuadro, o, incluso, un perro; aparecer la una con el brazo en cabestrillo, la pierna también escayolada, y la otra, de lazarillo paciente y lento; marchar la boticaria llorando, Lucía corriendo tras ella, y volver las dos enlazadas y alegres, o separadas y hoscas; advenir la modista borracha, el paso torpe, el afán terco, los ojos vidriosos, y Damiana detrás, la faz harinosa y el mentón sembrado de barros; manifestarse jubilosas ensombrecidas, despejadas, nubladas, foscas, claras.


Reflexión Final

Es digna de respeto la labor que lleva a cabo Eutelequia. Me refiero a ese darle una oportunidad a las nuevas voces de la narrativa española. Lo digo completamente en serio, no hay segundas intenciones en esto. Otro cantar es mi contradicción entre no apoyar estas masivo editar memeces y sentir sincero interés por todo aquello que sale a la luz. Quiero pensar que este publicar este tipo de cosas tan pobres tiene que ver con la mala calidad de los productos que llegan a sus manos. Quiero pensarlo. Quisiera entender también si realmente vale la pena publicar por publicar estas chorradas o si acaso no sería mejor esperar e irse cubriendo lentamente de prestigio con obras un poco más maduras.


* * * * * * * *


Y para terminar les voy a regalar una de esas curiosidades que tanto gustan a lectores y escritores o ambas cosas a la vez (estos últimos, especialmente). A continuación, decía, una cita (la última, prometido) de la Habitación 804.

Me acababa de terminar uno [un libro] de un crucero en el que el escritor pone en su sitio a todo aquel que decide embarcar en una ciudad móvil durante sus vacaciones. Me gustó. También me gustó que en las últimas páginas pusiera una lista con todos los libros a los que hacía referencia a lo largo de la lectura. Utilicé esa lista para completar mi compra. El librero me comentó que «el autor tiene la mirada más tierna del mundo». Le miré con admiración por tener la capacidad de mirar a los ojos de las personas y entender su idioma.” (La ella de ella y de él)

La novela a la que se hace referencia es "Asco" de José Ángel Barrueco, editada también por Eutelequia.  Estoy viene a cuento de que en un post anterior algunos seres humanos acusaban a la editora jefa de Eutelequía de dejarse influir demasiado por este Barrueco a quien no tengo el placer. Yo, que soy de mucho malpensar, todavía no me lo acabo de creer (aunque no precisamente gracias a esto). Marcus Versus le rinde así un silencioso e inmerecido homenaje a aquella novela añadiendo también él, al final, una relación de las novelas que va se van citando y/o insinuando en la Habitación (*). Porque la literatura, ya lo sabemos, es el tema favorito de los nuevos literatos, que de no pensar en otra cosa y no tener ni puta idea no saben nada más que escribir siempre la misma mierda.







(*) Plop, Rafael Pinedo (Salto de Página, 2007); Si dios me pide un bloody mary, Carlos Salem (Ya lo dijo Casimiro Parker, 2008); 20 poemas de amor y una canción desesperada, Pablo Neruda (Alianza Editorial, 2004); Historias del Kronen, José Ángel Mañas (Destino, 1994); Pero sigo siendo el rey, Carlos Salem (Salto de Página, 2009); El hermano de las moscas, Jon Bilbao (Salto de Página, 2008); Yonki, William Burroughs (Bruguera, 1980); Asco, José Ángel Barrueco (Eutelequia, 2011); Tic tac, toe toe, Isabel García Mellado (Ya lo dijo Casimiro Parker, 2009); Fantasmas, Álex Portero (Endymion, 2010); Ciento volando, Joaquín Sabina (Visor, 2000); La autopista del sur, Julio Cortázar (Nórdica, 2010) 




“Habitación 804” de Marcus Versus (Versión Corta)



Esta fabulilla,
salga bien o mal,
me ha ocurrido ahora
por casualidad.
Cerca de unos prados
que hay en mi lugar,
pasaba un borrico
por casualidad.
Una flauta en ellos
halló, que un zagal
se dejó olvidada
por casualidad.
Acercóse a olerla
el dicho animal,
y dio un resoplido
por casualidad.
En la flauta el aire
se hubo de colar,
y sonó la flauta
por casualidad.
«¡Oh!», dijo el borrico,
«¡qué bien sé tocar!
¡y dirán que es mala
la música asnal!»

Sin regla del arte,
borriquitos hay
que una vez aciertan
por casualidad.


("El burro flautista" de Tomás de Iriarte)


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“Habitación 804” de Marcus Versus (Versión Extendida)

"Habitación 804 es lo que ocurre cuando un poeta deja el verso por la prosa.”

Este post iba a ser la frase inmediatamente anterior. Quería ser la reseña más corta del mundo. La gente la leería -o debería leerla- con el mismo interés con que leen el cuento del dinosaurio de Monterroso y yo debería acabar poco menos que a su altura. El problema de estas reseñas tan breves es que no dan pie a incluir citas, que es en el fondo es la mejor parte o al menos la más divertida en según qué casos y ya que hoy me he levantado especialmente cabrón me he dicho qué coño y en ello estamos. 

El argumento es el siguiente: un poeta bastante gilipollas -como casi todos- está casado con una mujer. Hasta aquí todo normal. Pues este imbécil que no recuerdo cómo se llama le pone los cuernos a su amante (e infiel) esposa con una lesbiana que a su vez le pone los tarros a su cortadora habitual. Todo muy moderno; un poco comedia ligera de cascos. Pues bien, la novela es como un puzle de cuatro piezas en la que cada uno de los personajes cuenta en primera persona su visión de los hechos infieles. Es de suponer que acabada la lectura tendremos la perspectiva adecuada para ver una novela. Y sí, es verdad, para qué lo vamos a negar, ahí está, pero vamos, que no es excusa para unas maneras tan torpes. Que no todo lo que sale de la flauta es música, vaya. (Lean la Versión Corta de este post para entender el chiste.)

La historia no es nueva, pero ese no es el problema. Los hombres son abandonados por otras mujeres a diario, y quien más quien menos se merece un pequeño acto de venganza tipo escribirlo. Espinosa (Miguel, no el otro) también lo hizo en TRÍBADA, hace ya unos cuantos años. Tríbada es una pequeña maravilla de novela que trata también el tema de las lesbianas y los verbos y los versos desatados de los unos y las pasiones contenidas de las otras y esas terceras partes tan malas malísimas, tan horribles de matar. La diferencia entre la prosa (lo realmente criticable de este espinoso asunto) de Espinosa y la de Marcus Versus Marcus es el equivalente a la tirarse a la fosa de las Marianas o caerse de un columpio. Lo que el uno embellece el otro lo cuece y no digamos ya lo que hacen con los seres humanos que pueblan sus respectivos microcosmos. No es prejuicio, esto, lo juro; no tiene nada que ver con mi opinión personal sobre la relación directa entre edad-experiencia-calidad de los jóvenes escritores sino con el esfuerzo, esa cosa que nadie acaba de valorar en su justa medida. Un post como este lo hace cualquiera, una crítica decente no. Por eso, porque yo soy un vago redomado, no me formo para la ejecución de lo segundo. Pues un poco lo mismo aplicado a estas dos novelas: la una (Tríbada) es el resultado de un esfuerzo y un trabajo y un labrar la piedra y hacer evidente el resultado y la otra (Habitación 804) es un tener una idea aproximada de algo y la experiencia de escribir versitos y juntar lo uno con otro y seguir pareciendo un cacho palo.

Y para muestra un botón de lo otro:
Él
Cogí tu mano y me la puse en el paquete. Ya la tenía dura, y eso a ti te encantó. Siempre has sido un poco puta, tras tu facha de monja hay una puta, como en todas las mujeres.
La ella de él
SIEMPRE FUI UN PASO POR DETRÁS siendo silencio y paseos agarrados de la mano, dándote el espacio que necesitas, tragándome las palabras que tenía en la punta de la lengua esperando a que todo se pusiera en su sitio, a que se ordenara tu cabeza y cumpliéramos el proyecto de formar la familia de la que siempre me habías hablado.
[…]

A las 6 de la mañana yo estaba entrando por la puerta de casa. Mis padres se habían quedado dormidos frente al televisor viendo cómo Zapatero anunciaba el Estado de Emergencia, pero yo volvía feliz y borracha a casa.Me quedé dormida después de masturbarme.
La ella de ella
Con la cocaína me pongo muy cachonda, y me notaba mojada mientras hablábamos de las tonterías del día a día.Tuve ganas de follarte.Antes de irme a casa, fui otra vez al baño a viajar entre vientos.
La ella de ella y de él
Yo había renunciado a una ciudad de color cobrizo. Me había alejado de mi familia. Había rechazado un trabajo soñado. Todo por ti. Por tú. Y tú, escapando de cualquier cita que no huele a alcohol, a luna, a bar de cartónpluma, a mentira.El calor aprieta y ahoga.
[…]

Después de un buen rato de conversación, me fui con mucha poesía. Todo era poesía en mi vida esos días, demasiada poesía, se me había olvidado que la vida VIVIR era más importante que cualquier verso POESÍA.

Les invito ahora a abrir Tríbada al azar, elegir un párrafo y transcribirlo, leerlo y compararlo y morirse después también, inevitablemente:

Patricio ha observado a Damiana y Lucía llegar en automóvil, surgir de la máquina y penetrar en el zaguán con bolsas y paquetes de alimentos; salir mononas, con sus atuendos de mocitos, y retornar mononas en la misma tarde; aparecer con maletas, en vuelo hacia ciudades extranjeras, y regresar, transcurridos los días, con las mismas maletas; aguardar en la calle la arribada de unos operarios que traían un mortero de piedra; una trébedes de anticuario, el marco de un cuadro, o, incluso, un perro; aparecer la una con el brazo en cabestrillo, la pierna también escayolada, y la otra, de lazarillo paciente y lento; marchar la boticaria llorando, Lucía corriendo tras ella, y volver las dos enlazadas y alegres, o separadas y hoscas; advenir la modista borracha, el paso torpe, el afán terco, los ojos vidriosos, y Damiana detrás, la faz harinosa y el mentón sembrado de barros; manifestarse jubilosas ensombrecidas, despejadas, nubladas, foscas, claras.


Reflexión Final

Es digna de respeto la labor que lleva a cabo Eutelequia. Me refiero a ese darle una oportunidad a las nuevas voces de la narrativa española. Lo digo completamente en serio, no hay segundas intenciones en esto. Otro cantar es mi contradicción entre no apoyar estas masivo editar memeces y sentir sincero interés por todo aquello que sale a la luz. Quiero pensar que este publicar este tipo de cosas tan pobres tiene que ver con la mala calidad de los productos que llegan a sus manos. Quiero pensarlo. Quisiera entender también si realmente vale la pena publicar por publicar estas chorradas o si acaso no sería mejor esperar e irse cubriendo lentamente de prestigio con obras un poco más maduras.


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Y para terminar les voy a regalar una de esas curiosidades que tanto gustan a lectores y escritores o ambas cosas a la vez (estos últimos, especialmente). A continuación, decía, una cita (la última, prometido) de la Habitación 804.

Me acababa de terminar uno [un libro] de un crucero en el que el escritor pone en su sitio a todo aquel que decide embarcar en una ciudad móvil durante sus vacaciones. Me gustó. También me gustó que en las últimas páginas pusiera una lista con todos los libros a los que hacía referencia a lo largo de la lectura. Utilicé esa lista para completar mi compra. El librero me comentó que «el autor tiene la mirada más tierna del mundo». Le miré con admiración por tener la capacidad de mirar a los ojos de las personas y entender su idioma.” (La ella de ella y de él)

La novela a la que se hace referencia es "Asco" de José Ángel Barrueco, editada también por Eutelequia.  Estoy viene a cuento de que en un post anterior algunos seres humanos acusaban a la editora jefa de Eutelequía de dejarse influir demasiado por este Barrueco a quien no tengo el placer. Yo, que soy de mucho malpensar, todavía no me lo acabo de creer (aunque no precisamente gracias a esto). Marcus Versus le rinde así un silencioso e inmerecido homenaje a aquella novela añadiendo también él, al final, una relación de las novelas que va se van citando y/o insinuando en la Habitación (*). Porque la literatura, ya lo sabemos, es el tema favorito de los nuevos literatos, que de no pensar en otra cosa y no tener ni puta idea no saben nada más que escribir siempre la misma mierda.







(*) Plop, Rafael Pinedo (Salto de Página, 2007); Si dios me pide un bloody mary, Carlos Salem (Ya lo dijo Casimiro Parker, 2008); 20 poemas de amor y una canción desesperada, Pablo Neruda (Alianza Editorial, 2004); Historias del Kronen, José Ángel Mañas (Destino, 1994); Pero sigo siendo el rey, Carlos Salem (Salto de Página, 2009); El hermano de las moscas, Jon Bilbao (Salto de Página, 2008); Yonki, William Burroughs (Bruguera, 1980); Asco, José Ángel Barrueco (Eutelequia, 2011); Tic tac, toe toe, Isabel García Mellado (Ya lo dijo Casimiro Parker, 2009); Fantasmas, Álex Portero (Endymion, 2010); Ciento volando, Joaquín Sabina (Visor, 2000); La autopista del sur, Julio Cortázar (Nórdica, 2010) 


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lunes, 10 de septiembre de 2012

“Erasmus, orgasmus y otros problemas” de Carlo Padial

Estoy harto, de verdad. No se pueden imaginar la cantidad de novelas que leído últimamente que tienen en el sexo su centro de gravedad, en el amplio sentido del término. Por lo menos tres. Una locura. Estoy de pollas hasta la polla. No sé qué fue primero, creo que Ainhoa Rebolledo con aquello de mojar a los quince; después la Lolita de Nabokov a los doce, que la meto en el saco por meter y por joder también, aunque de sexo exactamente no es, por más que unos cuantos se empeñen en tacharla de pornográfica (analfabetos integrales) o erótica (analfabetos funcionales). Después leí la versión no sé si ampliada o reducida del articulario Sexografías de Gabriela Wiener. El caso es que como esto lo escribo en diferido ignoro si a día de hoy ya he publicado la reseña o no, porque escrita sí está desde hace algún tiempo. Si no ha sido así tengan paciencia, en caso contario ya sabrán de qué estoy hablando si lo han leído o siguen, caso de existir, este enlace. Sigo. 

Poco después, en “El premio Herralde de novela” de Jordi Bonells, se decía mucho “follar”, que era una de las tantas razones por las que el protagonista quería ser escritor. Ya sé que no es lo mismo pero es que yo venía un poco quemado y aquello no me ayudó en absoluto. Total, que cuando me puse con este de Carlo Padial estaba ya un poquillo hasta los cojoncillos, no les voy a engañar, y seguramente por eso voy a ser un poco injusto o puede que precisamente por eso acabe escribiendo una reseña que sea un ejemplo de sensatez y sentido común. Es broma.

ERASMUS, ORGASMUS… me puso de muy mala hostia cuando lo empecé. No, no es cierto: estoy mintiendo: me aburrió, nada más, un muchito. Es que me habían dicho que era una novela fragmentaria y cuando iba yo por la página 30 no recordaba si habían hecho hincapié en lo de novela o en lo de fragmentaria. Estaba viendo que lo segundo y claro, lo fragmentario como excusa para compilar relatos como que no estoy dispuesto a aguantarlo más. Me equivoqué, resultó que efectivamente sí era una novela fragmentaria que para que nos entendamos es una novela (aceptando pulpo como animal de compañía) que cuenta una serie de historias en las que se cruzan varios personajes que apenas sí llegan a tocarse. Esto se traduce en que si uno no tiene facilidad para los nombres lo que se va a encontrar es una sucesión de relatos que giran en torno a estudiantes de intercambio que van de acá para allá floreando las universidades y calientes como perras en celo, que parece que se vaya a secar el planeta si no lo riegan con sus flujos y reflujos. 

Y bueno, ya está; poco más o menos esto, no vamos a darle muchas vueltas a algo que tampoco tiene tanto que rascar y todavía quiero dedicar cinco minutejos a hablar del escritor, que también se lo merece. Quédense con la idea de que se trata el asunto de lo mucho que follan los jóvenes Erasmus, que mucho aprender idiomas y mucha hostia, mucho viajar a Finlandia, España o Alemania y al final vuelven todos sabiendo nada más que un poco de griego y bastante francés. 

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El libro está escrito por un tal Carlo Padial (aquí en la foto) que por el tamaño que tiene su nombre en la portada lo deben conocer nada más que en su casa a la hora de comer y eso que va por su segundo libro publicado nada menos que en Libros del Silencio, que ya no está mal. Les cuento cómo lo descubrí: 

Empezaré confesando que a mí no me gusta Youtube por lo que tiene de tweet televisivo, que a mí tanto reducirlo todo a dos o tres minutos o 140 caracteres me irrita. Me irrita, pero respeto mucho a sus consumidores (entre los que me encuentro, maldita sea) porque yo también he tenido mis vicios. El caso es que un día, ojeando el twitter, me encuentro a algunos de nuestros más jóvenes literatos hablando de un tal Carlo Padial y un video genial que éste había subido al youtube. Y todo esto hablando del muchacho como si fuese más famoso que Buenafuente. Yo pongo mi cara de tonto habitual y sigo leyendo tweets y más tweets y ahí están todos partiéndose el culo o algo y su risa es tan contagiosa que tampoco yo me lo quiero perder, no vaya a ser que esta vez sea gracioso de verdad. Pues nada, que así, en youtube, es como conocí a Carlo Padial y no por sus libros (eso vino después). El video en cuestión era el que sigue. 



Tiene su gracia, es verdad. También uno anterior la tenía, aunque bastante menos. Entiendo que era el que utilizó para promocionar su primera novela. Se lo enlazo para que no lo tengan que buscar porque meter dos videos en un post es más de lo que estoy dispuesto a soportar:  "Hola, soy Carlo Padial

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Después de esto me quedo con la sensación de que el negocio de la literatura pasa por reciclar a la gente del club de la comedia poniéndola a escribir gracietas que sirvan a su vez para hacer crítica social. (Pienso en Padial cuando digo esto, pero también en Miguel Noguera, del que no he hablado nunca, y que tiene loquita perdida a la misma gente de la que hablaba un poco más arriba). La adaptación es sencilla: sólo hay que hacer los chistes un poco más largos y decir muchas veces facebook, twitter, polla o follar, si el mercado es juvenil-postadolescente o bien crisis, paro, relación sexual abierta, club de intercambio, hijos adolescentes, si el mercado pasa de los cuarenta. El argumento es lo de menos ya que ahora es más que suficiente con tener un fino hilo conductor que no nos eche de la carretera en la primera curva. 

Y ya.


lunes, 3 de septiembre de 2012

“Las flores de Baudelaire” de Gonzalo Garrido

No soy muy amigo de las crónicas paraliterarias (por ejemplo, aquello que tiene que ver con las razones que nos llevan a leer ciertos libros) entre otras cosas porque creo que la mitad de las veces aburren a los muertos y la otra mitad sólo interesan a quien las escribe, pero hoy me apetece hacer una excepción y además me he levantado tan hijo de puta que igual hasta me sale algo interesante. 

Gonzalo Garrido es la imagen de un hombre queriendo alcanzar la luna de un salto. Lo conocí hace unos meses, no recuerdo cuántos. Se presentó como el organizador de un congreso que se celebraría en Madrid el tres de marzo de este año llamado "Encuentro blogs literarios" que pretendía aclarar qué son los blogs literarios y para qué sirven, si acaso sirven para algo... Un poco el quienes somos, a dónde vamos, de dónde venimos aplicado a este ramo específico de la blogosfera. Había mucha gente invitada: estaban Alberto Olmos, Luis Magrinyá, David Pérez Vega, Pilar Adón, Jordi Corominas, Javier Avilés, Constantino Bértolo, Sergio del Molino y un largo etcétera. Yo decliné la invitación básicamente porque no tengo mucha fe en este tipo de eventos y también porque no tengo ni puta de idea de para qué sirve hablar de estas cosas. En cualquier caso Gonzalo fue muy amable al invitarme y yo aproveché para sentirme halagado, que es algo que, dice mi mujer, me rejuvenece. Confieso haber hecho gala de una falsa modestia ejemplar. Tendrían que haber visto qué comedimiento. A veces, si me dejan, soy un tío cojonudo. 

No soy bueno para las fechas (ni para los nombres, ni para las caras y no digamos ya para la crítica) pero debió ser por entonces, cuando lo del evento, que empecé a seguir a Gonzalo en twitter, todo lo que yo sigo a la gente en twitter, que viene a ser lo que tardo en sacar el coche del garaje o cuando, por las noches, se me caen algunos libros de las manos. Pues bien, en algún momento Gonzalo empezó a hablar de Las flores de Baudelaire. Yo, en mi ignorancia habitual di por hecho que se trataba de alguna de sus muchas novelas. Si hubiese sido un poco más curioso de lo que fui entonces no hubiese tardado tanto en enterarme de que no sólo era su primera novela sino que además estaba, todavía, por entonces, inédita; no se publicaría hasta el ocho de mayo (fuente: Amazon). Con esto no pretendo dar a entender que ese evento, el de los blogs literarios, hubiese sido un instrumento al servicio de la promoción de su novela pero no deja de ser una divertida coincidencia (de la que no quiero dejar de aprovecharme) que le ha venido que ni pintada al bueno de Garrido. 

A medida que se aproximaba la fecha de estreno los tweets de Gonzalo se iban multiplicando exponencialmente (cuanto escribo estas palabras supera los 4700) alcanzando la categoría de despropósito desde el momento en que aparece en librerías. Ningún problema con esto, lo juro; cada uno promociona cómo le sale de los cojones o como buenamente puede. Es más, cuanto más ruido se haga, mejor, que por algo se ha estado currando como un cabrón sólo dios sabe cuántas horas. Hay que tener en cuenta que Alrevés, la editorial en que se publica “Las flores…”, no es Mondadori, ni Tusquets, ni Anagrama y es de suponer que tiene sus limitaciones presupuestarias a la hora de organizarle bolos a los escritores o simplemente para colocar reseñas en los diarios y revistas. Al menos yo es la primera vez en mi puta vida que leo un libro de estos señores. 

El caso es que un buen día, en plena promoción, recibo un email de Gonzalo ofreciéndome un ejemplar de su novela. Excusó decir (lo excusamos ambos) que en agradecimiento al gesto yo habría de hacer la reseña de un libro por el que hasta ese momento no había sentido el menor interés (la culpa, toda, de Baudelaire). No es un secreto que esto es lo que se espera de los blogs. No sé a ustedes, pero a mí, incondicionalmente, sólo me regala libros la familia o los amigos. Mi respuesta fue la habitual en estos casos: le pregunté si se había vuelto loco. Le di a entender que la reseña podía ser lo mismo buena que horrible, que esto dependía un poco de lo que me pareciese la novela. Aceptando pulpo como animal de compañía y supongo que suponiendo que era mejor eso que nada tardé como una semana en recibir el libro dichoso y algo así como cuatro meses en leerlo (todo un record). Si me paro a pensarlo, y conociéndome mínimamente, uno tiene que estar muy seguro de sí mismo para enviarme una novela como esta, tan poco de mi estilo. Garrido lo hizo y yo le respeto por ello. Se arriesgó. Perdió. 

Quería saber Garrido para qué servían los blogs literarios. Para esto sirven. 


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LA RESEÑA


Comentaba más arriba que esta novela cuenta, para ser escrita por un completo desconocido (entre comillas, esto), con una de las promociones más salvajes que le recuerdo a una editorial aparentemente tan modesta como Alrevés. Pero esto es así y no es así. Supongo que aquellos que tenemos agregado a Garrido en Facebook y seguimos sus ires y venires en twitter somos más conscientes de esto que nadie, ya que otra cosa no, pero Garrido, hablar, habla por los codos. Y habla mucho de “Las flores de Baudelaire”, porque como buen comunicador sabe que, matices aparte, el sexo dura lo que dura dura y un libro vende en tanto se hable de él. Lo que se dice y quién lo dice es fundamental y quizá por eso no he dejado de escuchar desde que todo esto empezó la sonatina de que a Eduardo Mendoza esta novela le ha parecido “una intriga bien contada que acaba envolviendo a la sociedad bilbaína y, lo que es más importante, al lector”. Espero sinceramente que alguien se haya acordado de recompensar adecuadamente al Sr. Mendoza por ser de los primeros en leer la novela y por esta chorrada que ha tenido que a bien escribir una de dos: borracho o bajo amenaza (de impago). 

Lamento sinceramente parecer tan desagradable precisamente con esta reseña que no debería ni estar escribiendo porque hay una cosa que es escandalosamente cierta: muchos autores de reconocido prestigio (es un decir) publican día sí día también literatura basura y lo más sensato sería ponerlos a parir a ellos y no a Garrido que es nuevo en esto y sólo trata de hacerse un hueco como buenamente puede en este mercado tan corrupto. El problema es que a mí pocas veces me apetece leer a esos autores de reconocido prestigio y en cambio sí a Garrido, precisamente por todo lo contrario. Tampoco me apetece ser el tío que tiene un blog y que te hace una reseña elogiosa si le mandas el libro. A mí el que me quiera mandar un libro que me lo mande, faltaría más, pocas veces he dicho que no, pero esperar, lo que se dice esperar, que no espere nada o, en todo caso, que se espere lo peor. Esto me ha quedado un poco chulo, pero hagan un esfuerzo por interpretarme que tampoco soy tan complicado. 

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Pero vamos con la reseña de una puta vez. La novela está ambientada en el Bilbao de 1917. A una familia adinerada de la zona le matan una hija fea como un cardo y más tonta que un bote de sopa. La policía, que o es inútil o está comprada cede el protagonismo a un fotógrafo profesional con mucho tiempo libre y amigo de meterse en problemas. El resto se lo pueden imaginar: nuestro detective aficionado, más valiente que un jabato, se dedica a preguntar y a molestar a un montón de gente lo que le asegura recibir un par de veladas amenazas de muerte que sólo le preocupan durante un par de capítulos. No hace falta pensar mucho para acordarse de setecientas novelas o películas sujetas al mismo esquema. Pues así de original pero con vascos de fondo. 

La novela, en mi opinión, tiene tanto para criticar (entendiendo esto como todo aquello que me provoca rechazo) que detenerme en cada detalle me obligaría a dedicarle un tiempo que no estoy dispuesto a perder. Por otro lado es una novela adscrita claramente al género de intriga (quien diga social, miente) algo con lo que yo suelo ser bastante tolerante por aquello de no sentirme nunca engañado. No es el caso. A esta novela la vienen queriendo hacer pasar por lo que no es desde que tengo conocimiento de su existencia. 

Lo peor, con diferencia, es el estilo. Hay una falta absoluta de personalidad, achacable, quizá, a que sea una primera novela, pero hay muchas primeras novelas infinitamente mejores ergo no hay excusa posible para esa falta de naturalidad, esa artificialidad, ese deje mecánico, ese continuo demostrar que se es jodidamente bueno con el diccionario de sinónimos. Esto se traduce en una frialdad en la escritura que contagia la narración y se come vivos a los personajes, que no parecen otra cosa que fotografías en movimiento. Mención aparte para unos diálogos de juzgado de guardia. Lamentable. Y no es culpa de los personajes, por más que estos no sean más que simples estereotipos nacidos de demasiados visionados de Colombo o Se ha escrito un crimen. El protagonista, un tipo infelizmente casado, independiente, mujeriego y un poco imbécil; sus colaboradores, el matón y el pupilo brillante; el jefe de policía arisco pero sospechosamente buen profesional; un juez corrupto; los matoncillos suburbiales; la femme fatale…. En este novela no hay acción pero gente sí, para aburrir. O quizá para despistar; puede que tanto aparato no sea nada más que una ceremonia de la confusión tratando de disimular las carencias argumentales que se han ido sacrificando en favor de las documentales. Me explico: la novela de Garrido sufre de lo que me pareció en su momento que sufría aquella única novela de Perez-Reverte que leí sobre Alatristre. Documentarse está bien -es fundamental, diría- pero no hay que olvidar nunca que los efectos especiales han de estar a la altura de la historia. No es el caso. Quiero decir que aquí no se tiene ese cuidado; se atiende demasiado a los detalles y al dibujo social de una época que no sé hasta qué punto importa a la narración, que una cosa es novelar y otra impartir una lección de historia y que para hacer ambas cosas y hacerlas medianamente bien hace falta mucho más arte del que demuestra tener Garrido. Esto no tendría por qué ser un problema si no fuese tan evidente, si no estuviese la narración tan al servicio del contexto histórico. 

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No busco hacer sangre. No a Gonzalo, al menos. Otro cantar sería la sangría que quisiera para la prensa escrita o la digital o la agradecida blogosfera contra la que ya me estoy hartando de disparar un día sí y otro también cuando no es para tanto. Pero lo que yo quiero nunca se cumple. (Comentario 1

Cuando uno lee ciertos artículos decir cosas tipo esta: “Las Flores de Baudelaire es un libro ágil que entrelaza con maestría el suspense de la investigación con la descripción de una sociedad y la psicología de unos personajes” lo que en realidad parecen estar diciendo es que no se han leído el puto libro. De hecho el resto de la entrevista (ENLACE) es un copipasteo de lo que ha dicho el escritor en el que se habla de “la originalidad de la historia, el estilo sencillo y depurado de la narración y la fuerza de los personajes que vertebran toda la trama” o cosas como que la novela pretende "provocar, hacernos pensar en nuestras propias vidas" o que “la obra tiene varios niveles de lectura, desde el sencillo al más sofisticado”. Varios niveles de lectura… Por el amor de dios... 

La blogosfera peca exactamente lo mismo, como siempre. Incluso los más críticos se apuntan al carro del peloteo: “Un libro que entretiene. Una narración suelta, documentada, modelada con historia investigada, tanto por el protagonista como por el autor. Compilar de esta manera el ayer de una estirpe debe producir mucho placer y mucha autoestima.” Decir esto que parece tan de aspirante a crítico de academia equivale a no decir nada o peor, decir esto es un insulto a la inteligencia. Si alguna vez escribo una novela y me dicen algo así sabré que me están mintiendo. 



Días antes de publicar esta reseña (semanas después de haberla escrito) Gonzalo Garrido anunció en twitter que ya está en la imprenta la segunda edición. Se ve que sí era el camino.